El acoso a Lily Allen empezó de forma digital, con varios tuits amenazantes, pero el abusador acabó colándose en su casa y a la cantante le costó recibir protección. Ni las leyes ni la sociedad parecen preparadas para afrontar una violencia cada vez más sofisticada. Lo último es el ‘stalkerware’, una forma de espionaje difícil de detectar y un férreo modo de control virtual.
A Laura (nombre ficticio), su ex pareja la espió durante casi tres años. «Controlaba mi teléfono por completo. Sabía en todo momento dónde estaba, con quién…», recuerda. Lo que le pasó se conoce como , el uso de espía que alguien instala en el dispositivo de otra persona –ya sea ordenador, o para vigilar sus movimientos. Según el informe , elaborado por la empresa de ciberseguridad Kaspersky, España es el sexto país de Europa más afectado por este tipo de acoso, una forma de violencia y control que afecta en mayor medida a las mujeres y al colectivo LGTB+.