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El Capitán
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Libro electrónico69 páginas1 hora

El Capitán

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Una marea roja, un capo del narcotráfico, tres mil marineros con ochenta barcos son perseguidos por la marina mexicana en el océano pacífico.
Podrá El Capitán salir triunfante de esta aventura marina?
El Capitán es más que un pirata del siglo XXI, es el padre, el hermano y el responsable de tres mil pescadores que son perseguidos por razones oscuras del gobierno mexicano. Solamente un milagro podrá hacer que regresen vivos a su tierra natal, el puerto Lázaro Cárdenas, Michoacán.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 ene 2015
ISBN9781310863189
El Capitán
Autor

Adolfo Sagastume

Construyendo Universos LiterariosCiudadano LatinoamericanoCiudadano de la República de LiberlandCiudadano de Asgardia The Space Kingdom

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    El Capitán - Adolfo Sagastume

    Índice

    Silencio en el Océano

    La Marea Roja

    Estado de Emergencia

    Una Situación Extrema

    La Tormenta

    Puerto Salina Cruz

    La Fuga

    Reunión en Alta Mar

    La Búsqueda

    Caos Nacional

    Fenómenos en el Mar

    Una Visita Inesperada

    Silencio en el Océano

    Cuarenta horas ininterrumpidas habían estado los barcos en alta mar. Don Liko Urizar estaba a cargo de 500 pescadores que navegaban en 80 barcos propiedad de la Cooperativa Pesquera de Lázaro Cárdenas, Michoacán. Era como un padre para todos. Sus necesidades eran sus necesidades y sus problemas eran sus problemas. Siempre tenía una solución a cualquier imprevisto. Su capacidad de mando lo había llevado a ser el Capitán de la flota en menos de seis meses. Cuando el consejo supo de su capacidad, valentía, honradez, honorabilidad, firmeza y lealtad, no titubeó y lo nombró por unanimidad con el cargo. De su capacidad dependían todos los pescadores, sus esposas y sus hijos.

    Corría el año 2013 y todas las tareas se realizaban siempre bajo el lente brilloso del único ojo de don Liko. Nada se le escapaba, siempre estaba al tanto de todos los movimientos de su flota. Conocía todos los mares y todas las costas del Océano Pacífico, sobre todo las que estaban en la parte de la costa norteamericana que comprendía a México, Estados Unidos y Canadá.

    Según su experiencia cada tarea tenía pasos científicos, exactos que debían encajar con las distintas temporadas. No era lo mismo pescar tiburones que pulpos. No era lo mismo navegar en las regiones del camarón amarillo que en las del camarón azul.

    Cuando él comenzó de pescador, hacía más de treinta años, era libre la pesca. Ahora estaba muy restringida, pero él sabía donde estaban los mantos de cada especie. Si estaba prohibido, el Capitán lo aceptaba completamente, sin titubeos. Jamás violaba ninguna disposición de la Secretaría de Pesca y las leyes internacionales del ramo.

    En las últimas horas habían llenado las bodegas frías de todos los barcos. Los alimentos comenzaron a escasear. El agua prácticamente se había agotado. Y los mensajes por radio, desde la base de la Cooperativa, le apremiaban para que regresara porque comenzaron a circular noticias alarmantes de la invasión de una marea roja que entraba con velocidad por las regiones de Zihuatanejo y Lázaro Cárdenas, donde tenía la Cooperativa su base de operaciones.

    Finalmente comprendió que era el momento del regreso. Con paso firme atravesó la cubierta de su barco, entró en la cabina e hizo sonar por su propia mano la sirena del barco central. La sonó tres veces, pues esa era la señal de partida. Y como eco recibió ochenta sirenasos de toda la flota de barcos. La algarabía, la fiesta y la felicidad se apoderaron de los marineros que le dieron gracias a Dios por haber terminado una jornada más. Y como era la costumbre, los barcos enfilaron rumbo a Lázaro Cárdenas formados en ocho filas de diez barcos cada una. El barco del Capitán siempre se ponía hasta atrás, tanto para vigilar el regreso de todos como para percatarse de cualquier contratiempo con los barcos o con los marineros.

    La distancia que tenían que recorrer sería de unas diez horas. Se habían internado mar adentro a una distancia del puerto que requería ese tiempo, siempre que no hubiera ningún percance. Y así se fueron; había fiesta en todos los barcos. Estaban felices por el regreso a casa. La fiesta y el descanso se prolongaron por ocho o nueve horas. Cuando ya estaban a una hora del puerto el Capitán recibió la mala

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