Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Vida En La Isla
Vida En La Isla
Vida En La Isla
Libro electrónico308 páginas3 horas

Vida En La Isla

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Algunas leyendas son ciertas... Las viejas historias cuentan de un mal muy por debajo de la tierra. Cuando una expedición arqueológica ignora la sabiduría local y abre un viejo túmulo en una remota isla en las Hébridas escocesas, ellos desatan un horror más allá de sus más oscuras pesadillas. ¿Podrá alguno sobrevivir al ataque de la Vida en la Isla? ¡William Meikle hila un cuento de terror que te mantendrá despierto hasta que voltees la última página!
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 ene 2015
ISBN9781507100219
Vida En La Isla
Autor

William Meikle

William Meikle es un escritor de género escoses ahora viviendo en Newfoundland. Su catálogo incluye más de treinta y cinco ventas de historias cortas profesionales y veinte novelas. Su trabajo abarca una variedad de géneros, incluyendo Historias de Monstruos, Detectives Sobrenatural, Historias Lovecraft, Vampiros, Espadas y Magia, Ficción Escocesa, y Ciencia Ficción. Visítalo en la web en www.williammeikle.com.

Relacionado con Vida En La Isla

Libros electrónicos relacionados

Ficción de terror para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Vida En La Isla

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Vida En La Isla - William Meikle

    Meikle

    Algunas leyendas son ciertas...

    Las viejas historias cuentan de un mal muy por debajo de la tierra. Cuando una expedición arqueológica ignora la sabiduría local y abre un viejo túmulo en una remota isla en las Hébridas escocesas, ellos desatan un horror más allá de sus más oscuras pesadillas. Podrá alguno sobrevivir al ataque de la Vida en la Isla?

    William Meikle hila un cuento de terror que te mantendrá despierto hasta que voltees la última página!

    Vida en la Isla

    Copyright 2013 por William Meikle

    Publicado por Gryphonwood Press

    Este libro es un trabajo de ficción. Todos los personajes, lugares, y eventos son productos de la imaginación del autor, o están usados ficcionalmente.

    Prólogo

    El sol justo había salido mientras que él salía de la carpa, estremeciéndose ante el frío del aire afuera. Él fue de nuevo adentro para buscar un sweater.

    'Bienvenidos a Escocia—el Riviera del Oeste,' él murmuró.

    Y pensar que podría haber estado en el sur de Francia, bebiendo piñas coladas y mirando a las jóvenes guapas saltando en la playa.

    Pero, luego, no habría conocido a Janice.

    Él miró hacia atrás a la figura envuelta en su bolsa de dormir y una pequeña sonrisa se dibujó en su cara mientras recordaba los jugueteos de la noche anterior. Él pensó en gatear de nuevo hacia adentro y despertarla—haciendo que todo eso comience de nuevo—pero la presión de la cerveza de la noche anterior pesaba mucho en su vejiga.

    Él sabía que si no hacía algo pronto tendría lo que su madre solía llamar un pequeño accidente. No sería bueno perder su calma saliendo con una entrepierna mojada.

    No había movimiento en las otras carpas y, mirando su reloj, él vio que eran sólo las seis treinta...mucho tiempo para acurrucarse de nuevo adentro por unas horas.

    Silbando suavemente hizo su camino hacia el borde del acantilado, pasando el sitio de la excavación. Alguien había puesto una lona sobre la entrada y sintió un escalofrío de sólo mirarla. Ellos irían finalmente adentro hoy, y todo su trabajo habría probado valer la pena. Él esperó que lo eligieran para estar en el primer equipo, pero no creía tener una chance—una de las chicas lo obtendría.

    Él se preguntó si una de ellas estaba compartiendo la carpa con él, y se rió para adentro ante el pensamiento del viejo hombre haciéndolo. Él probablemente les dio clases sobre asentamientos post-glaciales durante su pasión.

    Él pensó en echar un vistazo detrás de la lona, pero no tenía tiempo para mirar más de cerca a su hallazgo; la presión en su vejiga se había vuelto pesada y dolorosa.

    Esto se había convertido casi en un ritual. Cada mañana se levantaba temprano y orinaba sobre el borde del acantilado, mirando mientras que caía en un sin fin de gotas, siguiéndolas hacia abajo hasta que estaban fuera de la vista.

    Él sintió el sol sobre su espalda, justo empezando a calentarse a la vez que daba zancadas a través del pasto húmedo. Delante de él, a la distancia, un banco de niebla se arrastraba lentamente hacia el sur, y hacia abajo, debajo de él, el mar estaba levemente agitado por un ligero viento.

    Él abrió su cierre y, todavía silbando, miró hacia abajo para encontrar su dirección.

    Él vio la mano primero.

    Gris y escamosa, llegó a sus pies por debajo del borde del acantilado. Él trató de saltar hacia atrás pero fue muy rápida, atrapándolo por su tobillo izquierdo y provocando un dolor punzante a la vez que unas garras delgadas penetraban su carne. No tuvo tiempo de pensar en ello, puesto que sus pies fueron arrastrados por debajo de él.

    Él intentó agarrarse de algo mientras era arrastrado hacia el borde del acantilado pero sólo salió con unos pocos tallos de pasto. Mirando abajo hacia sus pies él vio más de lo que fuera lo atrapó; un largo brazo, gruesos músculos, que se veía como un pedazo de hierro.

    El tirón en su pierna se volvió más fuerte y sus pies, luego sus tobillos, luego sus muslos fueron jalados sobre el borde del acantilado.

    Luego la gravedad se hizo cargo.

    1 Duncan

    Así es cómo comenzó.

    Duncan McKenzie estaba tratando de ahuyentar los remanentes de una pesadilla mientras se encontraba parado en la plataforma de avistaje alrededor de la cima del faro. No recordaba mucho del sueño—sólo que involucraba la habitación en su departamento en Glasgow y un monstruo arrastrándose hacia arriba por las escaleras hacia él mientras que la condensación hacía que las paredes gotearan y en su radio sonaba un estridente sonido bajo que golpeteaba.

    El frío de la briza marina y el sabor de su primer cigarrillo del día eventualmente lo alejaron de sus pensamientos.

    Desde su punto panorámico alto en el sur al final de la isla él vio al sol comenzando a levantarse por sobre el horizonte, tiñendo las nubes más bajas en un color rosa esponjoso y desvaneciendo la oscuridad por otro día más.

    El verano en las islas Hébridas periféricas de Escocia podía ser notoriamente variable, con lluvia y nubes moviéndose rápidamente a través de la superficie del mar con pequeño aviso, puesto que seguidamente no salían de un cielo azul brillante. Esta mañana él salió en su bote para tomar muestras de agua así que estaba satisfecho en notar que la mayoría del cielo hacia el este se había despejado, con las nubes rosas rompiéndose por delante del sol que avanzaba.

    Él circunnavegó la cima del faro, fumando su cigarrillo y tratando de recordar exactamente qué era lo que tenía que hacer ese día. Mientras caminaba alrededor hacia el otro lado de la plataforma él vio que la situación no era tan prometedora como pensó primero.

    A lo lejos hacia el norte, la isla más allá era apenas visible sobre el tope del segundo faro, y las otras islas en la cadena estaban cubiertas con un denso banco de niebla, un banco que se arrastraba cada vez más cerca. Él simplemente tendría que arriesgarse respecto al clima, como era usual.

    Él apagó su cigarrillo contra la baranda y tiró la colilla, mirándola caer sobre el borde. A la vez que su vista la seguía hacia abajo él pudo divisar un movimiento en el pasto en la base del faro. Él silbó fuertemente y fue respondido con los felices ladridos de Sam.

    Sam era el único perro pastor en la isla, y se estaba volviendo muy viejo para el trabajo. Duncan pensó que en un tiempo el perro había mostrado ser más rápido que nadie en su territorio, pero hoy en día lo mejor que podía hacer era seguirle el paso al granjero en sus rondas, jadeando fuertemente como resultado de una enfermedad crónica del corazón.

    Duncan sonrió mientras bajaba las escaleras. Una húmeda y babosa lengua en su cara era justo lo que necesitaba para comenzar el día.

    Para cuando llegó a la puerta Sam estaba raspándola frenéticamente para entrar. Cuando había llegado por primera vez Duncan se había preguntado de dónde provenían las marcas en la pintura, pero no le había tomado mucho a Sam darse a conocer—Duncan era un tipo sensible.

    Una vez que la puerta estuvo abierta el perro le saltó encima, casi derribándolo, su cola oscilando lo suficientemente fuerte para provocar una pequeña briza.

    Duncan se había vuelto muy amigo del perro el verano pasado—para gran disgusto del dueño. John Jeffries, el granjero local.

    John no era un creyente de las mascotas—para él Sam era un animal de trabajo que tenía que ganarse su sustento, Duncan había escuchado hablar de él en el bar—cómo el perro se estaba poniendo demasiado viejo para el trabajo y que usaría su escopeta con él algún día pronto.

    Cómo alguien podría ser tan monstruoso con un animal tan amigable estaba más allá de su comprensión. Pero a la vez, John Jeffries era bien conocido en la isla por su actitud truculenta. Si no fuera sobre agricultura, John no quería tener nada que ver con eso.

    Sam comenzó su usual ataque en la región de la ingle de Duncan.

    ¿Qué tienen los perros con las ingles? Alguna cuestión hormonal seguro.

    Pero de todas formas había sido un largo tiempo desde que las hormonas de Duncan habían hecho algo.

    No parecía preocuparle al perro, sin embargo. El hociqueo se puso más frenético y él casi esperaba que el perro comenzara a montar su pierna.

    Riéndose empujó al animal y fue de nuevo a la cocina a buscar un bizcocho.

    'Sólo un segundo, chico', él gritó por detrás de su hombro, pero cuando giró hacia la puerta, el perro se había ido.

    Mirando por el campo él lo vio caminando sedado hacia una figura en la distancia. Duncan apenas pudo distinguir que se trataba de John Jeffries. Él levantó su mano para saludar pero el granjero le dio la espalda y siguió caminando, dirigiéndose hacia los acantilados en el lado oeste de la isla.

    Sólo era posible distinguir que llevaba una escopeta. Esto no era inusual. El granjero seguidamente llevaba el arma a todas partes, aunque no habían grandes—ni pequeños—predadores en la isla. Ni siquiera conejos.

    Ocasionalmente Duncan se cruzaba con un cuervo muerto, y una vez encontró un cernícalo, volado en tres partes distintas por el arma del granjero. Él había confrontado a Jeffries sobre el asunto en el pub, pero había obtenido exactamente la respuesta que esperaba.

    'Una plaga. Eso es todo lo que son—sólo sirven para dispararles.'

    Desde entonces había habido una pequeña pérdida de amor entre los hombres y ellos apenas se decían hola cuando se encontraban. No es que le molestara a Duncan—él se compadecía de un hombre quien no pudiese ver ninguna maravilla en el mundo natural.

    Él se paró en la puerta y miró al granjero y al perro hasta que desaparecieron en el horizonte. Él fumó un segundo cigarrillo hasta el filtro antes de mirar alrededor.

    El tiempo estaba más cerca en el lado norte de la isla, una fina niebla comenzando a descender sobre los escarpados acantilados.

    Si quisiera estar cómodo haciendo su muestreo tendría que partir bastante temprano—él sabía qué tan rápido podía cambiar un hermoso día en esta parte del mundo. Él había sido atrapado ahí afuera antes y no tenía intención de someterse a él mismo a un torrencial.

    Girando, fue hacia adentro para terminar con sus abluciones matutinas.

    Una mirada a su lengua confirmó lo que su estómago y su cabeza ya le habían dicho. Demasiada cerveza, demasiados cigarrillos y poco descanso.

    Precisamente la correcta preparación para enfrentar los rigores de un día en el mar en el verano escoses.

    Alejándose del espejo él se inclinó para agarrar su mochila. La había empacado la noche anterior. Ahora todo lo que se necesitaba era agarrar algo para comer para saciar el hambre durante el día y poder seguir. Él se sonrió a sí mismo. Ahora tenía una excusa para visitar la tienda.

    Mientras caminaba a lo largo del camino empedrado alejándose del faro, él pudo ya sentir una ligera niebla en el aire, dejando pequeñas gotas adheridas a su barba.

    Él siempre disfrutaba esta caminata—especialmente las estupendas vistas del acantilado hacia el norte y al este mientras se dirigía a la ligera pendiente hacia la tienda. Las aves marinas graznaban ruidosamente por arriba y él captó el repentino destello de negro y naranja a la vez que un frailecillo se lanzaba por la cima del acantilado delante de él. Como siempre, se mantuvo bastante lejos del borde del acantilado.

    Las alturas lo mareaban.

    Si lo parabas en el borde de un acantilado y lo hacías mirar abajo, sus rodillas amenazarían con ceder y él vería el fondo del acantilado oscilando de lado a lado, entrando y saliendo de foco.

    Paradójicamente él estaba perfectamente bien si enfrentado a una altura hecha por el hombre. Él podía pararse en el tope del faro sin ninguna sensación de amenaza de vida que asociaba con los acantilados, siempre que supiera que la baranda estuviera ahí para retenerlo.

    Una mañana él se forzó a aventurarse más cerca del borde del acantilado e intentar echar una ojeada, pero sus rodillas lo traicionaron y él había sido obligado a sentarse y alejarse del borde hasta que sus ojos volvieran a retomar el foco.

    Esta mañana él se mantuvo en el camino, contentándose a sí mismo con las vistas hacia el mar. Sobre el agua se estaba levantando viento, azotando la superficie, creando olas de crestas blancas y enviándolas rápidamente lejos a la distancia. Más cerca de la orilla, en el área donde su muestreo tendría lugar, el agua se veía mucho más calma y él estaba esperanzado de que un día tranquilo vendría—él no tenía ganas de gastar todo su tiempo luchando contra las corrientes y mojándose con las lluvias voladoras. Él le imploró a la Madre Naturaleza por un buen clima mientras iba a lo largo del camino hacia la tienda.

    La tienda, oficina postal y pub—poseía todas estas funciones—se encontraba en el único cruce de caminos en la isla. El camino principal corría desde el faro sur hacia el otro faro en el extremo norte de la isla. El segmento tenía solo cinco pies de ancho y había sido empedrado recientemente. Desde la tienda el camino corría hacia ambos sentidos al extremo norte de la isla y al este hasta el puerto.

    En ambos de estos tramos el camino se ensanchaba, haciéndolo lo suficientemente grande como para transportar el único vehículo de la isla...una land-rover que era usada por los hombres del faro para llevar provisiones y por la tienda para traer el stock a tierra del barco suministrador.

    La tienda en sí misma era una construcción bajita, fea y arenisca de dos pisos. El piso superior proveía las habitaciones para la familia McTaggart y la parte de abajo estaba dividida en dos habitaciones principales—la tienda y la oficina postal en el frente y el pub en la parte posterior.

    Los McTaggarts habían manejado el pub por más de veinte veranos pero fue su hija Meg quien Duncan más quería ver.

    Al girar hacia el pequeño patio de la tienda, él la vio, parada de espaldas a él lavando las pequeñas ventanas cuadradas.

    Eran simplemente demasiada altas para ella y Duncan la miraba admirado mientras ella estaba de puntitas de pie para alcanzar la esquina más alejada, causando que su remera—escasa en el mejor de los casos—se levantara seis pulgadas por su espalda, exponiendo un área de piel bien bronceada.

    'Hola, Meg. ¿Y cómo estás esta bella mañana?'

    Ella soltó un pequeño grito agudo antes de tropezarse hacia atrás y derribando el balde metálico de agua enjabonada a sus pies. Sus ojos expresaron enojo a la vez que ella volteó, luego se apaciguaron cuando ella se dio cuenta que era Duncan.

    Su pelo negro y ondulado colgaba sobre su cara y Duncan anhelaba acercarse a ella, mover su pelo a un lado y darle un beso en sus labios.

    Pero él nunca podría animarse a dar ese paso, a forzar la iniciativa. Él miraba su boca moviéndose mientras hablaba y sentía el calor esparcirse en su estómago, la vieja sacudida adolescente que nunca se pierde realmente.

    'Oh. Mira lo que me has hecho hacer, tú gran tonto. Imagínate acercándote a la gente así,' ella dijo, su boca enojada pero sus ojos sonriendo, 'me podrías haber dado un ataque al corazón.'

    Ella habló en el cadencioso, cantarín acento de las Tierras Altas, haciendo que Duncan pensara, una vez más, que él debió sonar con un tono monótono gutural de las tierras bajas comparado con ella.

    'Si tuvieras un ataque al corazón, ¿podría aflojar tu ropa?' dijo Duncan. Él vio un brillo endiablado en sus ojos verde oscuro mientras pensaba su respuesta.'

    'Sólo si prometes tomar total ventaja de la situación luego,' ella respondió finalmente, mirándolo hacia arriba por debajo de su flequillo, sus pestañas revoloteando. Él nunca estuvo seguro si ella hizo eso deliberadamente o no, pero cualquiera fuera la causa trajo una nueva explosión de calor en su pecho y él la sintió esparcirse a su cara.

    El coqueteo había estado ocurriendo por varios días ya, cada vez haciéndose un poco más subido de tono, cada vez causando que el corazón de Duncan latiera un poco más rápido.

    Él descubrió que pasaba más y más tiempo pensando en ella—cómo se sentiría en sus brazos—y menos y menos tiempo concentrándose en su trabajo. Más de una vez se había preguntado si ella era la razón por la cual él había vuelto este año—la búsqueda del amor tomando el control de la búsqueda de la verdad. A él no le gustaba seguir ese hilo de pensamiento—hacía que se cuestionara su devoción hacia su trabajo, y que era lo único que lo hacía seguir.

    Esta vez, como antes, él se echó atrás de continuar con el coqueteo—más avergonzado que nervioso—él no estaba acostumbrado a ser provocado.

    '¿Ya está abierta la tienda? Necesito algo de chocolate para seguir adelante hoy,' él dijo, tratando de volver la conversación a asuntos más mundanos antes de que se sintiera tentado a saltar sobre ella.

    Meg respondió rápidamente. Ella no estaba lista todavía a rescindir la caza. Hubo un destello en sus ojos, una felicidad incitante, danzante. Duncan se dio cuenta de que ella lo estaba disfrutando, y de nuevo él sintió el calor aumentando en su interior mientras hablaba.

    '¿Chocolate? ¿Eso es lo que necesitas para seguir adelante?' Su lengua se deslizó hacia afuera para lamer las esquinas de su boca. Duncan se dio cuenta que no podía quitar sus ojos de eso.

    'Estoy seguro que podría hacerte seguir mejor si me llevaras, en cambio' ella dijo, y su lengua hizo un rápido recorrido de su boca. Duncan tuvo que rechazar el impulso de mordisquearla.

    Él respondió nerviosamente, tirando de su barba. Aunque no lo sabía, él siempre hacía eso cada vez que ella se acercaba demasiado.

    'Sí. Estoy seguro que me podrías hacer seguir. Pero probablemente haríamos que entre tanta agua que hundiríamos el bote. ¿Puedes imaginártelos llamando al rescate aéreo-marino, sólo para que nos encuentren haciéndolo como conejos?'

    Él notó, muy tarde, que la había avergonzado. Él sabía que había metido el sexo en juego muy temprano. Él estaba definitivamente fuera de práctica en este tipo de esgrima verbal.

    Él estaba por hablar, para intentar reparar el daño que había causado, cuando fueron interrumpidos por un disparo de escopeta a la distancia.

    Meg fue la primera en responder.

    'Veo que John está jugando con su arma de nuevo.'

    Duncan sonrió para demostrar que apreciaba el doble sentido, luego continuó.

    'Sí, pero me pregunto a qué le está disparando.' Él de repente pensó en Sam, y cómo el viejo perro se había visto esa mañana. Un frío estremecimiento recorrió su columna, y casi se perdió la próxima oración de Meg. Él tuvo que forzarse a concentrarse en lo que ella estaba diciendo, pero su cerebro le proveía imágenes del perro pastor yaciendo, sangrando en el pasto.

    'Él tenía un humor de perros esta mañana cuando entró por unos cigarrillos. Algo había ocurrido con sus ovejas. Él perdió dos anoche y murmuró sobre una maldita águila o algo' dijo Meg, sus ojos cerrándose mientras intentaba recordar qué había dicho el granjero. 'Él estaba despotricando un poco—tú sabes cómo puede ponerse a veces. Él incluso intentó culpar a los estudiantes.'

    Duncan sonrió. 'Sí. Sé cómo se puede poner. Si no nació aquí luego no pertenece a aquí. ¿No es ese su lema? ¿Pero en qué cree que tienen que ver los estudiantes con las ovejas que perdió?'

    De nuevo pensó en Sam. ¿Se había vuelto tan viejo el perro que se volvió contra las ovejas—olvidado su entrenamiento y revertido a su antepasado salvaje?

    'Hey. ¿Muchachote?' Meg casi gritó. '¿Hay alguien ahí dentro?' ella dijo, tirando de su oreja izquierda.

    Duncan sonrió tímidamente.

    'Lo siento. Estaba a millas lejos. ¿Estabas diciendo sobre Jeffries?

    Meg suspiró, un exagerado encogimiento de hombros.

    'Oh, él piensa que los estudiantes podrían haber pasado de contrabando un perro dentro de la isla,' ella dijo, riéndose.

    '¿Puedes imaginarte a otro perro en este lugar sin que ninguno de nosotros lo supiera? Fue tras que yo le señalé esto que él comenzó a hablar del águila.'

    'Supongo que es posible,' ella continuó, 'Pero he vivido aquí toda mi vida y todavía no he visto un águila. Creo que se está poniendo senil. El whiskey ha finalmente llegado a su cerebro.'

    'De cualquier modo', ella continuó, secando sus manos en su falda, 'Creo que es momento de un cigarrillo. ¿Tienes alguno?'

    Ellos se movieron hacia el otro lado del edificio para sentarse en el tenue sol de la mañana y mirar las nubes correr por el cielo.

    Duncan supo que era momento de irse si quisiera evitar la lluvia de la tarde, pero él se sintió más cerca de Meg de lo que nunca había estado antes y no iba a dejar pasar la chance. Ellos se sentaron en silencio mientras que fumaban sus cigarrillos—un silencio que rompieron ambos al intentar hablar al mismo tiempo.

    '¿Que has...' dijo Duncan.

    '¿Qué estabas...' dijo Meg, quien fue concedida continuar por un movimiento de la mano de Duncan.

    '¿Qué estabas haciendo con esa bonita chica rubia anoche? No necesitas intentar negarlo—te vi—besuqueándose en un rincón.'

    'Nunca estuve besuqueando,' dijo Duncan, pero un rubor se esparció por sus mejillas. 'Sólo estábamos teniendo una charla sobre su trabajo—cómo estaban yendo las cosas—cosas por el estilo.'

    Meg tomó total ventaja de la situación.

    '¿Y su trabajo implica pegar su lengua a tu oreja, cierto? ¿Qué estaba buscando? ¿Depósitos viejos de cera? ¿Prótesis auditivas de la edad de hierro?'

    Duncan se puso rosa desde su cuello hasta la línea del pelo y tartamudeó sus palabras mientras respondía.

    'De veras Meg. Nunca he conocido a una mujer tan descarada como ella. Al primer minuto estábamos hablando con distancia sobre su trabajo en el túmulo funerario—al próximo ella está sentada en mi regazo y amenazando con derretir mis tímpanos.'

    La miró de reojo, una lenta sonrisa extendiéndose a lo largo de sus rasgos.

    '¿Estás celosa—no es así? Apenas una jovencita simpatiza conmigo y tú te pones celosa. Te diré qué—te compensaré. Ven al faro esta noche y cocinaré para ti.'

    En algún lugar en el fondo él se dio cuenta cuán grande paso estaba tomando, pero su boca seguía corriendo, sin darle una oportunidad de pensar.

    'Luego, si tienes suerte, te mostraré mi colección de zooplancton.'

    Él lo dijo sin pensar y ahora él sólo podía esperar y preocuparse por su respuesta. Él vio que ella estaba pensando en eso y, a la vez que giró hacia ella, ella se deslizó a lo largo del banco y lo envolvió con sus brazos.

    'Te tomaste tu tiempo en preguntarme, ¿cierto?' ella dijo, riéndose cerca de su pelo. 'He estado esperando una semana por eso. ¿Por qué no vienes al pub primero, luego puedes llevarme a tu lugar.'

    Él la abrazó, maravillándose ante la suavidad sedosa de su pelo contra su mejilla. Él se estaba preguntando si ella querría ser besada cuando fueron interrumpidos por alguien aclarando su garganta detrás de ellos.

    Duncan giró su cabeza, desenredándose del cuerpo de Meg y vio a Jim, su padre, sonriendo a ellos. Él casi tiró el banco en su apuro para ponerse de pie, pero antes de que él pudiera comenzar a decir algo, Meg comenzó a hablar.

    'Sí, lo sé, debería estar en la bodega clasificando el stock—sólo paré por una breve charla con Duncan—no hay ninguna ley contra ello, ¿o sí?'

    Antes que su padre pudiera responder ella se había volteado de nuevo hacia Duncan. 'No te olvides de nuestra cita de esta noche. Te veré en el bar alrededor de las siete, ¿OK?'

    Sin esperar una respuesta ella se fue, caminando contoneándose, el camino hacia la tienda, Duncan miró sus nalgas moviéndose dentro de sus jeans, luego recordó que su padre estaba parado detrás de él. Él aclaró su garganta ruidosamente para cubrir su vergüenza.

    Su padre se

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1