Como Silencios Infinitos
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Como Silencios Infinitos es una recopilacion de cuentos, largos y cortos de la vida cotidiana de un caraqueño. Las narraciones cortas reflejan especificamente sucesos cotidianos en La Urbanizacion La Trinidad, Caracas. Los Cuentos largos son un poco mas complejos, y se desarrollan en Caracas y otras ciudades, pero en cada historia de este libro se pueden encontrar caracterisitcas y expresiones tipicas del venezolano.
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Como Silencios Infinitos - Angel Vicente Marcano
Antonia se destaca en la urbanización por su constante trajinar. Se levanta bien temprano y ya a las seis de la mañana sale de su casa. Su placer, por lo que me figuro, es caminar. A veces con el carrito de las compras pero generalmente anda sola. Soy poco amigo de comunicarme con ella porque habla tan rápido que casi siempre no entiendo lo que me dice. Nos visita con frecuencia pues Rosa, mi señora, tiene en grado sumo la habilidad y la tolerancia para relacionarse y aceptar a los demás que yo no poseo, es su amiga. Cuando llega de visita a nuestra casa, siempre por algún motivo, la saludo con cariño, luego me retiro a mi estudio y la dejo con Rosa en amigable plática.
Casi siempre cumplo mi propósito de salir temprano los sábados –cuando la mayoría en la comunidad esta acostado y disfrutando del primer día de descanso de la semana-- y voy caminando hasta el mercado popular que está abierto ese día. Casi siempre me encuentro allí a Antonia con su carrito comprando frutas, verduras y hortalizas. Luego de adquirir las flores y alguna que otra fruta, emprendo mí regreso a casa pero me detengo en el kiosco de la esquina a comprar el periódico y charlar un rato con Pedro, mi amigo de muchos años y quien, luego de andar y desandar, finalmente recalo a este lugar y vive de la venta de revistas y periódicos. Más de una vez conversando, hemos visto pasar a Antonia con su carrito lleno de bastimento. En una ocasión Pedro, que conoce a Antonia y su familia desde hace muchos años, me refirió detalles de su historia que yo desconocía.
En efecto, Antonia y Romero, su esposo, provienen de Chuspa (de donde es también Pedro), pueblo cercano de Cabo Codera y hoy un centro turístico. Allí procrearon y levantaron a sus hijos, dos niñas y un varón, antes de trasladarse a la capital. Como dice el refrán, pueblo chico, infierno grande
, pronto se supo en Chuspa que Romero era mujeriego. Los esposos discutían con frecuencia por este motivo pero, avenidos al aplicar la tradicional usanza de la tolerancia, la tranquilidad retornaba al hogar hasta que de nuevo Romero volvía a sus andanzas. En una de sus últimas peleas en Chuspa, Antonia amenazo al marido que, si seguía con sus infelicidades lo iba a capar. Aparentemente Romero entendió la amenaza y temió sus consecuencias pues se regenero por un tiempo. Luego se vinieron a vivir a Caracas y Pedro perdió el rumbo de sus pasos. Cuando años después él también se vino a la capital, haciendo honor a la diáspora que haría a la capital una ciudad excesivamente poblada, Pedro se tropezó al famoso matrimonio en Catia. Y lo identifico por el alboroto que un sábado se presentó en Los Magallanes de Catia, donde Pedro vivía, una mujer con un cuchillo de carnicería en la mano, salió corriendo de su casa fácilmente identifico a Antonia y Romero. Este pudo finalmente evitar la tragedia pero esa vez se negó a regresar a su hogar. Después Pedro se enteró que la pareja se había divorciado. Una de las razones que Romero argumento para solicitar el divorcio fue que su esposa hablaba mucho y el ya no la toleraba pero nunca desmintió la razón que Antonia presentaba: que era muy mujeriego.
Caminando de regreso a mi casa, recordé que Antonia, ella y sus hijos, fueron unos de los primeros habitantes de la urbanización. Se mudaron años antes que nosotros (que llevamos cuarenta años residenciados aquí. Ella, que es una excelente enfermera y está actualmente jubilada, había logrado comprar su casa en hipoteca pagándola durante mucho tiempo. También había logrado, sola, terminar de levantar a sus hijos y hasta lograr que culminaran sus estudios universitarios pero nunca había dejado de ser parlanchina. Sus hijas mismas lo admiten y la critican. Pero ella, como el famoso licor aquel, sigue tan campante su camino…
UN CORONEL AL QUE TAMPOCO LE ESCRIBEN
Mi calle se caracteriza por ser muy peculiar. Hasta en el nombre, Calle del Arenal, se expresa su peculiaridad. Se supone que antes de construir esta urbanización, esta zona se caracterizaba por tener excesiva acumulación de arena procedente del rio Baruta que corre paralela a la avenida ubicada del otro lado del fondo de mi casa. También por las peculiaridades de algunos de los habitantes del lugar. Por ejemplo, el coronel Carlos Rangel, andino por mas seña (esto se resalta por la connotación que posee la región andina del país con el estamento militar) que vive a dos casas de la mía.
El Coronel
, como solemos llamarlo, es uno de los antiguos habitantes de la urbanización. Es más, su familia se puede ubicar entre las fundadoras de La Trinidad
pero no deja de ser importante si se considera que La Trinidad
(ubicada en el sur de Caracas en una zona que desde la Colonia hasta bien entrado el siglo XX una productora de azúcar y tabaco) fue la primera ciudad satélite de la capital.
El coronel aprovecho el crédito que le dio el Ministerio de la Defensa para comprar la parcela y construir su casa en la urbanización y luego pagarla durante largos años. Pero como militar el coronel esperaba más de su carrera. Tal vez dio este paso como una manera de establecer su base de operaciones para el futuro. El coronel formaba parte del grupo de oficial les que acompañó al general Marcos Pérez Jiménez (entonces mayor) en el golpe de estado del 24 de noviembre de 1948. Entonces Rangel era teniente y hacia sus estudios para ascender a capitán. El golpe precipito su ascenso a esta categoría. Entusiasmado, luego de dos años como capitán, comenzó a prepararse para alcanzar el nivel de mayor, ascenso que lograría dos años. Muchos de los oficiales que rodeaban al entonces 63presidente de la república, ocupaban posiciones claves tanto en el estamento militar como en la administración pública. Por esos días Rangel visualizaba un futuro promisor por lo que empezó sus estudios para coronel. Cuando acaeció el 24 de enero de 1958, se hallaba a escasos meses de culminar su preparación. La caída del gobierno fue un retraso inesperado e inevitable en su carrera. Después, cuando las aguas regresaron a su nivel él pudo concluir sus estudios aunque tuvo que esperar cierto tiempo para ascender a coronel.
Para entonces ya había terminado de construir su vivienda, pero en el lapso que transcurrió para disfrutar de las ventajas que le brindaría su nuevo ascenso vio un panorama bastante ennegrecido tal vez por la ausencia de un grupo de oficiales que presionara a su favor. Entonces cumplía servicio en el Cuartel Urdaneta en Catia. Cuando le tocaba guardia, una camioneta lo buscaba en su casa que se hallaba en el otro extremo de la ciudad. Hubo algunos levantamientos militares contra el presidente Betancourt en esos años pero todos fracasaron. Aunque Rangel no participo de ninguno de ellos quizás porque no hubo la conexión oportuna tampoco su obligada lealtad obtuvo alguna compensación. Además, su rutinario servicio en el cuartel Urdaneta no fue el suficiente acicate para que Rangel iniciara sus para general pues Rangel había llegado a un nivel (el de coronel) donde, para ascenderse precisa más de las relaciones que de los estudios. Él tampoco había mostrado suficiente para ubicarse dentro de grupo de oficiales que lo favoreciera en su carrera. En eso influyó mucho su manera de ser. Como buen andino (como Pérez Jiménez, Rangel nació en Michelena, en el Estado Táchira), era muy reservado, bastante introvertido y desconfiado. Al arribar a los 25 años de servicio se percató que eran mínimas sus posibilidades de ascender a general o de ocupar una posición de comando mayor en el estamento militar o en la administración pública. Por otra parte, se hallaba en el tercer nivel dentro de la estructura de mando del cuartel desde el momento de su ascenso a coronel y nunca tuvo la oportunidad de pasar a un nivel superior o de que lo consideraran para otro cargo fuera del cuartel. (Lo más probable es que si lo hicieron y que debido a sus cualidades personales fuese descartado. Pero él nunca se enteró.
Luego de pensarlo mucho, el coronel llego a la conclusión de que no tenía otra alternativa que pedir la baja. El año en que lo hizo había arribado a los 55 años. Luego de cumplir los 60 años lo jubilaron.
La visión que tengo del coronel Rangel es la de un casi ermitaño: una persona completamente aislada de las demás pues, que yo sepa, tampoco le gustaba relacionarse con sus vecinos de la cuadra. Yo supe de su existencia cuando salía a caminar por la mañana y me lo tropezaba en la puerta de su casa –entonces le daba los buenos días y el educadamente