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Emoción y autoridad: argumentos de la retórica política contemporáne
Emoción y autoridad: argumentos de la retórica política contemporáne
Emoción y autoridad: argumentos de la retórica política contemporáne
Libro electrónico262 páginas3 horas

Emoción y autoridad: argumentos de la retórica política contemporáne

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El discurso político no es hoy un objeto de estudio novedoso, aunque no por ello su campo ha sido completamente discernido; de hecho, incluso el concepto "discurso político" podría incardinar cierto pleonasmo pues, ¿qué discurso escapa realmente a la naturaleza política de las interacciones humanas?, ¿cuál de las formas políticas que practica una comunidad escapan de lo discursivo? En rigor, no hay hecho político que prescinda de la discursividad que lo significa y que lo realiza, del mismo modo en que no hay discurso que no tenga una dimensión política.
Este libro es producto del seminario de investigación constituido a partir del I Coloquio "De la emoción a la lógica en el discurso político", evento celebrado entre el 21 y el 23 de septiembre de 2022 como parte del proyecto "Ethos, logos o pathos: análisis retórico de la argumentación política" (Conahcyt, México, 2022). En dicho seminario, se discutieron diferentes aspectos del discurso político, inicialmente a partir de una perspectiva retórica centrada en la argumentación y desde presupuestos clásicos; porque, en definitiva, ¿es conveniente un análisis del discurso de espaldas a los conceptos retóricos de la Antigüedad?

La decadencia actual de la política en el mundo occidental, así como las turbulentas realidades que viene produciendo, avalan la vigencia y la necesidad de los estudios retóricos del discurso político; porque la retórica es una disciplina que a lo largo de los siglos ha recogido en sus reglas y en sus técnicas una experiencia considerable de construcción discursiva de lo público que bien se puede poner al servicio de la identificación, por ejemplo, de las escasas formas en que pervive en la actualidad la argumentación lógica, del creciente papel del autoritarismo, así como es posible a partir de ello calibrar los efectos del odio discursivo, no necesariamente para contrarrestarlo con un odio a contrapelo, sino para subvertirlo mediante la educación o para emplearlo con mejor tino en las tribunas en las que se tejen los destinos de los pueblos. Pues aunque es verdad que la ira y el odio son emociones universales que pueden tener funciones evolutivas o adaptativas, el odio discursivo y las distintas formas de manipulación emocional se han vuelto mecanismos violentos y recurrentes de imposición cotidiana del poder; de modo que cuando un discurso se recibe desde la emoción y no admite réplica o contrargumento, se podrían terminar minando las bases racionales de la sociedad.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 may 2024
ISBN9783968695570
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    Emoción y autoridad - Manuel Pérez

    I. Odio, violencia y discurso

    La falacia del nombre en el discurso político

    Gerardo Ramírez Vidal

    Universidad Nacional Autónoma de México

    LA VIOLENCIA VERBAL Y SUS CONSECUENCIAS

    Hoy estamos muy preocupados por la violencia verbal que se expresa en la lucha política, pues se piensa que conduce a la violencia física y a los actos delictivos.¹ Se señala con insistencia que el empleo de determinados usos violentos, ofensivos e iracundos del discurso son la causa de la polarización de la sociedad y de las agresiones físicas (entre ellas, el homicidio de periodistas o el feminicidio).

    Numerosos ejemplos que parecen probar lo anterior saltan a la vista. Una de las figuras favoritas representativas de ese lenguaje virulento es el expresidente Donald Trump, cuyo clímax de violencia discursiva se manifestó en el famoso asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. El discurso de Trump antes y durante el acto no solo justificaba, sino que también incentivaba esa acción que buscaba impedir la declaración de Joe Biden como vencedor en la contienda electoral estadounidense de 2020. Otro caso es el intento de asesinato de la expresidenta y exvicepresidenta de la Argentina, Cristina Kirchner, ocurrido el 1 de septiembre de 2022, que fue antecedido de numerosas expresiones verbales que incitaban a actuar en contra de la exmandataria y que se adjudican a la extrema derecha.² El proceso electoral que culminó el 30 de octubre de 2022 y en el que se enfrentaron el ultraderechista Jair Bolsonaro y el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva se llevó a cabo con todo tipo de trampas, embustes, ofensas sin límite y falsedades, además de acciones violentas para impedir la votación de los seguidores de un partido o su candidato. Posteriormente, el 8 de enero de 2023, se verificaron actos vandálicos por parte de seguidores de Bolsonaro contra los edificios de los poderes políticos en Brasilia, lo que se consideró como «un ejemplo estremecedor de los crecientes ataques contra la democracia». Ante ello, la presidenta del WOLA, Carolina Jiménez, expresó que «Los ataques en Brasilia son el resultado de un peligroso discurso basado en el odio, la desinformación y el desprecio por el Estado de derecho promovido implacablemente por Bolsonaro durante su mandato» (WOLA 2023). Naturalmente, el mayor ejemplo de todos los tiempos sobre el discurso de la violencia, los crímenes y la guerra es el de Adolfo Hitler.³ Es muy recurrente la idea de que los discursos de odio, las expresiones estigmatizantes y la polarización discursiva se traducen en violencia física.

    Sabedores del formidable poder del discurso, que es capaz no solo de producir efectos emocionales en el destinatario, sino inclusive de crear la realidad misma, los estudiosos del discurso han buscado definir de manera más concreta las características intrínsecas de un tipo de discurso productor de violencia física y la forma de anularlo o limitarlo mediante disposiciones legales.

    Frente a lo anterior, el propósito de este texto es argumentar que la violencia verbal no es productora de violencia física, es decir, que no hay una relación de causa y efecto entre una y la otra. Ambas son resultado de las condiciones sociales y de la incapacidad del estado de proveer de los bienes mínimos de bienestar. Asimismo, habrá que decir que la retórica antigua no estaba hecha para evitar la violencia discursiva. En seguida, se abordará primero este último punto.

    LA VIOLENCIA DISCURSIVA EN LA RETÓRICA ANTIGUA

    La retórica antigua no tenía a su disposición los derechos humanos como tópicos o fuentes de los argumentos, aunque sí podía recurrir a otras doctrinas, como la de la epiéikeia o aequitas, que permitían aminorar los rigores de la ley o llenar los vacíos normativos en determinadas circunstancias, llegando incluso a enseñar cómo se debe apelar a la compasión o clemencia mediante argumentos emocionales.⁵ Además, existía un entramado de nociones relativas a las personas que ordenaban el pleito judicial o el debate político, pero no solo en el sentido de defender a las personas de los abusos, pues se utilizaba de manera indistinta por ambas partes en el pleito o en el

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