Celibato
Por Ernst Burkhart
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¿Cómo entender el lugar que ocupa en los planes salvadores de Dios? ¿Qué razones hay para seguirlo, si el matrimonio es verdadero camino de santidad y un modo maravilloso de contribuir a extender el reino de Dios?
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Celibato - Ernst Burkhart
1. ¿QUÉ SUCEDE CON EL CELIBATO?
Ha pasado mucho tiempo desde que se pronunció ese comentario. Como entonces, el autor tampoco ahora tiene nada que decir en la Iglesia y nunca se ha tenido que enfrentar personalmente con una eventual abolición del celibato. Pero constata que el celibato, aunque no haya sido abolido, parece estar en peligro de extinción. Dejando de lado los interminables ruegos a poner fin al celibato forzoso
de los clérigos en la Iglesia latina (o de proceder al menos a su progresivo relajamiento) y haciendo caso omiso de la obligada aclaración de que el celibato sacerdotal no es de derecho divino y puede ser por tanto suprimido sin dificultad, se registra (al menos en el mundo occidental) un continuo desaparecer de las formas de vida célibe. Después del Concilio Vaticano II —aunque la tendencia se ha ido mitigando— miles de sacerdotes abandonaron su ministerio y el número de seminaristas ha bajado dramáticamente. Las congregaciones religiosas de mujeres (que siempre habían sido más numerosas que las de varones) han perdido muchísimas vocaciones y están, en el primer mundo, a punto de desaparecer. En casi todas partes ya no son capaces de seguir prestando sus servicios, admirados y muy valorados, en colegios y hospitales. Se cierran conventos, monasterios y abadías, algunas después de siglos de existencia. Las órdenes religiosas fusionan sus centros de formación y reestructuran sus provincias, y los seminarios están vacíos.
¿Nos hemos de preparar a que en un futuro muy próximo ya no existan aquellas personas generosas, sensatas y piadosas que, por su vida de oración y su entrega a Dios, nos hacían entender que aquí estamos de paso, que hay algo más importante que el triunfo profesional, el acopio de bienes y el disfrute del placer? ¿No habrá ya esos hombres y mujeres, con sus defectos ciertamente, pero dispuestos a dar la vida, a ayudar, a orientar, a consolar?: ese sacerdote anciano, siempre disponible en el confesonario, esa buena monja que con su sola presencia nos hacía entender que Dios no se olvida de sus criaturas, ese joven profesor, médico o banquero, volcado en la atención de sus alumnos, pacientes o clientes, del que sabíamos que vivía el celibato apostólico, y que ayudaba con su competencia, su exigencia y sus consejos… ¿todo eso va a desaparecer? ¿Cómo es posible?
A ese panorama se añade un fenómeno curioso. Muchos hombres y mujeres que viven, como sacerdotes o laicos, una vida de celibato y están felices con su vocación, tienen la sensación, de ordinario más bien inconsciente, de que los jóvenes de hoy son incapaces de entregarse de por vida a Dios. Esta juventud blanda —así piensan, sin confesarlo quizá del todo—, dedicada a las diversiones, atontada por la presión del mundo electrónico, envenenada por la exaltación de una sexualidad desmedida que penetra todo, no puede ya —son el joven rico del siglo xxi— acoger la invitación cariñosa del Maestro, de dejarlo todo y seguirle. «En nuestra época las cosas eran diferentes». Así piensan y no se dan cuenta de que este juicio demuestra poca fe y esconde quizá algo de soberbia.
¿Ha dejado de tener sentido el celibato? La cristiandad, después de dos mil años de tener en alta estima la virginidad por el Reino de los Cielos, ¿ha de prepararse a su desaparición? ¿Es posible que uno de los signos más extraordinarios de grandeza cristiana se extinga? ¿Ha pasado de moda el ideal de la virginidad y del celibato por el Reino de los Cielos?
¿O ha llegado quizá la hora de desprenderse de una forma de vida aberrante y antinatural
? Ejercer la genitalidad de manera descontrolada parece haberse convertido en la meta final