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Apexir Supremacia
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Libro electrónico111 páginas1 hora

Apexir Supremacia

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Apexir Supremacia: Un protector incomprendido en un mundo al borde del colapso

 

En las profundidades del océano surge una amenaza colosal. Un kaiju de dimensiones épicas, bautizado como Apexir, quien emerge de las aguas, demostrando su poder a la humanidad.

 

En medio de este panorama desolador, el Dr. Chen y la Dra. Patel, dos científicos de renombre, emprenden una misión crucial para proteger su ciudad: Descifrar los motivos del kaiju y encontrar una forma de detenerlo.

 

¿Podrán estos dos científicos salvar al planeta antes de que sea demasiado tarde?

 

Apexir Supremacia es una novela corta llena de acción, kaijus, un toque de cyberpunk y ciencia ficción que te mantendrá en vilo hasta la última página.

 

Adéntrate en un mundo donde la línea entre protector y destructor se desdibuja y descubre la verdadera supremacía del kaiju conocido como Apexir.

 

No te pierdas esta historia emocionante que te hará cuestionar todo lo que crees saber sobre los monstruos y la amenaza que representan.

 

Todos los derechos reservados

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 abr 2024
ISBN9798224467907
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    Apexir Supremacia - Gustavo Lubo Rodriguez

    Presagio de la tormenta

    El viento aullaba como un lobo herido a través de las calles de Nova, una ciudad brillante que ahora yacía en penumbras bajo un cielo encapotado. Los rascacielos, monumentos del progreso humano, se alzaban como espectros en la noche, sus luces de neón parpadeando como ojos moribundos en la oscuridad. Las calles desiertas, empapadas por la lluvia torrencial, reflejaban la desolación que reinaba en la ciudad.

    En las profundidades de un edificio abandonado, oculto entre las sombras como una herida en el flanco de la ciudad, se encontraba un laboratorio secreto. Allí, entre equipos de alta tecnología y pantallas parpadeantes, el Dr. Evan Chen, un hombre con ojeras profundas y el cabello revuelto por el insomnio, observaba con creciente preocupación las lecturas en su ordenador.

    —No puede ser —murmuró para sí mismo, con la voz temblorosa por la incertidumbre—. Debe ser un error en los datos.

    Las lecturas eran anormales, algo que nunca antes había visto en sus años de investigación. Informes extraños habían llegado a sus oídos en las últimas semanas, pero nada como esto. Un patrón de energía anómalo se extendía por el fondo marino, pulsando y retorciéndose como si estuviera... vivo.

    —¡Evan! Necesito esos datos ahora mismo —gritó una voz desde el otro extremo del laboratorio.

    Evan levantó la vista y vio a su colega, la Dra. Maya Patel, una mujer de mirada penetrante y cabello castaño suelto, corriendo hacia él con una urgencia palpable. Maya era una experta en oceanografía y había recurrido a Evan, un genio en la rama de la biología marina, para investigar los misteriosos fenómenos que ocurrían en las costas de Nova.

    —Estoy en ello, Ma... Per-perdón, Dra. Patel —respondió Evan, con la voz entrecortada por la tensión—. Pero las lecturas son inconsistentes. ¡Nunca hemos visto nada como esto!

    Maya, mientras suspiraba, se detuvo junto a él y miró la pantalla con el ceño fruncido. La imagen mostraba una energía desconocida, pulsante y caótica, como una tormenta submarina a punto de desatarse.

    —Esto no es normal —dijo Maya, con un tono grave en su voz—. Si algo como esto emite una lectura así, significa que...

    —Debe ser enorme —completó Evan, con el rostro pálido por la comprensión— ¿Que podría ser esto?

    No había precedentes para algo así, y ambos científicos sabían que estaban ante algo completamente desconocido y potencialmente peligroso. Días de trabajo sin descanso habían pasado desde que recibieron los primeros informes, y la magnitud de lo que descubrían les sobrecogía.

    —Es impresionante —dijo Evan, con una mezcla de asombro y temor—. Deberíamos avisarle a tu equipo, Dra. Patel. También a la prensa. Estamos ante un descubrimiento único. La ciencia podría demostrar la existencia de algo con esta magnitud y también podríamos...

    —Calma, Evan —respondió Maya, tratando de mantener la compostura—. No hay que precipitarse. Contactaré a mi equipo y les informaré de nuestros análisis.

    —De acuerdo, perdón por la imprudencia —dijo Evan, con un dejo de resignación en su voz.

    —Por cierto, Evan —dijo Maya con una sonrisa tímida mientras se alejaba del laboratorio—, gracias por tu ayuda en esto.

    —No hay de qué —respondió Evan, con un rubor que trepaba por sus mejillas—. Ya sabes que no necesitas agradecerme.

    De repente, un trueno ensordecedor resonó, haciendo temblar las paredes del laboratorio y sacudiendo el suelo bajo sus pies. Las luces parpadearon y se apagaron brevemente, sumiendo la habitación en una oscuridad casi absoluta. Evan y Maya se miraron con preocupación.

    En ese instante, una voz metálica y distorsionada resonó en sus radios, cortando el silencio como un cuchillo.

    —¡Alerta! ¡Alerta! ¡Código Rojo! ¡La criatura ha emergido! ¡Todos los equipos, procedan a sus posiciones de emergencia! ¡Repito, la criatura ha emergido!

    El corazón de Evan latía con fuerza en su pecho, mientras el pánico se apoderaba de él.

    —¿Qué significa eso, Maya? ¿Qué es un código rojo? —preguntó, con la voz temblorosa.

    Maya se quedó en silencio por un momento, como si pensara en la siguiente oración que fuese a salir de sus labios. Finalmente, con una mirada seria en su rostro, dijo:

    —No lo sé, Evan. Pero tengo la certeza que lo descubriremos pronto.

    La tormenta rugía con más fuerza, mezclándose con el sonido de pasos pesados que resonaban desde las profundidades del mar. Algo se acercaba, algo antiguo y poderoso.

    Evan y Maya no estaban preparados para lo que les deparaba esa noche.

    Primer contacto

    El silencio sepulcral que se apoderó del laboratorio tras el mensaje de alerta de código rojo era tan palpable que se podía cortar con un cuchillo. Conscientes de la inminente aparición de algo inexplicable, Evan y Maya decidieron apoyarse mutuamente para recuperar la energía utilizando la planta eléctrica del laboratorio.

    —Tenemos que salir de aquí ahora mismo —dijo Maya con voz urgente—. No sabemos cuánto tiempo tenemos. Probablemente se dirige hacia aquí y no sabemos cuánto tiempo tendremos. Debemos buscar a mi equipo y buscar un refugio cuanto antes de que sea demasiado tarde.

    Evan podía seguir muchas de las ideas de Maya, pero no podía callar la inquietud que le generaba no saber qué estaba sucediendo.

    —Dra. Patel, ¿tú... Sabes lo que está pasando aquí, verdad? —preguntó Evan, con incertidumbre evidente en su voz—. Pareces nerviosa, pero no sorprendida. Acabamos de descubrir esa cosa en nuestras pantallas y ahora estas actuando deprisa, tu equipo habla de una criatura emergente y códigos rojos. ¡Por favor, dime qué está pasando!

    —Evan... Escucha, entiendo que tengas dudas, pero necesito que confíes en mí, como siempre lo has hecho. No estamos seguros aquí. Tenemos que salir ahora mismo. Te prometo que cuando todo esto acabe, te explicaré lo que está sucediendo.

    Evan asintió, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros. Se acercó a un tablero de instrumentos y comenzó a verificar las lecturas más recientes.

    Debemos confirmar su posición y sus movimientos. Necesitamos toda la información posible para anticiparnos a sus acciones, pensó para sí mismo.

    Maya se apresuró a un terminal de computadora, conectando sus dispositivos de análisis para obtener datos en tiempo real de los sensores oceánicos.

    —Podemos usar el sistema de seguimiento satelital —dijo—. Si logramos visualizar sus movimientos, podríamos informárselo a mi equipo y quizás advertir a las autoridades y a los ciudadanos para que evacuen las áreas de riesgo.

    —¿Quizás? Dra Patel, estamos ante algo peor que una simple inundación, ¿me equivoco?

    Maya miró a Evan de reojo, pensando que tenía razón, pero había muchas razones por las que no podía hacer nada al respecto, al menos no en ese momento.

    Mientras analizaban los datos, el retumbar del trueno resonó a través del laboratorio, y una ráfaga de viento gélido se coló por las rendijas de las ventanas. Los monitores

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