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Conocer y reconocer los árboles
Conocer y reconocer los árboles
Conocer y reconocer los árboles
Libro electrónico267 páginas1 hora

Conocer y reconocer los árboles

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Información de este libro electrónico

* Imagine que usted está en un parque, en el campo o en la montaña y un árbol le llama la atención. Le gustaría conocer su nombre, pero...
* ¿Cómo se puede reconocer un árbol? ¿Existe algún método? ¿Tal vez alguna regla? ¿Hay al menos algún procedimiento práctico?
* Sí. Cada especie tiene unas hojas características, una estructura particular, e incluso las flores y los frutos tienen ciertos rasgos específicos.
* En las páginas de esta guía encontrará muchísimas ilustraciones en color que le ayudarán a retener todas las explicaciones del texto.
* De este modo, usted aprenderá a distinguir una haya de un chopo, un castaño de un castaño de Indias, un pino de un alerce y una palmera de otra.
* En poco tiempo sabrá todo lo necesario sobre árboles gracias a las fichas ilustradas de las especies más importantes, en las que se indica todo lo referente a la estructura, las hojas, las flores, los frutos, la corteza, el hábitat natural y otros detalles.
* Sin duda, este es un libro que hará más interesantes sus paseos, excursiones y viajes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 abr 2024
ISBN9781639198047
Conocer y reconocer los árboles

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    Conocer y reconocer los árboles - Bernardo Ticli

    INTRODUCCIÓN

    Hay árboles que viven miles y miles de años. Esto significa que han visto surgir y caer a las civilizaciones más importantes, y se puede estimar que, si no los exterminamos, alguno de ellos asistirá a la desaparición de nuestra especie o, por lo menos, verá como experimenta profundas transformaciones. ¿No merecen ser respetados sólo por esto? Y entonces, si el respeto nace del conocimiento, ¿no es aprender a conocerlos la mejor manera de respetarlos?

    Ahora bien, para conocer hace falta aprender a observar. Seguramente, nuestra relación con los árboles es ancestral, y en el fondo todos los queremos tanto que no podemos permanecer indiferentes a los ataques que sufren cada día, en las calles y plazas de muchas de nuestras ciudades, en donde la contaminación los conduce a una muerte precoz. En los parques urbanos encontramos árboles de distintos tamaños, edades y tipos. Algunos son exóticos y sus características nos evocan otros climas y otros paisajes. Otros son propios de nuestro país, aunque eso no significa que se encuentren por todas partes ni que sean conocidos. Descansar bajo sus ramas para disfrutar de su sombra, aprovechando para observarlos, no es suficiente para aprender a conocerlos.

    Ningún excursionista podrá afirmar que conoce un lugar si no ha observado minuciosamente los elementos que lo componen, del mismo modo que nadie se atrevería a decir que conoce París o Roma sin haber visitado la torre Eiffel, Notre-Dame o la Basílica de San Pedro y el Coliseo, o sin haber dado un paseo por las orillas del Sena o del Tíber.

    Conocer un lugar y los elementos que lo caracterizan, empezando por los árboles, compensa el esfuerzo de tener que ir a su hábitat natural y permite disfrutarlos plenamente. El conocimiento implica respeto, y el respeto que debemos a las plantas es en parte para nuestra propia supervivencia. Todos sabemos que las plantas juegan un papel esencial en el ecosistema y que son indispensables en nuestra vida.

    Para convencer a los más escépticos bastaría con una simple ecuación: muerte de las plantas = muerte de los animales, incluyendo al hombre, por falta de oxígeno y exceso de anhídrido carbónico, y también por falta de alimento.

    Si esta perspectiva se convirtiera en realidad, habríamos devuelto la Tierra a sus primeros propietarios, los procariotas (bacterias y asociados). De todos modos, esta terrible hipótesis no tiene que convertirnos en botánicos aterrorizados. El estudio de la naturaleza y de las plantas es fascinante, y debe estar movido por el deseo de saber, y no ser consecuencia del temor.

    El objetivo de este libro es proporcionar los conocimientos necesarios para la observación de los árboles, de los arbustos y de algunas especies exóticas que actualmente ya se han adaptado o bien son muy comunes en parques, jardines y calles.

    Cada especie está descrita analíticamente y va acompañada de ilustraciones, de manera que resultará muy fácil observarla y posteriormente reconocerla.

    LA VEGETACIÓN EN EUROPA

    Reconstruir con exactitud los paisajes antiguos es una empresa prácticamente imposible. Si alguien que hubiera habitado Europa siglos atrás pudiera ver de nuevo su lugar de nacimiento, se quedaría desconcertado y no daría crédito a sus ojos.

    Los bosques de antaño

    Antiguamente, Europa estaba cubierta por un inmenso bosque, comparable por extensión a la selva amazónica, que desde Occidente penetraba en Oriente con lagos, marismas, pantanos y ríos.

    Los árboles, enormes y esbeltos, formaban con sus copas una cúpula impenetrable. Eran principalmente caducifolios, que hacían posible que en el sotobosque se llevara a cabo la reproducción (floración), fase importante en el ciclo anual, entre el final del invierno y el inicio de la primavera, momento en que, debido a la ausencia de hojas, la luz podía llegar al suelo.

    Carpes, alisos, pinos albares, encinas, fresnos y abetos eran las especies más comunes, seguidas de tilos, arces y sauces. Uros, bisontes, alces, caballos salvajes, osos, ciervos y lobos vivían a sus anchas en toda aquella área. Más al norte se encontraban las coníferas y, en la Europa meridional, la maquia mediterránea.

    Fragmentos aislados de este bosque inmenso puntean las vastas llanuras, típicas del paisaje europeo actual, y nos permiten reconstruir con fiabilidad el medio natural de antaño. En la frontera entre Polonia y Rusia se extiende el bosque de Bialowieza, en cuyo interior se encuentran los más amplios vestigios del bosque europeo originario.

    Hace 4.000 años, coincidiendo con el desarrollo de la agricultura, el hombre empezó a quitar a los bosques territorios cada vez mayores, con lo que se inició el proceso de reducción del manto arbóreo, aunque no en proporciones dramáticas. Dicho proceso alcanzó el grado de devastación en la Edad Media, cuando el crecimiento de la población en la Europa occidental generó fuertes corrientes migratorias al otro lado del Elba en búsqueda de nuevas tierras de cultivo. Con la práctica milenaria de la quema del rastrojo, los bosques fueron arrasados; las cenizas enriquecieron los suelos de sustancias nutritivas y las cosechas fueron abundantes.

    Otro aspecto que contribuiría a aumentar la confusión de un antepasado que contemplara hoy unas tierras que no le resultarían familiares sería la presencia de especies arbóreas introducidas por el hombre a lo largo de los siglos. El ciprés, por ejemplo, fue importado por los etruscos; los romanos, por su parte, trajeron de Grecia y de Oriente muchas especies útiles, como el melocotonero, y propiciaron que estas plantas exóticas se extendieran por el norte y en Inglaterra. A Sicilia, ya desforestada por los pueblos marineros, siempre necesitados de madera, los árabes trajeron los cítricos, que probablemente ya se cultivaban en Grecia al principio de la era cristiana.

    A partir de 1942 empezaron a llegar de América especies arbóreas de todo tipo, que hoy en día son muy habituales sobre todo en los paisajes urbanos (magnolia, árbol de las tulipas, acacia de tres espinas, etc.). Muchas de estas plantas interesaban por motivos científicos; otras, como las coníferas, fueron introducidas por motivos puramente económicos, puesto que su rápido crecimiento permitía obtener leña a buen precio.

    Del Renacimiento a nuestros días, los catálogos florales europeos se han ido enriqueciendo con especies exóticas, algunas de las cuales se han convertido en autóctonas e infestantes (robinia, ailanto, etc.).

    En España, a causa de una política poco racional y de la falta de cultura ecológica, a veces podemos presenciar intentos ridículos de reforestación mediante la plantación de especies ajenas al territorio (tuyas, cipreses de Arizona o pinos de Weymouth, etc.), que desnaturalizan el paisaje.

    Características de la vegetación actual

    En el lenguaje común, el término vegetación se considera como sinónimo de flora. En cambio, en botánica tienen un significado muy distintos: por flora se entiende el conjunto de plantas que caracterizan un territorio determinado; por vegetación se entiende la forma en que estas se combinan para constituir la cobertura vegetal.

    Los bosques de coníferas o de latifolios son dos ejemplos de vegetación.

    La relación de las especies que caracterizan, por ejemplo, la vegetación de los bosques de coníferas y latifolios de la Europa septentrional (abetos, pinos, abedules, sauces, etc.) constituyen un tipo de flora.

    Partiendo del norte, a medida que bajamos de latitud, cambia la temperatura anual media. En función de este valor, Europa puede dividirse en cuatro zonas vegetacionales fundamentales: la zona ártica, la zona de las coníferas, la zona de las latifolias y la zona de las esclerófilas.

    • En la zona ártica, correspondiente a Europa septentrional, parte de Islandia y de la península escandinava, la temperatura media anual es inferior a los 10 °C. En esta zona crece la tundra, cuyo ciclo vegetativo/reproductivo se desarrolla en un corto espacio de tiempo; las rigurosas condiciones climáticas no permiten la existencia de árboles y el paisaje (comparable al que en latitudes inferiores, se encuentra en las praderas alpinas, justo por debajo de las nieves perpetuas) está constituido por arbustos bajos y arbustos enanos.

    • En la zona de las coníferas, las temperaturas presentan valores medios superiores a los 10 °C, pero sólo durante un periodo de uno a tres meses al año, ya que el clima sigue siendo frío y a los veranos cortos siguen inviernos fríos o muy fríos y con nieves.

    En esta zona encontramos la taiga, un bosque formado principalmente por coníferas y unas pocas latifolias (por ejemplo abedules y sauces), como ocurre en la montaña a altitudes inferiores a las praderas alpinas.

    • En la zona de las latifolias, la media de las temperaturas se sitúa por

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