Un solo gramo de suelo de bosque puede contener hasta 1 000 millones de bacterias, un millón de hongos, cientos de miles de protozoarios y casi 1 000 nematodos.
TOMA UN PUÑADO DEL SUELO DE LA SELVA NEGRA EN ALEMANIA, DEL BOSQUE TONGASS EN ALASKA O DEL WAIPOUA EN NUEVA ZELANDA.
ACÉRCALO A TUS OJOS.
¿Qué ves?
TIERRA, POR SUPUESTO, Suave, fértil, oscura como el cacao en polvo. También, agujas de pino y hojas en descomposición. Partículas de musgo o liquen. El pálido acordeón de un hongo invertido. Quizá una lombriz que se retuerce para escapar de la luz o una hormiga desconcertada por el repentino cambio de altitud.
Sue Grayston sabe que hay mucho más.
La consagración de Grayston a la tierra comenzó en su patio trasero. Cuando era niña, en Stockton-on-Tees, Inglaterra, ella ayudaba a su madre a sembrar semillas y cuidar su huerto.
En la universidad, donde Grayston tuvo acceso a microscopios, su atención se vio cautivada por las constelaciones de criaturas que habitan el suelo y que son demasiado minúsculas para estudiarse a simple vista. Entonces supo que había hallado su vocación. Luego de doctorarse en ecología microbiana por la Universidad de Sheffield en 1987, trabajó para una compañía de biotecnología agrícola en Saskatoon, Saskatchewan, Canadá, tras lo cual