Tres actitudes hacia la naturaleza del bosque
La primera se basa en el aspecto económico: la producción y la explotación de la madera. Esta actitud, demasiado limitada, se ha combatido mucho. Se ha demostrado que las plantaciones monótonas, realizadas según el pensamiento racional y con una única especie de árboles (monocultivo), conducen a epidemias catastróficas de Insectos que pueden destruir bosques enteros.
En Nueva Zelanda, por ejemplo, pueden verse millares de hectáreas con monocultivo de Pinus radiata, conífera americana plantada por los que se han visto atraídos por el crecimiento extraordinariamente rápido de este árbol –adecuado al clima particular de aquel país– que puede talarse al cabo de pocos años.
Esta manera de pensar incita también a la explotación abusiva de las selvas vírgenes y puede conducir a los conocidos resultados catastróficos de la alteración del clima, las inundaciones durante las fuertes lluvias y la erosión del suelo.
Asustados por estos resultados, tratamos de sustituir esta actitud por otra en la que consideramos al hombre como el gran destructor de la naturaleza. Este punto de vista conduce a una segunda postura que exige que los seres