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Edén
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Libro electrónico54 páginas49 minutos

Edén

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Información de este libro electrónico

Un hombre tiene la peor semana de su vida y decide escapar hacia la promesa de un utópico paraíso; sin embargo, el destino le tiene preparada una sorpresa.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 abr 2024
ISBN9798224071265
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    Edén - Greg Sade

    GREG SADE

    EDÉN

    C:\Users\USUARIO\Documents\jesus\Documents\Aurelio\Poesía Antología 2022 Final\Logotipo de autor\Edición de Autor 3.jpg

    Título original: Edén.

    Primera edición: Febrero de 2014.

    Segunda edición: Abril de 2024.

    México.

    Copyright © Todos los derechos reservados para el autor Greg Sade.

    Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del autor de la obra. Los derechos de traducción y reproducción están reservados en todos los países. Asimismo, queda prohibida la distribución de ejemplares de la misma mediante alquiler o préstamo públicos.

    Copyright © Los derechos sobre el diseño y uso de la portada pertenecen al editor José Aurelio Guzmán Martínez.

    Sello: Edición de autor.

    Notas del autor: La obra fue publicada originalmente bajo el título de Amor, ¿quién necesita terapia sexual?. Greg Sade es el seudónimo del autor José Aurelio Guzmán Martínez.

    ÍNDICE

    CAPÍTULO I

    CAPÍTULO II

    CAPÍTULO III

    CAPÍTULO IV

    CAPÍTULO V

    ACERCA DEL AUTOR

    ENLACES DEL AUTOR DE LA OBRA

    CAPÍTULO I

    ¿A dónde vas que más valgas?

    Dicho popular mexicano.

    - ¿Qué demonios quieres hacerme? - me dijo, muy asustada.

    Tan pronto volteó a mirarme, con aquellos ojos fulminantes, quité mis manos de sus nalgas y retiré el pene, que en un dos por tres se puso flácido. Ya estaba harto de esa situación. Siempre era lo mismo. Me puse la ropa lo más rápido que pude y la dejé sobre la cama, desnuda y gritándome:

    – ¡Vete, vete, enójate de nuevo por tus cochinadas!, pero cuando vuelvas, ni las chichis te voy a enseñar, cabrón. De a perrito házselo a tu chingada madre. ¡Pinche pervertido! ¡Maldito...!

    Las últimas cosas que me dijo cuando estaba a punto de salir de su departamento, no alcancé a escucharlas, pero me las imaginó. Subí al auto, arranqué el motor y puse el estéreo a todo volumen. "¿Por qué me había tocado vivir en una sociedad tan mocha?, me preguntaba a mí mismo una y otra vez, al mismo tiempo que manejaba por las transitadas y virginales calles de la inmaculada ciudad de mierda. De pronto, estaba detenido en un semáforo, sobre el Eje Vial, y vi a aquellas mujeres en minifaldas y tacones altos, paradas en las esquinas, mascando chicle, jugando con sus bolsas, hablando por celular o haciendo todo a la vez. Entonces, sentí la necesidad de expulsar el semen que no había podido sacar de mi cuerpo esa tarde y la otra tarde y la tarde anterior a ésta. No me gustaba la idea de pagar por sexo, pero al mirar los senos asomarse por entre los escotes de esas provocativas sexoservidoras, sentí que por mis venas corrían espermatozoides. El sol estaba ardiente, el calor nos asfixiaba a todos en la mancha urbana, el sudor brotaba por los poros de mi piel como miles de diminutas eyaculaciones. Entonces, una de las chicas, la que parecía más joven, me miró fijamente y pude leer en sus labios que me decía: Ven, al mismo tiempo que escuché cómo el auto detrás de mí sonaba el claxon desesperadamente, y al observarlo por el espejo retrovisor, parecía que su ruidoso conductor me gritaba: ¡Avanza, pendejo! ¿Qué no ves el pinche verde? Sólo después de aquellas palabras, que me cayeron como cubetazo de agua helada, fue como pude dejar de mirar a la mujer y seguir manejando, cuando repentinamente, sentí que mi corazón bombeaba semen y que los espermas me habían llegado a la cabeza, por lo que, casi por instinto, di una salvaje vuelta en U" sobre el Eje Vial, me pasé el alto de un semáforo y pisé a fondo el acelerador hasta estacionarme justo frente a la joven que me había idiotizado. Aquella mujer estaba sobre la banqueta, a sólo unos metros de mí. Estuve pensando por unos segundos, con la vista

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