Sólo paga ya
MI TERAPEUTA estudia mis historias sobre apps de citas y sexo de una noche con una fascinación antropológica adorable. Recientemente me preguntó si cuando un hombre salía conmigo me pagaba la comida y la bebida. “Por supuesto”, le contesté. “Hmm”, respondió. Su “hmm” es el equivalente verbal a mirar escépticamente a alguien sobre tus lentes, y sabía hacia dónde iba: ¿Que un hombre pague la cuenta no añade una tensión transaccional a lo que sigue en la cita? Y si la igualdad de género es el objetivo –¿No es siempre ese el objetivo ahora?– ¿No deberían el hombre y la mujer dividir la cuenta por la mitad?
Bueno, no. Durante la mayoría de mi carrera de, pero sí supondría una alerta. “Era una gran cita”, le diría a mis amigas. “Pero no pagó”.
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