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Los Californios: La gesta heroica de las vascos sonorenses
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Los Californios: La gesta heroica de las vascos sonorenses
Libro electrónico385 páginas4 horas

Los Californios: La gesta heroica de las vascos sonorenses

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La presente novela de la literatura histórica, es obra de un excelente amigo de hace más de 40 años, el licenciado hermosillense Carlos Peralta Dávila, quien ha decidido escribir: Los Californios. Todo empieza con un personaje nacido en 1759 en Tubac, Arizona, que fue parte de la Sonora colonial: Luis María Peralta Valenzuela, un condecorado mil

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento28 ene 2024
ISBN9781685746032
Los Californios: La gesta heroica de las vascos sonorenses

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    Los Californios - Carlos Peralta Dávila

    Los_Californios_port_ebook.jpg

    LOS

    CALIFORNIOS

    LA GESTA HEROICA DE LOS VASCOS SONORENSES

    CARLOS PERALTA DÁVILA

    Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright, excepto breves citas y con la fuente identificada correctamente.. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    El contenido de esta obra es responsabilidad del autor y no refleja necesariamente las opiniones de la casa editora. Todos los textos e imágenes fueron proporcionados por el autor, quien es el único responsable por los derechos de los mismos.

    Publicado por Ibukku, LLC

    www.ibukku.com

    Diseño de portada: Ángel Flores Guerra Bistrain

    Diseño y maquetación: Diana Patricia González Juárez

    Copyright © 2023 CARLOS PERALTA DÁVILA

    ISBN Paperback: 978-1-68574-602-5

    ISBN Hardcover: 978-1-68574-604-9

    ISBN eBook: 978-1-68574-603-2

    Todo el sufrimiento puede ser mitigado
    si se coloca en una historia.
    Karen Blixen
    José Rómulo Félix Gastélum
    5 abril 1947-14 enero 2024

    Índice

    DEDICATORIA

    INTRODUCCIÓN

    PRÓLOGO

    PREÁMBULO

    DE VUELTA A SAN FRANCISCO

    PRIMERA PARTE

    CABALGANDO A SAN FRANCISCO

    SEGUNDA PARTE

    LA CALIFORNIA ESPAÑOLA

    TERCERA PARTE

    LA CALIFORNIA MEXICANA

    CUARTA PARTE

    LA CALIFORNIA ESTADOUNIDENSE

    DEDICATORIA

    En mi ciudad, Hermosillo Sonora México, en el cruce de sus dos principales bulevares, se levanta una bella estatua ecuestre, réplica de otra que se localiza en San Francisco California USA; ambas conmemoran a Juan Bautista de Anza Hijo , su memoria y sus actos. Sin embargo, aquí, el grueso de la gente sin importar su nivel cultural refiere a este crucero como: \"la esquina del señor del caballo\", dándole un trato desdeñoso al nombre de tan ilustre personaje.

    En el Estado que lo vio nacer, Sonora, y en el que fue el gran protagonista de su fundación, California, hay una falta de reconocimiento y valoración hacia la vida y obra del nacido en Fronteras Sonora Nueva España, hacia él y en general para todos los vascos sonorenses, que partieron en 1775 de la Nueva Navarra a colonizar la intimidante región de la Alta California.

    Con esta novela esperamos contribuir a saldar la deuda que tenemos con ellos.

    Es un honor y un privilegio compartir mis visiones sobre estas influyentes personas de nuestra historia y tratar de concretarlas a nivel de este libro. Esta labor fue posible gracias a los apoyos, primeramente, de mi querida esposa, María del Socorro Gaxiola de Peralta. Gracias. Coquis, por mantenerte cerca de mí.

    Lo logré también con el incondicional y sincero respaldo de mis hijos: Carlos Franzchen, Liza Fabiola, Luis Alejandro, Adrián Esteban y Jorge Patricio Peralta Gaxiola. Los quiero mucho.

    Los californios es una historia de reivindicación que debemos atestiguar mexicanos, españoles y estadounidenses por igual.

    Carlos Peralta Dávila

    El pasado realmente ocurrió, pero la historia solo es lo que alguien escribió.

    A. Whitney Brown

    INTRODUCCIÓN

    Los Peralta somos una familia que tiene sus raíces en Navarra, España. Javier Peralta, mi tatarabuelo, es contemporáneo del protagonista de nuestra historia, Luis María Peralta Valenzuela. Sus padres eran oficiales del Ejército español y mantenían, según relatos generacionales, una cercana convivencia en la región minera de Terrenate y Fronteras.

    Ambas familias vasco-sonorenses se separaron alrededor de los 70 del siglo XVIII, cuando la familia de Luis María viajó en el grupo comandado por Juan Bautista de Anza en la segunda expedición a la Alta California, para llegar al norte de esa región y ser ahí artífices en el progreso de las principales ciudades alrededor de la bahía de San Francisco. Mi rama familiar tomó un camino diferente: por las mismas fechas se instaló en lo que hoy es Villa de Seris, colonia de Hermosillo, Sonora, entonces San Pedro de la Conquista del Pitic.

    Bajo la jurisdicción de la Real Audiencia de Guadalajara del Virreinato de la Nueva España, Sonora y Sinaloa conformaron el territorio de la Nueva Navarra a finales del siglo XVIII. Los vascos levantaron esta productiva región y en esas fechas, se trasladaron a la Alta California a construir los cimientos del actual Estado de California USA.

    Espalda mojada o mojado (en inglés wetback) es uno de los insultos más socorridos contra los mexicanos desde la llegada masiva de los anglos a mediados del siglo XIX a las tierras que hoy son parte de los Estados Unidos. Y esa actitud discriminatoria se presenta por el desconocimiento sistemático que se ha hecho del legado de los californios, los colonos originarios.

    Los nombres con origen hispano-mexicano de grandes ciudades y estados de la Unión Americana, como San Francisco, Los Ángeles, San Diego, Las Vegas, Texas, Nevada, Montana, Colorado y Florida, no se asignaron como marketing para la atracción turística. Tampoco son nombres que se otorgaron en tiempos virreinales, sino que fueron los propios ciudadanos anglos recién llegados quienes quisieron honrar ese legado histórico.

    A mediados del siglo XIX, cuando los californios y el resto de los mexicanos fueron acotados en sus derechos, e iniciado el boicot de su participación en la historia de Estados Unidos, la población total supera los 23 millones de habitantes, sin contar la población indígena. Entonces vivían 300.000 hispanos, muy pocos, en ese nuevo gran territorio. De ahí que, entre la Fiebre del Oro y la llegada del ferrocarril, fácilmente les echaran bola y los hicieran a un lado.

    Actualmente la situación ha cambiado radicalmente: con 331 millones de habitantes, solamente los mexicanos son 37 millones y representan el 11,21% de la población total. Esto incluye a los inmigrantes mexicanos que residen en Estados Unidos y a los estadounidenses que, en el censo, se identifican como de origen mexicano, grupo social que tiene un gran poder económico, rondando el millón de millones de dólares (un billón). Ese poder adquisitivo de los mexicanos determinará cada vez más el ritmo del crecimiento del PIB de Estados Unidos.

    Sí, esta novela nos da una respuesta: entre otras motivaciones, lo que atrae a tantos inmigrantes hispanos hacia los Estados Unidos reside precisamente en la poderosa herencia cultural que pervive en esas tierras.

    El pasado de los californios sigue estando oculto, y eso me ha motivado a escribir esta novela, que nos muestra las vidas de los fundadores originales de Estados Unidos. Yo la veo como una historia basada en hechos reales, paseada por los caminos de la imaginación.

    Con esta manera de presentar a los californios, no pretendo dar una lección de historia; aspiro a tocar las conciencias de uno solo o de todos los que han minimizado las hazañas y sacrificios de ellos, los que les brindaron un nuevo suelo y accesibles caminos que han permitido levantar la sociedad más poderosa del mundo hoy.

    Con la novela traté, espero con éxito, de demarcar los linderos entre la narrativa histórica y la narrativa de la mera ficción, cuidando la autenticidad en la participación de los personajes reales y certeza en la cronología de los eventos.

    En ella, intento resaltar el rol histórico de los californios y los grandes matices que tuvieron en su papel de actores derrotados, que, lejos de avergonzar a sus descendientes, resulta un motivo de gran orgullo llevar su misma sangre y origen.

    Al escribirla, tuve que reabrir heridas dolorosas que hoy solo son cicatrices: reviví batallas, algunas perdidas y otras ganadas. Viendo hacia el pasado, aprendí a no subestimar el legado de los californios, que no suele quedarse quieto. Hasta hoy, está presente en los más grandes y en los más sencillos proyectos, en los personales y en las de cualquiera de las comunidades actuales californianas que valoran el progreso.

    Por otro lado, resulta de lo más admirable reconocer que California, de manera independiente, sería la quinta o sexta economía del mundo. Los estudios revelan que ese logro no se debe tanto a lo grande que es el estado, con sus más de 40 millones de habitantes, sino que significativamente influye la alta productividad del trabajador hispano-mexicano y su fuerza laboral mayoritaria.

    Es tiempo de exigir el reconocimiento que merecen los hispanos al norte del río Bravo, de advertir la existencia, la dignidad y el valor de los que ahora se les ve para abajo, para que, finalmente, veamos la deslumbrante sociedad en la que, desde su nacimiento, a todo hispano que viva en Estados Unidos se le reconozca, que su accionar ciudadano cuenta igual que la del resto de los que habitan el país y, por lo tanto, son merecedores del mismo trato.

    Carlos Peralta Dávila

    Contamos historias porque, al fin y al cabo, las vidas humanas necesitan y merecen contarse. Esta observación adquiere toda su fuerza cuando evocamos la necesidad de salvar la memoria de los vencidos y de los perdedores. Toda la historia del sufrimiento clama venganza y pide narración.

    Paul Ricoeur

    PRÓLOGO

    Los colonos ingleses arribaron al suelo de lo que hoy es el estado de Virginia en 1607; los españoles habían llegado 94 años antes. Cuando los ingleses no aparecían, tuvo lugar la verdadera conquista del Old West. Estados Unidos no se construyó de este a oeste por los ingleses, sino que fue conquistado de sur a norte por los hispanos.

    Y es así que en 1774 el virrey de Nueva España, Antonio María Bucareli, junto a Juan Bautista de Anza, estructuraron un plan monumental de colonización ante la posible pérdida de las tierras de la Alta California, entonces abandonadas e improductivas. Para el virrey no era opción perder la Alta California en manos de los rusos y los ingleses, después de que los españoles hubiesen luchado por esas tierras durante más de dos siglos. Es así como surgen los californios.

    Lo que sigue para los Peralta y demás vascos sonorenses no es tarea sencilla, tienen que sobrevivir en una época muy violenta, con leyendas y supersticiones que atentan a su forma de vida y su sistema de valores.

    Este grupo creó su mundo particular. Echaron adelante grandes proyectos, organizaron instituciones políticas y sociales, forjaron su identidad propia, con símbolos, colores y emblemas, con el sello de la autoridad española.

    Gran parte de los lugares de mayor interés turístico y cultural en los Estados Unidos se relaciona con nombres hispanos, desparramados por estos hombres y mujeres, como las semillas de las plantas que trajeron. Su valentía y sacrificio no tiene paralelo en la historia de la humanidad. A pesar de todos esos méritos, en las escuelas a los niños y jóvenes solo les muestran los principales eventos de esa proeza y de forma aislada.

    Los españoles en todas las comunidades que conquistaron llevaron allí las artes y la literatura de Europa, convirtiendo a millones a la fe católica. Por lo tanto, fueron los introductores en casi todo Estados Unidos, mucho antes que los anglosajones, de los conocimientos intelectuales y avances técnicos de la Europa de entonces, llevando a esas comunidades la civilización moderna.

    La trama de esta novela gira alrededor de Luis María Peralta Valenzuela y su descendencia. Luis María fue descrito en el libro Condado de Alameda, pasado y presente de Leslie J. Freeman, publicado en 1946: «En persona es alto y musculoso. Sus modales son los de los hombres caballerosos de su época y raza. Muere como un anciano respetado, firme en la fe religiosa de su pueblo».

    El originario de Tubac, Sonora, fue un hombre extraordinario, que logró afirmar para su familia y su pueblo un rol central en la convulsa región, en la que las banderas cambian de la noche a la mañana y los ataques de los enemigos están a la orden del día.

    Espero que esta visión de la gesta heroica de los vascos sonorenses, en la construcción del estado de California, USA, la disfruten con su familia y se sientan más orgullosos de sus raíces.

    La narrativa se basa en sucesos históricos reseñados en los libros The Story of rancho San Antonio de Daisy Williamson De Veer, Luis María Peralta and His Adobe, de Frances L. Fox, Diario íntimo de fray Pedro Font y diario de Fray Tomás Eixarch, así como en múltiples narraciones y artículos publicados en medios escritos y digitales.

    Por desgracia, son demasiados los estadounidenses que creen que América fue descubierta en 1620, cuando los primeros colonos llegaron a mi propio estado, y se olvidan de la formidable aventura que tuvo lugar en el siglo XVI y principios del XVII en el sur y el suroeste de los Estados Unidos.

    John F. Kennedy

    PREÁMBULO

    DE VUELTA A SAN FRANCISCO

    Oakland, California, 1876

    Frente a la casa con domicilio 2465 34th Ave en Oakland, los Peralta estaban terminando los últimos arreglos de la carreta cerrada para salir a San Francisco a una competencia hípica entre los grandes ranchos de California.

    46 25 34th Ave en Oakland.

    Imagen tomada de Peralta Hacienda Historical Park

    Se celebraban cien años de fundación de la ciudad más hermosa de Estados Unidos. Y dentro de los festejos se haría un homenaje al distinguido y ya fallecido californio Luis María Peralta Valenzuela.

    Los viajeros eran doña Zoey Peralta de O´Farrel, hija de Luis María Peralta Valenzuela, una mujer de 75 años con gran lucidez, de ojos almendrados y nariz delgada, rostro apacible y bello; Pablo O´Farrel Peralta, hijo de Zoey, de 56 años, muy alto y fornido, pero al mismo tiempo generoso y audaz, heredero de la fortaleza física y la solvencia moral de su abuelo; María Alicia Vázquez de O´Farrel, esposa de Pablo, una guapa morena de pelo largo y atractiva silueta, con carácter solidario y decidido; su hijo, Robert O´Farrel Vázquez, competidor de charrería, de 26 años, piel bronceada, rubio, habilidoso y despreocupado; y Sophie Scalberg O´Farrel, otra nieta de Zoey, de 20 años, ojos aceitunados, bondadosa y gran rejoneadora. Viajarán primero a San José y luego a San Francisco en una carreta jalada por cuatro caballos.

    También, en la parte de arriba de la carreta, viajaban dos personas: un hombre negro y un indio apache; eran los ayudantes de la familia Peralta desde hacía varios años. En ese viaje se encargaban de conducir la carreta y darles protección. El joven negro portaba un rifle Winchester 1873, era hijo de una pareja de esclavos que fue recibida en el rancho San Antonio por Luis María, el patriarca de la familia. Ahí rehicieron su vida en libertad, con todo el apoyo y afecto de los Peralta. Por su parte, el joven indio era hijo de un apache chiricahua que murió en la batalla de San Joaquín peleando junto a Luis María; él lo adoptó como parte de su familia. Llevaba fajada en la cintura un hacha Tomahawk.

    Durante la travesía, los Peralta cargaban una gran fiesta. Robert es un gran guitarrista, mientras que Sophie poseía una magnífica y bien educada voz. Juntos cantaban La bamba.

    —La competencia charra va a estar muy reñida. Los del rancho Bernardo, de San Diego, son los más fuertes. Nunca se les ha podido ganar dijo Pablo.

    Pero los Peralta tenían un as bajo la manga: confiaban en la presteza en el arte del rejoneo de Sophie, entrenada por su abuela Zoey, y en las cualidades en el arte de la charrería de Robert, capacitado por los trabajadores mexicanos del rancho San Antonio.

    Market Street, San Francisco

    https://www.alamy.es/imagenes/G38A6F.html?apaid=fd6ca3d4-6762-40e0-99d4-d71f0ab83075&sortBy=relevant

    Doce horas después, los Peralta cruzan por Market Street en la pujante ciudad. Zoey señala un letrero que anunciaba los festejos de San Francisco por sus cien años de fundada. Al lado, se alcanza a ver un letrero más chico que compartía los detalles de la competencia de charrería. Finalmente, leyeron unas letras que los llenaron de orgullo:

    HOMENAJE A UN CALIFORNIO DISTINGUIDO:

    LUIS MARÍA PERALTA VALENZUELA. CITY HALL, 7 PM 29 DE JUNIO DE 1876

    Hacia 1876, la ciudad se había convertido en la décima más grande de Estados Unidos y contaba con un floreciente centro urbano con hoteles, escuelas, parques, iglesias, sinagogas y librerías.

    Principales edificios de San Francisco, 1876.

    https://www.alamy.es/imagenes/ER99C8.html?apaid=fd6ca3d4-6762-40e0-99d4-d71f0ab83075&sortBy=relevant

    Pronto el resto de los Peralta se fueron turnando para mirar por la ventana la ciudad. Transitaron toda California Street, una calle hermosa con mucha actividad. Se escuchaba música de jazz antiguo saliendo de los bares y se alcanzaban a ver unos tranvías, que a duras penas lograban escalar las arduas pendientes de la ciudad. Minutos más tarde habían arribado al centro de la ciudad, a la plaza Portsmouth.

    Cabe mencionar que en 1869 un tranvía tirado por caballos pasó por un adoquinado resbaloso, cayó y arrastró a los corceles, hasta que murieron. Por eso, Andrew Smith Hallidie creó un sistema de carros movidos por cable. William Eppelsheimer fue el ingeniero. Los tranvías trepadores de San Francisco comenzaron a dar servicio el 2 de agosto de 1873.

    —Esta plaza ha sido testigo de la historia de esta ciudad. El año en que estalló la Fiebre del Oro californiana, muchos aventureros llegaron al poblado mexicano de Yerba Buena, un paraje donde vivían unas ochocientas almas —contó Pablo.

    Plaza Portsmouth San Francisco, 1876

    Alamy 2A59BH9

    https://www.alamy.es/la-historia-de-california-portsmouth-square-o-plaza-san-francisco-ca-1866-image330276949.html?imageid=AA814D9C-18D8-4531-9408-756B76D3F75C&p=1142367&pn=1&searchId=4a088827952cbe526e57940e784a55a8&searchtype=0

    —El 9 de julio de 1846 se levantó la primera bandera de Estados Unidos, cerca de la aduana mexicana de adobe en esta plaza. Muchos acontecimientos históricos han ocurrido aquí, en este lugar —relataba Pablo mientras le daban la vuelta a la plaza Portsmouth.

    —Así es —intervino María Alicia—. Han pasado muchos años desde eso. Ya la ciudad ha crecido mucho. Cada vez son menos casas victorianas las que se alcanzan a ver, y hasta pareciera que se duplicó el número de los embarcaderos en la bahía desde la última vez que vinimos.

    —Mucha de la madera utilizada en la construcción provino de los bosques de nuestro rancho San Antonio —aseguró Pablo.

    La carreta de los Peralta finalmente llegó a su destino: el Grand Hotel.

    A la mañana siguiente todos los competidores fueron a entrenar en el gran estadio de San Francisco en preparación de la competencia. Sophie era de las más entusiasmadas. Algo en ella le decía que podían lograr el triunfo.

    Era tanta su emoción que se exigió de más durante el entrenamiento. De tanto repetir maniobras complicadas, Sophie se cayó de su caballo y se lastimó el tobillo. Tuvieron que llamarle a un médico del rancho San Bernardo. No pasó mucho tiempo para que llegara un joven de nombre Steve.

    —Soy el doctor Snook. No se preocupe, señorita, está en buenas manos.

    —¿Voy a poder competir? —preguntó Sophie de inmediato.

    —Claro, señorita. Todos estamos entusiasmados por verla competir.

    Mientras los demás participantes seguían entrenando, Zoey, Pablo y María Alicia decidieron recorrer la First Street, haciendo tiempo para la comida con Bill Richardson, alcalde de San Francisco e hijo de un gran amigo de Luis María. Mientras caminaban, se distrajeron visitando distintos comercios.

    —A mi papá le encantaba venir a esta heladería —rememoró doña Zoey.

    —¿Acaso es aquel el señor Derek Bryant? —dijo Pablo mientras vio de lejos a un hombre de color abriendo su tienda de armas y municiones.

    —¡Sí es! —contestó María Alicia—. ¡Derek! ¿Te acuerdas de nosotros?

    —¡Claro! Estaba esperando que llegaran.

    —No podíamos perdernos el homenaje.

    Los Peralta no dudaron en seguir saludando a los dueños de lugares como la tintorería, el mercado y la carnicería de Grant Avenue. Todos sabían quién había sido Luis María y en todos se reflejaba un gran afecto y respeto por su memoria.

    240 California St. Tadich Grill, 1876.

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    Autorización Alamy 2BJ06EY.

    Llegó la hora de la comida y doblaron en la siguiente esquina por la California Street para llegar a Tadich Grill. Lo primero que hicieron al llegar fue saludar al propietario, John Tadich. En la mesa los esperaba el joven alcalde Bill Richardson, quien les presentó a dos empresarios: el chocolatero italiano Domingo Ghirardelli y al judío alemán Levi Strauss, fabricante de ropa. Después de los aperitivos Richardson les advirtió:

    —Hay que ser precavidos, mis queridos amigos, la organización llamada el Comité de Vigilancia de San Francisco anda desatada. Se trata de un grupo mafioso que, en vez de solucionar el incremento de la criminalidad, crearon otro, por el tipo de gente que han reclutado.

    El Comité de Vigilancia de San Francisco, grabado en madera, del siglo XIX.

    https://www.alamy.es/foto-california-vigilantes-ncalifornia-vigilantes-ejecutar-las-ordenes-del-juez-lynch-el-grabado-en-madera-del-siglo-xix-95483873.html

    El Comité de Vigilancia de San Francisco había sido formado a mediados del siglo XlX, en respuesta al crimen desenfrenado y la corrupción en el gobierno municipal de San Francisco, California; pero, más que vigilar, lo que a ellos les gustaba era atemorizar a la población y sacarles dinero.

    —Gracias por avisarnos, alcalde. Tendremos cuidado —respondió Pablo.

    Terminando de comer, los Peralta decidieron ir a visitar a Isidore Boudin en Boudin Bakery, a recoger su dotación de pan sourdough, visita obligada en San Francisco. Terminaron sus compras, entraron al callejón donde

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