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La Torre del Elefante
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Libro electrónico42 páginas36 minutos

La Torre del Elefante

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En "La Torre del Elefante" de Robert E. Howard, el joven Conan busca tesoros y conocimientos en una misteriosa torre, custodiada por magia y monstruos. Se enfrenta a desafíos mortales y descubre verdades cósmicas, alterando su destino y su comprensión del poder y la sabiduría.
IdiomaEspañol
EditorialSAMPI Books
Fecha de lanzamiento17 feb 2024
ISBN9786585934985
La Torre del Elefante

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    La Torre del Elefante - Robert E. Howard

    Sinopsis

    En La Torre del Elefante de Robert E. Howard, el joven Conan busca tesoros y conocimientos en una misteriosa torre, custodiada por magia y monstruos. Se enfrenta a desafíos mortales y descubre verdades cósmicas, alterando su destino y su comprensión del poder y la sabiduría.

    Palabras clave

    Conan, Magia, Aventura

    AVISO

    Este texto es una obra de dominio público y refleja las normas, valores y perspectivas de su época. Algunos lectores pueden encontrar partes de este contenido ofensivas o perturbadoras, dada la evolución de las normas sociales y de nuestra comprensión colectiva de las cuestiones de igualdad, derechos humanos y respeto mutuo. Pedimos a los lectores que se acerquen a este material comprendiendo la época histórica en que fue escrito, reconociendo que puede contener lenguaje, ideas o descripciones incompatibles con las normas éticas y morales actuales.

    Los nombres de lenguas extranjeras se conservarán en su forma original, sin traducción.

    Capítulo I

    Las antorchas ardían tenebrosamente en los jolgorios del Maul, donde los ladrones del este celebraban el carnaval por la noche. En el Maul podían divertirse y rugir a su antojo, pues la gente honrada rehuía los barrios, y los vigilantes, bien pagados con monedas manchadas, no interferían en su deporte. A lo largo de las calles torcidas y sin pavimentar, con sus montones de basura y charcos descuidados, los borrachos se tambaleaban rugiendo. El acero brillaba en las sombras donde el lobo cazaba al lobo, y de la oscuridad surgían las estridentes risas de las mujeres y los sonidos de forcejeos y forcejeos. La luz de las antorchas se reflejaba escabrosamente en las ventanas rotas y en las puertas abiertas, y de ellas salían, como un golpe en la cara, olores rancios de vino y cuerpos sudorosos, clamores de borracheras y puñetazos sobre mesas ásperas, fragmentos de canciones obscenas.

    En uno de estos antros, la algarabía retumbaba en el bajo techo manchado de humo, donde se reunían bribones en toda clase de harapos y jirones: carteristas, secuestradores lascivos, ladrones de dedos rápidos, bravucones fanfarrones con sus mozas, mujeres de voz estridente ataviadas con chabacanas galas. Los pícaros nativos eran el elemento dominante: zamoranos de piel y ojos oscuros, con puñales en la cintura y astucia en el corazón. Pero también había lobos de media docena de naciones de ultramar. Había un gigantesco renegado hiperbóreo, taciturno y peligroso, con una espada ancha sujeta a su enorme y enjuta armadura, pues los hombres llevaban el acero abiertamente en el Maul. Había un falsificador shemita, con su nariz ganchuda y su barba rizada de color negro azulado. Había una moza brythuniana de ojos atrevidos, sentada en las rodillas de un hombre de de Gunderland de pelo leonado: un soldado mercenario errante, un desertor de algún ejército derrotado. Y el pícaro gordo y bruto cuyas bromas subidas de tono provocaban todos los gritos de júbilo era un secuestrador profesional venido de la lejana Koth para enseñar a robar mujeres a los zamoranos que habían nacido con más conocimientos del arte de los que él jamás podría alcanzar.

    Aquel hombre se detuvo en su

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