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Tímida
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Libro electrónico110 páginas1 hora

Tímida

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Kristen es una esposa insegura que, aunque se siente atractiva, siempre ha sido tímida y nunca se ha mostrado como realmente es, más allá de las paredes de su dormitorio.
Un día recibe la noticia de que su marido ha sido detenido y tiene que sacarle de la cárcel bajo fianza. Pronto descubre que va a verse obligada a salir de su caparazón para liberar a su marido, mostrando su lado más salvaje, lo que le produce un extraño y profundo placer.

IdiomaEspañol
EditorialDiana Scott
Fecha de lanzamiento16 ene 2024
ISBN9798215893579
Tímida

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    Tímida - Taylor Night

    Capítulo 1

    Aunque sabía que era una mujer hermosa, Kristen todavía se preocupaba por Jeff, su marido, cada vez que éste salía con sus amigos. Siempre temió que tal vez fuera a conocer a otra mujer.

    Se miró en el espejo, deseando sentirse tan bella y sexy como sabía que era.

    Kristen Hobson medía un metro setenta y tenía el cuerpo más increíblemente voluptuoso que cualquier hombre pudiera imaginar. Su característica más impresionante eran sus tetas. Las tetas de Kristen sobresalían de su cuerpo, enormes y jugosas, con areolas de color marrón chocolate. Sus pezones resaltaban de manera prominente y Kristen no tenía miedo de usar ropa que mostrara sus tetas de la mejor manera.

    Tenía un estómago plano y caderas anchas con muslos llenos y tonificados que podían sujetar la cabeza de un hombre atrapada en su coño si así lo deseaba.

    Las medidas 100D-60-90 de Kristen habían excitado a Jeff durante años, y nunca lo había rechazado cuando quería follar, que le chupara la polla o meterle la lengua profundamente en el coño hasta que ella se corriera.

    Tenía una boca de tamaño mediano con labios que no eran ni carnosos ni finos; ojos grandes, de color marrón oscuro, con cejas delgadas que se arqueaban sobre ellas cada vez que pensaba seriamente, y una nariz estrecha con pómulos bastante altos que le daban una apariencia aristocrática. Su cabello era castaño rojizo, no del todo rojo ni castaño, y por lo general lo llevaba recogido suelto sobre su cabeza en un moño, con mechones satinados de cabello cayendo sobre sus suaves mejillas.

    —¿Qué pasa cariño? —preguntó Jeff, con la camisa aún abierta mientras se preparaba para salir por la noche. —¿Aún te preocupa que salga después de todos estos años?

    Aunque intentó decirlo en tono de broma, Kristen tomó las palabras con dolorosa seriedad. Ella lo miró en el espejo, deseando saber realmente lo que estaba pasando dentro de su cabeza.

    —Sí, estoy preocupada.

    —No deberías.

    A Kristen se le ocurrió un pensamiento, y era tan hermoso que no pudo evitar esbozar una gran y radiante sonrisa.

    —Antes de que salgas, hay algo que quiero hacer... para que no te olvides de mí cuando estés con tus amigos.

    —¿Mmmm? —Jeff murmuró, dándole la espalda a Kristen mientras se metía los faldones de la camisa en los pantalones.

    Kristen agarró la parte inferior de su suéter suelto y esponjoso y se lo sacó por la cabeza. Sus enormes y blancas tetas se movían tensas dentro del sujetador de encaje, ajustado y apretado. Al mirar hacia abajo, se sorprendió al ver que sus pezones ya se habían endurecido. Podía sentirlos hormiguear por la anticipación.

    Se desabrochó el corchete entre las copas de su sujetador y dejó que los tirantes cayeran por sus brazos. Kristen arrojó el sujetador al suelo encima de su suéter.

    —No sé a qué hora estaré en casa esta noche, —dijo Jeff, mirándose en su espejo, que estaba fijado en la parte trasera de la puerta del armario. Estaba anudándose la corbata. —No me esperes despierta. ¿Qué fue eso que dijiste acerca de darme algo para recordarte mientras estoy fuera? Cariño, sólo estaré con los chicos un par de horas.

    Kristen permaneció lo más silenciosa posible mientras se quitaba los pantalones. Se quedó quieta, completamente desnuda a excepción de un par de bragas sexy, puso sus manos en sus caderas y esperó a que Jeff se diera la vuelta.

    Cuando se dio la vuelta, se quedó boquiabierto.

    —Maldita sea, Kristen, incluso después de todos estos años, ver tu cuerpo me provoca una erección instantánea.

    Se dio unos golpecitos en la entrepierna y las yemas de los dedos jugaron a lo largo de la ya menos dormida columna de carne de polla que se encontraba dentro.

    —Eres la mujer más sexy que he conocido en toda mi vida.

    Kristen sacudió un poco sus hombros, poniendo en movimiento sus enormes tetas de pezones duros. Se lamió los relucientes labios rojos de manera lasciva y sugerente. Aunque no se había tocado el coño, podía sentir los jugos de su sexo rezumando por los labios rosados de su raja, haciendo que sus bragas se le humedecieran.

    —Quiero asegurarme de que recuerdes las cosas buenas que tienes esperándote en casa, —dijo Kristen en un susurro sensual. —Y tampoco me importa si te jactas de ello con tus amigos esta noche.

    La mente de Kristen daba vueltas mientras observaba cómo la polla de su marido se hacía cada vez más grande dentro de sus pantalones, estirándose hacia abajo por la pierna. Tenía una polla grande, hermosa, revientacoños, que medía unos buenos veinticinco centímetros de largo cuando estaba completamente dura.

    —Esta noche, querido, —dijo Kristen, su voz temblaba un poco mientras luchaba consigo misma para decir las palabras que sabía que su marido se moría por escuchar. —Esta noche, antes de que te vayas, soy tuya para que hagas lo que quieras.

    —¿Cualquier cosa? —Los ojos de Jeff se abrieron visiblemente. —¿Mía? ¿Para hacer lo que quiera?

    Kristen asintió con la cabeza casi imperceptiblemente. Su corazón latía con fuerza en su pecho. Había muy pocas cosas que ella no haría por el hombre que amaba, pero a Jeff le gustaban algunas cosas sexuales que ella no apreciaba especialmente, como follarle las tetas y luego correrse en su cara.

    Aunque a Kristen le encantaba cuando él le follaba las tetas, (de hecho, siempre pensó que sus grandes tetas y su gran polla estaban hechas el uno para el otro) luego él disparaba su semen caliente y pegajoso sobre sus tetas y su rostro, y eso le gustaba menos.

    Tampoco le gustaba que su marido le follase el culo. Ella había abierto sus nalgas y se había dejado meter su polla de veinticinco centímetros de largo en su culo antes, pero siempre había sido una experiencia dolorosa, y a Kristen simplemente no le apetecía en absoluto.

    Algo notó, tal vez el brillo en los ojos de Jeff, que le indicó que le iba follar el culo antes de irse a beber con sus amigos.

    —Te voy a dar lo que quieres para que no me olvides aquí en casa mientras estoy con mis amigos.

    Un escalofrío de miedo recorrió el curvilíneo cuerpo de Kristen mientras Jeff caminaba audazmente hacia ella, cruzando la habitación con unos pocos pasos rápidos.

    —¡Oh, Jeff! —Kristen jadeó cuando su marido le agarró las tetas.

    A veces lo hacía de esta forma y Kristen se excitaba de una manera que ella realmente no podía entender. Normalmente, Jeff acariciaba sus tetas muy suavemente, acariciando con cuidado sus pezones endurecidos por la lujuria y chupándolos con ternura. Pero a veces era como un hombre salvaje, agarrando sus tetas y hundiendo sus dedos profundamente en los enormes montículos de carne femenina.

    Él estaba siendo duro con ella, y Kristen sintió que el jugo caliente del coño goteaba hasta empapar sus labios mayores.

    Los poderosos dedos de Jeff se hundieron profundamente en sus pechos de copa 100D. Tomó ambas tetas, golpeándolas con sus fuertes manos mientras besaba su boca brutalmente, metiendo su lengua entre los labios de su mujer.

    Kristen rodeó el cuello de Jeff con sus brazos, dejando sus tetas expuestas para que él las acariciara con avidez y pasión. Gimió un poco por el dolor cuando sintió sus dedos retorciendo casi salvajemente un pezón. Calientes rayos de placer y dolor chisporrotearon por sus venas y su clítoris palpitó con fuerza entre los labios de su coño.

    Cuando el beso finalmente terminó, Kristen apartó la cara y dirigió la boca de su marido hasta su cuello. Ella se retorció mientras él brutalizaba sus grandes, doloridas y hambrientas tetas.

    —Tómame, Jeff. ¡Como quieras! ¡Tómame! ¡Tómame!

    Aunque lo había visto excitado muchas veces, Kristen nunca había visto a Jeff tan enloquecido por la lujuria. El darse cuenta de que estaba tan cachondo como nunca antes, encantó a la morena de grandes tetas, haciéndole saber que todavía no había perdido sus encantos femeninos.

    Aún sosteniendo las tetas de Kristen, Jeff la empujó hacia atrás hasta que la parte posterior de sus rodillas tocó el borde de la gran cama. Le dio a Kristen un fuerte empujón y ella cayó hacia atrás, sus tetas rebotando locamente en su pecho, ahora un poco más extendidas de

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