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Los cazadores
Los cazadores
Los cazadores
Libro electrónico349 páginas5 horas

Los cazadores

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Información de este libro electrónico

"Vivimos en una tierra pacífica", ése es el lema del país de Sumire, recuperado después de casi 400 años sin conflictos, por el mejor gobierno que ha existido en su historia. 
Sin embargo, al ingresar a la preparatoria, un hecho terrible hace a Sumire y sus amigos entender la realidad de su país: existe una guerra secreta que involucra a las dos familias más influyentes y se remontan desde los tiempos de anarquía.
Los cazadores, una de las familias, ha luchado para detener el caos inminente que se desataría de la victoria de sus rivales, pero ahora está en desventaja: ya no hay más descendientes.
Empieza la cuenta regresiva en este último asalto, el que decidirá el destino de Sumire, sus amigos y su país. 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 ene 2024
ISBN9798224050635
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    Vista previa del libro

    Los cazadores - Marianela Brenes Cascante

    Contenido

    Los cazadores

    Parte 1

    Parte 2

    Parte 3

    Parte 4

    Parte 5

    Parte 6

    Parte 7

    Parte 8

    Parte 9

    Parte 10

    Parte 11

    Epílogo

    Los cazadores

    Nuestro país es un hermoso lugar para vivir... Tuvimos muchos eventos dolorosos en el pasado, pero ahora ya estamos en paz... todos pueden vivir tranquilamente...

    Eso es lo que siempre nos decían a todos... en cada lugar de este país, su hogar...

    Año 370 después de la formación del gobierno, distrito oeste.

    Era una noche tranquila, sin embargo, en una de las mansiones se escuchaban golpes entre armas de hierro, entre espadas, acompañadas de una leve melodía. Adentro, en uno de los aposentos más importantes, la oficina principal, varias personas aguardaban que los golpes se detuvieran.

    Una pareja de ancianos y una mujer adulta eran los que esperaban ahí, la mujer abrazaba con desconsuelo y temor una prenda, una ropa de un niño de 9 años. La mujer lloraba y se lamentaba diciendo sin cesar:

    -  Kouta, ¿por qué Kouta?

    Mientras tanto, la anciana la veía de vez en cuando, agarraba fuertemente un collar con una piedra de color verde y en murmullo pronunciaba un rezo constante. Nadie podía verlo, pero ella brillaba tenuemente, y ese mismo brillo rodeaba parte de la casa, en especial donde ellos estaban.

    El anciano apretaba los puños, con rabia e impotencia, estaba listo para hacer cualquier cosa si el rezo de su mujer paraba, y se repetía a sí mismo que esto era una desgracia, pero debía mantenerse ahí, esperando.

    De pronto, un hombre abrió la puerta corrediza de golpe, el sonido de espadas chocando se había terminado y todo quedó en silencio.

    -  Hijo mío - dijo la anciana, dejando de rezar - lo has logrado

    -  No, la música se detuvo al fin - dijo él - Han, fue él quien lo logró, no yo...

    -  Ahora hay que evaluar los daños - dijo el anciano

    -  ¿Y cómo está? - dijo la mujer acercándose al hombre

    -  Descansando... pero está bien...

    La mujer suspiró y lloró más.

    -  Kouta... nuestro pequeño Kouta...

    -  Lo lamento... - dijo él - debí llegar a tiempo...

    -  No - dijo el anciano - este golpe era imposible preverlo con nuestros conocimientos...

    -  ¿Qué pasará cuando despierte? - dijo la mujer al anciano

    -  Deberé hablar con el comité - dijo él un poco irritado - pero con esto nuestra familia ha sido casi eliminada - miró al hombre

    El hombre bajó la mirada. Entendía todos los significados de esas palabras.

    -  Pero hay que protegerle - dijo ella mirando a la anciana - Madre...

    -  Si, debemos protegerle... es importante que lo que hoy sucedió no se vuelva a repetir... en este momento estoy muy cansada, no podré hacerle yo sola una protección...

    -  ¿Qué es lo que necesita?

    -  Un objeto que pueda usar siempre, será el centro de la protección, mientras lo tenga podrá vivir tranquilamente...

    La mujer salió corriendo y buscó varias cosas, la anciana eligió una de ellas.

    -  Esto servirá - lo tomó entre sus manos - falta algo más...

    -  ¿Qué falta?

    La anciana la miró muy triste y preocupada.

    -  No tengo la energía suficiente para recitar el hechizo que necesito... debo tomar la energía de alguien y hacerlo el guardián de la protección que reside en este objeto...

    -  Yo le ayudaré

    -  Hija mía... quien me ayude en esto morirá...

    Se hizo un gran silencio.

    -  Está bien

    -  No, Sayri, ¡no! - dijo el hombre

    -  ¿Quién podrá protegerle mejor que tú y yo?

    -  Aun así...

    -  Cariño, a ti te necesitan aquí, te va a necesitar mucho para lo que se tendrá que enfrentar...

    Él se acercó a ella y la abrazó.

    -  Sayri, no deseo perderte también - dijo con profunda tristeza, ella lo abrazó

    -  Lo lamento, pero no podemos perder el tiempo... podrían volver y podríamos perderle... Prométeme que le cuidarás y que le dirás qué le amo... Kenjiro - se miraron - voy a cuidarle, y también iré con Kouta...

    Él la estrechó, la anciana empezó a hacer el rezo y Sayri tocó la mano de ella, en ese instante, Sayri murió.

    Kenjiro al sentirlo se lamentó fuertemente, la siguió abrazando y lloró con mucho dolor.

    La anciana terminó el hechizo y miró a su hijo abrazando el cuerpo de su nuera.

    -  Hijo... toma - le mostró el objeto

    Kenjiro no quería saber nada de ese objeto por ese momento, él solo deseaba abrazar a su esposa y llorar desconsoladamente.

    -  Hijo, yo te entiendo, pero por favor no desperdicies el sacrificio que ella ha hecho...

    Kenjiro lo pensó, asintió, tomó el objeto, dejó cuidadosamente en el suelo el cuerpo de su mujer y llevó el objeto a quién le correspondía.

    -  Haré todos los preparativos para el entierro... y también para encontrarme con el comité - dijo el anciano, le tomó la mano a su mujer - ya puedes descansar... y por favor perdóname...

    Ella asintió, se acercó al cuerpo de Sayri, le acarició. El anciano dio órdenes para que le acomodaran lo mejor posible, mientras el anciano se levantaba y caminaba a su cuarto bañado en lágrimas.

    -  Primero Kouta, y ahora Sayri... sabíamos que este camino era duro, pero hoy han destruido gran parte de nuestro propio ser... - pensó el anciano con tristeza y luego sintió rabia - prepárense, este no será el final de la familia Oyama

    Parte 1

    Año 378, distrito Norte.

    En la mansión Oyama inicia un nuevo día, en el segundo piso se encuentran las habitaciones, y en una de ellas, una joven de 16 años ha comenzado a moverse para alistarse e ir a la preparatoria. Unos minutos más tarde, Kenjiro, sube su voz para llamarle.

    -  Sumire, Sumire, ¡ya debes levantarte! ¡Se hará tarde!

    -  Hola papá - le dice la joven detrás de él, se volteó y sonrió

    -  ¡Qué bueno que ya estés preparada!

    Le miró de pies a cabeza, y sonrió más ya que se sentía muy orgulloso de la joven de pie junto a él.

    -  ¿Qué pasa papá?

    -  Estoy contemplando cómo ha crecido mi niña...

    -  Ay papá...

    -  Y te queda muy bien ese uniforme, me siento muy orgulloso de ver como has progresado... y estoy seguro que tú mamá y Kouta estarían tan felices como yo...

    -  Mamá... Kouta... ¿realmente lo crees papá?

    -  Si, no tengo dudas

    -  ¿Papá? - le llamó al verle que se había quedado callado

    -  Estoy bien. Vamos, Han te va a llevar a la preparatoria...

    En ese momento ella contempló a su padre y se dio cuenta que tenía consigo varios artículos de limpieza.

    -  ¿Ya es el aniversario?

    -  Mañana... pero quiero ir a dar una limpieza y prepararlo todo...

    -  ¿Vas solo otra vez? ¿Por qué no vas con Han?... yo puedo ir sola a la preparatoria...

    -  No... no puedo compartir ese momento con nadie a pesar de mi posición... - le miró con ternura - es una de mis formas de demostrarles mi amor a ellos...

    -  Papá, yo no lo recuerdo y aún no lo entiendo, ¿por qué murieron Kouta y mamá la misma noche? Tampoco comprendo porque ninguno de ustedes ha querido decirme todo de esa noche...

    -  Esa noche fue muy dolorosa... y hay cosas que aún no podrás comprenderlas

    -  ¡Pero ya tengo 16 años! ¿No crees que ya debo de saber qué pasó con ellos dos?

    -  Todavía no... - y pensó: todavía deseo mantener esa inocencia que tienes, decirte la verdad en este momento sería como lanzarte a un barranco lleno de desesperación

    Sumire se resignó, otro día intentaría nuevamente buscar esa verdad. De pronto quiso decirle a su padre algo diferente, una duda que tenía, una petición que anhelaba que fuera realidad desde ese día.

    -  Papá, yo...

    En ese instante Kenjiro vio cómo su hija tocaba sus anteojos y su collar. Entendió que se repetiría esa misma conversación que había tenido con ella desde los ocho años.

    -  Lo siento hija, cúmpleme el deseo por un tiempo más... es por tu bien...

    -  Pero yo pensé que al entrar a preparatoria todo iba a cambiar...

    -  No, aún no... te lo suplico... quédate así un poco más...

    -  Está bien papá - dijo triste

    Kenjiro se sintió mal por entristecer a su hija, pero no lo podía evitar, aún no era el tiempo adecuado.

    Sumire salió de la mansión y llegó a su nueva preparatoria.

    -  Señorita Sumire, le deseo un buen día

    Le dijo un hombre, de unos 39 años, alto, delgado, tez blanca, usaba anteojos y un traje muy elegante para el servicio de la casa Oyama.

    -  Gracias Han...

    -  Señorita, alégrese, volverá a ver a sus amigos...

    Ese pensamiento era agridulce, si, los iba a ver, pero no quería escuchar lo que le iban a decir. Guardó el collar bajo su ropa, se colocó bien los lentes, y sonrió a Han para que no se preocupara. Bajó del auto ayudada por él, y entró hasta llegar a su salón.

    Todos los estudiantes debían ir a los salones de clase primero, dejarían sus cosas y en unos minutos se reportarían al salón de eventos, ahí les darían la bienvenida. Sumire llegó tan temprano que pocos estaban ahí, a muchos los conocía del colegio, a otros no, pero todos se le quedaron viendo fijamente.

    -  Yo sé por qué me ven y odio eso... - pensó - si tan solo todo fuera distinto

    Se sentó en su pupitre, previamente repartidos por la administración, y esperó a sus amigos, colocando su rostro sobre la mesa, boca abajo, viéndose solamente su hermoso y largo cabello negro.

    Una joven se le acercó, tenía los ojos cafés, cabello negro, de tez blanca, delgada y más alta que Sumire. La miró fijamente.

    -  ¿Sumire? - dijo ella

    Como si fueran sus palabras una corriente eléctrica Sumire brincó un poco, giró la cabeza y la miró.

    -  Hola Aki - le dijo

    De pronto, desde la puerta del salón se oyó un gran suspiro.

    -  ¡Sumire Oyama! ¡Otra vez traes esos feos lentes!

    La chica que dijo eso era un poco más baja que Sumire, de piel más bronceada, ojos grises y cabello negro.

    -  ¡Karin! - dijo Aki molesta - esa no es forma de saludarla

    -  ¡Vamos Aki! - dijo Karin acercándose a ella - ¡Acaso no estás de acuerdo en que son unos espantosos lentes!

    -  ¡Mi opinión no importa!, ¡Y la tuya tampoco!, si Sumire los está usando es por el gusto de ella

    -  No... ¡no es así! - dijo Sumire defendiéndose - ¡yo no tengo tan mal gusto!

    -  ¿Entonces por qué los usas aún?

    -  Hace muchos años mi papá me pidió un favor, y me dijo que usara estos lentes y este collar, dijo que me protegerían...

    -  ¡Cómo unos lentes y un collar pueden protegerte! - dijo Karin - ¡y por qué no escogió algo más bonito!

    -  No lo sé - dijo Sumire un poco desesperada - hoy le hablé, pero me dijo que aún no era tiempo de quitármelos

    -  ¡Es el colmo!, Si a él le gustan tanto, ¡que los use él! - Sumire se tapó el rostro con las manos

    -  ¡Karin! - dijo Aki - Sumire quiere mantener la promesa con su padre... - miró a Sumire - Tranquila Su... vamos a esperar que pronto sea ese día...

    Sumire miró a Aki y la abrazó.

    -  ¡Gracias Aki!

    De pronto se pusieron las tres a conversar sobre lo que habían hecho en vacaciones.

    Sumire las escuchaba atentamente, como Karin había estado trabajando medio tiempo, y Aki había ido de viaje con sus padres. En cambio, ella solo se quedó en la mansión, haciendo ejercicios y pasando el tiempo con su padre y sus abuelos.

    -  Eso me suena muy monótono - dijo Karin

    -  Lo es... amo mucho a mi padre, a mi abuela... a mi abuelo le tengo miedo, lo respeto, pero... no hay nada para alguien de mi edad...

    Aki y Karin se imaginaron cómo sería vivir en esa antigua y lujosa mansión sin embargo al oír a Sumire sintieron pena por ella.

    -  ¿No salías ni a la ciudad?

    -  No... y como la mansión está en las montañas no tengo ningún vecino o vecina con quien conversar...

    -  Que aburrido - pensaron las dos

    ––––––––

    Mientras conversaban, dos chicos entraron al salón, uno de ellos miró a Sumire y movió la cabeza en señal de negación.

    -  Que mal... - dijo él, ellas lo volvieron a ver

    -  Kuroi... - dijeron Aki y Karin, esta última se ruborizó un poco

    -  Señorita Oyama - se acercó él - creí haberte dicho el año pasado que no era agradable verte con esos lentes... Me imaginé que una familia tan rica como la tuya podría pagar por algo mucho mejor...

    -  Cálmate Kuroi, es una promesa - dijo Aki - el año pasado la molestaste los 3 meses que estuvo con nosotros desde que se mudaron acá, ¡pero creí que ya habías madurado al entrar a preparatoria!

    -  ¿Madurar? Ella es la que ha dejado en ridículo al salón, ¡sabes que la foto de nuestro grupo es tomada por burla a causa de ella! No permitiré que este año sea igual y que nos llamen el salón de la chica rara, ¡de la chica anticuada!

    -  El año pasado y este son diferentes - Aki se estaba molestando

    No es que a Aki Kuroi le cayera mal, pero la presión que ponía sobre Sumire era demasiado. Si, él tenía razón, los lentes de ella les dieron mala fama, pero eso no importaba comparado con los sentimientos de ella.

    -  Señorita Sumire - dijo el otro chico - ¿no cree que es mucho problema solo por un par de anteojos?

    -  ¡Akiro! - dijo Sumire

    -  ¿Y si los desaparezco mágicamente? No romperá la promesa...

    -  ¡No, Akiro!

    Karin lo vio cómo se acercó a Sumire y, aunque hizo por detenerlo ella lo pensó, no era mala idea la de Akiro, así, su amiga sería libre de esas cosas.

    Con movimientos rápidos quitó los lentes a la chica y salió corriendo de ahí. Sumire cerró los ojos.

    -  Sumire... Sumire... toma estos lentes - le había dicho su papá - ellos protegerán tu vista, serán parte de ti... por favor, no abras los ojos si no los tienes puestos... no querrás dañarte...

    Karin vio a su amiga tratando de llegar con Akiro, así que lo persiguió para devolver esos lentes a su dueña, lo mismo hizo Aki. En tanto, otro chico se le acercó a Sumire.

    -  Sumire... ¿por qué no abres los ojos? Tropezarás y te harás daño

    -  No puedo, Sota, no puedo... lo prometí...

    -  ¿Es más importante la promesa que evitar que te hagas daño?... vamos, ábrelos, verás que no pasará nada...

    En ese momento, Sumire empezó a luchar contra sí misma, quería cumplir la promesa, pero debía recuperar los lentes para eso. La campana sonó, tendrían que irse del salón, ¿cómo iba a ir sin los lentes?

    -  Ábrelos - insistió Sota

    -  ¿Qué estoy haciendo? Por mi miedo estoy dejando que esto se salga de control... No pasará nada - pensó y abrió los ojos

    Lo que vio le extrañó demasiado. Todo estaba perfecto, entonces, ¿para qué ocupaba los anteojos?

    Sota sonrió, pero de pronto frunció el ceño, el día se estaba volviendo oscuro.

    Aki llegó hasta Sumire con los lentes, le sonrió.

    -  Toma Sumire... - de pronto algo llamó la atención de todos - ¿Qué es eso?

    -  No conozco esa canción - dijo Karin. Aki no lo pensó más, se concentró en Sumire

    Sumire había bajado la cabeza y con su mano rechazó los anteojos mandándolos lejos. Ella tomó el collar con sus manos y lo arrancó de su cuello.

    -  Aki - dijo Sota preocupado, tomó a la chica y la alejó de Sumire

    -  ¿Qué haces?

    -  Tengo un mal presentimiento

    De pronto Sumire empezó a reírse. Pero su voz no era la misma de siempre, ya no era dulce, sino todo lo contrario.

    -  Al fin... al fin... - rompió el collar

    Empezó a tocar sus pantorrillas con las manos, haciendo círculos. Las alejó poco a poco y, ellos atónitos vieron como unas espadas salían del cuerpo de ella.

    -  ¿Qué es eso? - dijo Karin

    Sumire agarró el mango de las espadas y las sacó por completo de sus piernas, acercó una de las hojas a su rostro y sonrió.

    -  Soy libre... - dijo Sumire

    Y en ese momento miró alrededor en el salón. Sus ojos estaban rojos, los bellos ojos cafés que tenía ya no estaban, era un rojo sangre y junto a su sonrisa tétrica hicieron que muchos chicos temblaran de miedo.

    En otro lugar, en el cementerio, Kenjiro miró con horror como el cielo sobre la preparatoria se volvía cada vez más oscuro. Dejó las cosas y salió corriendo a ese lugar.

    En tanto, la abuela le dio la terrible noticia a su marido: ha despertado. El anciano envió a Han a donde ella estaba y envió mensajes al comité. Preparó la defensa por un ataque a la mansión.

    -  ¿Y Kenjiro? - dijo un asistente

    -  Es probable que mi hijo llegue más rápido que Han

    Kenjiro presentó sus documentos especiales para entrar, y, aunque algunos de los encargados no lo sabían muy bien, presintieron que la urgencia era por un asunto sumamente importante.

    Sumire dejó en cada compañero una sensación de angustia, ellos sintieron cómo sus vidas corrían peligro, pero uno de ellos quiso huir por la puerta secundaria del salón. Ella al verlo sonrió, y en un movimiento tan rápido que ellos no lograron ver ella se colocó delante de ese muchacho. Él gritó aterrado, y ella movió sus espadas tan fuerte y veloz partiendo al joven en cuatro partes.

    La respiración de ella empezó a agitarse. Los gritos empezaron a llenar el salón, la desesperación de los jóvenes por salir y la impotencia de pensar que podían terminar como su compañero.

    -  Más, más... ¡quiero más!

    Sumire hizo tantos cortes al chico que terminó no solo irreconocible, sino que ella fue bañada en sangre.

    Miró hacia arriba y suspiró, estaba tan extasiada. Y con esa expresión miró de nuevo al salón.

    El horror en las caras de todos le complació, la sonrisa no abandonaba su rostro.

    -  Esto, esto es mi culpa - pensó Sota y agarró el palo de una escoba

    Kuroi lo miró y lo imitó.

    -  Karin, por favor, saquen a todos los que puedan - dijo Akiro

    Los tres chicos llamaron la atención de Sumire, mientras Aki y Karin hacían reaccionar al resto, y hacerlos huir.

    Sumire aceptó jugar con ellos un rato, al fin era libre, podía esperar para que el placer de cortarlos fuera más duradero.

    Todos salieron del salón menos ellos seis y, de pronto llegó Kenjiro. Miró alrededor.

    -  He llegado tarde - dijo viendo el cuerpo del joven en el suelo, luego los vio a ellos - Buen trabajo... pero esto no es para ustedes... yo me encargo...

    Ellos asintieron y vieron cómo él sacó de su cuerpo una gran espada.

    -  Han pasado 8 años, pensé que te volvería a ver, pero no tan pronto...

    Sumire sonrió.

    -  ¿De qué habla?, ¡Es su padre! - pensó Kuroi

    Sota empezó a pensar en esas palabras.

    -  Hace 8 años me arrebataste lo más importante para mí... mataste a mi hijo Kouta

    Sumire pasó la lengua por sus labios recordando ese momento. Los chicos se aterrorizaron de pensar en eso.

    -  Mi esposa Sayri murió por retenerte

    Sumire solo se rió.

    -  ¿Fue inútil? eso es lo peor, aún con su sacrificio a mi hija... ¡Has tomado su cuerpo dos veces y has usado sus manos para que matara a su hermano y a ese muchacho!

    Sumire extendió su mano, apuntándolo con su espada.

    -  ¿Ni una palabra ah? Bien, te quitaré el control de ese cuerpo

    Ella no se enojó, solamente se abalanzó para atacarlo.

    En ese instante todos los chicos comprendieron que estaban vivos de milagro, ella era veloz y tan fuerte que las paredes quedaban con daños graves.

    Todos empezaron a pedir que el señor Kenjiro resistiera y la devolviera a la normalidad, sino, todos pronto caerían.

    Kenjiro sintió cómo a pesar del tiempo y la ausencia del dominio del cuerpo de Sumire, ella era muy hábil. Ella le hirió una pierna y el hombro, un descuido y lo mataría. Empezaron a llegar voces acercándose al salón, algunos encargados inocentemente iban a quedar en medio de una lucha que no podrían sobrevivir.

    Sumire demostraba que era más ágil que él, y él por no dañarla cometía el error de no golpear con tanta fuerza. El tiempo se acababa y él sintió como ella crecía en habilidades en medio de la lucha. No iba a detenerla como lo había hecho años atrás.

    En un instante, Kenjiro perdió la concentración y resbaló en la sangre del chico, ella lo iba a atacar, pero él contrarrestó y envió una de las espadas de ella lejos, luego la otra. Entonces creyó que tenía esperanza de ganar pronto, dejó caer su espada, pero ella la tomó, giró y le clavó la espada en el pecho.

    Aún con dolor, Kenjiro retuvo la espada en su cuerpo y noqueó a Sumire la cual cayó inconsciente.

    El cielo volvió a brillar, la música paró y Kenjiro empezó a decirles a los chicos que necesitaba los anteojos.

    -  Aquí están - dijo Aki presentándoselos

    -  Por favor, póngaselos - ella lo hizo - Gracias

    -  Señor Oyama, no se mueva por favor - le dijo Sota

    -  No, aún falta qué hacer... las espadas, tráiganme las espadas...

    Akiro y Kuroi buscaron las espadas de Sumire. Él limpió cada espada de ella y las introdujo a sus piernas.

    -  Señor, venga, lo llevaré al médico - dijo Kuroi

    -  No... quiero verla despertar...Por favor... - miró a Sota - quíteme la espada

    -  Pero señor

    -  No quiero que me vea así...

    Sota cerró los ojos y lo hizo. El grito de dolor del señor Kenjiro fue tan fuerte que despertó a Sumire. Ellos tuvieron mucho miedo al verla despierta, pero notaron que sus ojos volvían a ser de color café.

    -  ¿Qué ha pasado? - ella se tocó los lentes y todos gritaron ¡No!

    Sumire no lo entendió, pero no lo pensó mucho, su padre estaba ahí y vio con horror como estaba lleno de sangre.

    -  ¡Papá!

    -  Tranquila, todo va a estar bien...

    -  No, hay que ir a un médico, ¡un médico!

    -  No hay tiempo Sumire, por favor escúchame lo que te voy a decir... quise mantener tu inocencia en todo esto por más tiempo, pero ya no puedo hacerlo más. Tu abuelo te contará la verdad sobre lo que pasó hace 8 años, sobre nuestra familia y sobre este país... prométeme que serás fuerte a pesar de todo lo que él diga, y que nunca te odiaras a ti misma por el destino que has tenido que vivir...

    -  Papá, papá, no entiendo lo que dices papá... y yo rompí mi promesa papá, me quité los anteojos, aunque no querías que me los quitara...

    -  No Sumire - dijo Sota - todo fue mi culpa

    -  Nuestra culpa - dijeron Kuroi y Akiro

    -  Mi niña, pronto dejarás de cumplir esa promesa... pero tienes que cuidar no romper la otra que te estoy pidiendo hoy: sé fuerte, y recuerda que nosotros, tu mamá, tu hermano y yo siempre estaremos a tu lado... - dijo tocando su mejilla, mientras su mano se bañaba con las lágrimas de ella

    -  Papá, no me dejes... no te vayas...

    Sumire suplicó una y otra vez, pero su papá falleció.

    El ambiente se volvió muy triste, y así seguiría por un buen rato de no ser porque Han había llegado.

    -  Señorita... su abuelo la está esperando...

    Sumire caminó por los pasillos de la preparatoria mientras todos los estudiantes la volvían a ver con temor. La noticia había llegado a todos los rincones, y era evidente ver que ella estaba involucrada ya que se encontraba manchada con la sangre de su padre y de aquel joven. También Han se llevó a cada uno de los estudiantes que estuvieron en esa corta pelea, ya que ellos se lo pidieron.

    Los empleados de la preparatoria tuvieron que ver cómo otras personas llegaban a encargarse de limpiar aquel salón de clases y llevar el cuerpo del señor Kenjiro y del joven.

    Dolorosa fue la marcha de Sumire, y cuando llegaron todos a la mansión ella fue agarrada por varios hombres, sometida como una criminal. Desesperadamente gritó una y otra vez diciendo que ellos no sabían a quién estaban deteniendo, y que su abuelo se enojaría con ellos y les daría un castigo muy grande. Les suplicó que la soltaran por el bien de ellos, y ella olvidaría ese incidente.

    Sin embargo, los hombres no cedieron y con más fuerza la detuvieron, entonces ella empezó a llamar una y otra vez a su abuelo, sus amigos que veían esto estaban consternados, pero en el fondo entendían porque la retenían.

    A la fuerza la llevaron a la oficina del señor Oyama, y la pusieron delante de él.

    -  ¡Abuelo!¡ Abuelo! ¡Ayúdame abuelo! ¡Diles que me suelten!

    -  ¿Por qué? - dijo el anciano ella lo miró confundida - ¿porque tendría que ayudar a la persona que mató a

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