Anocheció de golpe: Colombia entre la fiesta política y la ilusión, 1953-1954
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Anocheció de golpe - César Augusto Ayala Diago
Anocheció de golpe
Anocheció de golpe: Colombia entre la fiesta política y la ilusión, 1953-1954
Resumen
Este libro narra e interpreta la historia de la irrupción del golpe de Estado en Colombia ocurrido el 13 de junio de 1953, las condiciones en que se dio y las formas cómo fue recibido por la sociedad colombiana de entonces. El periodo escogido termina con la masacre del 8 y 9 de junio de 1954, cuando la muchachada estudiantil conmemoraba el vigesimoquinto aniversario del asesinato de Gonzalo Bravo en las protestas de junio de 1929. Entre el 13 de junio de 1953 y las jornadas trágicas de junio de 1954, Colombia vivió prácticamente una comunión festiva, ya que se creía en el advenimiento de una etapa de salvación nacional. Por esa esperanzadora experiencia no había transitado nunca el país. El nuevo poder político comenzó a llenar de contenidos la nueva época. El 13 de junio pasó a formar parte, primero, de las grandes fechas de la patria, para llegar, después, a ser opacado por completo.
Una vez se hicieron al poder, los militares se dedicaron a la fabricación de mensajes discursivos e icónicos que vehiculizaban a través de la mayoría (casi absoluta) de medios de comunicación nacionales volcados hacia su respaldo. Empezó un movimiento de reiteraciones, de innumerables repeticiones de la naturaleza del nuevo régimen, que daban a entender que en realidad se trataba de un cambio drástico en el sistema político y sus representaciones. Su propósito consistía en convencer a todos los colombianos de que se vivía un proceso de cambio. El conjunto de representaciones que empezaba a promoverse no era de reciente formulación, tenía que ver con idearios conservadores, pero que el nuevo gobierno reordenaba gracias a una coyuntura nacional favorable que hacía que las representaciones se revelaran como nuevas o aparecieran totalmente transformadas.
Palabras clave: historia; historia de Colombia; política y gobierno; golpe de estado; partidos políticos; 1953; siglo XX.
It Got Dark Suddenly: Colombia Between Political Celebration and Illusion, 1953-1954
Summary
This book narrates and interprets the history of the outbreak of the coup d’état in Colombia on June 13, 1953, the conditions in which it took place, and how it was received by the Colombian society of the time. The chosen period ended with a massacre on June 8 and 9, 1954, when the student youth commemorated the twenty-fifth anniversary of the assassination of Gonzalo Bravo in the protests of June 1929. Between June 13, 1953, and the tragic days of June 1954, Colombia lived practically a festive communion with the expectation of the advent of a stage of national salvation. The country had never gone through such a hopeful experience before. The new political power began to fill the new era with content. First, June 13 became one of the significant dates in the country, and then it was completely overshadowed.
Once in power, the military dedicated themselves to fabricating discursive and iconic messages conveyed through the (almost absolute) majority of the national media devoted to their support. A movement of reiterations began, with innumerable repetitions of the nature of the new regime that gave the impression that it was truly a drastic change in the political system and its representations. Its purpose was to convince all Colombians that a change process was underway. The set of representations that began to be promoted was not a new formulation. It had to do with conservative ideologies, but the new government reordered them thanks to a favorable national situation that made these representations appear novel or totally transformed.
Keywords: history; history of Colombia; politics and government; coup d’état; political parties; 1953; twentieth century.
Anocheció de golpe
Colombia entre la fiesta política y la ilusión, 1953-1954
César Augusto Ayala Diago
Ayala Diago, César Augusto
Anocheció de golpe: Colombia entre la fiesta política y la ilusión, 1953-1954 / César Augusto Ayala Diago. – Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2023.
461 páginas.
1. Historia – Colombia – 1953. 2. Colombia – Política y gobierno – 1953. 3. Colombia – Golpe de Estado – 1953. I. Ayala Diago, César Augusto. II. Universidad del Rosario. III. Título.
986.10632SCDD 20
Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. CRAI
DAMV
Mayo 16 de 2023
Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995
© Editorial Universidad del Rosario
© Universidad del Rosario
© César Augusto Ayala Diago
Editorial Universidad del Rosario
Calle 12C n.º 8-50, piso 8
Teléfono: (57) 601 297 0200, ext. 3113
https://editorial.urosario.edu.co
Primera edición: Bogotá, D. C., 2023
ISBN: 978-958-500-162-6 (impreso)
ISBN: 978-958-500-164-0 (ePub)
ISBN: 978-958-500-163-3 (pdf)
https://doi.org/10.12804/urosario9789585001633
Corrección de estilo: Miguel Pineda
Diseño de cubierta: William Yesid Naizaque Ospina
Diagramación: William Yesid Naizaque Ospina
Desarrollo ePub: Precolombi EU-David Reyes
Hecho en Colombia
Made in Colombia
Los conceptos y opiniones de esta obra son de exclusiva responsabilidad de su autor y no comprometen a la Universidad ni sus políticas institucionales.
El contenido de este libro fue sometido al proceso de evaluación de pares para garantizar los altos estándares académicos. Para conocer las políticas completas visitar: https://editorial.urosario.edu.co
Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo por escrito de la Editorial Universidad del Rosario.
A los 70 años del golpe de Estado del 13 de junio de 1953
Autor
César Augusto Ayala Diago
Historiador. Master of Arts. PhD en Historia por la Universidad Estatal M. V. Lomonosov de Moscú (Rusia). Magíster en Lingüística, Universidad Nacional de Colombia (unal). Profesor e investigador en el Departamento de Historia de la unal. Trabaja temas relacionados con la historia política y cultural de Colombia y América Latina del siglo xx. Entre sus principales publicaciones se destaca la trilogía sobre la vida y obra de Gilberto Alzate Avendaño, coeditada por la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, la Gobernación de Caldas y el Departamento de Historia de la unal (2013). Ha publicado, además, La explosión del populismo en Colombia durante el Frente Nacional (unal, 2011); Exclusión discriminación y abuso de poder en el tiempo del Frente Nacional. Una aproximación desde el análisis crítico del discurso (unal, 2008); El populismo atrapado, la memoria y el miedo. El caso de las elecciones de 1970 (La Carreta-unal, 2006); Colombia en la mira. Péter Áldor y el anticomunismo gráfico (Editorial Universidad del Rosario, 2021); Pintando al enemigo. Chapete: caricatura, diseño e historia política. Colombia, 1944-1958 (Editorial Universidad del Rosario, 2022).
Contenido
Agradecimientos
Introducción
De la multitud espontánea a la multitud dirigida
La numerosa, densa y sólida hemerografía colombiana
De los archivos y las fuentes documentales
La pobreza historiográfica
Comunicación, imagen y representación
Los contenidos del libro
Uno. El inextricable contexto, la guerra civil de medio siglo y el fondo del abismo
De violencias y emociones
El año de 1949 como el clímax de la guerra
El basilisco
Resistencia desde afuera
Entre la libertad y el miedo
El sentido de la caricatura
El parto de los montes o el asunto de la Asamblea Nacional Constituyente
La puja política en el interior del conservatismo
Mariano Ospina Pérez por la segunda presidencia
Dos. Pidiendo pista o la fabricación del general Gustavo Rojas Pinilla
Ni improvisaciones ni equivocaciones
En la aeronáutica civil
El general ministro
El premonitorio banquete
¡Anocheció de golpe!
Tres. Goce colectivo, deseo nacional realizado y derroche de la palabra
La multitud en las calles
Los conservadores afectos
La establecida Colombia
Los maestros
El deporte se expresa
La legitimidad del nuevo gobierno
Salida militar propiamente dicha
En medio de la cultura del esparcimiento
Cuatro. El liberalismo colombiano ante el golpe de Estado
Las declaraciones de los grandes ausentes
El golpe de opinión
Cinco. Mi reino por un pandeyuca o Laureano Gómez procesando su caída
El general Rojas: perjuro, usurpador, inicuo y doloso
Seis. Golpe de Estado y sacralización de la política
La sagrada legitimación
La cultura religiosa de los colombianos puesta por escrito
Los laicos religiosos o la sacralización del 13 de junio
Siete. Lograr cosas con cartas
Cartas al presidente
Cartas a la primera dama
Ocho. La Dirección de Información y Propaganda del Estado (dipe)
El papel de Jorge Luis Arango
Hacia un Ministerio de Propaganda
La censura
Las embajadas y la dipe
6 meses de gobierno
De cine y cinematografía
Nueve. La retratística del poder
Diez. Una ideología para gobernar
Un habla política nueva
El Movimiento Socialista Colombiano (msc)
El Movimiento Nacionalista Cristiano Bolivariano (mncb), el Estado nuevo y su ideólogo: Alfonso García Gutiérrez
El socialismo cristiano (sc) y la inspiración de Gonzalo Canal Ramírez
La democracia orgánica
El anticomunismo como parte constitutiva de la nueva ideología
Once. Colombia peronista: entre la realidad y la parodia
El imaginario
Antiperonismo y peronismo colombiano
María Eugenia Rojas en la Argentina
Doce. Fin de fiesta
La invención del 13 de junio
La nueva fiesta patria
El síntoma o los estudiantes masacrados en vísperas del primer aniversario
Obras son amores…
La celebración
Trece. Composiciones al general o la legitimación popular del golpe de Estado
Concluyendo
Bibliografía
Archivos
Hemerografía
Prensa conservadora
Prensa liberal
Prensa extranjera
Prensa católica
Prensa independiente
Revistas
Fuentes primarias editadas
Fuentes secundarias teóricas
Fuentes secundarias generales
Agradecimientos
A Juan Felipe Córdoba, director de la Editorial de la Universidad del Rosario, por su interés en la publicación de este texto.
A las hemerotecas de la Biblioteca Nacional de Colombia, de la Biblioteca Luis Ángel Arango y de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (fuga).
A William Escobar, de la Biblioteca Nacional de Colombia.
A la sección Raros y Manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango.
Al Archivo General de la Nación (agn).
Al Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia.
Al historiador Edward Vásquez Guatapí.
Fuente: El Gato (Cali), 15 de junio de 1953, 1.
Introducción
Este libro narra e interpreta la historia de la irrupción del golpe de Estado en Colombia ocurrido el 13 de junio de 1953, las condiciones en que se produjo y las formas como fue recibido por la sociedad colombiana de entonces. Es la historia de una luna de miel entre gobernados y gobernante. El lapso escogido termina con la masacre del 8 y 9 de junio de 1954, cuando la muchachada estudiantil conmemoraba el vigesimoquinto aniversario del asesinato de Gonzalo Bravo en las protestas de junio de 1929. Entre el 13 de junio de 1953 y las jornadas trágicas de junio de 1954, Colombia vive prácticamente una comunión festiva, ya que se creía en el advenimiento de una etapa de salvación nacional. Por esa esperanzadora experiencia no había transitado nunca el país.
El siglo xx colombiano fue de procesos históricos inconclusos, abortados; de irrupciones históricas que produjeron grandes expectativas antecedidas por fuertes oleajes de violencia. Los liberales regresan al poder en 1930 después de la masacre de las bananeras (1928) y de la configuración de un Estado represivo y policiaco que azotaba la protesta social. El primer gobierno liberal del siglo xx, presidido por Enrique Olaya Herrera, desilusionó. La esperanza de muchos terminó en suicidio, como en el caso del caricaturista Ricardo Rendón, y en la radicalización del liberalismo, mediante la emergencia del primer gaitanismo, así como en la radicalización del conservatismo, gracias a la intrusión del primer fascismo colombiano.
El advenimiento de la Revolución en Marcha (1934-1938), que planteó la realización de grandes reformas sociales, ilusionó a la militancia liberal, pero ante los resultados opacos de las transformaciones ocurridas a lo largo de la llamada República Liberal (1930-1946) se configuró una nueva desesperanza. Cuando ocurrió el magnicidio del nuevo mesías, Jorge Eliécer Gaitán (1948), que prometía sacar el país del caos, Colombia ya se hundía en la violencia partidista. Corría una guerra civil atípica: conservadores contra liberales y conservadores laureanistas contra conservadores ospino-alzatistas. El victimario principal era el mismo Estado.
¡Años durísimos! Cualquiera de ellos que tomemos al azar para comprender la guerra causa horror. El asesinato de Gaitán, en vez de aplacar, arreció los ánimos.¹ El acontecimiento no produjo el aparecimiento del fenómeno de la violencia, pero a partir de allí se convirtió en una guerra que, si bien no se declaró a través de un documento, los asesinatos, las masacres, las persecuciones y el despojo hicieron las veces de la declaración de guerra del gobierno conservador contra el Partido Liberal y contra los conservadores contrarios al laureanismo.
Guerra y campaña electoral se confundieron en un solo concepto. Los liberales habían demostrado en las últimas elecciones, las del 5 de junio de 1949, tener a su favor la mayoría del electorado colombiano. La candidatura de Laureano Gómez en 1949 se convirtió en insignia de la guerra. Cada escena de la campaña era un acto de retaliación. Se trató, pues, de una guerra que no parará transitoriamente, solo hasta el golpe de Estado del 13 de junio de 1953, que fue saludado y festejado como la resolución del conflicto y como el advenimiento de un tiempo mejor.²
Cerca de dos años duró la luna de miel de los colombianos con el gobierno militar. Nunca hubo en Colombia tanta esperanza, tanta ilusión de redención social como entonces.³ El general Rojas era recibido como libertador por donde quiera que anduviera. A las oficinas de la Presidencia llegó desde abajo un alud de correspondencia que le indicaba al nuevo gobernante lo que debía hacer, corregir e implementar. La naturaleza mayor de la correspondencia expresaba la ilusión que se hacía la gente del nuevo gobierno. Casi que todo el mundo consideró que el tiempo de la realización de sus ilusiones había llegado. La fiesta y la ilusión estaban legitimadas en el posible cese de la guerra de medio siglo que amenazaba con la eliminación física del adversario.
De la multitud espontánea a la multitud dirigida
Hubo desde la multitud espontánea hasta la multitud organizada y dirigida para la consolidación y legitimación del régimen. En la Colombia de mediados de siglo, las dos instituciones con mayor prestigio eran la Iglesia y el Ejército. De hecho, el gobierno que llegó con el golpe de 1953 estuvo liderado por las Fuerzas Armadas y por el alto clero de la Iglesia católica, que correspondería a lo que Sigmund Freud denominó las dos masas artificiales previstas de caudillos que aman por igual a todos sus miembros. De ahí partiría la ilusión y después la desilusión. Pero como aclara Freud, si son artificiales por razón de la coacción que las instituye, no es eso lo que explica su permanencia. Colombia venía de una cultura caudillista y había perdido quizás a su principal caudillo en 1948. Ya no creía en los caudillos civiles, creía más en los caudillos militares, que no eran pocos.
No solo la violencia había preparado las condiciones para la emergencia del caudillo militar, también lo habían hecho los medios escritos y hablados de los conservadores. Derrocado Laureano Gómez, emergió una masa psicológica que podemos interpretar bien desde los conceptos de Gustave Le Bon (sugestión y contagio),⁴ y mejor aún desde Freud, a través de sus conceptos libido, lazos, vínculos libidinales, enamoramiento e identificaciones.⁵ Torrentes de gentes se aglutinaron el domingo 14 de junio para ir a saludar al escogido militar en imponente manifestación. Vinieron luego, día a día, otras manifestaciones convocadas ante todo por las ilusiones y por la necesidad de salir del pánico. Los lazos recíprocos estaban rotos. Los caudillos liberales más reconocidos estaban en el exilio y el principal caudillo conservador, Laureano Gómez, había provocado la dispersión de la masa conservadora sumida en angustia e incertidumbre.
Laureano Gómez había llegado al poder en solitario, sin la competencia electoral liberal. El Congreso era homogéneamente conservador y el Gobierno parecía tener dos presencias: la del presidente encargado, Roberto Urdaneta Arbeláez, y la del titular que gobernaba detrás del trono. Entre tanta crisis, la más considerable era la del partido de gobierno irreversiblemente dividido. La división no solo se reflejaba en las ideas que cada una de las corrientes profesaba, en sus concepciones sobre el modelo de desarrollo, sino también en los desafueros de odios largamente labrados. No era entonces el gobierno el ejercicio del poder por uno de los dos partidos tradicionales, sino por una de las ásperas corrientes en las que se dividía el conservatismo: el laureanismo.
Esta corriente no enarbolaba banderas ideológicas que la distinguieran de las otras (aunque es innegable que las hubiera), sino una emoción profunda de animadversión hacia los contrarios de su propio partido. A través del odio, de la inquina y del prejuicio se expresaba una crisis en torno a la hegemonía por el poder. La intensidad de la disputa entre laureanistas y ospino-alzatistas terminó desplazando la eterna y tradicional lucha entre el bipartidismo por el dominio político en Colombia. De tal modo que el golpe de Estado no sería una puja entre los dos partidos tradicionales, sino un asunto interno conservador. Tendrá tantos remedos como interpretaciones de excesivo tono bonapartista, como si de veras Colombia estuviese al borde de una revolución.
La numerosa, densa y sólida hemerografía colombiana
La referencia principal para el desarrollo de esta investigación vino de la hemerografía colombiana de la época: periódicos (diarios, semanarios, quincenarios), revistas, memorias, libros y novelas de época. No solo se apeló al texto escrito, también se utilizó la gráfica (pintura, caricatura y fotografía). Nos basamos en la organización de la cultura ad portas del golpe de Estado. Podría decirse que por la vía de las letras había mejor configuración nacional en Colombia que por las vías de la integración territorial y económica. Era mucho más compacto y orgánico el país en su cultura letrada que en otros aspectos. La adscripción política de los colombianos en conservadores y liberales se expresaba a través de órganos también bipartidistas. La prensa liberal bogotana era sin duda la de mayor prestigio: El Espectador venía de finales del siglo xix, había nacido en Medellín y desde 1915 había elegido a Bogotá como sede. Era un diario liberal de relevancia en la Colombia de los años cincuenta. Menos potente que El Tiempo, pero con gran audiencia. Estaba dirigido por Guillermo Cano. Tenía la virtud de ser un vespertino. El Vespertino Nacional, se le llamaba. Al atardecer, los consumidores de la prensa tenían la oportunidad de enterarse de lo más importante ocurrido durante la mañana de todos los días. La plana de columnistas, caricaturistas, dibujantes, fotógrafos estaba a la altura de la competencia periodística. Grandes cronistas al servicio del periódico fueron Darío Bautista y Miguel Forero Nougués. Hernán Merino tenía bajo su responsabilidad la caricatura del periódico.
El Tiempo estaba consolidado como uno de los mejores diarios del continente. Las mejores plumas de América Latina se expresaban allí. Eduardo Santos, su director y propietario, galvanizaba la flor y nata de la intelectualidad liberal, no solo colombiana. Sin duda, era el mejor diario que se editaba en Colombia y estaba en las calles desde 1911. Nacido en época republicana e ideado por republicanos, conservaba ese carácter. Estaban allí los mejores caricaturistas del país: Chapete, Rincón, Áldor, Pinzón.
Jornada, el diario de los gaitanistas, entró en escena en 1944. Desde 1943, Sábado, un semanario político de vocación literaria, mediaba entre las corrientes liberales. Ambos periódicos fueron puestos al servicio del régimen militar. Semana, fundada por el expresidente Lleras Camargo y sin duda la mejor revista política del país, era liberal. Cromos, la revista gráfica más importante, databa del 15 de enero de 1916. Fue vendida en 1953 por los hermanos Luis y Rafael Tamayo a los hijos de Fabio Restrepo, exgerente de El Tiempo: Jaime, Guillermo y Gabriel Restrepo Suárez. Cromos estaba en poder de los Tamayo desde enero de 1919. El primero de julio de 1953 salió la nueva edición con los nuevos directores. Había sido fundada por Abelardo Arboleda y Miguel Santiago Valencia. El jefe de redacción era Gabriel Trillas, un periodista español radicado en Colombia. Fue él quien introdujo el suplemento literario y era considerado el principal organizador de la revista. Así que para el advenimiento del régimen de Rojas la revista estaba en pleno crecimiento informativo, literario y gráfico. Conforme avanzaban las ediciones, Cromos cubría más lugares en el territorio nacional. Las carátulas estaban dedicadas a mujeres. Se destacaban sus roles y su belleza. Y a través de este cubrimiento, los colombianos se enteraban de las tendencias de la moda internacional en vestimenta, peinados, cosmética, etc.
En cambio, la prensa conservadora bogotana iba a la zaga de la liberal, incluso en el diseño. Estaba menos consolidada. Con el regreso de los conservadores al poder en 1946, un alud de órganos emerge. Laureano Gómez había fundado El Siglo en 1936, que a la altura de 1953 era el diario por excelencia del conservatismo, a pesar de expresar tan solo los intereses de una sola de sus corrientes. Tenía su propia versión vespertina: Diario Gráfico. El Siglo no tenía el poderío artístico de los periódicos liberales, pero en él había buena crónica, buena caricatura. Sabemos de la presencia de Aldo Savina entre sus fotógrafos; de Enrique Izquierdo y de Pencyla entre sus dibujantes y caricaturistas. Con los recursos humanos de la sensibilidad amalgamada en El Siglo, surgió La Unidad en febrero de 1954 para galvanizar la oposición al régimen militar.
Eco Nacional le competía a El Siglo. Nació en octubre de 1947, en respuesta a la avalancha gaitanista de la reconquista liberal. En un principio fue expresión del alzatismo y luego del pensamiento de Carlos Vesga Duarte. El alzatismo fundó Diario de Colombia en septiembre de 1952. El periódico logró en poco tiempo convertirse en un excelente órgano ideológico, político y cultural. Allí Gilber-to Alzate Avendaño se afirmó como gran escritor y político, y columnistas como Dimitri (pseudónimo de José Constante Bolaños), entre otros, se posicionaron como opinadores nacionales. A Diario de Colombia se debe la promoción final de la fabricación del general Rojas como el llamado a salvar al país.
Circulaba también en Bogotá, desde julio 1949, La Nación, un semanario conservador dirigido por Joaquín Estrada Monsalve y Eduardo Kronfly. Los propósitos del semanario eran defender y promover la obra gubernamental de Mariano Ospina Pérez y bajarle el tono a la división interna del conservatismo entre laureanistas y ospinistas. Más bien buscaba presentar a los dos jefes como las dos caras de una misma moneda. Salió a la calle justo para la campaña electoral que llevaría al poder a Laureano Gómez. Se dedicó a mover tesis ideológicas de un amplio sector joven del conservatismo y evadió la confrontación abierta y agria con los liberales. Guardó silencio frente a la violencia. Fue un periódico de nombres propios que aspiraban a posicionarse en la nueva era conservadora y para ello contó con el retrato siempre oportuno del dibujante y caricaturista Enrique Izquierdo.
La fortaleza de la prensa conservadora estaba en Antioquia y en el Valle del Cauca. En Medellín, El Colombiano era el medio preferido por su gente y expresaba los intereses de la corriente ospinista. Circulaba desde 1919 La Defensa, al servicio del laureanismo. En Cali, desde 1925, estaba circulando Diario del Pacífico, muy popular, al punto que la gente lo llamaba simplemente diario. En abril de 1950, los ospinistas dieron a luz en Cali a El País, bajo la tutela de la familia Lloreda. Al contrario de la bogotana, era la prensa liberal la que iba a la zaga de la conservadora: son ejemplos Relator y El Crisol. Un periódico muy atractivo era El Gato, que tenía en la caricatura su baluarte.⁶
De los archivos y las fuentes documentales
Las fuentes históricas consultadas revelan que en realidad se trataba de un fenómeno nuevo en la vida política colombiana. Una nueva versión de una simbología tradicional se imponía como alternativa próxima a una crisis política y social sin precedentes, y como alternativa remota a la simbología liberal de los años treinta.
El género epistolar ocupó lugar destacado en esta investigación: las numerosas cartas dirigidas al presidente y demás instituciones del Estado por parte de la gente de abajo y de sectores sociales que querían intervenir en la solución de los problemas nacionales. Es quizás eso lo nuevo y es ese su aporte a la historiografía del golpe de Estado de 1953. Consultamos las fuentes directamente en el Archivo de la Presidencia cuando todavía el Fondo Rojas Pinilla no había ido a parar al agn. En un lapso de dos años, todavía del siglo xx, consultamos, caja por caja, una caótica pero atractiva y sugestiva información. Para entonces, los documentos ilustrativos del paso de Rojas Pinilla por el poder era lo más rico de ese archivo. Vérselas casi que en directo con lo que expresaba la gente nos impregnó su propia sensibilidad. Una manía e interés por el género epistolar nos invadió y marcó. Por ello, nos valimos también de la correspondencia entre los integrantes de la elite colombiana en el señalado periodo. Nos referimos a las cartas entre Germán Arciniegas y Eduardo Santos; entre Carlos Lleras y Eduardo Santos; las comunicaciones de Santos y Alberto Lleras Camargo, así como las de este último y Laureano Gómez. Esta correspondencia se encuentra en la sala Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango y en la Biblioteca Nacional de Colombia.
Sugestivos, útiles, atractivos e interesantes son los archivos de los ministerios de Relaciones Exteriores. Recogen la correspondencia que envían los diplomáticos sobre los asuntos más importantes (políticos, económicos y culturales) del país al que han sido enviados. Pero también atienden los negocios que el país entabla con los otros y atienden los problemas propios de los ciudadanos nacionales fuera de sus fronteras. A veces es suerte contar con diplomáticos que desempeñen bien sus funciones. Para el caso de la presente investigación la hemos tenido respecto a la Embajada de Colombia en Argentina y de la de Argentina en Colombia. Y gracias al trabajo y meticulosidad de los diplomáticos de ambos países, pudimos dar cuenta de la influencia del peronismo en la Colombia que estudiamos.
La pobreza historiográfica
Se han realizado pocas investigaciones sobre el Gobierno de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). No existe un trabajo de conjunto que haya evaluado esa administración. Algunos historiadores se han acercado a ese periodo desde sus propias concepciones teóricas y desde las ansiedades teóricas de su propio tiempo.⁷ Otros hemos estudiado el gobierno militar buscando en él los orígenes de la Alianza Nacional Popular (Anapo), el movimiento de oposición que creara Rojas Pinilla años después de su derrocamiento.⁸ Empero, una investigación que haya intentado ver ese gobierno desde sus propios propósitos, desde la óptica y experiencia de quienes lo vivieron, de quienes fueron sus contemporáneos, no se había realizado.
Comunicación, imagen y representación
El desarrollo de las ciencias sociales en los últimos tiempos, la cada vez más necesaria transdisciplinariedad, hace que los fenómenos históricos sean vistos ahora de manera mucho más amplia. Por ello, nos propusimos en esta investigación hacer una historia de ese régimen desde una nueva mirada: la de la comunicación, la representación y la imagen. Aunque se trate del abordaje de la historia desde estas categorías, nuevas en la interpretación histórica, no nos interesó la representación, la comunicación o la imagen por sí mismas, sino en cuanto pudieran enriquecer dicha interpretación, lo que equivaldría a decir cosas nuevas, a formular nuevas tesis y derribar algunos mitos. No hemos descuidado la gráfica, conscientes de los jóvenes lectores con los que contaremos. Nos hemos valido de la caricatura y de la fotografía para la ilustración de este libro como reconocimiento, además, a esos artistas talentosos e invisibilizados.
La selección del mencionado periodo histórico no fue casual. Uno de los rasgos distintivos del gobierno militar fue precisamente su capacidad de promoverse y legitimarse mediante la utilización de nuevas formas de representación política. Eran característicos su alta estima, sus líderes y el papel de la comunicación como una herramienta por excelencia para el logro de sus propósitos: se trataba de inaugurar una nueva era de representación y poder.
De inmediato, una vez se hicieron al poder, los militares se dedicaron a la fabricación de mensajes discursivos e icónicos que vehiculaban a través de la casi mayoría absoluta de medios de comunicación nacionales volcados hacia su respaldo. Empezó un movimiento de reiteraciones, de innumerables repeticiones sobre la naturaleza del nuevo régimen, que daban a entender que en realidad se trataba de un cambio drástico en el sistema político y sus representaciones. Su propósito consistía en convencer a los colombianos de que se vivía un proceso de cambio. El conjunto de representaciones que empezaba a promoverse no era de reciente formulación, tenía que ver con idearios conservadores, pero que el nuevo gobierno reordenaba gracias a una coyuntura nacional favorable, que hacía que las representaciones se revelaran ahora como nuevas o aparecieran totalmente transformadas.
Pero lo importante no es tan solo la autorrepresentación que el nuevo gobierno quiso promover y difundir. También lo es la representación que de la nueva administración tenían los colombianos. En particular, quienes dejaron sus huellas para permitirnos establecer una identificación de un gran número de nacionales con la renovada ideología como aparato de Estado.
Los contenidos del libro
El nuevo modelo político en el poder a partir del 13 de junio de 1953 trató de innovar. Así lo mostramos en los trece capítulos que componen este libro. En el primero de ellos se hace un pormenorizado análisis del inextricable contexto que permite la comprensión del proceso histórico que llevó al golpe de Estado. En el segundo establecemos, paso a paso, la fabricación de Rojas Pinilla como protagonista central de nuestra historia. En el tercero se reconstruye el acontecimiento propiamente dicho. A partir de este capítulo mostramos la naturaleza que fue tomando el golpe, naturaleza que lo diferencia de los modelos clásicos golpistas.⁹ Aquí se trató de una fiesta política que legitimó las vías de hecho y provocó, casi que por la totalidad de la nación, su aprobación y beneplácito. El capítulo abunda en mostrar la procedencia de las adhesiones. Una expectativa de positividad se advierte en el ambiente social y político; una especie de luna de miel entre Gobierno y población se abre espacio.
En esa misma dirección el capítulo cuarto aborda la problemática del liberalismo frente al golpe y analiza los tipos de adhesión liberal que recibió el nuevo gobierno. El quinto capítulo trata de la reacción que produjeron los acontecimientos del 13 de junio en el espectro de los derrotados: Laureano Gómez y los laureanistas. Analiza las primeras salidas del desterrado presidente, su propio procesamiento de su desgracia, sus agrios diálogos con las altas jerarquías de la Iglesia católica y los primeros pasos de la configuración del laureanismo como oposición al régimen militar.
En un país como Colombia nada sucedía sin la presencia de la Iglesia. Es por esta razón que nos ocupamos en el capítulo sexto de su papel en esta coyuntura. Incluso, Laureano procesaba la consolidación temprana del nuevo gobierno a partir de lo que consideró una traición de las altas jerarquías eclesiásticas. En la segunda república conservadora del siglo xx (1946-1957), el país vivió de nuevo un proceso de sacralización de la política. La tendencia no aminora, al contrario: se fortalece en el gobierno militar que sabe no solo del papel de la Iglesia en la sociedad, sino también de la religiosidad católica de la población. Este libro trata de arrojar luces sobre cómo los militares, los nuevos gobernantes, a partir del 13 de junio de 1953, logran convencer a los demás (incluyendo a la población) de ser los legítimos dueños, los amos y señores de la nueva dominación.
Nunca antes se había sabido de una participación popular en los asuntos del Estado que no fuera a través del voto. Esta vez la gente se inmiscuyó en lo que acontecía con el poder central. Empezó a dirigirse al presidente manifestándole su alegría de verlo en el Gobierno, enviándole expresiones artísticas: poemas, canciones, partituras, acrósticos, sonetos. No tenían perfección literaria, pero era la expresión de sectores populares que hacían el esfuerzo por manifestar sus emociones estéticamente. Una muestra de ello la encontrará el lector en el capítulo séptimo. Las temáticas estaban redactadas desde la cultura popular de la Colombia de ese entonces, a partir de los símbolos patrios: la independencia, la bandera, los himnos, el nacionalismo, la religión, las costumbres, la tierra, los valores, la paz, la justicia, la salvación. Sus contenidos revelaban la identidad sincrónica entre el mundo de representaciones de los autores y su destinatario. Coincidían todos con la percepción de una nueva y mejor etapa histórica. Para todos, Colombia estaba al borde del abismo y su visión del nuevo presidente fue la de salvador y libertador.
Por la vía del sentimiento popular que se expresaba en las cartas de adhesión al nuevo presidente, pudimos medir varias cosas: la situación que vivía el país, el estado emocional de la población, pero también las estrategias de las que se valía la gente para lograr cosas. Lo que podríamos denominar conseguir lo que se desea a través de una carta, mediante la fuerza de sus contenidos. Es esto lo que tratamos en el capítulo séptimo.
En el octavo, el lector continuará su comprensión de la naturaleza política e ideológica del nuevo régimen, quizás lo más novedoso: el asunto de la propaganda y la comunicación. Jorge Luis Arango quiso hacer de la Dirección de Información y Propaganda del Estado (dipe) una dependencia con gran poder, a la altura de la dipe de Getúlio Vargas o de la organización de la propaganda estatal con la que contaba Juan Domingo Perón en la Argentina. Es más, intentó elevar el funcionamiento de la dipe a la altura de un ministerio. De hecho, llegó a tener más poderes que ministerio alguno; poco a poco se fue convirtiendo en una entidad de mucho poder dentro del esquema ideológico del nuevo gobierno.
El retrato del presidente siempre estuvo presente en la retratística del poder, pero nunca hubo una política sistemática y elaborada para promover la imagen de un mandatario como sucedió con el gobierno de las Fuerzas Armadas. A la suma de prestigio fabricada para el nuevo mandatario correspondía un retrato que acompañará la magnitud de su poder. De este interesante y nuevo fenómeno se ocupa el capítulo noveno.
La velocidad de los hechos que llevaron al golpe de Estado del 13 de junio de 1953 sorprendió al nuevo régimen sin una ideología precisa para gobernar. Los argumentos de primera hora los tomó del vocabulario y de la ideología con los que se comunicaba la Iglesia católica con el poder central y con el pueblo. Cristo y Bolívar ya hacían parte de su dispositivo ideológico. Sin embargo, el nuevo presidente había ido desarrollando contenidos ideológicos a través de declaraciones en ceremonías propias del poder, y en cada una de las manifestaciones públicas. Del mismo Estado, de la Iglesia católica y de la sociedad configurada saldrá la retocada ideología del nuevo gobierno. Se aspiró sencilla y pragmáticamente a robustecer la república católica ya instituida, a librarla de todas las arandelas que le habían aportado los 16 años de la República Liberal, a redondear una ansiada Colombia conservadora y católica.
El acontecimiento del 13 de junio de 1953 no solo impactó positivamente al grueso de la población, sino a intelectuales que no cabían en el saco de la política nacional, es decir, que no se sentían cómodos en los tres partidos en los que se distribuía la gente de entonces: liberalismo, conservatismo y comunismo. Así, a la ideología del régimen en construcción se sumará la reemergencia de innumerables proyectos quedados a medio camino, tanto en gobiernos anteriores como en plataformas de lucha de movimientos descabezados en lo corrido del siglo. Contribuirán a conformarla intelectuales salidos de las entrañas de Colombia, llenos de ideas y formados al compás del discurrir de los acontecimientos del siglo xx. Y no faltaron ideólogos sueltos, prestos a ofrecer sus fórmulas de salvación por lo regular ya rechazadas u obviadas en el sistema bipartidista colombiano. Esa capa de intelectuales incongruentes se fue expresando, y le fue proporcionando al régimen aportes para la ideología que necesitaba. El nuevo gobierno tomó con criterio selectivo lo que le convenía. De estas interesantes vicisitudes nos ocupamos en el capítulo décimo, y en la misma dirección abordamos en el siguiente el fenómeno de la influencia del peronismo entre la nueva ideología del régimen. Maravillaba y seducía el peronismo argentino, un movimiento que aceleraba la vida cotidiana; se valía de toda la tecnología de la comunicación para llegar a múltiples destinatarios. Nada faltaba, las masas y sus dos protagonistas estaban presentes: Perón y Eva habían tejido el justo vínculo libidinal que hacía funcionar la masa psicológica peronista como una máquina bien aceitada. Su influjo estaba vivo en la Colombia de entonces. La abundancia de imágenes en circulación constante produjo entonces el imaginario peronista que llegaba a Colombia, un suelo abonado de cultura argentina. ¿Se aplicó el peronismo en las prácticas del nuevo régimen? El lector lo constatará en la lectura del capítulo undécimo.
Y así llegamos al capítulo decimosegundo, que da cuenta del final de la fiesta política que había empezado en junio de 1953. Aterrizamos en el primer aniversario del acontecimiento que marcó las etapas de la invención de esa magna fecha como una nueva fiesta patria, según los propósitos del Gobierno. El régimen se preparó con acuciosidad, bombos y platillos para la celebración. En medio de todos los preparativos, cuando todas las alcaldías del país tenían montado el programa para la gran celebración, sucedió lo menos esperado: un terrible acontecimiento que empañó e incluso motivó la cancelación de las festividades en algunas municipalidades. Una manifestación de los estudiantes, en conmemoración de los 25 años de los sucesos trágicos del 8 de junio de 1929,¹⁰ fue recibida en pleno corazón de la capital, con ráfagas de bala. La dimensión de la inédita tragedia fue grande, tan grande como para haber provocado la caída del régimen, que pudo permanecer por la fuerza de la expectativa que todavía, a un año de instalado, resplandecía. Fue el primer lunar negro en la imagen del Gobierno. A medida que avanzaba el tiempo, la masacre cobrará fuerza y terminará iluminando el camino de la caída del régimen. ¡Fin de la fiesta!
Empero, imposible cerrar las páginas de este libro sin tener la placentera experiencia del sentido estético que le dio la gente al advenimiento de un golpe de Estado en Colombia en plena mitad del siglo xx. En el último capítulo, los lectores se encontrarán con todo tipo de manifestaciones artísticas (una muestra apenas), expresadas en canciones con ritmos populares, himnos, poesía, acrósticos. Así que solo nos resta decir: ¡buena lectura!
¹Una mirada a la percepción y representación que del Bogotazo hizo el conservatismo, lo mismo que su explotación, puede verse en César Augusto Ayala Diago, Inventando al Mariscal: Gilberto Alzate Avendaño, circularidad ideológica y mímesis política (Bogotá: Fundación Gilberto Alzate Avendaño, Gobernación de Caldas, Universidad Nacional de Colombia, 2010).
²César Augusto Ayala Diago, Fiesta y golpe de Estado en Colombia
, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura n.º 25 (1998): 274-308.
³Véase Fernando M. González, Algunos aspectos de la ilusión en la política
, Perfiles latinoamericanos n.º 15 (1999): 47-71.
⁴Gustave Le Bon, La psicología de las multitudes (Santiago de Chile: Editorial Cultura, 1936).
⁵Sigmund Freud, Psicología de las masas y un análisis del yo, vol. 18 (Buenos Aires: Amorrortu editores, 1997), 63-136.
⁶En síntesis, en 1952 circulaban en Bogotá: El Siglo, director: Álvaro Gómez Hurtado; Diario Gráfico, director: Enrique Gómez Hurtado; Diario de Colombia, directores: Gilberto Alzate Avendaño y Juan Uribe Cualla; El Tiempo, director: Roberto García Peña; El Espectador, director: Guillermo Cano; Semana, director: Mario Laserna; Sábado, director: Abelardo Forero Benavides. En Medellín: El Colombiano, director: Fernando Gómez Martínez; El Correo; El Diario. En Cartagena: Fígaro, director: Ernesto Carlos Martelo; Diario de la Costa, directora: Emma Villa de Escallón; El Universal, director: Domingo Ezcuriaza. En Barranquilla: La Prensa, director: Carlos Aparicio Martínez; El Heraldo, director: Juan B. Martínez; El Nacional, director: Julián Devis Echandía. En Cúcuta: Diario de la Frontera, director: Luis Parra Bolívar. En Bucaramanga: El Frente, director: Rafael Ortiz González; El Deber, director: Juan Cristóbal Martínez; Vanguardia Liberal, director: Alejandro Galvis Galvis. En Manizales: La Patria. En Cali: Diario del Pacífico, director: Guillermo Borrero Olano; El País, director: Silvio Villegas; Relator, director: Jorge Zawadzky. En Pasto: El Derecho. En Popayán: La Razón, director: Arcesio López Narváez.
⁷Véase Carlos H. Urán, Rojas y la manipulación del poder (Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1985); Silvia Galvis y Alberto Donadío, El jefe supremo. Rojas Pinilla en la violencia y en el poder (Bogotá: Planeta, 1988).
⁸César Augusto Ayala Diago, Resistencia y oposición al establecimiento del Frente Nacional. Los orígenes de la Alianza Nacional Popular (
anapo
). Colombia, 1953-1964 (Bogotá: Colciencias, Universidad Nacional de Colombia, 1996).
⁹Eduardo González Calleja, En las tinieblas de Brumario: cuatro siglos de reflexión política sobre el golpe de Estado
, Historia y política. Ideas, procesos y movimientos sociales n.º 5 (2001): 89-122.
¹⁰Véase en detalle la edición de El Tiempo del 9 de junio de 1954, y Medófilo Medina, La protesta urbana en Colombia en el siglo
xx
(Bogotá: Ediciones Aurora, 1984).
Uno.
El inextricable contexto, la guerra civil de medio siglo y el fondo del abismo
Ad portas del golpe de Estado de 1953, el país estaba polarizado y movilizado. Lo movilizaban los partidos Liberal y Conservador. La política y no la economía, y tampoco el esparcimiento, lo movía. El tiempo de los colombianos estaba determinado por la política. Se contaba el tiempo de una campaña electoral a la siguiente, una sucedía a la otra. Para entonces, cada año había elecciones: unas veces para elegir representantes a la Cámara, otras para presidente, otras para asambleas departamentales y otras para concejos municipales. Y así se iba midiendo el tiempo y con esa medida se evocaba el pasado: las guerras civiles, la Hegemonía Conservadora, la República Liberal. Y esa concepción del tiempo era manejada por los periódicos de la época, unos liberales y otros conservadores, así como por la radio, que también era bipartidista. La política sincronizaba todas las actividades. A lo mejor se trataba de una herencia europea en la que el tiempo se computaba por reinados o por gobernantes. Existían dos versiones de Colombia: una liberal y otra conservadora; unos colombianos eran liberales y los otros conservadores. Y no era una división romántica, en realidad el país estaba ferozmente polarizado.
Y en esa medida del tiempo estaba de lleno la Iglesia. A finales de 1949, monseñor Miguel Ángel Builes escribió su pastoral de cuaresma n.º 25. Decía allí que el año en curso había amanecido con signos de catástrofe mundial, y acentuaba: El comunismo universal tiene dividida en dos porciones a la humanidad: la una numerosa y potente milita bajo las banderas de la bestia apocalíptica; la otra, menos numerosa y cada vez más debilitada, pelea bajo las banderas de la cruz. La revolución del 9 de abril de 1948, dejó los campos políticos colombianos perfectamente alineados con nuevos y definitivos mojones: el comunismo y el orden cristiano
.¹ El prelado acusó al liberalismo de ser esencialmente adverso a la religión y de haberse transformado en