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Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común: El largo camino de la lucha armada a lucha política democrática
Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común: El largo camino de la lucha armada a lucha política democrática
Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común: El largo camino de la lucha armada a lucha política democrática
Libro electrónico708 páginas9 horas

Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común: El largo camino de la lucha armada a lucha política democrática

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El proceso de paz entre el gobierno nacional de Colombia y las Farc-EP se fijó como propósito esencial del Acuerdo para una Paz Estable y Duradera: el paso de la organización armada a organización política, articulada a la institucionalidad democrática del país, en el marco del orden constitucional; el sistema político, el régimen de partidos y el sistema electoral, en un proceso concebido como de ampliación y profundización de la democracia. Este libro es resultado de un trabajo de investigación que, en lo fundamental, presenta los antecedentes históricos de las tradiciones partidarias de las Farc-EP, el desarrollo de sus procesos políticos internos y los retos de la organización en su inserción política a la vida institucional de la nación, a partir de la implementación de los acuerdos firmados con el gobierno nacional.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 nov 2020
ISBN9789587942552
Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común: El largo camino de la lucha armada a lucha política democrática

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    Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común - Carlos Medina Gallego

    ACRÓNIMOS

    Prólogo.

    El largo camino de la lucha armada a la lucha política democrática

    PABLO CATATUMBO

    Tu odio, nunca será mejor que tu paz.

    JORGE LUIS BORGES

    La reconciliación con la sociedad colombiana es un reto político. En el caso de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc-EP) surgió de la última conferencia guerrillera, ad portas del Acuerdo especial de paz, cuando se determinó un adiós a las armas y a la guerra como paso trascendental al ejercicio de la política: una nueva forma de hacer la política.

    La construcción de la paz debe estar arraigada en las realidades subjetivas y empíricas que determinen las necesidades y expectativas de la gente. A fin de hacer esto posible son bienvenidas todas las discusiones teóricas que sean necesarias para la comprensión de los diferentes conceptos, así como el análisis de las experiencias y las prácticas de la lucha armada, tales como las relacionadas con el poder, la participación, el Estado, la corrupción, la exclusión, la inclusión, la marginación, el terrorismo, la miseria, la pobreza, la ignorancia, los derechos, las libertades, los deberes, la dignidad humana o la desigualdad, y todos aquellos factores íntimamente relacionados con la construcción de una paz integral.

    De la misma forma, en cuanto al empoderamiento pacifista inserto en el Acuerdo especial de paz como un elemento fundamental de implementación y desarrollo, es necesario señalar que aún faltan muchas contribuciones desde la academia para desestructurar el gran arsenal descriptivo, analítico y teórico del poder dominante en sus versiones clásicas de la política y la dominación social. Creo que, desde el ámbito académico, nuestro esfuerzo y nuestra experiencia histórica y política debe contribuir a la construcción de nuevas teorías, fundamentadas sobre la multidimensionalidad y la fractalidad del poder desde las configuraciones de la paz, así como del empoderamiento pacifista como estrategia de cambio y transformación social no violenta.

    En razón a lo anterior, la investigación dirigida por el profesor Carlos Medina Gallego constituye un aporte muy importante a la fundamentación pedagógica, histórica, política y psicosocial sobre el pasado y el futuro de nuestra apuesta política de cambio de las estructuras excluyentes.

    Nuestro país ha sido una nación debilitada y frustrada desde sus orígenes. Esto se remonta a cuando se independizó de España, que ya había arrasado con la población nativa y su cultura y nos impuso a sangre y fuego una cultura ajena de tradiciones retrógradas y ultramontanas.

    Una vez se constituyó como la Gran Colombia, en la Santa Fe de Bogotá de entonces, se atentó contra la vida del libertador Simón Bolívar. En estas tierras asesinaron al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, cuando ya se retiraba definitivamente de la política. No le perdonaron la idea de la patria grande que compartía con Bolívar. La explicación de esta máquina violenta desatada por las élites criollas la consigna Antonio Nariño con maestría en una sentencia que escribió para la historia: Pareciera que no quisiéramos la libertad, sino el mando.

    Las denominadas guerras civiles entre federalistas y centralistas en el siglo

    XIX

    , así como la confrontación liberal-conservadora a mediados del siglo

    XX

    , nos dejaron un 10 % de población desplazada y más de trescientos mil muertos, la expropiación de tierras y la primera experiencia paramilitar por parte del Estado en defensa del régimen semifeudal y excluyente. Asimismo, la confrontación armada liberal-conservadora produjo un hecho notable y de enorme significado: la guerrilla liberal de Guadalupe Salcedo (cincuenta mil hombres en armas, entre otros destacamentos armados). Esa guerrilla fue traicionada por el directorio liberal de entonces y sus jefes; quienes defendieron al pueblo liberal fueron asesinados, perseguidos y encarcelados.

    Pedro Antonio Marín, convertido luego en el legendario Manuel Marulanda Vélez, se inició como guerrillero liberal. Él, su familia, sus vecinos, compañeros y amigos fueron víctimas de esa guerra. A cambio, los guerrilleros de esa época fueron traicionados y asesinados. Por esta razón se asentó en Marquetalia, región del departamento del Tolima, y allí se inició lo que a la postre va a configurar la parte más importante de la historia de un conflicto armado de más de cincuenta años; allí lo alcanzó la nueva cruzada anticomunista, tal como lo describe de manera magistral Pedro Claver Téllez en Punto de quiebre.

    Es necesario señalar que en este punto surge una notable discrepancia histórica con la investigación de la Universidad Nacional de Colombia, realizada bajo la coordinación del profesor Carlos Medina, pues en el texto se asegura que el origen de las Farc fue el Partido Comunista y que estas se convirtieron en su brazo armado. El cruce de caminos entre las Farc y el

    PCC

    tiene una complejidad mucho mayor que la de las teorías clásicas del marxismo-leninismo de la primera mitad del siglo

    XX

    , y solo puede comprenderse si se concibe el surgimiento autónomo de la autodefensa campesina del sur del Tolima como un hecho de resistencia y contestación ante la violencia oficial, las traiciones a los acuerdos y el vacío político dejado por la aniquilación de los liderazgos campesinos de origen liberal de aquel entonces. En esa violación sistemática del derecho a la vida se desconoció el adversario político, así como se torturó, se violó y se exterminó población indígena y negra, hechos por los cuales los gobiernos jamás rindieron cuentas ante la justicia por sus crímenes de Estado.

    Esta guerra, que trascendió la confrontación política entre liberales y conservadores, se dirigió contra el denominado enemigo político, de modo que se declaró la guerra contra el comunismo cuando los conservadores consideraban como tales a los liberales y a los socialistas. Es en el marco de esa guerra que se hacen los ajustes del modelo de desarrollo económico en el que la posesión de la tierra se concentró aún más, las haciendas cafeteras prosperaron y el capitalismo criollo en el agro colombiano tuvo un periodo de desarrollo mientras destilaba sangre.

    Ahora, la pacificación del establecimiento político produjo un fenómeno vergonzoso: el Frente Nacional, un acuerdo político durante dieciséis años entre las cúpulas de los partidos Liberal y Conservador, enfrentados para excluir al resto del país. Sin embargo, dado que la violencia estatal siguió, la población campesina victimizada no renunció al derecho a la rebelión contra los regímenes autoritarios y despóticos como derecho universal consagrado en 1789 por la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

    Esta expresión del poder formalizó la violencia como forma de hacer política y acudió a todos los medios legales, como, por ejemplo, el estado de sitio (o de preeminencia de las Fuerzas Militares [

    FF

    .

    MM

    .]), en busca de la protección del régimen dominante y con el fin de alinearse en la geopolítica de la Guerra Fría a través de la doctrina de la seguridad nacional para conservar el statu quo autoritario y de exclusión. Por supuesto, este fue el germen de las siguientes guerras que han cobrado más de medio millón de muertos, nueve millones de desplazados, usurpación de tierras, centenares de miles de desaparecidos, torturados, viudas, huérfanos, exiliados, dolor y muerte sin fin.

    De esta manera, las Farc fueron una confluencia de guerrilleros liberales, comunistas y sin partido, una estructura guerrillera que establece su propia dirección político-militar y con mucho celo cuidada por Manuel Marulanda Vélez a raíz de una terrible experiencia con la dirección de la regional comunista en el Tolima, la cual tomó decisiones que costaron la vida a más de mil combatientes que se hubieran podido ganar para la revolución. Desde esa época fueron estructuras distintas, con direcciones autónomas que diseñaban sus propias políticas, estrategias y tácticas. Obviamente, se compartían objetivos, concepciones revolucionarias, apreciaciones sobre el país y el mundo, así como sobre lo más destacado: la ideología. Debido a esa identidad, nuestras estructuras debían rendir honores militares a los miembros del Comité Central del Partido Comunista.

    Tiempo después, en el marco de las negociaciones con Belisario Betancur y como parte de un acuerdo político por el que el Estado empeñó su palabra, las Farc-EP se convierten en plataforma de lanzamiento de un nuevo movimiento político: la Unión Patriótica (

    UP

    ). Este se constituyó en el primer proyecto de unidad del país alrededor de la paz en ese tiempo y, de inmediato, caló en la opinión pública y comenzó a crecer. Lamentablemente, la cruzada anticomunista seguía ahí, herida por ese despertar popular en el que veía su propia muerte, de modo que se alzó con todo su arsenal de destrucción y terror. También se despertaron las mezquindades en las filas de la izquierda, pues creían que la

    UP

    les arrebataría su espacio político.

    El profesor e investigador Carlos Medina Gallego acierta por completo al narrar los objetivos y la plataforma política de la Unión Patriótica, desarrolla los lineamientos de su programa de transformación del país y advierte cómo la

    UP

    se convirtió, luego de tres meses de campaña electoral, en el fenómeno político de 1986, de modo que era necesario eliminarla mediante la práctica criminal del terrorismo de Estado: el genocidio (delitos por los cuales ha sido condenado de manera reiterada el Estado colombiano). De igual forma, aborda con suficiencia las razones o causas del genocidio que ahogó en sangre la paz de Colombia. Entonces, volvimos a la guerra: cientos de perseguidos salvaron sus vidas y nutrieron nuevos frentes de las Farc-EP, así como algunos de los integrantes en un principio del Nuevo Liberalismo de Luis Carlos Galán integraron Causa Común y se unieron a la

    UP

    , entre los que se cuenta a nuestro compañero y camarada de siempre Simón Trinidad, hoy victimizado por el imperialismo norteamericano a causa de delitos que jamás pudieron probar en su contra.

    De forma paralela, las Farc-EP continuaron, en medio de su actividad militar, el trabajo de masas, la conquista de la conciencia y la organización de la gente en función de la toma del poder como acción política. Para lograrlo, se organizaban de diferentes maneras y por elección de la misma población, de acuerdo con las condiciones de la confrontación y su intensidad: juntas de acción comunal, sindicatos, asociaciones de tipo legal y otras clandestinas, el Partido Comunista Clandestino Colombiano (

    PC3

    ), uniones solidarias, milicias y milicia bolivariana.

    En su investigación, Carlos Medina Gallego se refiere a otro momento de la historia de las Farc-EP, se trata del lanzamiento del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia. Sobre este episodio es menester expresar que se cae de su propio peso la afirmación de que las Farc privilegiaban lo militar sobre lo político, es decir, lo militar a la organización de pueblo, lo militar para la toma del poder. No hubo nada más costoso en materia política para la guerrilla fariana que el apoyo popular a la lucha, dirigida a la organización política como estrategia determinante de una insurrección popular que culminara con la toma del poder junto con el pueblo y para el pueblo.

    El Manifiesto Bolivariano realizó un diagnóstico del país en el ámbito político, social y económico, así como de los efectos devastadores de las políticas del neoliberalismo, del narcotráfico y su impacto en el país mediante el conocido proceso 8000, la legalización del paramilitarismo en las cooperativas de seguridad Convivir (creadas y reglamentadas por los gobiernos de César Gaviria y Ernesto Samper), conocidas antes como autodefensas y posteriormente como

    AUC

    , con vinculación de jefes del narcotráfico, especialmente con influencia y gestación en el departamento de Antioquia y la gobernación de Álvaro Uribe Vélez, a partir de 1994.

    La característica fundamental del Movimiento Bolivariano consistió en su política clandestina ante la represión del Estado. En este sentido, el Manifiesto Bolivariano, su pieza de divulgación política, desnuda el poder político en Colombia frente a un fenómeno violento y nauseabundo que poco a poco se tomaba el Estado a través del narcotráfico —en asocio con su poder económico y político— con la concurrencia de su clase dirigente y los medios de comunicación, y en el que los banqueros convivían y se enriquecían con el exceso y desbordado poder económico, razones que llevaron a la entrega de buena parte del poder coercitivo del Estado para que, en alianza con paramilitares, las Fuerzas Armadas y de inteligencia policial se combatiera a la insurgencia, se asesinara a líderes sociales y se amedrentaran comunidades agrarias mediante el genocidio.

    Buena parte de estos episodios el país los sufrió como consecuencia de la apropiación de más de ocho millones de hectáreas de tierras. Esto arrojó más de ocho millones de desplazados forzados por el impacto de la violencia, situación que aún subsiste en el propósito de refundar la patria como una estrategia neofascista que se niega a desaparecer. La investigación cualificada y dirigida por el profesor Carlos Medina presenta unas aproximaciones sobre expresiones de violencia y de guerra en Colombia en el último medio siglo que constituyeron el actual sistema político.

    El Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición, a través de sus más valiosos instrumentos, la Justicia Especial de Paz y la Comisión de la Verdad, se encuentra en la tarea de construir un nuevo relato sobre la guerra y para la reconciliación, por el que la sociedad colombiana, la comunidad internacional y los amigos de la paz estable debemos acompañar ese monumental esfuerzo. A esto se une la contribución del profesor Carlos Medina Gallego, como aporte académico en ese mismo camino, ante las versiones de la institucionalidad excluyente, encargadas de controvertir la historia mediante la parcialidad absoluta de su sentencia. Es, por tanto, la tarea de contar la historia con todas las voces.

    La paz en Colombia tiene pocos pero muy poderosos enemigos tanto en el país como en el exterior. Cada minuto se dilapidan tres millones de dólares en la industria de la guerra, razón por la cual se produce armamento destinado a enfrentar, contener y eliminar el propósito de la construcción de la paz. Mientras subsista la economía de la guerra existirá un obstáculo para consolidar el camino de la democracia real. En nuestro país las contradicciones en el poder, en los partidos, en las Fuerzas Armadas (FF. AA.) y en los sectores empresariales agrarios, mercantiles e industriales no desaparecieron frente al tema de la guerra; al contrario, esta los unía y los une aún.

    La lucha por la tierra, por el salario digno, la educación, los derechos, la vivienda, la salud y la participación bajo la sindicación de comunismo se convirtió en la excusa para eliminar a los luchadores sociales y a los oponentes políticos ante esa situación de violencia criminal; en consecuencia, todos los colombianos que luchamos en el ejercicio legítimo del derecho a la rebelión, hermanados por el cambio social y político, fuimos convertidos en el enemigo interno de la sociedad colombiana. Así, se acudió al principio de Maquiavelo según el cual el fin justifica los medios, y no se reconoció que siempre existieron los elementos constitutivos del conflicto armado por razones sociales, políticas y económicas, de acuerdo con el derecho internacional público y el derecho internacional humanitario (

    DIH

    ), aplicables en el país como parte suscribiente de los diferentes protocolos y acuerdos para humanizar el conflicto armado.

    En este sentido, lo que dio origen al Acuerdo especial de paz de La Habana fue el reconocimiento histórico por parte del Gobierno nacional de la existencia de un conflicto armado con profundas y estructurales causas sociales, económicas, políticas, culturales y ambientales. De esta forma, la unidad para la guerra se transformó en la posibilidad de la construcción de una paz estable y duradera. Se trata de una transformación difícil, penosa, con avances y retrocesos. Los vociferadores y enemigos a ultranza del Acuerdo especial de paz se resisten a entender la naturaleza histórica y filosófica de este proceso constructor. Algunos otros reclaman, casi siempre desde la comodidad, no haber decretado la muerte del capitalismo, no haber acordado con el Gobierno el triunfo revolucionario. Son radicales de palabra y pusilánimes de espíritu.

    De la investigación académica del profesor Carlos Medina Gallego se deducen los temas y puntos fundamentales del Acuerdo especial de paz para la terminación de la guerra. En este sentido, destaca los cambios necesarios para el proceso de modernización del país, dimensiona la profundización de la democracia, los retos de nuestra organización política y, lo más importante, la proscripción de la violencia como método de acción política por todos los medios.

    Por estas razones, las Farc-EP se transforman en partido político como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, así como se transformó la guerra en paz. El partido nace con su programa y sus estatutos consignados en textos que describe de manera amplia el profesor en la investigación, y que incluso detalla a través de definiciones teóricas y académicas en procura de una mejor comprensión de su nuevo papel como adversario político en el escenario nacional.

    ¿Qué ha cambiado? Para resolver esta pregunta es necesario acudir a nuestras experiencias de la lucha armada y de las prácticas denominadas autoritarias por vastos sectores de la sociedad, pero que internamente se desplegaban mediante la expresión del método científico y dialéctico de construcción democrática, siempre presente en la organización política y militar (aun en sus momentos más difíciles frente a la degradación del conflicto armado y sus propias particularidades), y los cuales hoy se constituyen en referentes necesarios para el presente de nuestra vida política.

    Somos aún revolucionarios: comunistas, socialistas, con expresiones y matices, que no se repelen en lo fundamental, sino que se complementan según la construcción política de cada ser humano caracterizado por sus experiencias, sus conocimientos y sus prácticas de la lucha revolucionaria. Asimismo, como estrategia en la toma del poder para el pueblo, primero, por la vía de las armas en cuanto vanguardia del proceso político; ahora, mediante la acción política en la confrontación de las ideas políticas, en la medida en que es una nueva forma de hacer política en su condición de adversario político. En este sentido, nuestra convicción política consiste en la lucha por la conciencia de las masas para el cambio a través de todas las organizaciones y espacios democráticos posibles. Todo con el espíritu de sacrificio, la disciplina, la tenacidad, la voluntad y la amplitud de pensamiento que nos dejó nuestra vida guerrillera en defensa de los intereses de la población más excluida y victimizada de Colombia.

    La guerrilla fariana tuvo particularidades cuando confrontó por las armas el régimen hegemónico y logró poner en jaque al poder excluyente y dominante en Colombia. Las Farc-EP se desplegaron por todo el territorio nacional, de modo tal que se convirtieron en una fuerza muy seria que requirió de la intervención directa de potencias extranjeras —como, por ejemplo, Estados Unidos (

    EE

    .

    UU

    .), Inglaterra e Israel— en ejercicio de la doctrina de la seguridad nacional, a fin de garantizar el predominio de la burguesía nacional y del capital económico norteamericano y así detener su avance hacia el poder. En su crecimiento, nuestra resistencia revolucionaria contó con el apoyo irrestricto de enormes masas populares que, a causa de su solidaridad política, sufrieron el embate y la guerra a muerte por medio del terrorismo de Estado con aliados del crimen.

    Esas particularidades del ejercicio de la resistencia armada y política por décadas están íntimamente relacionadas con la democracia interna en las Farc-EP, cuando, en el interior de su organización, se acudía a la participación y a la deliberación de sus decisiones, pero siempre en observancia de la disciplina armada que exigía la confrontación. De esta forma, si bien fue necesario contar con una estructura vertical de orden y mando, incluso esta organización siempre observó el consenso para las decisiones logradas por las mayorías en el interior de la guerrilla. Así, estaban reglamentadas las asambleas generales de guerrilleros, las cuales podían convocarse cuando fuera necesario para la discusión de los asuntos urgentes. De la misma forma, las conferencias nacionales de las Farc convocaban a toda su estructura mediante un debate amplio sobre los aspectos militares, políticos, organizativos o propagandísticos, y en temas referidos a la logística, la salud, la educación o el despliegue de la fuerza a través de los frentes o de bloques.

    Como resultado de esta dinámica de construcción de la organización se elaboraban las tesis centrales a causa de una amplia participación en cada frente o unidad y se proponían listas de integrantes a los estados mayores, así como al Estado Mayor Central, como ejercicio de la democracia. Cuando se agudizó la confrontación armada y no se permitía esta amplia concepción, se acudió a medios de comunicación más seguros. Los integrantes del Secretariado Nacional hacían contacto diario, intercambiaban informes, opiniones y noticias, es decir, debatían el acontecer diario. En las Farc-EP se aprendió-construyendo a debatir con altura, con sinceridad, con la verdad y la honestidad de quienes no buscaban prebendas personales y siempre con respeto por los mecanismos democráticos y con acatamiento de las decisiones.

    Nunca existieron componendas, listas ocultas, fraccionalismo, oportunismos o ruedas sueltas. Por supuesto, como en toda organización humana, hubo excepciones que le hicieron mucho daño al movimiento.

    Sobre la construcción como partido político es necesario decir que las formas de la mecánica política dominante y tradicional en el escenario colombiano, en cuanto son una manera de hacer política, han intentado filtrarse pero han perecido en el camino de las convicciones. Además, sus exponentes cada vez pierden más credibilidad y seriedad mediante la autocrítica permanente en nuestros principios y valores políticos, los cuales se mantienen incólumes.

    Asimismo, existía dentro de las Farc un partido político (eso sí, ¡nos faltó crear un partido liberal, otro conservador y otro socialdemócrata!); cada escuadra era una célula comunista en la que los mandos dejaban de serlo y se convertían en militantes al mando de los secretarios políticos que impartían los niveles de organización y educación. En su desarrollo e implementación se acudía a la discusión democrática una y otra vez, incluso en lo militar existía una instancia en la que se podían pedir expli-caciones, proporcionar informes y participar. La relación era diaria, cada veinticuatro horas, sobre el transcurrir de la vida cotidiana de la guerrilla.

    En este tiempo, el Consejo de Política Nacional y las demás instancias de dirección del partido eliminan los caudillismos y se imponen las decisiones consensuadas y colegiadas como construcción política permanente. El cambio de las Farc-EP en armas al Partido del Común es fundamental y acorde con sus distintas manifestaciones. La guerrilla fariana era una estructura vertical como organización que implicaba un ejército irregular, con instancias y momentos democráticos que definían su vida militar y política. El nuevo partido, el Partido del Común, es una organización horizontal en el que cada integrante es un líder político, un organizador de la revolución democrática. El Partido del Común no es solo un partido de opinión, cuenta con una estructura y responsabilidades en las que se ejerce la democracia deliberativa, cuyas conclusiones se socializan y vuelve el ciclo de los disensos y consensos para obtener las conclusiones mediante tesis y antítesis. Es un partido de lucha y acción cuya forma de organización tiene que ver con el cumplimiento de metas y objetivos determinados y debidamente planificados.

    El anticomunismo, que se ha sembrado profundamente en la sociedad colombiana y en otras del mundo, ha polarizado una sociedad a la que han conducido a una precaria educación en valores democráticos y ha permeado incluso a la izquierda, lo cual no permite un debate serio sobre el centralismo democrático. Este es un principio de organización, un método, no es más; no restringe la democracia interna. Lo que sí restringe es la acción política sin argumentación, porque en el centralismo democrático se establece la dirección ideológica que se traduce en acciones de lucha y se decide por mayorías. Las posturas minoritarias deben asumir las mayoritarias, aunque se esté en desacuerdo. Sin embargo, cuando llegue el siguiente momento del debate pueden participar con sus propuestas que, aunque derrotadas, son importantes para el ejercicio de los disensos.

    Así, sucede que en el interior de las Farc-EP algunos llegaron sin entender esa práctica política, y adentro de la organización tampoco la aprendieron. De la misma forma, la ausencia de democracia en el ejercicio tradicional de la política colombiana produjo personas con egos desmesurados en cuanto expresiones de la conducta humana que nada tienen que ver con las ideologías. Además, ese fenómeno o condición humana aparece en las organizaciones políticas que suponen la interacción, el debate de las ideas y las satisfacciones personales, de lo cual no escapa el Partido del Común, a pesar de que se compelen mediante la disuasión y la construcción de valores.

    Cada cual carga su propia historia, repleta de virtudes y defectos, de esta manera llega a la guerrilla y luego a la lucha política legal. Cada persona es un universo y así aporta a la lucha revolucionaria lo que tiene adentro. Unas veces predomina el egoísmo a cambio de la solidaridad y la fraternidad como práctica del ejercicio de construcción política.

    En la

    X

    Conferencia Nacional Guerrillera de las Farc-EP se aprobó el Acuerdo general para la terminación del conflicto (previamente se había cumplido con su pedagogía). Esta pedagogía se llevó a cabo en todas las estructuras de la organización mediante asambleas guerrilleras en las que los combatientes tuvieron la oportunidad de opinar de forma amplia sobre los distintos temas tratados, y así llegar a conclusiones consensuadas. De igual forma, se habían recibido los informes elaborados por las asambleas guerrilleras como producto del debate democrático. En el transcurso de la negociación se tuvo informada a la guerrillerada de cada avance y retroceso, muy a pesar de las dificultades que imponía el Gobierno con respecto a las comunicaciones y la posibilidad de una tregua bilateral. Basta con observar las decenas de videos que se hicieron públicos y se difundieron por el mundo en los que la guerrillerada debate sobre los temas estructurales, la guerra y la paz, así como sobre su compromiso con el pueblo y con los cambios necesarios en la sociedad, con el fin de incorporar al sistema político más derechos y más libertades. Así, guerrilleros y políticos informados hicieron suyos los debates de la agenda del proceso de negociación, y luego hicieron lo propio con el Acuerdo especial de paz.

    Ahora bien, al profesor Carlos Medina Gallego, así como a todo el grupo de investigación, es necesario hacerles un reconocimiento por su esfuerzo académico, el cual contribuye al análisis dialéctico de nuestro compromiso político con los colombianos más excluidos, al acometer los temas que constituyen los ejes de construcción de una paz integral desde los escenarios del saber. No queremos una paz anémica —como es el deseo de los gobiernos del orden y la seguridad a raja tabla— y en contra de los derechos y de las libertades del pueblo. Tampoco queremos una paz amnésica, aséptica y afásica. Estamos en la arena política con el propósito de luchar por una paz luminosa, vinculante, deliberativa, incluyente, solidaria y responsable de un Estado que hoy se encuentra al servicio de la exclusión.

    Nuestro compromiso consiste en abrir espacios democráticos a fin de posibilitar la discusión científica social y política, lo cual nos permita crecer en la difícil tarea del ejercicio de la política. En síntesis, coincidimos en los propósitos esenciales de la investigación dirigida a la construcción de pensamiento y la construcción de una paz estable y duradera que se escriba con la palabra de la dignidad. Estas razones nos permiten concluir que serán necesarias otras posturas divergentes, en las cuales encontremos convergencias como parte de una senda hacia la paz integral y frente a los traumas colectivos e individuales de un espinoso conflicto armado.

    Finalmente, el presente trabajo investigativo constituye un insumo documental importante para la valoración del conocimiento y la memoria del conflicto, en la medida en que es un referente de los retos y obstáculos de hoy e implican la construcción de la paz integral desde la acción política de nuestro partido político: una historia que se construirá día a día.

    Bienvenidos los libros, los viejos y los nuevos, los que narran e interpretan las historias de las luchas de los pueblos por su emancipación. Bienaventurados los escritores que, en algunas ocasiones a riesgo de su propia vida, su seguridad y su tranquilidad, aportan a la construcción de un relato sobre el poder, la política, la economía, la sociedad y sus contradicciones. En este mundo, en particular en un país como Colombia, la universidad no ha dejado de ser una barricada de resistencia, un referente intelectual, ético y moral para la sociedad: la conciencia crítica de la nación.

    En estos valores se inscribe el libro de Carlos Medina Gallego sobre un aspecto del proceso de paz en Colombia, con el fin de contribuir al entendimiento del conflicto armado y el Acuerdo especial de paz que fue suscrito entre el Gobierno nacional y la organización guerrillera Farc-EP. La Universidad Nacional de Colombia, la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, el Grupo de Investigaciones en Seguridad y Defensa, y el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz-

    CPSPP-UN

    , con la coordinación de Alejo Vargas Velázquez, fueron imprescindibles en la tarea de contribuir a la construcción de confianzas en los tiempos difíciles de la negociación y seguirán siendo fundamentales para narrar y reconstruir un relato de reconciliación nacional que se hace cada vez más importante.

    Así, Medina Gallego, en su condición de docente-investigador de la universidad hace entrega a la comunidad universitaria –y a la sociedad en general– de una detallada e importante investigación sobre la organización guerrillera de las Fuerza Armadas Revolucionarias de ColombiaEjército del Pueblo desde sus orígenes hasta el actual proceso de organización política, ahora partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, como un largo camino de la lucha armada a la lucha política democrática.

    A fin de hacerlo posible, la investigación acude al trabajo interdisciplinario y toma así en consideración la historia, la sociología, la política, la antropología, de manera que con las herramientas de estas ciencias aborda los antecedentes de las iniciales Farc como organización armada en autodefensa campesina y sus vínculos con las expresiones políticas a través del trabajo de masas en estructuras organizadas durante más de cincuenta años. Centra su atención en las relaciones de las Farc con el Partido Comunista Colombiano, la Unión Patriótica, el Partido Comunista Colombiano Clandestino y el Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, hasta la constitución del Partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, reconocido por la institucionalidad en cumplimiento del segundo punto del Acuerdo especial de paz, en la perspectiva de una apertura democrática para construir la paz como una experiencia histórica en la vida política nacional.

    La investigación, en un esfuerzo metodológico y teórico, se adentra en la definición y el desarrollo de los diferentes temas que hacen parte del espectro político del partido Farc. Tiene el mérito de relacionarlos de manera íntima, como, por ejemplo, lo hace con la seguridad, el posconflicto armado, la plataforma ideológica del partido político (en el que se destaca su organización interna mediante un análisis crítico-constructivo), y se plantean las diferentes dificultades, experiencias y retos que ha tenido que sortear la nueva organización para avanzar en su consolidación como partido político en el interior del ordenamiento institucional.

    En este recorrido metodológico y conceptual se acude a diferentes hipótesis de trabajo en el imprescindible marco de la libertad de pensamiento, con las cuales algunos coincidimos desde la experiencia; otras reflejan un resultado teórico apoyado con abundante bibliografía y fuentes documentales que, en definitiva, constituye nuevas visiones que se tienen desde el ejercicio político interno de la organización.

    En general, lo que reafirma el trabajo de Medina Gallego es la diversidad de posturas ideológicas y políticas sobre el pasado, el presente y el futuro de una organización que se construye de forma permanente. Dada la naturaleza cualitativa de esta investigación, se constituye en un importante acervo documental que será de mayor utilidad para la discusión dialéctica como método del conocimiento sobre el proceso de transformación de las Farc-EP en partido Farc, y el largo trasegar de la lucha política armada hasta la lucha como partido político en un escenario en el que el poder de la organización se erige sobre la justeza de sus ideas y la contundencia de sus palabras.

    Quizá una de las temáticas más importantes se refiere al desarrollo y el futuro de la estructura política partidaria, en la cual se recogen dificultades y obstáculos en el contexto del difícil tránsito enfrentado por la organización en armas. Demanda así la apertura de pensamiento ante los nuevos retos, así como de la realidad de resistencia frente a los ejercicios de dominación política por parte de los partidos hegemónicos, de las dinámicas de exclusión y de autoritarismo que constituyen los referentes históricos que fueran enfrentados desde la lucha armada y ahora se expresan como estrategia política desde la palabra y la construcción democrática a fin de lograr, a mediano y largo plazo, la trasformación social, política, económica, cultural, étnica y ambiental que requiere la paz integral como manifestación de la justicia social en Colombia.

    El presente trabajo de investigación cualificada contiene distintas conclusiones y orientaciones que son bienvenidas para el escrutinio de la formación política del partido político Fuerza Alternativa y Revolucionaria del Común, en cuanto son elementos estructurales y un nexo entre la academia y la realidad política que propicia un diálogo democrático de saberes que nutre la comprensión de la realidad del país y permite concluir la necesidad inaplazable de nuestra lucha actual en el ejercicio de la política, a fin de lograr la construcción a mediano y largo plazo de una ciudadanía más participativa y deliberativa que ejerza la defensa de la dignidad humana, los derechos fundamentales, humanos y colectivos, y así lograr la justicia social como construcción de la paz estable y duradera pactada entre las Farc-EP y el Estado colombiano.

    Sirvan estas ideas al propósito de que la memoria colectiva, la memoria, la justicia social, la verdad, la reparación, la no repetición y la reconciliación sean conceptos necesarios de desarrollo y socialización en las aulas y fuera de ellas, así como para acrecentar nuestra pedagogía de paz sin odios a través de la memoria individual y colectiva, todo lo cual abra los caminos de la esperanza, pese a las espinas del autoritarismo, el odio y la exclusión que hoy de nuevo se ciernen sobre Colombia.

    De esta forma, expreso el reconocimiento a la loable labor académica de la Universidad Nacional de Colombia, primer centro de educación superior del país, en una tarea que no debe terminar: la construcción de una vida democrática en Colombia. Una apuesta por la verdad.

    7 de agosto de 2019

    Año del bicentenario

    Presentación

    El proceso de paz adelantado entre el Gobierno nacional, en cabeza del presidente Juan Manuel Santos, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (Farc-EP), se fijó como uno de los propósitos esenciales del Acuerdo para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera. Esto supuso el paso de la organización armada a una organización política, articulada a la institucionalidad democrática del país, en el marco del orden constitucional, del sistema político, del régimen de partidos y del sistema electoral, en un proceso que se concibió como de ampliación y profundización de la democracia.

    La conversión de la organización armada en un partido político no es una empresa fácil, a pesar de los conocimientos acumulados y adquiridos por las Farc-EP a lo largo de su historia en el desarrollo de la vida partidaria, de la que nacen, se desprenden y se originan nuevas experiencias, unas veces compartidas con otras organizaciones y otras producto de sus propias lógicas y necesidades. Las Farc-EP, como organización política con estructura partidaria, presenta en el desarrollo de su historia cuatro momentos organizativos que la revisten de características particulares y complejas, los cuales son la base esencial sobre la que se soporta su experiencia en la perspectiva de la configuración de una nueva fuerza política en el desarrollo de la fase de implementación del acuerdo:

    Primer momento . Surge esta guerrilla en el interior del Partido Comunista Colombiano (

    PCC

    ) en las tradiciones de autodefensas de la década de los treinta del siglo

    XX

    . Adquiere un particular desarrollo en la década de los sesenta, cuando se origina la organización guerrillera después del ataque a Marquetalia. La organización es la expresión del principio asumido por el Partido Comunista en torno a la combinación de todas las formas de lucha, que compromete no solo la lucha social y política amplia, sino también la resistencia armada a todas las formas de opresión en la lucha clandestina. Es la historia de las Farc-EP como parte constitutiva del Partido Comunista de Colombia, de sus estructuras de dirección y de sus particulares formas de organización celular. En este periodo se nutre de los cuadros del partido articulados al movimiento social, sindical, campesino, juvenil y popular, y se encuentra subordinada a las directrices políticas del partido, así como a su concepción estratégica de la lucha política. Un punto de inflexión y de rupturas comienza a producirse en la década de los ochenta, lo que origina luego, en el marco del proceso de paz con Betancur, un vigoro proceso de transformación política cuyo principal producto es la Unión Patriótica (

    UP

    ).

    Segundo momento . En el marco del proceso de paz de La Uribe, durante el gobierno del presidente Belisario Betancur, las Farc-EP impulsan con el

    PCC

    y otras fuerzas políticas, en medio de un escenario de apertura y reformas políticas, la creaciónde la Unión Patriótica. Esta tendrá un importante desempeño electoral antes de verse abocada a una estrategia de exterminio, resultado de la política de implementación de la doctrina de la seguridad nacional y el surgimiento y desarrollo del paramilitarismo institucional.

    Tercer momento . La difícil situación que se generó a raíz del genocidio de la

    UP

    , lo cual obliga a la separación entre el

    PCC

    y las Farc-EP a finales de la década de los ochenta y comienzos de la de los noventa, convierte a la organización en una estructura independiente del partido que centraliza el mando político-militar. Diez años crece la organización en el fortalecimiento de sus estructuras militares y el proyecto de convertirse en un ejército del pueblo, mientras desarrolla, de manera simultánea, las actividades políticas y militares. A finales de la década de los noventa y comienzos de la primera década del siglo

    XXI

    , las Farc-EP desarrollan, a fin de coordinar su vida política interna y su relacionamiento con la comunidad política nacional e internacional, el Partido Comunista Colombiano Clandestino (

    PCCC

    ) (concebido como una estructura cerrada muy pegada a las formas de la organización del ejército) y el Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia (

    MB

    ) (enfocado en el relacionamiento con los sectores sociales y las masas).

    Cuarto momento . A raíz de los acuerdos que resultaron de las conversaciones de La Habana con la administración del presidente Juan Manuel Santos, surge un nuevo partido que inicia su vida política en el orden institucional con el nombre de Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), cuyas características esenciales se encuentran, en la actualidad, en un lento proceso de construcción. Esto a partir de distintos matices y en medio de dos grandes formas de pensar la organización: una atada a los fundamentos de marxismo-leninismo, a las formas tradicionales de los partidos leninistas y el centralismo democrático; y otra que se abre de manera amplia a las más variadas formas del pensamiento democrático de fundamento crítico y social, así como a la configuración de una estructura partidista de nueva naturaleza capaz de insertarse de forma natural en el complejo sistema político y de partidos de la nación colombiana.

    Este trabajo de investigación, en lo esencial, busca presentar los antecedentes históricos de las tradiciones partidarias de las Farc-EP, el desarrollo de sus procesos políticos internos y los retos que se le presentan a la organización en su inserción política a la vida institucional de la nación a partir de la implementación de los acuerdos firmados con el Gobierno nacional. No es un trabajo de investigación fácil, dada la particular movilidad de los acontecimientos en un periodo de transición cargado de las vicisitudes propias de la vida política nacional y de la complejidad de las relaciones internas de la organización. Esta se construye ahora en nuevos ordenamientos políticos resultantes de la contrastación de unas formas arraigadas de construcción de relaciones de poder propias de la guerra, cuyas características son de naturaleza vertical, hacia los escenarios de su propia y compleja democratización que se fundamenta, esencialmente, en relaciones horizontales que se configuran a través de tensiones y matices político-ideológicos que se disputan posicionamientos de autoridad en la conducción de la organización partidaria en el nuevo escenario político.

    En cuanto a la metodología, el trabajo se mueve entre las elaboraciones bibliográficas que se encuentran con relación a la organización (resultado, en lo esencial, de trabajos anteriores del autor), documentos oficiales de la organización elaborados para distintos eventos (los cuales son la base esencial de la construcción del nuevo partido y dinamizan las discusiones internas), y un trabajo de campo que permitió acercamientos a distintas visiones de la construcción del partido y a sus tensiones mediante entrevistas desestructuradas, así como en largas y ricas conversaciones grabadas con miembros del partido Farc-EP involucrados en diversos grados de responsabilidad, autoridad y militancia de base.

    Esta investigación se propuso seguir elementos metodológicos de los estudios realizados por la Fundación Berghof, liderada por Veronique Dudouet, Katrin Planta y Hans J. Giessmann, los cuales posibilitan análisis particulares sobre el paso de organizaciones armadas a organizaciones políticas exitosas. No obstante, con la libertad para tomar en consideración los elementos metodológicos propuestos por la Fundación Berghof a fin de considerar el caso de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común desde un enfoque aplicado, el cual se libera en la especificidad del universo de generalizaciones que suelen considerarse en las formulaciones teórico-metodológicas, de manera que la aproximación sea útil en lo que concierne al caso colombiano y, en particular, al entendimiento del proceso de transición del nuevo partido.

    El trabajo, en su conjunto, está atravesado por un enfoque teórico y metodológico que no se explicita a la manera de una tesis doctoral o un trabajo monográfico como un apartado independiente, sino que se adhiere a la construcción de las narrativas de cada uno de los capítulos en los que se ha estructurado el informe final de esta investigación.

    El autor tiene absolutamente claras las dificultades y los retos que representa historiar un proceso que está en ciernes y sobre el cual todo está por decantarse y construirse a futuro. No obstante, considera que la investigación se construye a la vez como crónica y memoria de un periodo determinante de la historia política de la nación y de los tránsitos que en ella realizan hoy quienes fueron por décadas protagonistas de la guerra.

    Así, metodológicamente se presta especial atención a los elementos de la argumentación que son de obligatoria referencia y se encuentran presentes en las historias y análisis posteriores, puesto que no hay forma de prescindir de ellos, aun cuando cada momento los cargue de nuevas y más profundas significaciones.

    La conversión del enemigo en adversario político

    No sin dificultades y con poderosos opositores marcha la implementación del Acuerdo para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera.

    Los logros alcanzados en los temas de desarrollo agrario integral, participación política, drogas ilícitas y víctimas resultan, a tres años de la firma del acuerdo y la implementación, aún precarios e insuficientes, tal como lo han señalado los informes que se han presentado. La decidida voluntad de paz de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común choca contra distintas circunstancias que los obliga a utilizar todos los medios legales para exigir el cumplimiento por parte de la sociedad y el Estado colombianos del acuerdo firmado. Estos obstáculos seguramente se abordarán con inteligencia en busca de superar todos los aspectos de orden político, jurídico-constitucional, social, administrativo y técnico que sea necesario sortear.

    En esta sección se presenta una reflexión sobre la conversión de las Farc-EP de enemigo en el campo de la guerra a adversario en el campo de la democracia, de manera que precede el abordaje del actor político como tal.

    El camino de la guerra hacia la democracia

    Un lugar para el otro

    A pesar de los pocos avances en materia de implementación y cumplimiento del acuerdo a tres años de su firma, un debate en ciernes que debe adelantarse en el seno de la sociedad colombiana corresponde a la construcción de las subjetividades colectivas que le dan –antes, durante y después de los acuerdos– un lugar al otro en una sociedad que debe transformarse en la construcción de lo político y lo público.

    Se asume que para una concepción moderna, democrática y pluralista de la sociedad es inaceptable partir de una noción negativa de la percepción política del otro en cuanto enemigo, ligada al dominio e imposición del poder instituido, como si no existiera otra alternativa capaz de construirse en legitimidad y legalidad, desde lo político y lo público, más allá de la enemistad de la guerra en un universo de reconocimiento de la diferencia como fundamento y esencia de las prácticas democráticas.

    El enemigo como un otro no

    Por el contrario, persistir en la idea de considerar al opositor como enemigo es un obstáculo mayor para cualquier proceso de paz y reconciliación.

    El enemigo es un otro que representa la negación del propio modo de existencia de las instituciones y de la sociedad, por tanto, persiste en su destrucción y, en consecuencia, es natural que la sociedad y el poder instituido lo rechace o combata a fin de mantener su forma de vida, la cual depende de la destrucción total de ese otro distinto. En estas condiciones, es el ejercicio del poder de la fuerza a través de la violencia y la guerra la que busca saldar una relación política irreconciliable.

    En ese estado de percepción y confrontación se desarrollaron sesenta años de conflicto armado y guerra en Colombia. Ahora bien, la guerra procede de la enemistad, ya que esta es una negación absoluta del ser distinto. De esta manera, la guerra se presenta como el medio político extremo de la oposición amigo/enemigo, de modo que lo político adquiere un particular sentido en ese contexto de confrontación. Se posibilita, entonces, un escenario distinto al exterminio mutuo en un proceso de diálogos y acuerdos que trasforman de forma sustancial la naturaleza de la percepción del otro, del ser distinto en cuanto adversario legítimo en un escenario de confrontación democrática.

    De ahí que el paso de la condición de enemigo a la condición de adversario sea un salto cualitativo de la confrontación del escenario de la guerra al ejercicio pleno de la lucha democrática.

    El adversario como un otro sí

    Sin embargo, el reconocimiento de la condición de adversario legítimo reviste la aceptación de la existencia de un ser colectivo que adquiere identidad en el reconocimiento de su condición de diferente, así como en la identificación de sus idearios y propuestas como socialmente legítimas.

    En este sentido, en un proceso de solución política no se trata de someter u homogenizar las formas de pensamiento, de manera que se aniquilen así las posibilidades de ser, pensarse, expresarse y actuar desde la riqueza propositiva de la diferencia y en el ejercicio del disenso como fundamento del ser oposición.

    Resulta lesivo para la construcción de contextos de convivencia democrática y desarrollo social y económico percibir al potencial adversario político como enemigo público y no como adversario legítimo. El Estado, en cuanto unidad política, tiene la capacidad y el monopolio de la determinación política, y esa capacidad debe colocarla al servicio de la construcción de la paz y de la democracia en el reconocimiento del otro opositor como adversario legítimo.

    En los diálogos de La Habana surgieron los enunciados que permiten superar una teoría del Estado total que elimina la diferencia entre este y la sociedad, por la cual se identifica la política con lo meramente Estatal, separada de la sociedad.

    La política más allá de la política

    Hoy se reconoce con facilidad cómo en el país se ha producido una despolitización de la sociedad, un desplazamiento hacia el marketing y el mercado electoral, así como una creciente politización de la sociedad civil en un paso acelerado de la lucha reivindicativa hacia el desarrollo de un modelo de participación política que compromete nuevos escenarios, en los cuales la política es mucho más que el ejercicio del poder político asumido a través de los procesos electorales para el ejercicio de la función pública.

    Así se constituye en fundamento de una práctica social que contempla procesos colectivos de toma de decisiones, elaboración de planes y programas de desarrollo, estructuración de presupuestos participativos con pertinencia en la realización de obras que contribuyan a la generación del bienestar estratégico de la sociedad y a fortalecer entidades administrativas, así como al potenciamiento de la capacidad de gestión social de las comunidades, de acciones que no constituyen otra cosa que la ampliación y la profundización de la democracia.

    Sin embargo, la aceptación del adversario no es solo el reconocimiento de un otro distinto; es también la aceptación explícita de que el objetivo de la política, su tarea, es la construcción del orden social, el cual se logra a partir de elaborar alternativas posibles tendientes a la transformación de las condiciones de vida actuales.

    Es un orden que no significa necesariamente armonía, sino conflicto dinamizado por una cultura y una práctica política que se compromete en la construcción de ese nuevo orden deseado. De ahí que resulte mejor utilizar la categoría de posacuerdo a la de posconflicto, en la medida en que las sociedades se desarrollan y alcanzan la mejor convivencia y el mayor nivel de bienestar cuando logran tramitar sus contradicciones y conflictos en los escenarios del diálogo y en la institucionalidad democrática.

    Hoy, en el desarrollo del proceso de implementación de los acuerdos, es urgente y necesario que el Estado-gobierno impulse una pedagogía de paz por la cual se construya una subjetividad colectiva –la cual le da un lugar al otro distinto en su calidad de adversario legítimo– en los escenarios de la vida política de la nación, y evite así toda práctica que descalifique, construya polarización, desencuentro, odios y guerra.

    Superar la cultura del odio y la venganza

    La transformación de las prácticas democráticas la precede el cambio de cultura y de actitud de la ciudadanía, así como de la institucionalidad política, frente a la diferencia en el marco de la construcción de un escenario que deja de lado los odios y los encadenamientos de las venganzas, y se mueve en cambio hacia una cultura que se reconoce y se valora en el

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