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Guerrilleros y soldados
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Guerrilleros y soldados

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El complejo fenómeno de la violencia política está aún por historiar en Colombia.
Las diversas aproximaciones que se han intentado tocan más el área sociológica, o se sitúan en el género narrativo, bien distante del rigor histórico.
El gran vacío obedece quizás a una combinación de elementos: algo de repulsión por un tema saturado de crueldad y salvajismo de perfiles primitivos, temor reverencial por emprender un juicio de responsabilidades, tendencia a describir los acontecimientos desentrañando el pretérito en vez de hacerlo sobre los frescos testimonios del presente.
Por estas y otras muchas razones, Guerrilleros y Soldados, del profesor norteamericano Russell W. Ramsey reviste valor biográfico propio. Se requería que alguien acometiese la tarea y abriese el camino, desiertos aquella y este, de presencia nacional.
Alguien que pudiese hacerlo con la objetividad de quien no ha formado parte, emocional, ideológica o banderiza, del drama que hirió profundamente al alma colombiana y aun no logra superar sus efectos residuales.
Militar de carrera, graduado en la Academia de West Point, Ramsey lo refleja en su estilo directo despojado de retórica. Su precisión analítica y la meticulosidad con que indaga en la maraña de documentos y testimonios en busca de verdad histórica, revela esa simbiosis entre el profesional de las armas y el “scholar” que no es muy frecuente en los ejércitos, pero que, cuando aparece, adquiere carácter peculiar y expresión propia.
Retirado de las filas en forma voluntaria, a raíz de la profunda decepción que la guerra de Vietnam produjo en numerosos militares estadounidenses, se consagró a las disciplinas universitarias, la investigación histórica y la cátedra.
Guerrilleros y Soldados es, al menos dese el punto de vista colombiano, la obra culminante de las ya numerosas que Russel W. Ramsey ha dedicado a penetrar en las raíces y circunstancias de las luchas ideológicas contemporáneas, incluida desde luego, violencia tripartidista de liberales, conservadores y comunistas en Colombia.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 may 2022
ISBN9781005595203
Guerrilleros y soldados
Autor

Russell W. Ramsey

Russell W. Ramsey, historiador militar, nacido en Estados Unidos en 1935. Es uno de los investigadores de la fenomenología de la violencia en Colombia, que mejor conoce la dinámica de los procesos revolucionarios y conflictos armados en el país.

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    Guerrilleros y soldados - Russell W. Ramsey

    Los orígenes remotos de la violencia

    Los grupos étnicos que más se destacan en la zona rural de Colombia durante la época de la violencia no son los indios ni los españoles. Es la raza mestiza que a partir de 1550 se constituye como núcleo dominante en la zona.

    Aunque no se puede desconocer que en la época de la violencia había grupos de descendientes puros de los indios, hay que anotar que la gran mayoría de los participantes eran mestizos y que éstos fueron los dirigentes locales de la violencia, a pesar de que el poderío político tendió y ha tendido a concentrarse en manos de familias cuya ascendencia es, en un alto porcentaje, de raza blanca.

    De esta suerte se puede hacer notar también, que la historia colombiana fue escrita en gran parte por la intelligentsia blanca, que a menudo ignora al elemento más representativo en la existencia de la nación: el mestizo.

    Consideraciones geográficas

    Es imposible separar el análisis del pueblo colombiano del estudio de su geografía, cuya síntesis social encierra las claves para descubrir el origen y desarrollo de la violencia. La mayor parte del territorio colombiano yace al norte de la línea ecuatorial (12° 30' latitud norte hasta 4º 13' latitud sur) y solamente las tierras bajas tienen clima tropical.

    Las planicies en los litorales del Caribe y Pacífico están pobladas por blancos, negros y mulatos, con muy pocos mestizos como parte de ese grupo étnico. La violencia no corresponde a estas regiones, ni en su historia pasada ni en los tiempos modernos. Tampoco tiene vínculos raciales ni geográficos con las políticas violentas de la cuenca del Caribe.

    La gran masa mestiza habita las laderas de las tierras altas y los valles de las tres grandes cordilleras, que forman el término meridional de los Andes. Las cordilleras Oriental y Occidental tienen un promedio de 6.500 pies de altura y la Central un promedio de 9.800.

    La altura condiciona el clima de las zonas y las temperaturas varían muy poco durante el año. A lo largo de este estudio las cordilleras y sus valles se denominarán tierras altas del interior por ser el marco dentro del cual se desarrolla la violencia. Estas, que cubren menos de una tercera parte del territorio, a lo largo de la historia han albergado a casi la mitad de la población colombiana.

    Las tierras altas del interior tienen varias características que se vinculan a la Violencia desde sus orígenes hasta su más reciente manifestación a saber:

    Primero: La alimentación. Se basa fundamentalmente en productos sencillos tales como papa, maíz y yuca, complementada por la caza, excelente por la vastedad de sus zonas.

    Segundo: El tipo de cultivos estimula la formación de núcleos sociales en las pequeñas aldeas, en tanto que la naturaleza montañosa y empinadas cumbres obstaculizan la movilización y, por lo tanto, la integración política entre esas aldeas.

    Tercero: El clima es más vigorizante y fortificante que húmedo y bochornoso. Por lo tanto, estimula el consumo de energías físicas en actividades rigurosas al aire libre.

    Cuarto: Los ríos Cauca y Magdalena suministran grandes cantidades de agua para el sustento de la vida y la agricultura, pero no han sido a su vez un medio de unificación como rutas de transporte, debido a los cambios verticales en la altitud de sus cauces.

    Quinto: Se pueden anotar dos factores que provocaron la baja productividad de las siembras: el sistema de esclavitud y la tierra. Un ejemplo similar se puede observar en las tierras del Caribe y del Brasil.

    Sexto: Aun cuando las tierras altas del interior contienen tesoros minerales de gran valor, las minas del Perú y México fueron más atractivas para la clase dirigente explotadora, por la mayor facilidad en la extracción de minerales.

    Los cultivos comerciales, principalmente el tabaco y posteriormente el café, han desempeñado un papel específico pero no muy destacado en la violencia colombiana. Las minas, por su parte, no han propiciado un movimiento como aquel que se produjo durante el Siglo XVII con la llamada Fiebre del Oro en Brasil, ni han creado una situación tan irracional de esclavitud económica como el Perú y México.

    Consideraciones étnicas nativas

    Es de gran importancia para valorar adecuadamente la relación entre el hombre y la tierra, advertir los nexos entre las culturas indígenas e hispánicas de los que resulta el mestizaje. Mientras que el español dominó política, militar y lingüísticamente las tierras conquistadas, se puede argüir que la porción indígena del mestizo determinó la geografía social.

    Los indios precolombinos se dividieron en dos grupos lingüísticos principales: Caribe y Chibcha (o Muisca que se refiere al grupo más avanzado políticamente del pueblo Chibcha).

    La mayoría numérica de indígenas cuya fuerza étnica se mezcla con la gente de la Violencia, pertenece al grupo muisca que ocupaba dos zonas principales y tres secundarias, las cuales se pueden demarcar trazando un óvalo vertical, con su parte superior sobre la moderna ciudad de Tunja (Boyacá), y el inferior al sur de Bogotá.

    Hacia el oriente, sobre las laderas de la cordillera Oriental y extendiéndose hasta los Llanos Orientales, se encontraban los Andaquíes. Hacia el este, donde las llanuras se extienden hasta los confines de Boyacá y los departamentos adyacentes, moraban los Chiaráes y los Guahibos. Estos indios originaron la ruda sociedad llanera de la parte oriental de Colombia, la cual desempeñó un papel de gran importancia durante varios episodios de la violencia moderna.

    Hacia el norte de los territorios Chibchas, alrededor de la ciudad de Pamplona (Norte de Santander), habitaban los Chitagáes. Al occidente, en los dos costados de la cordillera Oriental, se encontraban los Laches y los Muzos. Cerca de 200 millas más hacia el occidente se encontraban los Tahamíes. Al occidente de Santander se hallaban establecidos los Panches y los Agatáes.

    Un poco hacia el suroccidente de Bogotá, en las llanuras occidentales de la cordillera Oriental, se encontraban los Pijaos y los Timanáes. Del recientemente creado departamento del Quindío, hacia el occidente, a través de la cordillera Occidental, estaban los Quimbayas, y por el sur los Lili cuyas tierras comprendían la ciudad de Cali (Valle). Finalmente, a lo largo del valle del río Magdalena, en los departamentos del Tolima y Huila, moraban los Pantagoras.

    Otras tribus también habitaron las costas del Caribe y del Pacífico antes de la Conquista, pero no se incluyen dentro de las zonas geográficas de la Violencia. La mayor parte de ellas pertenecieron a los Caribes o a la tribu Arhuaca.

    Algunas de las tribus de las tierras altas, tales como los Quimbayas, Pijaos, Panches y Muzos también pertenecieron a la familia Caribe, pero el grupo más importante dentro de la civilización indígena fue la nación Muisca.

    A ésta no sólo se le conoce a través de los relatos de los españoles, sino porque fue el grupo más numeroso durante la Conquista. A ellos pertenecieron el gobierno y los ejércitos contra los cuales los españoles tuvieron que combatir, con el fin de conquistar las ramificaciones del norte de los Andes para el rey Carlos V de España y su imperio.

    Los chibchas tenían dos importantes jefes políticos: el Zipa en Bogotá y el Zaque en la ciudad de Tunja. Otros tres centros de menor poder, eran Guatavita en la parte norte de Cundinamarca, Susa a unas cuarenta millas al oeste de Tunja, y Tundama localizada en Sogamoso (Boyacá).

    El Zipa y el Zaque eran gobernantes autoritarios que se atribuían origen divino. Hay cierta evidencia de igualdad feudal entre los nobles que servían a estos gobernantes, pero considerar que éstas fueron comunidades socialistas utópicas, pacíficas e igualitarias es ridículo (1).

    1. Sylvia M. Broadbent. Los Chibchas: Organización sociopolítica, pág. 16. (Bogotá: Imprenta Nacional, 1964).

    Al igual que sus conquistadores españoles, los Muiscas tenían fe en una causa original ―Chiminigagua― cuyo poder se otorgaba por medios divinos representados en el sol. Como deidad suprema, únicamente el sol podía recibir sacrificios humanos, por medio de un ritual indoloro y no mediante masacres como las de los Aztecas. El Zipa y el Zaque recibían su poder divino de Chimingagua y su estilo de gobierno era despótico (2).

    2. Clement Markham. The conquest of New Granada, pág. 29. (Londres: Smith Elder, 1912).

    La principal actividad económica de los Muiscas era la producción y el comercio de productos agrícolas: textiles de algodón, minerales tales como la sal, oro, esmeraldas y cerámic.as útiles y decorativas (3).

    3. Hernán Trimborn. Señorío y barbarie en el Valle del Cauca, págs. 174-189. Trad. José María Gimeno Capilla. (Madrid: Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1949).

    Existen varias teorías sobre la vocación a la violencia social entre los Muiscas. Los defensores de esta raza afirman que su religión era lírica, mística y que asumía actitud guerrera tan sólo como defensa. Se puede añadir que, para ese entonces, ya eran dueños del terreno agrícola más selecto de Colombia.

    Los detractores afirman que los Muiscas fueron atacados por sus belicosos vecinos del norte, los Panches, de quienes se dice que succionaban la sangre de los guerreros heridos mientras aún permanecían con vida. De estos vínculos con sus vecinos caribes, se desarrolló un estado de guerra casi permanente, caracterizada por crueldad y marcada disposición a la violencia (4).

    4. Mario A. Fonseca T. La conquista origen remoto de la violencia. Revista de las Fuerzas Armadas, Vol. 1 No. 2, pág. 373, (junio 1960).

    Aun cuando los muiscas fueron afortunados al no haber combatido contra el poderío militar de sus vecinos Incas del sur, siempre mantuvieron grandes reservas militares. Fueron excelentes soldados y siempre demostraron gran iniciativa y animosidad en la batalla.

    Tenían la política de exigirles a las tribus vecinas la formación de defensas fronterizas y servicios de alerta, de tal forma que, en tres o cuatro generaciones, lograron exitosamente incorporar estas tribus fronterizas a su civilización.

    De vez en cuando el Zipa y el Zaque. combatían entre sí o contra algún vecino más pequeño, pero no hay duda de que, para la época de la conquista española, estas unidades eran las dos superpotencias políticas de la parte norte de los Andes.

    Los guerreros profesionales eran entrenados con charpas de cuero y dardos, arcos y flechas, lanzas con extremidades de piedra y garrotes (5).

    5. Markham, La Conquista, pág. 44.

    Sus vestiduras protectoras no eran tan eficaces como la armadura acolchada de los Aztecas. Las campañas algunas veces duraban meses, porque los defensores se refugiaban tras sus fortalezas de piedra y los atacantes, débiles en armas de asalto, tenían que conducir sitios prolongados o, de lo contrario, abandonarlos.

    El nivel de violencia social era bajo y los jueces tenían amplios poderes para imponer castigos rigurosos. La embriaguez y el consumo de drogas intoxicantes eran causa de muchos crímenes y actos de crueldad. El adulterio de la mujer se castigaba con la pena de muerte y al perezoso se le sancionaba extrayéndole los ojos.

    A pesar de los muchos logros sociales, religiosos, matemáticos y estéticos alcanzados por los Muiscas, apenas salían de la Edad de Piedra para entrar a un período comparable a la de Bronce cuando fueron dominados por los españoles.

    Comenzaban ya a desarrollar un patrón jeroglífico que, con el tiempo, hubiera podido ser un alfabeto. Su lenguaje desapareció rápidamente después de la conquista, excepto por los cientos de nombres geográficos que aún se encuentran en el mapa de Colombia.

    En tanto que a los Muiscas se les elogia por su fuerte espíritu patriótico de autodefensa, esta actitud parece ser más evidente a nivel individual que con alcance colectivo o político (6).

    6. Ibid., pág. 20.

    El Zipa, por ejemplo, fue derrotado por la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada, después de comprometer unos pocos centenares de soldados para la defensa de su reino, a pesar de estar al tanto de las victorias espectaculares de Quesada sobre las tribus del norte. Así mismo el Zaque fue derrotado aisladamente cuando un esfuerzo conjunto de los dos hubiera podido representar la más resonante derrota inferida a los españoles durante la época de la Conquista.

    Otras tribus eran menos avanzadas que los Muiscas. Un reino considerablemente desarrollado era el de la tribu Lili, cuya capital se localizaba en lo que hoy día es la ciudad de Cali. Pedro Cieza de León, cronista español describió este imperio:

    En el centro de su aldea (Cacique Petecuy) había una gran casa redonda de madera ... Había un gran madero que iba de un extremo al otro de la casa donde se encontraban en fila los cuerpos de los enemigos derrotados y capturados en la guerra. Todos estaban abiertos, lo que hacen con cuchillos de piedra, después de lo cual comen su carne, rellenan la piel con cenizas y los colocan sobre el madero de tal forma que parezcan seres vivientes. Entre las manos de algunos habían colocado lanzas y· en otras dardos y flechas (7).

    7. Pedro Cieza de León. The travel of Cieza de León, 1532-50, Trad. y edición Sir Clements Markham (The Hakluyt Society, Serie 1, Vol. XXXIII; Londres, 1864). Vol. 1, pág. 101.

    En el Valle del Bajo Magdalena, y más hacia el occidente en el Valle del Cauca también observó:

    En las faldas de las montañas también hay muchas aldeas indígenas de diferentes naciones y costumbres; son todos bárbaros, comen carne humana y dicen que es muy apetitosa. En las partes más altas de las montañas hay aldeas que forman la provincia de Buga. Los nativos de estos valles son valientes guerreros; vigilaban a los españoles que llegaron a su país, y mataron a Cristóval de Ayala sin ningún temor (8).

    8. Ibid., Vol. 1, pág. 94.y Guillermo Hernández Rodríguez, De los Chibchas a la Colonia y a la República, págs. 89-96. (Bogotá: Prensas de la Universidad Nacional, 1949).

    La densidad demográfica de los indios precolombinos es incierta, pero la mayoría de las autoridades en esta materia opinan que las fronteras de la Colombia actual albergaban casi medio millón de habitantes (9).

    9. T. Lynn Smith, Studies of. Latin American Society, pág. 67. (New York: Doubleday Anchor Book, 1970).

    Podemos resumir la influencia de los indígenas sobre la violencia de cuatro siglos, en amplios temas culturales, sin hacer observaciones de tipo científico acerca de la transmisión genética de hábitos y costumbres.

    Primero: existía un fuerte espíritu de independencia local, corroborado por el hecho de que había muchas tribus independientes o cuasi-independientes, organizadas en algo que apenas superaba la agrupación de aldeas.

    Segundo: tanto los Chibchas como los Caribes eran agricultores que permanecían en frecuente estado de guerra, pero los Chibchas tenían una organización interna mucho más sólida, mayor número de gente y varias actividades económicas aparte de la agricultura.

    Tercero: las unidades políticas de los Chibchas en el interior de las tierras altas, eran política y militarmente más avanzadas, y segundas en su orden en el hemisferio, en relación con las tribus Incas y Aztecas.

    Cuarto: existía un patrón de caciquismo entre las tribus, por medio del cual las gentes se agrupaban rápidamente cerca de las aldeas o en torno a un dirigente aldeano, cuando se anunciaba un combate de defensa o de ataque.

    Quinto: había un conjunto organizado de prácticas en lo concerniente al crimen, la muerte, el embalsamamiento y los ritos postmortem, que variaban entre las tribus y que además ocupaban una parte muy importante dentro del contexto social.

    Sexto: existía inclinación natural por las actividades al aire libre, lo que contribuía a formar considerable habilidad militar a nivel individual y de grupos pequeños.

    Finalmente, se desarrolló una tradición durante el siglo anterior a la conquista española, de ''vendettas'' entre tribus y aldeas. Estas contiendas se emprendían con general entusiasmo, lo que no encuadra con la idea de que el hombre no se entrega a la violencia, a no ser que se le obligue por medio de alguna forma de represión o presión cultural.

    Consideraciones sobre la conquista

    La represión militar de la Península Ibérica que abatió a los indígenas colombianos en el Siglo XVI, fue dramática y abrumadora. Durante los tres siglos que median entre la conquista española y la independencia nacional colombiana, el indio mantuvo tan fuerte su presencia en el proceso de mezcla racial, que no es muy fácil distinguir entre el conquistado y el conquistador.

    El sangriento proceso de exploración y conquista a lo largo de la Costa Caribe, no es un hecho significativo en la violencia moderna. Fue apenas un punto de apoyo desde el cual se emprendió la invasión militar a las tierras altas del interior, en 1536, reforzado por embestidas provenientes de las tierras recién conquistadas del Perú por el sur y Venezuela por el este.

    La conquista de la Nueva Granada no ocupa el lugar que le corresponde en la historia, no por falta de dramatismo en sus formidables hazañas, sino por la irónica circunstancia de que William H. Prescott hubiese limitado sus obras clásicas a relatar la conquista de la invasión de México y Perú (10)

    10. Joaquín Acosta consultó con William H. Prescott y decidió hacer por la conquista de su país, lo que Prescott hizo por las hazañas de Cortés en México y Pizarra en Perú. Quizás una buena traducción al inglés de su Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada, en el siglo décimo sexto (París 1948) hubiera, en la época de la literatura romántica de ficción, podido convertir a Quesada en reliquia entre los héroes mundiales. Las descripciones sociales de Acosta sobre la integración española e indígena son mejores que las de Prescott.

    Mientras que Gonzalo Jiménez de Quesada, principal conquistador de la Nueva Granada, fue un hombre culto y humanitario, sus acompañantes eran codiciosos, audaces y generalmente crueles.

    La conquista de todos los centros políticos indígenas y fuerzas militares en el interior de la Nueva Granada se llevó a cabo en tres años. Nicolás de Federmán, auspiciado por la Casa de Banca de Augsburgo, de Antonio y de Bartolomé Welser, condujo una pequeña fuerza por el sur y occidente de Venezuela a través de los departamentos de Norte de Santander y Santander, hasta las tierras altas del interior de Colombia.

    Uno de los jefes de esta expedición fue Ambrosio Alfínger, quien siempre demostró hacia los indígenas una crueldad casi patológica. Sebastián de Belalcázar, un lugarteniente ambicioso de las tropas de Francisco Pizarro en el Perú, condujo una segunda expedición. Este grupo marchó hacia el norte por el Ecuador hasta la parte baja del valle del río Cauca y, de allí, hasta la Sabana de Bogotá.

    Gonzalo Jiménez de Quesada más parecido en temperamento a Hernán Cortés que a Pizarro, dirigió en abril de 1536 un tercer grupo desde Santa Marta e inició el tortuoso ascenso por el río Magdalena, hasta penetrar en las tierras altas del interior. Este grupo encontró en los nativos la mejor resistencia organizada.

    Quesada mantuvo el espíritu de sus hombres a un nivel moral admirable dentro del contexto de la época. Sus victorias sobre las tribus Caribes y el Zipa de Bogotá fueron el fruto de negociaciones, engaños, superioridad tecnológica y orgánica, audacia militar y buena suerte.

    Lo ayudó el hecho de que las envidias y celos entre los jefes Muiscas fueran suficientes para impedir una gran alianza militar, lo que le permitió batirlos por separado, al estilo de Julio César en Galia o Cortés en México (11).

    11. Gabriel Camargo Pérez, Del barro al acero; en la Roma de los Chibchas, págs. 196-197. (Ibagué: Imprenta Departamental del Tolima, 1961). Jesús María Henao y Gerardo Arrubla. Historia de Colombia para la enseñanza secundaria, págs. 96-100. (Bogotá, Librería Voluntad, 8a. edición, 1967).

    Las tres expediciones se encontraron en Bogotá y surgieron complejas negociaciones legales sobre el derecho de antigüedad entre los tres comandantes. Quesada surgió como el primer gobernador de la Nueva Granada en 1539, y estableció el sistema de Gobierno Civil y de Pacificación. Dispuso pequeñas expediciones para derrotar las fuerzas indígenas, numerosas pero dispersas.

    Varias tribus Muiscas, conscientes de que los españoles querían permanecer y arruinar su civilización, decidieron sublevarse. Carentes de mando centralizado y coordinación, las tribus pusieron a prueba de todas formas el coraje español y causaron muchas bajas. No obstante, el conquistador mantenía firmemente su posición de dominio al finalizar la década.

    Para algunas tribus la conquista resultó tan traumática, como sería para una sociedad rural del Siglo XX la irrupción de una guerra nuclear. Para otras tribus, la decadencia de su civilización fue un proceso gradual, acompañado de presión constante sobre sus propiedades y eventual desplazamiento hacia zonas más reducidas y semi autónomas.

    A mediados de 1550 se creó la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, mediante una Cédula del rey Carlos V y, para 1564, el arzobispo de la región se trasladó de Santa Marta a Bogotá.

    El sistema administrativo urbano fue el mismo establecido por los españoles durante los dos siglos de la reconquista en la tierra madre: el Cabildo, algunas veces conocido por el nombre de ''Ayuntamiento''. Este era un gobierno regional, ejecutivo y judicial encargado de la defensa, distribución de la tierra, recaudación de impuestos y asignación del trabajo y de concesiones legales (12).

    12. Henao y Arrubla. Historia, págs. 169-176.

    Las estructuras eclesiásticas estaban organizadas paralelamente con la organización seglar y las dos conformaban un sistema próspero, a través del cual España dominó la vastedad de las tierras y sus numerosos habitantes con muy pocos soldados.

    Hacia el año de 1550, cerca de diez mil españoles habitaban la región que hoy es Colombia

    13. F. J. Vergara y Velasco. Nueva Geografía de Colombia, pág. 871. (Bogotá: Imprenta de Vapor, 1901).

    Para un número tan reducido de personas, es un logro importante dominar una civilización de medio millón de habitantes, aun teniendo en cuenta su aguda fragmentación interna. Al establecer los orígenes de la Violencia es mucho más importante analizar el gobierno local de las tierras montañosas del interior, que los mecanismos y sistemas de gobierno en Bogotá.

    El Cabildo o Ayuntamiento de una población, junto con la parroquia local o misión indígena, ubicaron la autoridad española en los propios centros administrativos de la sociedad.

    Allí radica la principal diferencia de conceptos entre una aldea bajo los Muiscas y sus vecinos los Caribes, con un pueblo español. Para los indígenas una población era un lugar dónde vivir y dedicarse a la labranza. Para el español en Colombia, tenía el sentido de sitio para habitar con el propósito de gobernar y dirigir una empresa religiosa, administrativa o económica (14).

    (14). T. Lynn Smith. Colombia: Social structure and the process of development, pág. 270. (Gainsville, Florida: University of Florida Press, 1967).

    Al esbozar una imagen social del sector rural contemporáneo en Colombia, es de gran importancia conocer la identidad del español que llegó a vivir allí en la época colonial, al menos en la medida en que se conoce al indio a quien éste gobernó.

    Existen dos diferencias fundamentales entre los colonos españoles en Colombia y aquellos del Perú, México y otras colonias importantes: en primer lugar provenían de la región de inferior solidez en las estructuras sociales y políticas de España; en segundo, venían a colonizar en lugar de permanecer por algunos años y regresar a su tierra.

    Una muestra estadística del 9% del total de los emigrantes de España a las Indias de 1493 a 1559, demuestra que Andalucía fue la principal provincia de origen de los españoles. El significado de este hecho reside en que Andalucía fue la última región en establecerse en España durante la reconquista, a la vez que la menos sujeta a la rigidez de la política autoritaria del gran señor español, y donde los asentamientos de pequeños granjeros eran más comunes que los de los nobles, los artesanos y los pastores.

    Cuadro No. 1-1

    Porcentaje de emigrantes de las tres principales provincias de origen a las Indias

    1493-1519* 1520-1539**

    % %

    Andalucía 39,7 32,0

    Castilla La Vieja 18,0 17,6

    Extremadura 14.1 16.6

    * Insignificante para la Nueva Granada

    ** 10,2% a la Nueva Granada, 6° más alto

    1540-1549*** Cumulativo

    % %

    Andalucía 36,1 34,9

    Castilla La Vieja 15,4 17,0

    Extremadura 15,7 15,8

    * Insignificante para la Nueva Granada

    ** 10,2% a la Nueva Granada, 6° más alto

    *** 10,2% a la Nueva Granada, 3° más alto

    Fuente de Información: Peter Boyd-Bowman, "Regional Origins of the Earliest Spanish Colonist of America (Journal of) Proceeding of The Modern Language Association (December 1956), pp. 1157-1172: La emigración peninsular a América: 1520-1539 (Journal of) Historia mexicana, Vol. XIII (October-December, 1963). pp. 165-192; y Regional Origins of the Spanish Colonists of America: 1540-1559, Studies on Latin America: A Miscellany ed. Albert L. Michaels (University of Buffalo Studies Series, Vol. IV, No. 3, agosto 1968, Buffalo, New York), pp. 3-26.

    Estos tres artículos del profesor Boyd-Bowman dan la información acerca del origen y término de los españoles que emigraron a las Indias, basada en una muestra del 10 % muy general, y verificada con los estudios citados por él publicados en Colombia y México.

    Aunque el porcentaje del 17% de Castilla la Vieja, origen del tradicionalismo español, dentro de las provincias de origen de la migración a las Indias, es relativamente alto las estadísticas para la Nueva Granada, tomadas separadamente, son únicas.

    En el análisis de emigración de las provincias españolas a la Nueva Granada, encontramos que tres de las bases sociales de mayor fluidez en España, proporcionaron el 70% de los colonizadores de la Nueva Granada y el 74 % de estas personas se radicaron en las tierras altas del interior, para establecerse en haciendas o emprender otras actividades permanentes.

    El 26% restante (muchos de ellos marineros y administradores en España) permanecieron en las costas del Caribe y se desplazaron de la costa Pacífica hacia Popayán, o se convirtieron en buscadores de oro en la cordillera Occidental.

    Cuadro No. 1-2

    Porcentaje de emigrantes de las cinco principales provincias de origen a la Nueva Granada

    1540 -1559

    Provincia Porcentaje

    Andalucía 34.6

    Extremadura 20.6

    Castilla la Nueva 14.8

    Castilla la Vieja 12.1

    León 5.4

    (Las restantes menos del 5% cada una)

    Fuente de Información: Boyd-Bowman, Regional Origins, Studies, pp. 21-26 ... el sur de España (Andalucía, Extremadura, Nueva Castilla y Murcia) contribuyó con el 72.6% de los nuevos colonizadores. Había muy pocos castellanos ... lbid, pág. 17-.

    Este cuadro es de mucha importancia pues ilustra cómo se determinaron las primeras actitudes sociales e instituciones, dado que la conquista del interior coincidió con el comienzo del período del cual se obtuvieron los cálculos.

    Casi la mitad de los españoles que habían llegado a Colombia para 1550, murió en las primeras etapas de la conquista, bien durante la guerra, por penurias o enfermedades, y sólo había 220.000 criollos blancos en la Nueva Granada colonial cuando, en 1810, estalló la Guerra de Independencia.

    De 1493 a 1536 la emigración española a Colombia se limitó a la exploración y explotación costera, además del Darién y las antiguas colonias de Panamá, en el Istmo del mismo nombre. Durante este periodo sólo un 6 % de los colonos españoles eran mujeres y se cree que la mayoría de ellas eran esposas de los funcionarios reales que eventualmente regresaron a su madre patria.

    Después de 1536, los españoles penetraron en mayor número hacia el interior de la Nueva Granada y, durante el período de 1540 a 1559, las estadísticas de emigración demuestran que el porcentaje de mujeres había aumentado al 16%; éste es el reflejo del influjo de empleados de la Corona y burócratas en viajes de servicio, acompañados por sus esposas para compartir la aventura.

    Fueron en su mayoría andaluces quienes llegaron a las provincias costeras del Caribe en Colombia. A Antioquia y Caldas los andaluces, vascos y castellanos. A Santander y Norte de Santander, en donde habitaron algunas de las más bravías tribus indígenas, montañeses españoles.

    Asturianos, navarros y gallegos, a las tierras altas de Cundinamarca y Boyacá, regiones profundamente involucradas en la violencia moderna, andaluces y castellanos. A los otros dos centros de la violencia, Huila y Tolima, los extremeños. El grupo que se estableció en el Valle del Cauca estaba conformado en su mayoría por castellanos (15).

    15. Justo Ramón, Geografía de Colombia, pág. 103. (Librería Stella, 1943).

    Lo cierto es que el colono que vino a Colombia no era aristócrata ni citadino, pero sí un intrépido aldeano y granjero, no muy distinto al indio a quien se unió o reemplazó. El hecho de que solamente algunos hubieran traído a sus esposas y en su mayoría se radicaran en pequeñas aldeas, trajo consigo una fuerte mezcla de razas.

    La base. del régimen alimenticio fue la papa y el maíz, que en tiempos precedentes habían nutrido a las tribus Muiscas y en parte a las Caribes (16).

    16. Smith, Colombia, pág. 184.

    Dos instituciones garantizaron una estructura social en la cual los españoles estaban a la par con los indígenas. Una fue la doctrina, la pequeña misión rural, factor poderoso de la civilización hispánica; la otra fue la encomienda, concesión de manejo, (no de propiedad) sobre tierras reales y sus habitantes indígenas, a cambio de la catequización y defensa de éstos.

    Tales instituciones socio-religiosas permiten afirmar que la conquista española tuvo carácter guerrero, con acento administrativo rural sobre las tierras ocupadas y la dirección colonial, espiritual.

    Debido al viaje en extremo difícil por el río Magdalena desde el puerto administrativo de Cartagena hasta la Real Audiencia en Bogotá, los funcionarios españoles en Colombia recibían e impartían una supervisión limitada, en las diversas aldeas y ciudades del trayecto o marginales al eje del viaje.

    El resultado fue el de que, forzosamente, los españoles se unieron a las mujeres indígenas y, al cabo de un siglo, crearon una nueva sociedad rural de mestizos quienes nunca podrían ser españoles ni indígenas, pero sí auténticos colombianos.

    Sería lógico que los elementos españoles que colonizaron a los indígenas acostumbrados a la violencia entre tribus, hubieran formado una cultura guerrera semejante a la de las pampas argentinas en los tiempos del gaucho, o a la del interior del Brasil durante la época colonial de la fiebre del oro.

    Pero un juicio imparcial requiere algo más que estas simples caracterizaciones. En realidad el interior de la Colombia rural entre la Conquista y la Guerra de Independencia, no fue violento ni intelectual sino estático y simple, convertido así en monocultura extremadamente parroquial, con limitado contacto entre las aldeas y el gobierno en Bogotá y, prácticamente, aislado del mundo exterior.

    Las necesidades limitadas para la aplicación de la ley en las aldeas, eran atendidas por vigilantes nocturnos de medio tiempo llamados serenos o vigilantes, y en los pueblos por profesionales, cuerpo de alguaciles raras veces superior a una docena de hombres (17).

    17. Hernando Medina Aldana. Historia de la Policía Nacional de Colombia, págs. 31-32. (Bogotá, Publicaciones de la Policía Nacional, 1966).

    El proceso social más importante desde el punto de vista determinante de los orígenes de la Violencia, es la mezcla racial que produjo ciertas modificaciones en la normal relación entre el pueblo y la tierra. Existen dos patrones principales de herencia racial en la ocupación de las tierras altas del interior.

    En primer lugar, en Antioquia y a lo largo del río Cauca, en lo que hoy son los departamentos de Caldas, Valle y Cauca, la conquista halló resistencia tenaz y fue impuesta con dureza. Los indígenas en dichas regiones lucharon valerosamente aunque el nivel de sus organizaciones políticas y sociales era inferior al de los Muiscas. Más aún, había oro en ellas, lo que atrajo cierto tipo de aventurero.

    Por lo tanto, en las tierras donde tal esquema es válido, cientos de miles de indígenas fueron exterminados por guerras, desplazamientos y enfermedades. Cieza de León, conquistador y encomendero en la región que hoy día es Caldas afirmó rudamente:

    ''Cuando el capitán don Sebastián de Belalcázar, primer descubridor y conquistador de este valle hizo su entrada, los indios se alzaron en armas muchas veces y combatieron a los españoles para defender su tierra y escapar de la esclavitud.

    Debido a estas guerras y a la hambruna sufrida por falta de cosechas, casi todos los indios murieron. Hubo otra razón que conllevó a su rápido exterminio. Los nativos estaban decididos a no sostener amistad con los españoles y no araban ni cultivaban la tierra, por lo cual hubo tal escasez, que la mayor parte de los habitantes murió" (18).

    18. Cieza de León. Los viajes, Vol. 1, págs. 93-94

    En las regiones muiscas, los indios residían con carácter permanente en unidades organizadas de granjas agrícolas. Los lugartenientes de Quesada pudieron así apoderarse del control de las tierras y del pueblo, arrebatándolo a los caciques sin producir resistencia generalizada o ruptura social interna.

    Este segundo patrón de herencia racial modificaba a menudo los sistemas agrícolas, a través del trabajo de los mismos indios que habían labrado la tierra con anterioridad a la Conquista. Los sistemas más comunes impuestos por los españoles en estas regiones, fueron la crianza de reses y caballos, exacción de tributos en alimentos según disposiciones de la encomienda, y en el trabajo de campos y minas.

    La industria de apacentamiento de ganados que los españoles importaron, e llevó a cabo en los suelos más ricos de los valles, privando así a los indios de las mejores tierras y forzándolos a obtener lo necesario para los tributos y sustento personal, de los suelos más pobres de ladera en áreas montañosas.

    El resultado fue que mientras los blancos se apropiaron de los valles, los mestizos tomaron las partes bajas de colinas y los indios eran desplazados a las partes altas de las montañas Las condiciones laborales de los indígenas no fueron a buen seguro intolerables.

    La importación de esclavos negros a la Nueva Granada, con el fin de aliviar la conciencia de los españoles en cuanto al abuso de los indios, nunca se extendió más allá de las regiones costeras del Caribe y del Pacífico.

    Surgió una cultura de esclavos en la industria de extracción el oro en la cordillera Occidental, pero desapareció al agotarse éste. En la época de la violencia sólo había pequeños grupos de negros y mulatos en las tierras altas del interior.

    La repercusión más seria del proceso rural en los tiempos modernos, fue la devastación de los suelos: se extralimitó el uso de las tierras de vertiente, causando agotamiento y erosión, : paso que, para conveniencia del español, las tierras ricas de los valles "e desperdiciaron con el establecimiento de una pequeña industria equina y ganadera (19).

    19. Smith. Studies, págs. 79-83.

    Consideraciones de la post-conquista

    Al decidir cuánta importancia se debe atribuir a estos factores de la geografía social, como orígenes remotos de la violencia, es útil evaluar estadísticas de la composición racial existente en las mismas regiones, cuando se inició el fenómeno.

    Las siguientes cifras censales se reunieron casi una década antes de 1930, preludio de la violencia.

    Cuadro No. 1-3

    Censo de 1919 del antiguo Imperio Chibcha

    Unidades políticas

    Zipa (Bogotá, Fusagasugá, Chocontá y Zipaquirá): 202.548 blancos (47,9%), 197.376 mestizos (46.6%), 24.421 indígenas (5.5%), Total: 424.345

    Zaque (Tunja, Ramiriquí, y Valle de Tenza): 53.775 blancos (22.3%), 178.094 mestizos (73.8%), 9.407 indígenas (3.9%), Total: 241.276

    Tundama (Duitama, Sogamoso y Soatá): 40.776 blancos (23.3%), 130.824 mestizos (74.4%), 3.490 indígenas (2.4%), Total: 175.990

    Susa ( Ubaté, Chiquinquirá y Moniquirá): 41.996 blancos (31,2%), 86.525 mestizos (64.6%), 5.643 indígenas (4.2%), Total: 134.134

    Guatavita (Guatavita, Guavio, Cáqueza y Ubaque): 60.506 blancos (47,4%), 60.712 mestizos (5.0%), 6.460 indígenas (5.5%), Total: 127678

    Gran Total: 399.571 blancos (47,9%), 653.531 mestizos (46.6%), 49.241 indígenas (5.5%), Total:1.102.523

    Fuente de Información: Miguel Triana, La civilización chibcha. (Biblioteca Popular de la Cultura de Colombia). Bogotá, Editorial ABC, 1951, pág. 24.

    Este cuadro tiene considerable validez como historia social, porque el interior de Colombia hasta el Siglo XX tuvo muy poca influencia extranjera. Más aún, esta influencia tuvo un matiz especial, tal como en el caso de los soldados británicos que cooperaron en la Revolución de la Independencia, o los ingenieros norteamericanos de petróleo después de 1925, que en su mayor parte no se convirtieron en parte de la población local.

    La conclusión más importante es que el mestizaje predomina étnicamente, y que más blancos que indígenas han sobrevivido con suficiente grado de identidad racial para ser clasificados dentro de este cuadro. Más de la mitad de esos blancos hace parte mayoritaria de la población urbana de Bogotá, que para el año de 1919 estaba disociada del estilo de vida rural.

    Desde la Conquista hasta 1700, la Nueva Granada era una colonia secundaria de la dinastía española de los Habsburgo. La extracción de metales preciosos, factor determinante para fijar la prioridad en el grado de atención de la corona española hacia las Indias, ocupaba un tercer lugar, bien atrás de Perú y México en producción total durante la existencia del Imperio Hispanoamericano.

    Debido al accidentado trayecto de Cartagena, sede del engranaje paternalista de la Santa Inquisición y Casa Aduanera, hasta la Real Audiencia de Bogotá, la Nueva Granada se convirtió en un modelo del proverbio burocrático español obedezco pero no cumplo.

    Los cargos judiciales y administrativos de la Audiencia ocupaban el segundo o tercer lugar en prestigio burocrático y eran menos remunerativos que muchos cargos de menor posición dentro del engranaje económico de la costa del Caribe.

    Durante la era de los Habsburgo, hubo cerca de 29 presidentes de la Real Audiencia y se presentaron once lapsos, entre uno a seis años de duración, en los cuales oidores residentes desempeñaron el cargo de jefe interino del ejecutivo colonial, sin que hubiese presidente electo o efectivo. Los escasos elementos de cultura urbana española que la realeza radicó en la Nueva Granada, fueron asignados en su mayor parte a Bogotá, Popayán y a algunas pocas instituciones religiosas (20).

    20. William O. Galbraith. Colombia: A general survey, pág. 910. (Segunda edición, Royal Institute of International Affairs Series, London, Oxford University Press, 1966).

    El advenimiento de la dinastía borbónica al trono español, no trajo consigo cambios favorables sino, muy por el contrario, cierta decadencia en la calidad del liderazgo ejecutivo en la Nueva Granada. De 1703 a 1718, se eligieron cinco presidentes de la Real Audiencia, dos de los cuales fueron a la vez arzobispos residentes.

    Durante nueve de esos quince años, los oidores residentes gobernaron sin presidente y, en una ocasión, durante cinco años consecutivos. El resurgimiento de la amenaza marítima de Gran Bretaña y Francia al Imperio Español, finalmente condujo a una reforma importante.

    En 1718 se elevó a la Nueva Granada a la categoría de virreinato pero, en 1724, se descendió de nuevo a la presidencia, después de que tan sólo dos virreyes habían ejercido el cargo, debido a que la atención hacía esta parte del imperio había disminuido.

    La Nueva Granada fue de nuevo virreinato, después de un interregno de cuatro presidentes, con el nombramiento del Lugarteniente General Sebastián de Eslava como virrey, ante el temor de guerra con Inglaterra, que motivó mayor atención de la corona hacia las defensas del Caribe.

    Las funciones principales del nuevo virrey se concentraron en la defensa del litoral, de manera que prácticamente gobernó desde Cartagena. Con la gloriosa defensa de esta ciudad contra las Fuerzas Anfibias del Almirante británico Sir Edward Vernon en 1741, se alejó la amenaza marítima y el gobierno retornó a Bogotá (21).

    21. Charles E. Nowell. The defense of Cartagena, Hispanic American Historical Review, Vol. XLVII, págs. 477-501, (noviembre, diciembre 1962).

    The Defeat of Admiral Vernon in Cartagenain 1741; The Southern Quarterly, Vol. 1 No. 4, pags 332-335, (julio 1963). Charles E. Nowell ''The defense of Cartagena'' Hispanic American Historical Review, Vol. XLII (november-december 1962).

    Trece virreyes en total sirvieron durante este último período de la dinastía de los Barbones y, en 1810, con la Revolución de Independencia, el último de ellos fue derrocado. La administración del Imperio Español bajo los Barbones, se considera como un período de reforma general y enrumbamiento de la administración hacia amplias metas de incremento en la productividad económica y vigorización en el control del imperio.

    La parte de las reformas borbónicas que buscaba mejorar la posición de España en las guerras imperiales entre las grandes potencias europeas, a lo largo del Siglo XVIII, no afectó el interior de la Nueva Granada, puesto que el fortalecimiento de las defensas y la recolección de gravámenes aduaneros, se llevó a cabo en la costa del Caribe.

    Sin embargo, se hicieron esfuerzos para perfeccionar el sistema civil y de justicia criminal en el interior, donde ésta era tan ineficaz que sólo los

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