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Un fleje de vainas. Una biogradia asquerosa
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Libro electrónico161 páginas2 horas

Un fleje de vainas. Una biogradia asquerosa

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Información de este libro electrónico

Una asesora fuacal se convierte en mercenarios y para conseguirlo tiene que disfrazarse de hombre, con todas sus consecuencias 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 dic 2023
ISBN9798223888468
Un fleje de vainas. Una biogradia asquerosa
Autor

Lucas Castañeda

Hacedor de historias y chaman de la vida 

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    Un fleje de vainas. Una biogradia asquerosa - Lucas Castañeda

    Lucas Castañeda

    "Son huevos gallegos,

    Saben navegar"

    Pepe Rubianes

    Episodio 1

    ––––––––

    _El que sigue! - exclamo una voz firme y solemne, evidenciando leves síntomas de agotamiento y sopor-

    Los miembros del grupo de voluntarios se miraron confundidos. ¿De quién sería aquella voz? Allí, en esa estancia pulcra y reflexiva, tanto que se podían comer aspas en su suelo de mármol y oro, como un templo mormón; nada que ver con los campamentos a los que trasladarían a los elegidos para la gloria. Allí, solo estaba el jurado, también llamado comité de expertos.

    _ A ver tú! El más bajito. – añadió aquel hombre aupando su grueso mostacho con una rabiosa expulsión de su aliento más nocivo. Lo hizo mientras señalaba con su dedo índice de la mano diestra, al parecer la única educación que conocía era la académica, indicando que se refería a una enjuta criatura, de apariencia débil, escasa estatura, vestido con un chándal de mercadillo de los jueves, cubriendo su cabeza con una gorra con los colores del Albacete Balompié.

    _ ¿Yo? – dijo ese zagal sorprendido. Estupefacto.

    _ Si.!. ¡Tú! ¿Quién más? El resto son robustos y fornidos.

    El muchacho miro a su alrededor, y pudo constatar la certeza de las palabras del miembro del tribunal que se había erigido como portavoz. Él era el único que no alcanzaba el metro setenta de estatura. De haber sobrevivido el servicio militar, le habrían dado exento por estrecho de pecho. Parecía escaso de fuerza para sostener un fusil de asalto y cargar con una pesada mochila.

    _ ¡Nombre! - preguntó una de aquellas personas alineadas detrás de una gran mesa, dotada de micrófonos y conexión por wifi.

    _ Me llamo Alba...- el joven detuvo sus palabras, y al instante rectificó algo de lo que había dicho al asegurar, - Me llamo Álvaro Fernández. Murmuró esta vez, oponiendo una expresión de seguridad y autoestima, contraria a su escaso volumen corporal.

    _ ¿A qué se dedica?

    _ Soy asesora, asesor fiscal.

    _ ¿Y por qué un asesor fiscal pretende convertirse en mercenario? - intervino otro de ellos.

    Sus compañeros de fila miraban expectantes e intrigados aquella escena, sorprendidos por el nivel de cultura de Álvaro, ya que ninguno de ellos había podido terminar la ESO.

    _Muy sencillo. - dijo Alba, como era su costumbre, sin ningún tipo de vergüenza o rubor. - Es vocacional. ¿O es que alguien le pregunto a aquel Contador Público, el motivo para querer cambiar de oficio y hacerse domador de leones?

    Uno de los requisitos fundamentales que se debían probar para ser aceptado en las Fuerzas Especiales, era ser un fanático del Fliying Circus de los Monty Python, y por supuesto, tener a La Critica de la Razón Pura de Kant, como libro de cabecera.

    _ ¿Cuál es su hándicap en aquello relacionado con matar? - pregunto otro inquisidor, ataviado con sombrero, levita y bastón.

    _Yo en realidad mato poco, pero ya me enseñaran.

    _ ¿Y va a poder tragar con el orden de combate, las pateadas nocturnas, las maniobras, el ejercicio continuo, las palizas en el desierto o la jungla, las cargas? - comento el tipo del gigote al viento-

    _ ¡Oiga! ¡Usted no es grande y no hay quien le trague! Exclamó ella muy ofendida,

    Se escucharon algunas risas en el grupo, el anonimato concedía esa posibilidad. Hasta que el aludido se puso en pie, y comenzó a caminar hacia la salida de la sala, dejando la valoración de ese individuo en manos del resto del tribunal. No sin antes, realizar una última pregunta al escueto aspirante a asesino, al pasar a su lado y comprobar su escasa talla.

    _ ¿No padecerá usted de enanismo primordial, o secuelas físicas o mentales por falta de oxígeno en el momento del parto? Ya sabe que entes de concederle la posibilidad de integrar las fuerzas especiales, se l someterá a un riguroso reconocimiento médico.

    _ Mi I.M.C. – respondió ella fina y segura. – es perfecto.

    Y ante la expresión de asombro de aquel, añadió:

    _Ya sabe. El Índice de Masa Corporal. Se que pude haberme dedicado a ser amazona, jinete de puras sangres, pero mi vocación es convertirme en mercenario.

    2

    Recordaba ella mientras se introducía los tampones que iba a necesitar durante su ciclo menstrual por la garganta hacia el estómago. Durante las campañas militares, no era posible conseguirlas en las tiendas al uso, ni siquiera en el contrabando. Aparte de que, si alguno de los hombres con los que compartía mesa y mantel, llegara a enterarse de la transacción, no podría continuar ocultando a ojos de mandos y compañeros, su condición femenina.

    Por motivos de seguridad, o quien sabe, en ese cuerpo de elite, o de intervención directa, no admitían mujeres. Alba los acumulaba en su estómago, como hacen las mulas que cruzan el mar con las bolas de droga. Cuando necesitaba alguno, defecaba en soledad, se embadurnaba las manos con gel, después el quitaba el envoltorio y se lo introducía con cariño, pero sin darse placer. Era una acción necesaria, no otra cosa. El plástico lo tiraba por ahí. No era el momento de pensar en la sostenibilidad y si era biodegradable o no.

    Si las reglas eran intensas, y sangraba demasiado, como se trataba de una mujer resolutiva, se impregnaba con ella las manos, los brazos, las ropas y parte del rostro, para dar una imagen de persona aguerrida, heroica, valiente, inasequible al desaliento. Dando la impresión de haber sobrevivido a una cruenta batalla con un enemigo que al menos le doblaba en número. Si sufría algún breve desfallecimiento por la pérdida de hierro por las perdidas, dios le ponía en el camino un campo de refugiados, en el que obtener donantes de sangre, tan voluntarios como los soldados de reemplazo.

    Una vez< estuvieron todos los tampones que iba a precisar durante el tiempo que durara la campaña, se acercó adonde se encontraban sus hermanos de guerra. Estos descansaban bajo la sombra de una acacia paraguas. ¿Y qué va a hacer un soldado a las 3 de la tarde debajo de una acacia? - ¡Pelársela!

    No obstante, Alba no iba a ser menos. En el instante en el que extrajo el miembro de su pantalón mimetizado, en cuanto el otro salió a pasear, los muchachos se sobresaltaron por la dimensión y el volumen del tronco aquel. Temiendo ser salpicados cuando aquello entrar en erupción, huyeron de allí despavoridos. Con lo que ella pudo ofrecerles una prueba más de su virilidad y hombría. De eso no podía salir más que un chorro de su propia orina, pero jamás lo que los otros se habían imaginado.

    3

    Alba aprovechaba las noches de luna nueva, para acercarse a las pilas de muertos sin nombre. Los que ella utilizaba, de los que podía extraer un buen producto, eran aquellos que contaban con una edad estimada, idónea para procrear. Al resto los desechaba. Cuando encontraba un auténtico tronco de Brasil, sacaba su navaja albaceteña, y cortaba el mástil por su origen, por su base. Tal y como hizo aquella gringa mientras su marido dormía. En este caso, la joven esperó a que estuvieran muertos. Haciendo buen uso de su conocimiento cinematográfico, recordó como Denzel Washington cauterizo los dedos de la mano de un traficante para que no sangrara, ella hacía lo mismo con los miembros que recolectaba. Después les embadurnaba con unas sustancias, tal y como había aprendido en un curso de Tanatopraxia. Una vez limpio, tratado y conservado por los oleos necesarios, se lo coloco sobre el braguero y lo fijo a él con pegamento instantáneo. Se guardo dos o tres piezas de similar tamaño y grosor, para usarlos en las noches de guarida, pues era el momento y lugar idóneo para darse un homenaje. Puede que el secreto de su arrojo del valor que mostraba en el campo de batalla, procediera de una buena rutina de masturbación, la cual liberaba los estrógenos, aminoraba a los radicales libres y supuraba adrenalina del mismo modo que lo hacía cuando se dedicaba a matar. Además, era bastante positivo para fortalecer el suelo pélvico

    Ella no estaba acostumbrada a llevar o sostener un peso excesivo entre sus piernas, y como sus senos nunca le habían dado ese tipo de problemas, ni contracturas en la espalda, aquello que le sucedía con el palo era algo muy nuevo para la mercenaria más resuelta. Puedo aminorar las consecuencias acudiendo al gimnasio, llevan una dieta rica en proteínas y arroz, el cual como todo el mundo sabe es hidrato de carbono limpio. Y sobre todo combinando la fijación con pegamento, con un sistema de imanes.

    Guardaba como oro en paño, un apéndice que procedía de un donante afroamericano. Lo usaba en las ocasiones en las que no le apetecía la estimulación vaginal y si la clitoriana, ya fuera por falta de tiempo, por cambiar o por pereza. Aquello era

    "Una autentica culebra de Alabama, pero la puñetera no era muy beaucoup

    Que diría el negro de la Chaqueta Metálica.

    4

    Pero no creas que le fue fácil incorporarse a las fuerzas especiales. Aparte de verse obligada a disfrazarse de hombre, con todo lo que eso conlleva, en más de una ocasión tuvo que satisfacer a una hembra de su especie, el sobrepeso inguinal, y el síndrome de abstinencia que solucionaba practicando de forma violenta y desaforada el amor propio en sus días libres. Incluso salir a pillar cualquier cosa, mientras contara con un buen ariete.

    Le era casi imposible escabullirse del control de sus compañeros, y transformar su imagen de muchacho imberbe, en mujer empoderada y peligrosa. No le quedaba más remedio en las nocturnidades que mostrarse como uno más de los muchachos con la lívido anestesiado por el aumento de las dosis de bromuro.

    No le apetecía que la relacionaran con el colectivo LGTBI, ese cuerpo especial parecía bastante retrogrado, viejo, anacrónico y aunque ella era una hetero convencida, incluso antes de escuchar el glorioso tema

    "Las chicas no tienen pilila, dubidu, dubida

    Podía tomarse aquello como una nueva experiencia. Siempre se había preguntado.

    _ ¿Qué sentirían los tíos al hacerse una paja?

    O

    _ ¿Cómo será meterle todo menos miedo a una tipa con un pene enganchado a un arnés?

    Ahora lo podía descubrir, se o podía tomar como una nueva experiencia.

    Y no lo llevo mal las primeras veces, cuando en sus primeras maniobras salieron de fiesta por Puerto Rico. Si, Alba hizo sus primeras maniobras en Puerto Rico. Pero no en la isla de las Antillas que todo el mundo piensa cuando escucha ese nombre, sino en la misma Gran Canaria, en la que existe una población costera con esa misma denominación. Suele encontrarse plagada de guiris, machos y hembras encantados de conocerse, insensibles al amor, apasionados de la descarga de emociones, y otro tipo de sustancias intimas. Entusiasmados por disfrutar de ese aumento de la lívido, la revolución de sus hormonas, y satisfacer su esencia más carnal.

    Si a eso le sumas el grado medio de alcohol en sangre, de estupefacientes, aumentaba de forma considerable las probabilidades de éxito, en el desarrollo de la breve maniobra de acercamiento y el posterior enlace bioquímico. Que era más fácil ligarse a una

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