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Arter: Los guardianes de la `Chuecuta´Sagrada
Arter: Los guardianes de la `Chuecuta´Sagrada
Arter: Los guardianes de la `Chuecuta´Sagrada
Libro electrónico357 páginas5 horas

Arter: Los guardianes de la `Chuecuta´Sagrada

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Información de este libro electrónico

Un grupo de jóvenes indígenas debe realizar una prueba de supervivencia la cual les entregará el honor de convertirse en hombres. Durante el viaje de caza conocen a un animal peculiar, el cual se hace llamar Arter, y descubren una piedra particularmente rara que cambia sus vidas abruptamente, entregándoles poderes sobrenaturales.

Cuando regresan a su ciudad, en medio del bosque, llegan y se dan cuenta de que un cataclismo ha consumido su tierra natal. Luego de encontrar a otros sobrevivientes y buscar respuestas al inesperado suceso, emprenden un viaje peligroso y mortal hacia una tierra desconocida, donde, se presume, gobierna un malvado demonio que mantiene cautivas a sus familias con un oscuro propósito en mente.

Los jóvenes deben aprender a controlar sus emociones para poder utilizar sus poderes a la perfección. Sin embargo, una serie de sucesos inesperados confrontará a aquellos jóvenes intrépidos y los obligará a demostrarse a sí mismos que tienen lo necesario para llamarse a sí mismos «Los Guardianes de la 'Chuecuta' Sagrada» y vencer a un peligroso misterio que amenaza la tierra de sus ancestros.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 nov 2023
ISBN9788411817691
Arter: Los guardianes de la `Chuecuta´Sagrada

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    Arter - Diego G. García B.

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Diego Germán García Beltrán

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-769-1

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    DEDICATORIA

    Este libro va dirigido a todos los amantes de la ciencia ficción, la naturaleza y las culturas del planeta en su gran mayoría. Ustedes aquellos soñadores y creadores que nunca se han dado por vencidos en sus aspiraciones de ver un mundo lleno de magia donde la imaginación sea la protagonista y la fantasía su fiel compañera.

    Esta historia va dirigida a las innumerables personas curiosas y aventureras, que se preguntan sobre la vida, la existencia, la muerte y los secretos que el planeta aún nos aguarda.

    Acompáñame a conocer un mundo intrépido, salvaje y fantástico. Donde la luz y la oscuridad se convierten en fuertes exponentes de la naturaleza en una lucha perpetua por la supervivencia.

    AGRADECIMIENTOS

    El mundo no sería el mismo sin personas como ustedes, que han apoyado la publicación de esta historia. A ustedes, jóvenes soñadores y veteranos conquistadores, les doy las gracias por creer en mí. Mostrar el mundo desde otra perspectiva es uno de mis mayores sueños y aunque los tiempos no han sido los mejores para la humanidad, mientras exista una persona que sueñe y vea el mundo de otra manera, la inspiración continuará.

    Este libro es producto de su inigualable motivación e incansable apoyo que me mueven a desarrollar historias que nos lleven a mundos inexplorados e historias peculiares. A todos ustedes, gracias.

    CAPÍTULO UNO

    Enigmas del Pasado

    —¡Despierta! ¡Vamos, despierta! ¡Ya amaneció! ¡Es hora de DES-PER-TAR!

    Cuando Hakan¹sintió varios golpes en su estómago, abrió los ojos y dio un brinco sobre su cama. Vio a su pequeña hermana Anahí² que con una gran sonrisa estaba sentada a su lado aguardando con una sorpresa para él en una de sus manos detrás de ella.

    —¡Hola, hermanito! Espero que hayas dormido bien porque… ¡Hoy es el día! —gritó la pequeña emocionada.

    El joven entredormido reaccionó de inmediato a las palabras de la pequeña niña de piel dorada con ojos azules aguamarina y se levantó de la cama de paja donde yacía. Se restregó los ojos y miró para todos lados esperando que nadie más estuviera allí viéndolo dormir en su pequeño cuarto de bahareque y le dijo a su hermana:

    —Ana, ¿qué haces aquí?

    La pequeña de ocho soles extendió su brazo y le entregó lo que guardaba en su mano. Era un collar de piedras de colores del Lago Nubiloa que Anahí había hecho días atrás para dárselo como motivo de su cumpleaños, con la ayuda de su mamá. Hakan sonrió y cuando lo recibió percibió un leve brillo en una de las piedras incrustadas en el collar hecho con cuerda de algodón, sin embargo, antes de pronunciar palabra alguna, entró su padre de manera estrepitosa y el joven puso el collar sobre su cama.

    Hakan era un joven delgado con piel trigueña casi blanca. Tenía el pelo corto de color negro y unos ojos oscuros, algo hipnóticos. No era muy alto, tampoco muy fuerte y mucho menos valiente. Sin embargo, Hakan era querido por las personas por ser un chico de gran corazón.

    —¡Hakan, mi chyty(hijo)! ¡Llegó el gran día! ¡Hoy demostrarás a la tribu lo que puede hacer el hijo del zipa(gobernante)! —dijo su padre.

    Hakan con una sonrisa temerosa vio a su padre que se dirigía hacia su cama con el porte de todo un gobernante, debido a que sí lo era. La familia de Hakan, desde tiempos inmemorables tenía la tarea de guiar y defender a la tribu andina Makal ante cualquier peligro interno o externo que pudiera poner en riesgo sus vidas. Su padre había construido rutas de comercio para dar a conocer el nombre de la tribu y eso generó que se volviera un punto importante para comerciar y hacer negocios. Su abuelo Newén³ luchó contras las fuerzas invasoras de la tribu Ayoreo sesenta años atrás, los cuales guiados por el cacique Nahuel⁴ buscaban conquistar el norte del valle de la Almendra, terreno sagrado para la tribu. En ese mismo lugar entregaban los sacrificios y pertenencias de los muertos a los dioses que eran los encargados de proteger el valle y dar prosperidad, salud, protección y alimento a sus habitantes. También, cien años atrás, su bisabuelo Mainque⁵ fue el encargado de repeler las fuerzas invasoras de una antigua tribu invasora llamada Faveya, que buscaban adueñarse de toda la meseta del río Tambah donde comulgaban la tribu Makal, Ayor y Gunesua siendo esta última destruida en una de las incontables batallas por proteger su tierra de aquellos invasores. Los sobrevivientes fueron adoptados por tribus aledañas y otros murieron en el espeso bosque producto del destierro, además de los innumerables peligros que poseía el valle. Sin embargo, pocos años después, los Faveyos fueron expulsados del valle de la Almendra y empezó a reconstruirse la tribu poco a poco.

    La familia de Hakan mantenía un legado muy importante, por tal razón el joven luchaba en su interior entre demostrar a su familia su verdadero potencial de futuro zipa, o huir y así evitar la humillación pública.

    Cuando su padre alcanzó el somier de la cama, Hakan se dispuso a abrazarlo.

    —Ven aquí hijo, ¡feliz nuevo sol! Sé que debes de estar emocionado por todo lo que va a acontecer este día. Pero debes estar tranquilo y concentrarte al máximo para poder pasar la prueba. No quiero tener que desterrarte para siempre —bromeó Canek⁶ mientras alborotaba el cabello del joven. Al escuchar las alentadoras palabras de su padre, Hakan empezó a temblar, sin embargo, al escuchar la dulce y sonriente voz de su madre entrando en la habitación, hizo que ese temor cesara.

    —Canek… Sabes que nuestro chyty ya se encuentra demasiado inquieto por este día. No lo hagas sentir peor —dijo su mamá mientras se acercaba a la cama—. ¡Mi pequeño hijo! ¡Qué collar tan bonito! ¿Quién te lo regaló? —le preguntó la mujer a Hakan al ver el collar sobre su cama.

    —Anahí lo hizo, madre. Y a partir de hoy ya no soy un pequeño —bromeó el muchacho.

    Su madre, Eluney⁷, sonrió y lo miró con ternura. Lo abrazó fuertemente y lo felicitó por sus quince soles.

    —Cuando estés listo ve a ver a tu pabe(tía), Itati⁸. Tiene algo para ti —le dijo Eluney.

    —¡Ahh! ¡Es cierto! También está muy emocionada por ver a su sobrino convertirse en todo un hombre —exclamó Canek.

    Su madre agarró el collar y se lo puso a Hakan alrededor del cuello. Se despidió con un beso en la frente de su hijo y le dijo:

    —Mejor me voy antes de que los makalitos empiecen a reclamar que se abra el salón azul. ¡Vamos Anahí! Dejemos a tu hermano a solas.

    Disfruta tu mañana, hijo… ¡Eluney, espérame, que te debo contar algo que pasó en la madrugada con Yaqal⁹! —gritó Canek mientras salía corriendo de la habitación detrás de ellas.

    —¡Por fin paz! —suspiró Hakan.

    El joven agarró una manta blanca de algodón, peinó su cabello con la mano y cuando iba de salida para ir a ver a su tía, una delicada y suave voz lo atrajo hacia la ventana de su habitación. Era Malén¹⁰, una joven coetánea de Hakan, de pelo lacio, piel morena clara y ojos verdes opacos que a más de uno cautivaba cuando la veían pasar. Hakan la conocía desde que tenían cuatro años porque sus padres eran viejos amigos de guerras pasadas. Recientemente, Malén había cumplido también los quince soles y Hakan le había regalado una pulsera de piedras pequeñas de diferentes colores que encontró cerca de la quebrada Kilamcha, la cual desembocaba en el río Kilua, algunos kilómetros al suroriente.

    —Hola, Kan —susurró Malén.

    —Hola, Lén —contestó el muchacho.

    —¿Estás listo para el gran día? —preguntó la joven.

    —No lo sé, Lén… Mi padre está emocionado con que yo muestre mi valía y destreza, pero no estoy seguro de poder hacerlo —lamentó Hakan.

    —Tranquilízate, Kan, solo debes pasar tres lunas en la meseta y cazar a un jaguar —explicó la jovencita.

    —¡Lo sé! —exclamó nervioso el joven.— Me lo han estado diciendo todos adonde quiera que he ido. Piensan que por ser hijo del zipa todo es más fácil pero no. No he podido dormir más que unas cuantas horas debido al temor que siento —sollozó.

    —Ven conmigo, tengo algo que enseñarte —dijo Malén emocionada.

    Hakan sin replicar salió por la ventana y se reunió con la joven muchacha.

    —Lindo collar —dijo la joven.

    —Gracias, me lo hizo Anahí —contestó Hakan.

    —Creo que deberías dejarlo aquí adentro para que no se estropee. Te lo puedes poner en la tarde para la prueba —aconsejó la jovencita.

    —Amm… Creo que tienes razón. Mejor lo dejaré acá —respondió el joven mientras se asomaba por la ventana y tiraba el collar encima de su cama.

    Los jóvenes bajaron la colina de flores silvestres en donde estaba ubicada su maloca(casa). Los makalinos saludaban al joven con alegría y cordialidad desde sus pequeñas chozas ubicadas a una distancia considerable bajo la colina y al tomar el camino de piedra que llevaba a la plaza central de la ciudad donde vivían, Gual’Psku, capital de la tribu Makal, los jóvenes se detuvieron en seco. Sin pestañear vieron a unos Katus(soldados), que pasaban en formación por la plaza principal. Malén los miró con admiración y codeó a su amigo para que los observara también. Hakan la molestó porque sabía que su más grande sueño era convertirse en la primera mujer Katu de Makal y ella sonrió. Al fondo, en el centro de la plaza, vieron cómo algunas personas hacían los preparativos para el evento que tendría lugar en la tarde y Hakan pasó saliva. Ante ellos apareció Willak¹¹, un joven moreno de diecisiete soles, hijo de un famoso opositor al zipazgo(gobierno) de Canek llamado Yawri¹², que le gustaba molestar a Hakan, provocarlo y burlarse de él.

    —Vaya, vaya. Conque aquí está el futuro zipa de la tribu… No estarás pensando en huir con tu noviecita para no pasar la vergüenza de ser expulsado cuando falles en la prueba. ¿O sí? —dijo en tono burlesco Willak.

    —¿Qué te importa, Willak? Hakan está más que preparado y regresará en menos tiempo que tú —contestó Malén enojada.

    Hakan con risa nerviosa mostró cierta incomodidad ante el comentario de la niña, pero antes de responderle a Willak fue interrumpido por Suksu¹³ que se acercaba desde lejos y con un grito estrepitoso saludó a sus amigos:

    —¡Hakan, Malén! ¡Hola!

    Rápidamente el joven makalino de trece soles, que provenía de una familia Gunesua que fue recibida en la tribu muchos años atrás, se acercó rápidamente con la felicidad que lo caracterizaba. Pero antes de acoplarse, Willak dijo con tono sarcástico:

    —Necesitarás más que suerte para cumplir la prueba, Hakan. Ya quiero ver cuando tu padre te expulse de la tribu.

    El joven corpulento y risa malévola se alejó de los muchachos justo cuando llegó Suksu. Este hizo una cara de desagrado a Willak y prosiguió a abrazar fuertemente a sus viejos amigos.

    —¿Qué hacen aquí? y ¿por qué estaban hablando con él? —preguntó intrigado Suksu.

    —Solo íbamos caminando por acá hacia… Por cierto ¿adónde vamos, Lén? —Hakan giró en dirección a la muchacha quien con una sonrisa nerviosa contestó:

    —Kan, la verdad es que…

    En ese momento fue interrumpida por su madre quien de un fuerte grito desde lejos la estremeció:

    —¡Malén! ¿Qué haces? ¡Recuerda que debes preparar la paja para el ritual de esta tarde!

    Malén sonrió a pesar de odiar la tarea que le había encomendado su madre desde la maloca, porque se había salvado de explicar a su viejo amigo, el plan a seguir. Volteó con tristeza y les dijo a los muchachos:

    —Chicos… Lo siento, debo irme. Suk, ayúdame con eso por favor—La jovencita miró con el ceño fruncido a Suksu e inmediatamente este entendió a lo que se refería.

    —¡Ah sí, Malén! —dijo el muchacho apenado—. ¡Hakan! Acompáñame, amigo. Hay algo que debo mostrarte —agregó.

    Los niños se despidieron de Malén y siguieron su camino por el valle con rumbo al río.

    —Espero que lo aprecies mucho, Hakan, lamento no poder acompañarte —susurró la niña mientras veía alejarse al muchacho.

    Mientras Hakan y Suksu continuaban descendiendo por la naturaleza, al joven príncipe lo seguían saludando por las zonas adyacentes. Gracias a Canek, que había desterrado las furiosas bestias que azotaban sus poblaciones años atrás, las familias del lugar le tenían gran respeto al zipa y a su familia.

    Al llegar a la ribera del río Kilua, un lugar lleno de paz y silencio, Suksu hizo con su boca el canto característico del tucán celeste, originario de la región, para llamar a sus amigos. Rápidamente se incorporaron desde los matorrales Akbal¹⁴, Yareth¹⁵ y Jawari¹⁶. Ellos eran unos jóvenes trillizos de aspecto trigueño, ojos cafés y cabello negro, hijos de unos jeques(sacerdotes) cercanos a Canek, que habían hecho unos votos de unión hace muchos soles atrás para casarse y tener hijos mientras servían a sus deidades. Conocían a Hakan desde su nacimiento, casi siempre jugaban con él y para diferenciarlos, usaban junto a sus ropas habituales de algodón y tela, una pluma de color particular de guacamaya real, Akbal de color rojo, Yareth de color azul y Jawari de color verde. Junto a Malén y Suksu, le habían preparado un pequeño ritual de preparación con un estilo particular.

    —¡Hakan! —dijeron los jóvenes al unísono.

    —¡Felices quince soles, mi amigo! ¿Cómo te sientes? —preguntó Yareth.

    —¡Chicos! ¡Hola…! Creo que estoy bien, aunque me siento un poco temeroso, la verdad —exclamó Hakan.

    —No te preocupes, Hakan —dijo Jawari.

    —Sabemos que te irá bien —puntualizó Suksu.

    —Tenemos preparado esto para ti, amigo —dijo Akbal mientras se acercaba.

    El joven sostenía con sus dos manos, un cuenco que contenía arcilla blanca y carbón de madera separadas cada una a un extremo de la vasija.

    Años atrás, los jóvenes makalinos habían ideado un acto poco convencional para preparar a sus amigos que iban a hacer la prueba de valor pintando sus mejillas con la arcilla, usando el carbón para darle un aspecto de guerrero ancestral y lavando su cabello en el río Kilua como símbolo de pureza a la hora de realizar la prueba. Este ritual se estaba volviendo famoso entre las comunidades limítrofes y Hakan iba a ser uno de los bendecidos con esta práctica.

    —Hakan, arrodíllate y cierra los ojos —dijo con vehemencia Akbal que años atrás había aprendido esta práctica en el Cuca(templo) de la ciudad y su sueño era llegar a ser parte del grupo selecto de jeques que servían en Gual’Psku.

    —Está bien —respondió Hakan.

    Rápidamente el joven se posicionó y cerró fuertemente los ojos para que Akbal pudiera proceder con el ritual.

    —Ven, Suksu —dijo Akbal.

    El joven corrió y tomó la vasija que llevaba Akbal en sus manos. Akbal puso su mano derecha sobre el cuenco, untó la palma con la arcilla blanca y la puso sobre la mejilla derecha de Hakan.

    —Que la arcilla blanca, símbolo de la paz, te otorgue la serenidad en tu camino a la gloria —dijo Akbal con autoridad.

    Puso luego la mano izquierda sobre la vasija, pero esta vez untó sus dedos índice y medio con el carbón, luego trazó una línea diagonal en la mejilla izquierda de Hakan con ambos dedos y dijo:

    —El carbón de madera, símbolo de la fuerza de los guerreros de antaño, te dé poder para cazar al jaguar de la montaña.

    Akbal levantó la mirada e hizo señas a sus dos hermanos quienes inmediatamente sacaron agua del río en una múcura(jarra) y cuando Akbal tocó los hombros de Hakan como señal para que se levantara, los jóvenes vertieron el agua en su cabeza mientras decían entre risas:

    —¡Te bendecimos con la fría pureza del río, para que puedas sobrevivir en la meseta!

    El joven sintió el agua fría en su espalda y se retorció. Rápidamente se levantó y celebró con todos sus amigos.

    —Gracias, chicos, por ensuciarme la manta —dijo el joven príncipe con sarcasmo mientras sacudía su prenda.

    Todos sus amigos lo abrazaron y rieron. Después de eso Jawari tuvo una idea y dijo:

    —¿Por qué no jugamos moma?

    Todos estuvieron de acuerdo y buscaron un sitio sin pasto, cerca del río donde pudieran trazar el círculo para su juego. Cogieron dos piñas de pino que había por ahí caídas para simbolizar a Zef¹⁷ y a Chud¹⁸ y cada uno agarró una piedra de la ribera del río para jugar. El objetivo del juego era pegarle con la piedra a las piñas y sacar del círculo hecho de arena, a una de las dos deidades. Si sacaban a alguno de ellos, ganaban un punto y si no lo hacían, no obtenían nada.

    Jugaron durante bastante tiempo y Hakan se divirtió a pesar de tener la ropa mojada. Al pasar de los años habían ido fortaleciendo su amistad teniendo aventuras en el bosque, sembrando árboles en terrenos sagrados, cazando animales para ofrendar a los dioses, nadando en el río y jugando moma, cucunubá, la cual se jugaba con unas pequeñas bolas de metal, o trompo, donde un objeto cónico giraba sobre su eje sobre el suelo, por mencionar algunas prácticas en sus tiempos libres. Cuando Hakan no estaba libre, estaba aprendiendo del maravilloso arte de ser un zipa junto a su padre. Desde economía hasta estrategia militar, diariamente el príncipe se encontraba adquiriendo nuevo conocimiento y de vez en cuando, Canek lo llevaba fuera del zipazgo donde vivían, para conocer nuevos lugares o costumbres de otras tribus.

    Cuando terminaron de jugar, decidieron regresar a la ciudad para comer.

    Subieron nuevamente a la plaza. Hakan se despidió de sus amigos, caminaba como un mono araña debido al peso de su ropa mojada y la gente lo miraba con gracia, pues ya sabían lo que había ocurrido. Cuando estaba llegando a su casa, con el «corazón en la mano» debido al cansancio por el ascenso de la colina, recordó que su tía lo estaba esperando. Con expresión de enojo, ceño fruncido y rechinando los dientes bajó de nuevo la colina en dirección a la maloca de su tía Itati.

    —¡Chuta(sobrino)! —dijo Itati.

    —¡Pabe! —contestó Hakan.

    —¿Cómo te encuentras el día de hoy? ¡Estás bastante sucio! —preguntó su tía.

    —Estaba con mis tybas(amigos). Me hicieron un ritual de preparación. Me siento bastante nervioso, pabe —respondió el muchacho.

    —Estos jóvenes y sus inventos raros —se burló Itati—. Chuta, no debes afligirte, debes confiar en ti mismo porque tu fuerza no reside en tus manos, está en tu mente. El jaguar sabe eso y por eso espera el momento correcto en que tu mente te engañe para así atacar. Tu tío sintió lo mismo cuando presentó su prueba. Si quieres te puedo contar la historia… —dijo su tía.

    El joven asintió. Escuchaba con la mirada fija en su tía, pero mientras tanto su mente divagaba en lo que acababa de pasar con sus amigos y no prestó mucho cuidado. En el momento en que su tía acababa de hablar, reaccionó.

    —Y así, Hakan, tu tío cazó a la bestia —concluyó su relato Itati.

    Hakan solo pudo asentir con la cabeza y dar gracias a su tía por lo que fuese que le había dicho.

    —Espera, tengo algo para ti —dijo la mujer.

    Rápidamente Itati entró a la casa, buscó entre sus cosas guardadas y sacó un brazalete que había sido fundido con una larga cinta de fino oro, y piedras rojizas incrustadas en el exterior en forma de aro por su esposo, antes de perder la vida tres años antes del nacimiento del joven durante una noche de misterio y oscuridad. Lo entregó a Hakan que con gran sorpresa y una enorme sonrisa replicó:

    —¡Pabe! Muchas gracias por tu regalo. En verdad es muy bello. Lo apreció mucho.

    —Ojalá hubieras conocido a tu guecha(tío). Te pareces mucho a él, cariño. Este brazalete bendecirá tu fuerza y tu mente para enfrentar cualquier peligro, chuta. Fue el último trabajo que hizo Itzé¹⁹. Ahora es tuyo. Pero no lo podrás ofrendar si estás sucio y cochino. ¡Ve a lavarte! —regañó Itati a su sobrino.

    Se despidieron con un fuerte abrazo y Hakan partió con rumbo a su maloca para cambiarse de manta y evitar un resfriado que pudiera entorpecer su «añorada» aventura. Llegó de nuevo a la cima de la colina, entró a su maloca de arcilla y madera, se echó agua en su cuerpo de un gran cuenco que contenía agua y se secó el cuerpo mojado con algodón. Después de cambiar su ropa, agarró el collar y fue a ver a su madre que se encontraba alistándose para la ceremonia.

    —Hola, uaia(madre)… —suspiró Hakan

    —¡Hola, chyty! ¿Ya fuiste a ver a tu tía? —dijo su madre.

    —Estuve allá hace un momento. Me entregó un brazalete que fabricó mi guecha —contestó Hakan.

    —Bueno, hijo. ¿Ya te sientes preparado para la prueba? —preguntó Eluney

    —¡Así es, madre! Ya estoy listo —mintió el muchacho inseguro mientras agarraba con fuerza su collar con la mano izquierda, el cual volvió a brillar, pero él no lo notó.

    —Ten cuidado y entrega lo mejor de ti, confío en que lo harás bien. Sabes que te amo —añadió su madre.

    —Gracias, uaia. Así será. Yo también a ti —dijo Hakan.

    Después de comer y reposar un buen rato. Llegó el momento. La gente se empezaba a dirigir hacia la plaza y un leve frío pasó por el cuerpo del joven príncipe.

    —Vamos —dijo su mamá.

    Salieron de su maloca con rumbo a la plaza de la ciudad para comenzar la ceremonia. El clima estaba sereno y las nubes cubrían el cielo en su totalidad. Al llegar a la plaza, Hakan vio cómo una gran multitud yacía allí para ver a los jóvenes que harían la prueba y ser partícipes de la gran ceremonia a cargo de los jeques de Gual’Psku. El joven junto con otros tres más, realizarían la prueba en máximo tres días. Tendrían que subir a la meseta del río Tambah, a diez kilómetros de la ciudad, y cazar un jaguar. La prueba establecería el fin de la infancia del muchacho y el comienzo de su joven adultez.

    Hakan se despidió de su madre con un fuerte abrazo y se incorporó a los demás chicos. Se posicionó en medio de ellos, con la mirada de toda la comunidad encima. Sus amigos lo alentaban y gritaban arengas de victoria; se sentaron en la paja que Malén había preparado para ellos previamente y esperaron al inicio. En ese momento apareció su padre, Canek, con algunos Katu a su alrededor para auspiciar el evento. Eluney se unió a él, ambos vestidos con pieles de lobo blanco del sur, Canek con una lanza recubierta de oro y adornada con piedras preciosas en la punta y una mirada serena. Toda la gente mostró respeto y saludaron al zipa a excepción de Yawri, su hijo y unos pocos partidarios. Antes de dar inicio a la ceremonia, el pueblo hizo silencio.

    —¡Querido pueblo makalino! —saludó Canek—. ¡En este día tan especial para todos nosotros, quiero agradecer a Gycheca²⁰ por la realización de esta ceremonia!

    Hoy, estos tres jóvenes emprenderán un viaje que los llevará como niños y los traerá como hombres. Personalmente es un orgullo tener a mi hijo Hakan entre estos jóvenes presentes que demostrarán a las tribus aledañas, el valor y el coraje de ser un makalino. ¡Que la fuerza del Sol y la sabiduría de la Luna los guíen en esta aventura! —añadió el zipa.

    Los atabales(tambores) empezaron a sonar, los asistentes guardaban silencio. Había una garúa que acompañaba la ceremonia y toda la atención caía sobre los jeques ahora. Primero, tres sacerdotes se posicionaron frente a cada uno de los jóvenes con dos cuencos cada uno, los cuales contenían arcilla fresca de color blanco y carbón de madera como en la pequeña ceremonia hecha por los amigos de Hakan en la mañana. Con sus manos cogieron la arcilla de uno de los cuencos que traían y les pintaron totalmente la cara, luego alzaron el otro cuenco con carbón y soplaron sobre el rostro de los niños quienes inmediatamente tosieron y estornudaron. Otros sacerdotes alcanzaron múcuras que contenían sangre de pájaros sacrificados y dieron de beber a los niños, los cuales no pudieron dejar de hacer muecas por el sabor de la sangre. Los tambores lentamente iban acelerando el ritmo de sus golpes a medida que iba transcurriendo la ceremonia. Los sacerdotes con los cuencos dieron un paso al lado y abrieron camino a otros tres jeques quienes traían consigo un arma para cada jovencito. Al primero le entregaron una macana de mango de madera y cabeza de pedernal, a Hakan le dieron una lanza de cuerpo de madera con punta de sílex y al último le entregaron una tiradera de madera con algunas flechas con punta de roca consigo.

    El zipa se acercó a ellos y dijo:

    —Entreguen sus ofrendas.

    Cada uno de los jóvenes entregó sus distintas ofrendas materiales para bendecir su viaje y Hakan entregó el brazalete que le había regalado su tía.

    —¡Que Zef y Chud bendigan su ida y regreso! ¡Celebren conmigo el buen viaje de nuestros hijos! ¡Los hijos de Makal! —concluyó Canek.

    Las trompetas de caracol revestidas de oro sonaron fuertemente y los muchachos fueron llevados a la entrada oriental de la ciudad. Fueron despedidos con la bendición de sus dioses y la mejor energía de sus parientes y amigos. Malén veía la partida de su querido amigo y le deseaba lo mejor en su viaje muy emocionada. Pero una vez los jóvenes salían de la ciudad, Malén corrió hacia su maloca, tomó una bolsa y salió.

    —Este es mi momento —dijo con voz enérgica.

    Agarró un viejo camino por el lado sureste de la ciudad, lejos de la multitud y fue tras ellos.

    CAPÍTULO DOS

    Misterios Tribales

    El sendero que cogió Malén había sido utilizado durante muchos años como una ruta de transporte de materias primas por parte de los makalinos que trabajaban en las minas de oro secretas ubicadas en las profundidades del bosque Kuri, al que se dirigía Hakan. Ese viejo camino, de tierra seca, aunque cuando llovía se volvía un lodazal, denotaba el paso del tiempo. Para Malén fue un poco difícil transitar debido a que la espesa vegetación hacía que por trayectos tuviera que usar un pequeño cuchillo de piedra tallada para cortar las enredaderas y la hierba que obstaculizaban su camino.

    «Hakan, espérame» pensaba constantemente Malén quien se impacientaba a ratos creyendo que no podría alcanzar a su viejo amigo.

    El camino conocido como «Abrazo de cola roja» por parte de los makalinos residentes en las zonas limítrofes, era en sí un atajo que permitía llegar en menos tiempo al lugar de la ascensión para viajar a la meseta donde Hakan y los dos jóvenes cazarían al jaguar. El camino originalmente tenía por nombre Nahslunytah(ciudad de huesos), en idioma Dassano y solo lo hablaban aquellas comunidades que vivían por allá. Sin embargo, debido a una maldición proferida por un antiguo sacerdote de Ayor, el idioma fue olvidado, además de que los poblados fueron azotados por tormentas y cientos de serpientes que no dejaron testigo alguno. Tiempo después, se nombró al camino «Abrazo

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