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La maldición de Blade Manor: Blade Manor, #1
La maldición de Blade Manor: Blade Manor, #1
La maldición de Blade Manor: Blade Manor, #1
Libro electrónico196 páginas2 horas

La maldición de Blade Manor: Blade Manor, #1

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Información de este libro electrónico

Novela de romance y misterio ambientada en la mítica Northumbria (Inglaterra) del siglo XIX.

 

Su esposo ha desaparecido sin dejar rastro, se ha ido a Londres dejando una misteriosa carta antes de partir.
Nadie sabe a dónde ha ido pues nadie le vio tomar el tren ni llegar a Londres.
¿Qué le ha pasado a sir Lawrence, el conde de Melbourne?
¿Es verdad que se ha fugado con otra mujer?
O decidió abandonar a su esposa para seguir sus sueños de viajar al nuevo mundo a hacer fortuna?
Pero sir Lawrence es un caballero afortunado, ha heredado una magnífica mansión ancestral llamada Blade Manor, tiene una esposa hermosa a quién ama y no tiene razón alguna para huir.¿ O sí?
Mientras pasan los días sin tener noticias de su marido Lady Scarlet dsecubre secretos de su esposo que habría preferido ignorar y que ponen a prueba lo más valioso que le queda: su amor por él..

IdiomaEspañol
EditorialCamila Winter
Fecha de lanzamiento22 oct 2023
ISBN9798223573364
La maldición de Blade Manor: Blade Manor, #1
Autor

Camila Winter

Autora de varias novelas del género romance paranormal y suspenso romántico ha publicado más de diez novelas teniendo gran aceptación entre el público de habla hispana, su estilo fluido, sus historias con un toque de suspenso ha cosechado muchos seguidores en España, México y Estados Unidos, siendo sus novelas más famosas El fantasma de Farnaise, Niebla en Warwick, y las de Regencia; Laberinto de Pasiones y La promesa del escocés,  La esposa cautiva y las de corte paranormal; La maldición de Willows house y el novio fantasma. Su nueva saga paranormal llamada El sendero oscuro mezcla algunas leyendas de vampiros y está disponible en tapa blanda y en ebook habiendo cosechado muy buenas críticas. Entre sus novelas más vendidas se encuentra: La esposa cautiva, La promesa del escocés, Una boda escocesa, La heredera de Rouen y El heredero MacIntoch. Puedes seguir sus noticias en su blog; camilawinternovelas.blogspot.com.es y en su página de facebook.https://www.facebook.com/Camila-Winter-240583846023283

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    La maldición de Blade Manor - Camila Winter

    La maldición de Blade Manor (1)

    Camila Winter

    ©2023 

    Novela original e inédita.

    ©2023 by Camila Winter.

    Todos los derechos reservados. Novela original e inédita. Octubre 2023.

    Prohibida su reproducción total o parcial sin el consentimiento de su autora.

    Esta novela es la primera parte de una saga de romance y suspenso de la era victoriana. La segunda parte y continuación se llamará Enemigo en las sombras y la publicaré en el mes de noviembre próximo.

    TABLA DE CONTENIDOS

    La maldición de  Blade Manor (1)

    Camila Winter

    Primera parte

    El viaje

    La desaparición

    Sospechas

    Revelaciones

    La maldición de Blade Manor

    Camila Winter

    Primera parte

    La leyenda

    EN ALGÚN LUGAR DE LA mansión hermosa mansión de Northumbria estaba escrito que en Blade Manor nada florecía ni perduraba en el tiempo, pues algo venenoso atacaba los setos, y las cosechas, por eso los jardines se veían siempre marchitos, como secos y muertos. Ese maleficio fue escrito en las paredes de una de sus habitaciones con frases pintorescas que mencionaba todo esto en rima, aunque nadie sabía quién lo había escrito muchos creían que había sido la misma bruja que maldijo a toda la estirpe de los condes de Cleves.

    Decían que la bruja en cuestión se llamaba Grisela y era como toda bruja: hermosa, pelirroja y muy malvada. Nadie sabía cómo fue que un ancestro de la casa de Cleves terminó enredándose con tal criatura nefasta, pero decían que ella en realidad era la hija de un caballero y que el apodo de bruja lo tuvo mucho después, por su mala conducta primero y por las brujerías que presenció un criado. Pero que en realidad solo se supo que era bruja cuando maldijo a su marido por serle infiel antes de lanzarlo al vacío desde lo alto de la casa de un empujón. No le alcanzó con matarlo, sino que luego arrepentida lloró sobre su ataúd y maldijo a toda su progenie, aunque solo ella tenía la culpa de su desgracia por dar muerte al único hombre que amaría jamás.

    En fin, la historia tenía otros detalles pintorescos y hasta ridículos.

    Lady Scarlet se rio cuando alguien habló de los fantasmas y de la oscura maldición que pesaba sobre la familia. Y se rio más fuerte cuando Kendall, uno de los primos de su marido le habló de la bruja con intenciones de asustarla porque eran de hacer bromas pesadas a los recién llegados a la familia.

    La recién casada no se asustó, sino que pensó que era un invento de Kendall y sonrió. Era tan feliz entonces, la mansión era un lugar hermoso, con jardines florecientes, llenos de flores, y pájaros exóticos. Era el paraíso campestre, el lugar más hermoso que había conocido en su vida y mucho más espléndido porque era su nuevo hogar, lejos de la familia de su marido. Demasiado había sufrido viviendo con sus suegros que la odiaban por no ser una lady sino la hija de un comerciante.

    Había vivido en Spring Cottage, una hermosa casa de campo muy antigua y bastante embrujada siendo niña así que para ella los fantasmas eran ruidos extraños y criaturas intangibles, pero nada amenazantes.

    Sin embargo, al leer lo que estaba escrito en un libro antiguo sobre la maldición de los condes de Cleves se estremeció, sintió un sudor frío. Fue solo un instante pues le impresionó esa frase de que allí nada crecía ni florecía, y que toda la estirpe estaba maldita.

    Para los familiares de su esposo eso escrito a mano por algún ancestro era como algo común y anecdótico, algo que se contaban en las reuniones en las que hablaban de fantasmas y criaturas espectrales, nadie le prestaba la más mínima atención. No parecían personas supersticiosas por otra parte.

    Años después recordaría con rabia y dolor esas palabras de las que tanto se había burlado.

    PERO ESE DÍA, LADY Scarlet no pensaba en maldiciones ni en fantasmas, llevaba cinco años viviendo en la mansión y nada extraño había pasado. Era feliz, como recién casada y ahora lo único que la preocupaba era concentrarse en la misiva que deseaba escribir luego de leer la cariñosa carta de su prima Charlotte que había recibido esa mañana.

    Suspiró recordando sus tiempos de bailes y fiestas, eso era tan lejano, la vida en el campo la había cambiado y ya no le agradaba Londres. Iba solo a veces a visitar a sus familiares.

    La carta de su prima le contaba algunas cosas que la dejaron algo inquieta.

    Le hablaba de su antiguo novio Tom Harding por ejemplo lo que despertó aún más sus nervios.

    Por eso apenas pudo la escondió y escribió la respuesta antes de que su marido quisiera ver qué estaba leyendo. Era tan entrometido a veces... ¿cómo podía decirle a su prima que no le hablara de Tom? ¿Es que no se daba cuenta que ahora era una dama casada y que su marido era un loco celoso?

    Pero no era esa carta, por supuesto.

    Algo estaba pasando a su alrededor y no le agradaba, algo que no podía entender ni imaginar y por alguna extraña razón, escribió algunas líneas, pero fue incapaz de continuar con esa tarea. Se sintió tonta, afuera brillaba el sol y ella estaba encerrada escribiendo una carta, qué tonta era. Fue a buscar su abrigo y se dispuso a salir luego de tirar el cordel y esperar paciente la llegada de su doncella.

    Fue a dar un paseo en compañía de su doncella pues necesitaba caminar y despejar su mente de aquello que la preocupaba.

    Meg la seguía a distancia pues daba pasos cortos y rápidos y no podía ir más ligero.

    —Lo siento señora—dijo de pronto.

    Scarlet sonrió y notó que su doncella había dejado de ser esa joven flacucha y tímida que llegó a su mansión poco después de su boda. Había crecido y tendría ya... diecinueve años o más y se había convertido en una guapa muchacha. Solo que ya no parecía una jovencita asustada como cuando llegó a Blade Manor.

    —Está bien Meg, creo que no iré más lejos hoy. ¿Has visto a mi esposo?

    La doncella apretó los labios y miró a la distancia.

    —Fue a reunirse con sus primos hoy temprano señora, es el día de los arriendos.

    —¿De veras? Lo había olvidado.

    Scarlet siguió caminando con gesto ceñudo. No le agradaba que aparecieran de repente sus primos y tíos y se quedaran días sin siquiera anunciarse o avisarle. Al comienzo eran más considerados, pero ahora...

    —La señora Wells no me avisó que vendrían—dijo entonces Scarlet molesta.

    Su doncella apretó los labios.

    —La señora Wells solo avisa a su marido y a sir Richard de lo que sucede aquí, lady Scarlet. Es una mujer mandona que hace y deshace a su antojo. Nunca vi algo igual.

    Meg la detestaba y era mutuo. Pero Meg era su criada personal, su doncella y no tenía que limpiar y fregar como otras, ella era su acompañante y también quien la ayudaba en el aseo y le hacía bonitos peinados para ir a una fiesta.

    —Es verdad Meg, aquí nadie me tiene en cuenta, solo para preguntarme por el menú, a veces. Pero no me importa ¿sabes? Me fastidia perder el tiempo organizando un simple almuerzo familiar, ella sabe cómo hacerlo y lo hace bien, es mejor así.

    Scarlet se dio cuenta que Blade Manor no era ese lugar soñado del que le había hablado su marido hacía tiempo. Al principio sí, en sus tiempos de recién casados todo era como caminar en una nube, era maravilloso... solo pensaba en su esposo y en realidad no prestaba atención a las reuniones familiares ni a los viajes a Londres que él hacía a veces sin su compañía.

    Pasaban mucho tiempo juntos y Blade Manor parecía un señorío próspero con unos paisajes magníficos.

    Con el tiempo las cosas empezaron a cambiar y ahora cinco años después no sabía qué era, pero sabía que había algo que su marido le ocultaba. Ya no era el mismo, como si estuviera preocupado por algo y no quisiera decírselo.

    Pero cuando estaba a su lado lo olvidaba todo y se sentía como una tonta por tener esos pensamientos.

    —SEÑORA, SE HACE TARDE—LE avisó su doncella.

    Lady Scarlet estaba algo nerviosa ese día y no quería ir, no sabía por qué.

    Hasta que de pronto la llegada de Lawrence le provocó un respingo.

    A veces hacía eso de aparecer y mirarla a través del espejo hasta hacerla ruborizar y chillar del susto.

    —Lawrence–murmuró.

    Su marido sonrió y sus ojos azules brillaron de picardía mientras la miraba con creciente deseo.

    La joven se quedó tiesa al ver que su doncella simplemente se esfumaba en el aire como un fantasma sin hacer ruido y de no haberla visto desaparecer por la puerta habría creído que se lo había imaginado todo.

    Pero luego apareció en escena Lawrence cerrando la puerta con llave.

    Estaba vestido para ir a una fiesta, y hasta tenía el cabello todavía húmedo y alborotado por el baño, su perfume, su piel tan blanca brillaba al igual que su cabello castaño revuelto y espeso. Era un hombre guapo, cada vez más guapo y fue conocerle y saber que se casaría con él sin saber ni cómo lo haría pues solo lo había visto una vez.

    —¿Acaso esperabais escaparos a esa triste reunión de solteronas querida? Las fiestas del condado son tan horribles y aburridas—le preguntó él con una pícara sonrisa mientras avanzaba hacia ella y la miraba con deseo.

    Tenía razón, algunas eran un completo bodrio, pero ella se esmeraba para no parecer desatenta o grosera, si la invitaban las damas de la vicaría, la solterona del pueblo o alguna aviesa debutante recién llegada de la capital con ganas de hacer amistades nuevas, Scarlet iba.  Todavía se sentía nueva en el condado, aunque hacía casi cuatro años que se había mudado luego de su prematura boda.

    —Es verdad, pero debemos ir...—dijo ella con timidez mientras estaba atenta a sus movimientos.

    Sabía lo que planeaba y tembló cuando se le acercó sin dejar de mirarla con creciente deseo. Al comienzo siempre era tímida y vacilaba, pero luego que desataba su lujuria no sabía ni cómo se dejaba llevar a ese lugar, pero sabía que era el paraíso del placer como él lo llamaba. Pero a pesar de que ya no era una debutante sino una mujer seguía siendo tímida y vergonzosa como si la intimidad fuera un pecado o un fruto prohibido.

    —Lawrence, aguarda, sabes que nos esperan hoy—dijo sonrojada al comprender sus intenciones, pues muy al contrario de ella su esposo era audaz y atrevido para buscarla y siempre tenía prisa por hacerlo. La desnudaba en un santiamén y antes de que pudiera pensar siquiera sus besos la hacían cambiar de idea. Y ahora notó que había cerrado las habitaciones y la miraba con esa expresión de amor y deseo que tanto la excitaba.

    Y luego de mirarla le dio un beso ardiente mientras la envolvía entre sus brazos.

    —Pues tendrán que esperar... se me ocurre una idea más divertida para pasar la tarde—le dijo.

    Ambos sonrieron y él volvió a besarla, a atraparla entre sus brazos.

    Tembló al sentir que unas manos grandes y fuertes le quitaban el corsé con prisa desabrochando botón por botón, lazos, y lo que fuera. Él sabía cómo desvestirla con prisa hasta lograr su objetivo

    —Lawrence...

    Su protesta murió en sus labios al sentir que la tomaba de atrás sujetándola de la cintura mientras besaba su cuello.

    —Tenemos cosas más importantes que hacer hoy preciosa... un bebé—le dijo al oído.

    Esa era la excusa para buscarla a toda hora, siempre, o casi siempre.

    Aunque esos días estuviera algo alejado y disperso con otros asuntos, no lo había olvidado.

    Debajo de las sábanas era como si fuera otra mujer, a medida que su ropa caía al piso y él la envolvía con sus besos y su calor, sentía que la sangre le hervía y lo deseaba, deseaba tanto que pasara...

    Ya no sentía pudor ni vergüenza de esos encuentros apasionados, se había casado con un hombre ardiente y eso lo supo meses después de su noche de bodas. En su noche de bodas él había sido muy delicado y prudente, pero con el tiempo él la fue llevando por los caminos del placer despertando en todo su ser un deseo incontenible.

    Gimió al sentir sus caricias húmedas en sus muslos y en su monte, sabía cuánto le agradaban esos juegos y cayó rendida mientras él la penetraba con ferocidad. Era como si el diablo entrara en ella, pero no era eso, no podía hacer semejante comparación, pero nunca había sentido algo así ni imaginó que sería así.

    Era un hombre tan guapo y viril, casi llegaba al metro noventa y su pecho parecía esculpido en piedra, sus brazos fuertes y su virilidad cubierta de vello oscuro, más oscuro que su cabello castaño le había provocado dolor las primeras veces, dolor y una horrible incomodidad que soportó para que no pensara que era una gazmoña... en realidad él se reía de su inocencia, de sus quejas, pero estuvo casi una semana o tal vez dos para poder adaptarse a la cópula sin sentir dolor ni incomodidad. Ella se veía tan pequeña a su lado, aunque ahora su cuerpo había cambiado y había engordado unas cuantas libras de carne y años después de su boda era toda una mujer y no le importaba haber perdido el talle, sus pechos habían duplicado su tamaño y sus muslos eran mucho más redondos y firmes. Él la amaba, adoraba cada milímetro de su ser, siempre se lo decía, la encontraba hermosa y deliciosa y ella pensaba que era la mujer más afortunada del mundo.

    —Oh Lawrence, Lawrence...

    Su cuerpo se retorcía en busca de placer mientras él se movía sin parar y el roce se volvía rudo e intenso.

    Una gota, la primera, y luego su semilla mojándola como un torrente de lluvia mientras gemía y se retorcía de placer...

    Pero no era suficiente, todavía no... él quería hacerlo otra vez.

    Un día habían estado el día entero en la cama, llovía y hacía mucho frío y el día que tuvo su primer estallido de placer sintió que se desmayaba.

    "Lawrence, ¡te

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