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El derecho humano al agua y los desafíos para su adecuada gestión en Colombia
El derecho humano al agua y los desafíos para su adecuada gestión en Colombia
El derecho humano al agua y los desafíos para su adecuada gestión en Colombia
Libro electrónico316 páginas4 horas

El derecho humano al agua y los desafíos para su adecuada gestión en Colombia

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El cambio climático, la ocurrencia de fenómenos meteorológicos extremos, la contaminación y la mala gestión de las administraciones están amenazando el desarrollo socioeconómico sostenible y la biodiversidad en todo el planeta. De ahí que el libro El derecho humano al agua y los desafíos para su adecuada gestión aporte al estudio sobre el derecho humano al agua para la dignidad humana, así como reflexione de forma crítica sobre el régimen regulatorio del suministro del agua potable y saneamiento básico en Colombia, con el objetivo de evidenciar los avances, los puntos de mejora y las dificultades que han tenido las administraciones públicas central y descentralizadas, desde la expedición de la Constitución de 1991, para garantizar el acceso a agua potable de forma universal y sustentable. Así, esta obra será una herramienta de permanente consulta para todas las personas interesadas en analizar los grandes desafíos que se tienen para la debida gestión del derecho humano al agua en Colombia en el siglo XXI.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 sept 2022
ISBN9789587849738
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    El derecho humano al agua y los desafíos para su adecuada gestión en Colombia - Germán Humberto Villa Fontecha

    La importancia de seguir pensando el derecho humano al agua*

    Germán Humberto Villa Fontecha**

    Introducción: el problema contemporáneo del agua

    Tal vez, la preocupación central del presente histórico es la de la supervivencia futura de la especie humana en el planeta. Esta preocupación surge de la constatación de múltiples problemas ambientales que impactan negativamente la vida de individuos, comunidades y sociedades enteras, así como las múltiples formas de vida que habitan el planeta. Pareciera que, después de cinco o seis décadas de constatar la existencia de estos problemas y de proponer e implementar un sinnúmero de soluciones que han resultado insuficientes, fuera necesario, antes que nada, generar un cambio de mentalidad; un cambio en la manera de concebir la relación humano-naturaleza que existe actualmente.

    En este escenario, el acceso al agua se perfila como una de las grandes cuestiones en el futuro para la humanidad, como uno de los problemas que debe empezar a abordarse y resolverse, de la manera más responsable posible, desde ya. Según el Informe mundial de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos (Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura [Unesco], 2020), hay 2200 millones de personas en el mundo sin acceso a agua potable y 4200 millones que no tienen acceso a un saneamiento adecuado.

    De hecho, el acceso al agua es y, posiblemente lo será en los años por venir, uno de los motivos de conflicto y violencia más recurrentes en el mundo. Ya en 2000 Bolivia asistió a su propia guerra del agua, que enfrentó a la población de Cochabamba con el consorcio privado liderado por la corporación norteamericana Bechtel, al cual el Estado le había otorgado el contrato de concesión para la prestación del servicio en la ciudad. Más recientemente, en septiembre de 2020, han surgido enfrentamientos entre el campesinado mexicano del estado de Chihuahua, en la zona fronteriza con los Estados Unidos, con la Guardia Nacional mexicana y otras autoridades locales, a causa de la vigencia del Tratado de Aguas Internacionales de 1944 entre México y los Estados Unidos, que regula la distribución del acceso a las aguas de los ríos Bravo y Colorado. En particular, el cumplimiento de este tratado exige a México ceder a los Estados Unidos un tercio del caudal del río Bravo o, en todo caso, un volumen de agua no inferior a los 432 millones de metros cúbicos al año. Para los campesinos, el cumplimiento de este tratado afectaría gravemente sus actividades agrícolas, pues consideran que en el futuro cercano no contarán con el agua suficiente para sacarlos adelante, habida cuenta de las fuertes sequías de los últimos años (González Díaz, 2020). También se advierte que las guerras no solo pueden ser consecuencia de la escasez de agua, sino también su causa y, en muchos casos, el escenario de conflicto puede ser creado con la finalidad de propiciar un cuadro de escasez artificial de agua. Lo cierto es que en lugares que atraviesan por conflictos bélicos la inseguridad hídrica se ve agravada por la destrucción de la infraestructura de suministro y la interrupción de la prestación del servicio (Ibarra, 2020). Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), los niños menores de 15 años que viven en zonas donde persisten conflictos prolongados tienen casi 3 veces más probabilidades de morir de enfermedades vehiculadas por el agua, o por la falta de un saneamiento adecuado, que por la violencia del conflicto mismo. En el caso de los niños menores de 5 años, estos tienen 20 veces más probabilidades. Unicef descubrió que, en promedio, 85 700 niños menores de 15 años murieron a causa del agua, el saneamiento y la higiene insalubres, en comparación con 30 900 muertes por conflicto por año entre 2014 y 2016 (Ibarra, 2020). El tema de las guerras del agua ha venido cobrando tal importancia que desde comienzos de siglo autores e investigadores como Vandana Shiva (2003) lo han tomado como un objeto central de su estudio, titulando con esta expresión una de sus obras más representativas.

    Por otra parte, la escasez y el desabastecimiento en el suministro son problemas reales con los que se enfrentan algunas de las grandes urbes del planeta: Ciudad del Cabo en Sudáfrica es la urbe que más acusa este problema, pues sus habitantes se vieron obligados a vivir por casi seis meses con un consumo máximo de 50 litros de agua por persona al día. La ciudad vive bajo la amenaza constante de la llegada del día cero, el día en que se acabará el agua por completo. Los expertos aseguran que este tema tiene sus raíces no solo en los problemas ambientales de la región que condujeron a una escasez natural de agua, sino también en la deficiente gestión del líquido, incluso, la prestación de los servicios de agua y saneamiento, que llevaron, a su vez, a configurar un cuadro de escasez artificial (Ramírez Carreño, 2018). Otras grandes urbes del planeta están siguiendo el mismo camino de Ciudad del Cabo y experimentan el riesgo de padecer una grave crisis de abastecimiento de agua. Ciudades como São Paulo, Bangalore, Pekín, El Cairo, Yakarta, Moscú, Estambul, Londres, Tokio y Ciudad de México podrían quedarse sin agua en el futuro cercano, de no tomar correctivos y medidas de prevención contundentes (Mena, 2018). El caso de Ciudad de México llama la atención en la actualidad, pues el sistema de abastecimiento de la ciudad registra su nivel más bajo de reservas hídricas de los últimos veinticinco años, de acuerdo con su promedio histórico, cumulando un 22,1 % de déficit de disponibilidad. Esto condujo a implementar recortes en el suministro de agua para la ciudad y para el estado de México, desde marzo de 2021 (Recortes de agua en CDMX y Edomex: Este será el plan para hacer frente a la crisis en el Cutzamala, 2021).

    La demanda de agua crece día tras día con el aumento de la población y con la expansión de las áreas y los sectores productivos con sus infraestructuras, que requieren el líquido como materia prima para su funcionamiento (industria, agroindustria, ganadería, minería). Mientras, por acciones antró-picas como la contaminación del agua y el cambio climático, las reservas de agua dulce potable o fácilmente tratable para el consumo humano se vienen reduciendo drásticamente año tras año. Se calcula que para 2030 la demanda de agua haya aumentado un 40 % con respecto al presente, demanda que se concentrará en las regiones que actualmente se ven menos afectadas por el cambio climático, por efecto de la migración paulatina hacia estas regiones (El agua se acaba, 2019).

    Esta situación augura un panorama preocupante para la tarea de la promoción, el cumplimiento y la realización del derecho humano al agua por todo el mundo. Se trata de un desafío que no se puede desatender y que le exige al derecho interno de los Estados, así como al derecho internacional de los derechos humanos, actualizar y ampliar sus concepciones y formulaciones del derecho humano al agua con miras a establecer posiciones más claras y específicas frente a sus fundamentos y naturaleza, así como frente a los mecanismos e instrumentos para su protección. Pero esto no parece realmente posible sin un cambio, como se mencionó, en el modo de concebir la relación entre humano y naturaleza.

    Por estas razones, el derecho humano al agua es un tema de primerísima importancia en la actualidad y en el futuro, más aún cuando, pese a existir una vastísima literatura y producción académica sobre este, los problemas relacionados con el agua siguen avanzando y profundizándose. Esto hace necesario continuar con la reflexión, explorando nuevos enfoques y elaborando nuevos marcos de interpretación y análisis, para acercarse a explicaciones más precisas del problema y del papel que deben desempeñar los derechos humanos. Sobre todo, es importante abordar cuestiones como el tipo de racionalidad y las lógicas de acción que implementan los actores encargados del manejo y la gestión del líquido, así como las que deberían implementarse con miras a la realización del derecho humano al agua. La realización de este derecho es uno de los componentes fundamentales de una relación humano-naturaleza mucho más armónica y equilibrada.

    Un enfoque posible

    El enfoque que se propone parte de identificar como una de las principales causas de los problemas ambientales e hídricos del presente el tipo de racionalidad con que el humano ha intervenido y transformado la naturaleza desde hace algunos siglos, una racionalidad predominantemente instrumental y utilitarista. De la mano del desarrollo de esta racionalidad, se ha dado una suerte de olvido del cuerpo, enmarcado en el dualismo alma-cuerpo, promovido históricamente por la tradición judeocristiana y que ha llevado al ocultamiento progresivo de una realidad innegable: la unión primigenia del ser humano con la naturaleza; su pertenencia e integración con ella a través de su dimensión biológica. La consecuencia de este olvido del cuerpo es que la racionalidad en cuestión ha llegado a instalarse en el espacio de ese humano biológico, ejerciendo sobre él diferentes formas de poder o, para hablar con Foucault (1998), diferentes formas de poder sobre la

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