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El bien y la verdad: Sentido y fin de la educación
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El bien y la verdad: Sentido y fin de la educación
Libro electrónico107 páginas1 hora

El bien y la verdad: Sentido y fin de la educación

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El mundo está viviendo lo que muchos han denominado «sociedad del conocimiento», un período en donde la información ha cobrado un valor más allá de lo posible imaginar años atrás. Los vertiginosos avances tecnológicos han llevado a algunos teóricos a plantear que el ser humano está inserto en una época de cambios. Sin embargo, el autor de este libro ha optado por hablar de un «cambio de época»: hoy se está viviendo una modificación de la historia humana, más que un conjunto de pequeños, aunque significativos, cambios.

Sobre la base del pensamiento humanista integral de Jacques Maritain, el autor presenta una concepción de educación no aséptica ni neutral, sino basada en principios y valores, enfrentando el relativismo moral que impera en muchas situaciones en nuestra sociedad e incluso en los procesos educativos intra y extra aulas. En efecto, se realza la educación como eminente tarea humana, lo que constituye la vía para la humanización de las personas y su evangelización.
IdiomaEspañol
EditorialRIL editores
Fecha de lanzamiento26 jul 2023
ISBN9789560113887
El bien y la verdad: Sentido y fin de la educación

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    El bien y la verdad - Hernán Enríquez

    Hernán Enríquez Rosas

    El bien y la verdad:

    Sentido y fin de la educación

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    El bien y la verdad: Sentido y fin de la educación

    Primera edición: julio de

    2013

    © Hernán Enríquez Rosas,

    2013

    Registro de Propiedad Intelectual

    230.224

    © RIL® editores,

    2013

    Los Leones 2258

    7511055

    Providencia

    Santiago de Chile

    Tel.

    (56-2) 22238100

    ril@rileditores.com • www.rileditores.com

    Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores

    Epub hecho en Chile • Epub made in Chile

    ISBN

    978-956-284-993-7

    Derechos reservados.

    A los educadores

    que, por vocación, recorren

    el camino de la formación integral.

    A los niños y jóvenes que anhelan recibir

    una educación de calidad.

    A los padres que se comprometen con

    la educación de sus hijos.

    Prólogo

    El mundo está viviendo

    lo que muchos han denominado «sociedad del conocimiento», un período en donde la información ha cobrado un valor más allá de lo posible imaginar años atrás. Los vertiginosos avances tecnológicos han llevado a algunos teóricos a plantear que el ser humano está inserto en una época de cambios. Sin embargo, atinadamente, el autor de este libro ha optado por hablar de un «cambio de época»; vale decir, hoy se está viviendo una modificación de la historia humana, más que un conjunto de pequeños, aunque significativos, cambios.

    En Chile, los procesos educativos y sus protagonistas están en permanente tela de juicio; mientras que las instituciones educativas no están satisfaciendo las demandas de los distintos grupos sociales. Frente a esta situación, se busca mejorar los procesos formativos con «recetas» o fórmulas importadas, en las que la tecnificación de la enseñanza y la pérdida de la centralidad del hombre son algo común. En este escenario, el presente texto se levanta para resituar el proceso educativo en su verdadero centro: la persona humana.

    Sobre la base del pensamiento humanista integral de Jacques Maritain, el autor presenta una concepción de educación no aséptica ni neutral, sino basada en principios y valores, enfrentando el relativismo moral que impera en muchas situaciones en nuestra sociedad e incluso en los procesos educativos intra y extra aulas. En efecto, se realza la educación como eminente tarea humana, lo que constituye la vía para la humanización de las personas y su evangelización.

    Tanto explícita como implícitamente, el texto refiere a los fines de la educación identificados por Maritain: un fin primario centrado en la conquista de la libertad interior y espiritual a la que la persona humana aspira; y otros secundarios, formar al hombre para que lleve una vida normal, útil y de sacrificio en la comunidad, y guiar el desenvolvimiento de la persona humana en la vida social, despertando y fortaleciendo el sentido de su libertad, así como el de sus obligaciones y responsabilidades. Con ello, se deja en claro la preeminencia no excluyente de la persona humana sobre la sociedad. «Es evidente que la educación del hombre debe tener la preocupación del grupo social y preparar al niño para desempeñar en él su papel correspondiente (…) Mas no es este el primero, sino el segundo de sus fines esenciales».

    El discurso del autor remarca la idea de que la educación es vía natural para favorecer el proceso de humanización, buscando prioritariamente fortalecer la inteligencia y la voluntad, a fin de promover la libertad de la persona. Desde la visión del humanismo integral, la educación debe unir las distintas facetas de la persona humana y no entenderlas y abordarlas separadamente, algo habitual cuando se estudia el proceso educativo desde una perspectiva tecnicista. La educación, en consecuencia, debe coadyuvar a la integración de todas las dimensiones de la persona humana: cognitiva, psicomotriz, afectiva, espiritual, moral, ética y estética.

    La educación, en definitiva, deberá propiciar el cumplimiento de la meta de toda persona: llegar a ser lo que es. El niño debe llegar a ser un hombre. Así, entonces, no es el educador el que forma; es el aprendiz quien se forma con la ayuda del educador. He aquí la «pedagogía de la libertad» de la que habla Maritain (no confundir, por favor, con la «pedagogía de la liberación»).

    Como se planteaba al comienzo, hoy, en el sentido de proceso y sistema, la educación ha sido influenciada fuertemente por enfoques técnicos, a tal punto que ya no se sabe si los educadores y los educandos son personas o máquinas. De ahí el valor de este texto, que aborda la educación poniendo el centro en la persona humana y su desarrollo integral como principal desafío.

    El mundo de hoy, completamente «globalizado», plantea a la educación desafíos específicos distintos a los de épocas pasadas. Sin embargo, su desafío primordial ha sido, es y será el desarrollo íntegro de la persona humana. Esta es una cuestión que no puede eludirse al educar. Por tanto, educador, educando y los agentes que colaboran en este proceso, deben centrarse en ello y no solo en las especificidades técnicas del acto educativo. Nadie debiera cuestionar la necesidad de una educación integral. La persona es un todo unificado y armónico que, para su desarrollo, requiere que el proceso educativo aborde todas sus dimensiones; sin embargo, nunca en la historia –y hoy no es la excepción– se ha valorado con los mismos parámetros el desarrollo de cada una de ellas. Ya lo planteaba Benjamín Bloom, en los 60, con la disyuntiva: «cabezas bien formadas o cabezas llenas»¹.

    Aunque algunas teorías y enfoques educativos hoy intentan aplicar en cierto modo las ideas expuestas por Maritain, existen distancias claves que no permiten una correcta asimilación de las ideas. La filosofía y la antropología que sirven de base de estas teorías y enfoques, por lo general, desconocen la concepción antropológica cristiana de la Iglesia Católica, la que por siglos ha sustentado diferentes instituciones educativas afines a esta Iglesia y a las que hasta el presente se les reconoce su calidad en los procesos formativos. Solo para reflejar el aporte de la educación católica, un dato relevante: actualmente en el mundo existen 1.200 universidades católicas, 2.700 seminarios y sobre 250 mil escuelas o colegios católicos.

    Nuestra Iglesia ha contribuido mucho a la educación. Hoy, más que nunca, debe seguir haciéndolo.

    Dr. Jaime Constenla Núñez

    Decano de la Facultad de Educación

    Universidad Católica de la Santísima Concepción

    1 Bloom, B. «La inocencia en la educación». Conferencia dictada por Benjamín Bloom en el CPEIP, Santiago de Chile, mayo de 1972.

    Palabras iniciales

    La formación de la persona humana

    es una tarea exigente y desafiante, ardua y compleja.

    El proceso educativo, que busca dotar a la persona humana de una formación integral, es una labor difícil y está sujeta a cuestionamientos. Por ello, no nos debe llamar la atención el enjuiciamiento de hoy y, si bien inicialmente parece dificultoso de asumir por parte de los educadores, puede convertirse en un motor efectivo de renovación y cambio.

    En todo proceso, la crítica es necesaria; más aún, ella colabora en la revisión de los caminos recorridos, pues permite rescatar lo bueno y superar aquello que ya no responde a los requerimientos actuales. En este sentido, es necesario asumir con esperanza y confianza el hecho de que somos protagonistas de un cambio de época, para la cual, las respuestas de antaño no son suficientes.

    ¿Por qué? Tengamos presente que la educación es una labor que busca penetrar en la interioridad del hombre mismo, es decir, entrar verdaderamente en la persona, quien en su condición de única e irrepetible, está llamada a crecer y a desarrollar al máximo sus potencialidades. Educar es, pues, entrar en ese hombre y en esa mujer que son, en su realidad misteriosa, inabarcables.

    Toda persona es, por naturaleza y por gracia divina, una realidad inagotable. La riqueza de la condición humana radica en que cada uno de nosotros inicialmente se agota en sí mismo, pero, en su desarrollo esencial y en su despliegue existencial, es capaz de abrirse al otro, y en esa apertura, tiene la posibilidad de

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