El modelo J

Por V.A. Sanjur

El primer capítulo del libro se plantea a los lectores en que consiste el “Modelo J”, de donde se origina su nombre, cuál es su fundamento y el porqué de la importancia y la utilización de este modelo para los docentes en general.
El segundo capítulo titulado “Un maestro con autoridad” presenta la importancia de la autoridad como cualidad indispensable para que un educador desarrolle una buena labor dentro del aula, también se toma como ejemplo la autoridad que tenía Jesús al enseñar, de tal manera que todos los maestros aprendan de él.
El tercer capítulo que lleva por título “Un maestro que conoce” detalla la importancia del conocimiento para todo educador, y como el conocer debe ser algo de todos los días y no solo de lo que se aprendió en la universidad. Un maestro debe mostrar alto grado de conocimiento, por lo tal esta cualidad no debe pasar por alto en ningún docente.
El cuarto capítulo que lleva por nombre “Un maestro que enseña” analiza la vida de Jesús como maestro y la utiliza de ejemplo para los maestros en la actualidad. Se hace fuerte énfasis en la enseñanza, ya que muchos conocen, pero pocos tienen ese don para enseñar.
El capítulo quinto “Un maestro ejemplar” detalla la importancia de nuestra conducta delante de nuestros estudiantes y de cómo nuestro ejemplo es la mejor forma de enseñarles a ellos conductas y actitudes correctas. También se presenta a Jesús como maestro ejemplar y como sus obras más que sus palabras fueron las que impactaron tantas vidas.
El capítulo sexto “Un maestro consejero” presenta la importancia de la consejería para el buen desarrollo personal de nuestros alumnos y de cómo la práctica de una buena consejería puede ayudar a los estudiantes a tomar decisiones correctas frente a las circunstancias de la vida. También presenta algunos pasajes de la vida de Jesús en donde él fue un buen consejero para aquellos que lo seguían, en especial sus discípulos.
El séptimo capítulo lleva por nombre “Un maestro que ayuda”, es este se habla de la importancia de hacer el bien y buenas obras para nuestros estudiantes; ya que un excelente maestro no se limita en explicar bien una lección, sino que su labor va más allá y trata de ayudar en todo lo que pueda a sus estudiantes, que muchas veces vienen a ser como sus hijos.
En el capítulo octavo, “Un maestro que ama”, se explica a fondo la importancia del amor hacia nuestra profesión y hacia nuestros alumnos, ya que si no amamos lo que hacemos, jamás seremos excelentes, y si no amamos a aquellos a quienes les enseñamos, no lograremos sacar lo mejor de esos individuos en formación, que necesitan de nosotros para crecer como profesionales.
“Un maestro innovador” es el título del capítulo noveno, aquí se presenta la importancia de la innovación dentro de la profesión docente. Como maestros debemos estar anuentes a los cambios y transformaciones de nuestro mundo y tenemos que estar actualizados en cuanto a estrategias y técnicas de enseñanza, por lo que un maestro que innova, es un maestro que siempre va a estar a la vanguardia en lo que hace.
El capítulo décimo “Un maestro que transforma” explica detalladamente como los docentes son llamados a transformar vidas, así como Jesús transformo la vida de todos aquellos que lo conocieron, nosotros somos llamados a transformar la vida de sus alumnos.
El último capítulo de esta obra “Un maestro líder” presenta la importancia del maestro dentro de su entorno, y como su trabajo puede impactar más allá de cuatro paredes. El maestro no solo debe ser un líder para sus alumnos, sino dentro de la sociedad, como formador de futuros profesionales, debe liderar a ese grupo de personas y llevarlos de la mano para que alcancen sus objetivos.
Por último se presenta la importancia del “Modelo J” como herramienta que puede contribuir a que el trabajo de los docentes se mejor cada día.

• Idioma: Español
• Editorial: XinXii
• Fecha de lanzamiento: 30 ene 2015
• ISBN: 9789962058564

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Citada.

Introducción

La educación para muchos constituye la columna vertebral de un país, un pueblo educado es sinónimo de progreso, de crecimiento, de desarrollo; por tal razón, los países de primer mundo invierten muchos millones en la educación de su pueblo. El peso de esta importante tarea recae sobre los educadores; ya que, son estos los profesionales llamados a cumplir la correcta labor de enseñanza-aprendizaje del educando. Entonces podemos decir que el educador es pieza fundamental en todo sistema educativo, porque depende de este, que cada estudiante alcance los objetivos trazados por el sistema.

La educación es un fenómeno complejo, con sus propios problemas e influido por el contexto social, el cual, a la vez, le demanda respuestas que van más allá de la sola tarea de transmitir conocimientos. Si la escuela tiene como fin el desarrollo integral del educando, esto implica la formación en valores, la cual debe permear todo el proceso educativo, así como los elementos que la componen. El docente es un elemento medular en este proceso, pues tiene la responsabilidad de que todos sus alumnos logren los propósitos educativos. La postura ético-valoral que asuma el docente, manifestada a través de sus actitudes, es determinante. La función del docente se concreta en un compromiso ético que sería el detonante de un conjunto de procesos de cambio, en congruencia con las demandas sociales y con las necesidades de los estudiantes (Ramírez, 2011).

Siendo la educación tan útil en el desarrollo de un pueblo, parece ilógico pensar que un país en vías de desarrollo como el nuestro, la educación presente un nivel tan deficiente, y esta conclusión no es planteada por opositores al gobierno (sabemos que esta es una crisis que lleva varias administraciones), sino por innumerables organizaciones internacionales que se encargan de cuantificar el nivel educativo de cada país, y no es un secreto que el nivel educativo presente en Panamá es uno de los más bajos de América Latina.

No es el objetivo de esta obra recomendar una solución a esta problemática, ni tampoco buscar en donde se origina esta crisis o quien es el culpable de tal deficiencia en nuestro sistema educativo, ya que cada quien tendrá sus propias opiniones. Para algunos será la administración en turno, para otros la ineficiencia de los gobiernos (ya que ninguno ha sido capaz de lograr una modernización eficaz de la educación en Panamá), otro grupo pensara que se debe a los educadores; en fin, podemos tardar semanas enumerando posibles causantes del bajo nivel que presenta la educación panameña, pero en una cosa si podemos coincidir, en que los educadores juegan un papel fundamental en todo sistema educativo, y que de ellos depende la formación integral de cada estudiante.

La tarea educativa ocurre en un contexto social; se educa, entre otras cosas, para socializar al alumno y la educación tiene eminentemente un fin social. En este marco, la tarea del docente conlleva un compromiso con su labor y, por ende, con la sociedad, ya que la representa, así como a su historia, cultura, conocimiento y sus valores. Todo esto lo constriñe a cumplir con tal compromiso en los ámbitos del dominio de un campo de conocimiento, de saber cómo enseñarlo, pero sobre todo en lo que se refiere a su manera de ser. Esto último quiere decir que debe ser consecuente con su dicho, ser abierto, honesto, amable, firme cuando tenga que serlo y actuar diferenciando en el espacio de la escuela el que corresponde a los colegas, directivos, alumnos y padres de familia. Dicha forma de actuar debe estar en congruencia con sus principios y valores personales, así como con los de la institución, de lo contrario no será genuina la pretensión de fomentar un aula democrática, así como tampoco el docente será considerado un modelo a seguir. (Ramírez, 2011).

CAPÍTULO UNO

¿Qué es el modelo J?

Existen muchos docentes que han descuidado su labor dentro del sistema educativo, ya que nuestro papel es de vital importancia para que se alcancen niveles de aprendizajes favorables en nuestros estudiantes; nuestra profesión nos compromete diariamente con el correcto funcionamiento del sistema educativo. Claro, sería un error generalizar, porque existen docentes, que ameritan un reconocimiento invaluable por su gran trabajo en beneficio de sus estudiantes y por el impacto positivo que causan en las comunidades donde laboran. Durante mucho tiempo, los discursos educativos han planteado la necesidad de centrarse en el estudiante; pero en realidad la educación se centra en el maestro (Pimienta, 2012).

Es preciso señalar que existen muchas deficiencias que se presentan en nuestros educadores, estas son el resultado del débil sistema educativo en el que fuimos formados; lo que agrava aún más la crisis educativa, ya que esta es el resultado de un círculo vicioso; los que ayer fueron estudiantes de un obsoleto sistema educativo, hoy pasan a ser los maestros y profesores de este mismo sistema.

Independientemente del salario, condiciones laborales, infraestructura, y demás factores de importancia para el desarrollo de nuestras funciones, la ausencia de uno de estos, no debe ser impedimento para que se logren los objetivos programados en cada estudiante. Tenemos la responsabilidad de brindar una educación de calidad, aun cuando el sistema no brinde las condiciones apropiadas para ejercer nuestra labor, ya que nuestra enseñanza no es para el beneficio del sistema, sino para el desarrollo