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Elcano y Cervantes: Descubiertos por Ceán y los ilustrados
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Libro electrónico401 páginas5 horas

Elcano y Cervantes: Descubiertos por Ceán y los ilustrados

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El lector tiene ante sí una obra del profesor Alfredo Alvar Ezquerra que ejemplifica la utilidad de las conmemoraciones de los grandes hechos históricos, y culturales, nacionales como medio eficaz para preservar y profundizar en nuestro patrimonio inmaterial, en este caso, la remembranza de los quinientos años de la primera vuelta al mundo, gesta suprema de la era de los descubrimientos. La completó el marino español Juan Sebastián Elcano como conclusión no prevista de la expedición a la Especiería, tras lograr llegar a las Molucas, cometido que había sido encomendado por el rey Carlos I al navegante portugués al servicio de la monarquía hispánica Fernando de Magallanes, pero que este no consiguió alcanzar por haber muerto en Filipinas en un enfrentamiento con los nativos.

Entre los objetivos principales de la conmemoración oficial del V Centenario de la primera circunnavegación, todavía en marcha en el momento de publicarse este libro, está el de incrementar a niveles nacional y global el conocimiento de la figura, y sobre todo del papel de Elcano en el éxito de esta asombrosa hazaña, la más importante gesta náutica de todos los tiempos, y su impacto en la historia de España y de la humanidad.
IdiomaEspañol
EditorialEditorial UFV
Fecha de lanzamiento30 mar 2022
ISBN9788418746154
Elcano y Cervantes: Descubiertos por Ceán y los ilustrados

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    Elcano y Cervantes - Alfredo Alvar Ezquerra

    Prólogo

    El lector tiene ante sí una obra del profesor Alfredo Alvar Ezquerra que ejemplifica la utilidad de las conmemoraciones de los grandes hechos históricos, y culturales, nacionales como medio eficaz para preservar y profundizar en nuestro patrimonio inmaterial, en este caso, la remembranza de los quinientos años de la primera vuelta al mundo, gesta suprema de la era de los descubrimientos. La completó el marino español Juan Sebastián Elcano como conclusión no prevista de la expedición a la Especiería, tras lograr llegar a las Molucas, cometido que había sido encomendado por el rey Carlos I al navegante portugués al servicio de la monarquía hispánica Fernando de Magallanes, pero que este no consiguió alcanzar por haber muerto en Filipinas en un enfrentamiento con los nativos.

    Entre los objetivos principales de la conmemoración oficial del V Centenario de la primera circunnavegación, todavía en marcha en el momento de publicarse este libro, está el de incrementar a niveles nacional y global el conocimiento de la figura, y sobre todo del papel de Elcano en el éxito de esta asombrosa hazaña, la más importante gesta náutica de todos los tiempos, y su impacto en la historia de España y de la humanidad.

    Y si ello se ha considerado relevante es precisamente porque Elcano no ha sido justamente tratado en la historiografía de la exploración y globalización de nuestro mundo. Su figura ha sido en ocasiones contemplada como la de un actor secundario de la expedición que simplemente se limitó a completar la obra inacabada de su superior, Magallanes, cuando no se le ha simplemente ignorado. Afortunadamente, no siempre por todos, por lo que para encuadrar la obra del profesor Alvar me gustaría destacar tres periodos históricos que contribuyeron de forma señalada a que la memoria del marino de Guetaria no cayera en el ostracismo histórico, así como señalar algunos de quienes a ello se dieron con empeño: los años inmediatos a la gesta de la primera vuelta al mundo, destacando a Maximiliano Transilvano, secretario del emperador Carlos V, y los grandes cronistas de Indias; la Ilustración, con el establecimiento del Archivo General de Indias y los trabajos de los ilustrados para sacar a la luz a nuestros héroes nacionales, entre ellos Juan Agustín Ceán Bermúdez;

    y el siglo XX con la conmemoración del IV Centenario de la primera vuelta al mundo y la influencia positiva ejercida por el magnate Horacio Echevarrieta Maruri en la visibilidad que Elcano ha ganado desde entonces en nuestro país.

    Maximiliano Transilvano, humanista flamenco y secretario personal de Carlos V –casado con la sobrina del mercader burgalés Cristóbal de Haro, personaje clave de bóveda de la gesta– asistió al encuentro de Elcano con el emperador y a la deposición de la comisión oficial (Elcano, Albo y Bustamante) ante el alcalde de Casa y Corte para aclarar los detalles de la expedición. En una «epístola» de octubre de 1522 dirigida a Mateo Lang de Wellenburg, cardenal arzobispo de Salzburgo y obispo de Cartagena, Transilvano relata las vicisitudes de la expedición al Maluco recién completada por Elcano. Existen fuentes coetáneas que indican que la carta pudiera haberse basado en buena medida en un informe presentado por el propio

    marino guetariarra, informe hoy perdido. Es gracias a la carta de Transilvano por lo que contamos con la descripción más completa, fiable y detallada de las peripecias de esa odisea. Copias de la carta se remitieron inmediatamente a las principales cortes europeas, de modo que antes de finalizar ese año de 1522 ya se encontraba en posesión de todas ellas. En enero de 1523 el documento fue impreso en Colonia y hecho público con un gran éxito editorial con el título De Moluccis Insulis; seguidamente se editó en Roma y París, más de dos años antes de que fuera difundido el hoy en día más conocido y fantástico relato de Antonio Pigafetta, siendo el texto de la carta incorporado en las principales colecciones de viajes del siglo XVI. Es, por tanto, gracias a este alto funcionario imperial, que hoy en día podemos contar con el primer elemento sustantivo y fidedigno del papel de Juan Sebastián Elcano, ya que el de Pigafetta ignora completamente al español, llegando incluso a no mencionarlo por nombre ni una sola vez y a despachar en unas pocas páginas el relato del impresionante regreso a España desde las Molucas.

    Dando un salto en el tiempo para situarnos en el de la obra que nos presenta el profesor Alvar, en la Ilustración encontramos otro momento esencial en la preservación de la memoria de Elcano, sus hechos, las fuentes documentales que los apoyan, y el impacto que el marino tuvo en nuestra historia y la de la humanidad. Clave en ello fue la visión de Carlos III de crear el Archivo General de Indias en 1785, previniendo así que las convulsiones que sacudieron a nuestro país al comienzo del siglo XIX dispersaran o perdieran para siempre documentos clave de nuestra historia más universal, la del descubrimiento, conquista y colonización de los territorios ultramarinos.

    Dado el espíritu ilustrado prevaleciente en la época, unido a las posibilidades que permitía la nueva institución del Archivo General, que concentraba y ordenaba un buen número de importantes archivos preexistentes, se propició que diferentes investigadores y recopiladores de hechos históricos, y navales, trabajaran en la elaboración de biografías basadas en documentación ordenada, coetánea y fidedigna. Historiadores como Martín Fernández de Navarrete, Juan Antonio Enríquez Lozano y José Vargas Ponce empezaron a dirigir sus consultas hacia el Archivo para dar forma a la historia de la Marina española. Sus trabajos fueron el fundamento de las obras de los grandes cronistas navales del siglo XIX.

    El destino quiso que en dos periodos (1791-1797 y 1801-1808) Juan Agustín Ceán Bermúdez, más conocido por su relación con la historia del arte en España, se encontrara entonces desempeñando funciones secretariales en el Archivo General de Indias. Las numerosas solicitudes de información que tuvo que atender le pusieron en conocimiento de los protagonistas y los hechos que posibilitaron la expansión hispánica durante la era de los descubrimientos, levantaron su interés por profundizar en ellos y le motivaron a elaborar una crónica de las primeras expediciones de la monarquía hispánica en el Pacífico aprovechando las fuentes inéditas a su disposición. A pesar de haber trabajado intensamente en ello y de haber elaborado dos borradores sucesivos de esa crónica, uno conservado en la Biblioteca Nacional y otro en la Real Academia de la Historia, estos trabajos nunca vieron la luz de la imprenta, probablemente debido a la guerra de la Independencia, a los movimientos de emancipación de las repúblicas americanas y a la inestabilidad política nacional tras la guerra.

    El profesor Alvar, profundo conocedor de la época de la expansión ultramarina hispana y fino analista de sus protagonistas, a través del análisis de los documentos administrativos de las expediciones y de las fuentes originales de sus principales actores, especialmente Elcano, no podía dejar pasar la oportunidad de contribuir a los objetivos del V Centenario de la primera vuelta al mundo y, en cierto modo, también restituir a Ceán Bermúdez entre el elenco de historiadores esenciales de la historia de nuestras exploraciones y nuestros héroes. Con el apoyo de la Universidad Francisco de Vitoria y el Ministerio de Defensa, ofrece por primera vez a los investigadores y al público en general las notas que Ceán Bermúdez no pudo publicar en su momento, así como una relación de documentos esenciales sobre esa época, algunos poco o nada conocidos. No es esta una obra más de divulgación, sino que está destinada a apoyar y complementar otros trabajos profundos de investigación; sin embargo, las conmemoraciones de la gesta de Elcano han tenido la virtud de ampliar el interés en ella de un buen número de personas que, gracias a las numerosas actividades divulgativas, académicas, escénicas y musicales, audiovisuales, náuticas y deportivas organizadas al efecto, han alcanzado un alto nivel de conocimiento y, en algunos casos, son capaces de aportar novedosos aspectos al estudio de la gesta. Es a ellos también que esta obra está dirigida, y es seguro que la recibirán con gran interés.

    Para completar este breve repaso de algunos de los campeones de Elcano, y ya más cerca de nuestro tiempo, el empresario Horacio

    Echevarrieta bien puede haber sido una de las personas que más haya contribuido a la difusión a escala nacional y global de su figura a partir del segundo decenio del pasado siglo XX. Hasta ese momento la figura del marino de Guetaria no había alcanzado la visibilidad de que goza hoy en día, ni siquiera a nivel nacional. Solo en su patria chica, el País Vasco, y muy especialmente en su villa natal, existía una conciencia de su relevancia. Tanto era así, que la Marina de guerra no lo había considerado suficientemente notable como para bautizar algún barco, mientras que con el de Magallanes lo había hecho hasta en cuatro ocasiones.

    Fue la Sociedad Económica Vascongada de Amigos del País la que tomó la iniciativa para la adecuada conmemoración del IV Centenario de la primera vuelta al mundo, en principio centrada en el ámbito de las provincias vascongadas. Regida por una Junta, con participación de importantes personalidades regionales y locales, organizó la primera representación del desembarco de Elcano en Guetaria y fomentó la finalización de obras civiles significativas en esa villa. Asimismo, impulsó conferencias y exposiciones, y la elaboración de pinturas representativas que han llegado hasta nuestros días, como son las de Salaverría, Zuloaga y Uranga. El gobierno, haciéndose eco de la visibilidad que tomaban esas iniciativas, por Real Decreto de 6 de abril de 1920 reconoció formalmente a la Junta organizadora, recomendando sus actividades a todas las autoridades del reino. En esa cualidad, la Junta continuó impulsando las actividades programadas hasta la organización el día 6 de septiembre de 1922 en San Sebastián de su acto principal, presidido por sus majestades los reyes, con asistencia de numerosas autoridades nacionales y representaciones navales.

    Es tras ese ambiente de exaltación de la figura de Elcano cuando se identifica la necesidad de dotar a la Armada con un buque-escuela para la formación de sus guardiamarinas que habría de llevar el nombre de Minerva, diosa romana de la sabiduría y las artes. La idea inicial de transformar un antiguo velero italiano fue desechada por las malas condiciones de este, y en su lugar se encargó a Horacio Echevarrieta –quizá el empresario más relevante de España en el momento– la construcción de un buque en sus nuevos astilleros de Cádiz, y con el nombre de la diosa se puso su quilla e iniciaron los trabajos. Sin embargo, Echevarrieta abogó persistentemente por el cambio de nombre del buque por el de Juan Sebastián de Elcano. Aunque el Ministerio de Marina fue, en principio, reacio, la amistad del empresario con el rey Alfonso XIII inclinó la balanza a sus tesis y poco antes de su botadura se aprobó dicha modificación, si bien el bergantín-goleta se entregaría con el mascarón de proa original de Minerva que lleva hasta nuestros días.

    La insistencia del magnate vizcaíno resultó providencial en el impulso del conocimiento de la figura de Elcano, que hasta el momento se presentaba como un personaje histórico no bien perfilado o conocido. Desde entonces, y durante cerca de un siglo, la formación de los oficiales de la Armada ha incluido un crucero de instrucción en el buque-escuela que lleva su nombre, crucero que constituye el hilo conductor y homogeneizador de la carrera naval, y su cuerpo de oficiales a través de los años. Además, los cruceros del velero por los siete mares y sus puertos más importantes lo han elevado al rango de prestigioso embajador de España en el mundo. Esos son hechos que bien pueden haber contribuido más a divulgar el nombre y papel del marino guetariarra, especialmente entre los países con los que compartimos lazos lingüísticos, históricos y culturales, que muchos de los estudios llevados hasta la fecha.

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    Es tarea primordial de la conmemoración oficial del V Centenario de la primera vuelta al mundo el profundizar en la figura, pero sobre todo en el papel y la trascendencia de Elcano, con objeto de presentar un nuevo relato de la gesta más ajustado a la realidad del que hasta ahora ha tenido el público en general. Durante el siglo XX esa idea ha estado excesivamente influenciada por dos remarcables obras de la literatura: la relación de Antonio Pigafetta, de fácil y agradable lectura, pero que con sus imprecisiones, omisiones y fantasías no puede considerarse una crónica fidedigna de la primera vuelta al mundo; y la obra de Stefan Zweig, magnífico estudio sicológico de la figura de Magallanes, pero que, por utilizar como hilo conductor el relato de Pigafetta, arrastra también todas sus dificultades y, ensalzando las indudables virtudes del portugués como emprendedor y líder, desenfoca las de Elcano, y las consecuencias para la historia de su decisión y arrojo. Es por ello que es de destacar el trabajo del profesor Alvar por profundizar en el estudio de los historiadores que han tratado su vida.

    En este punto es conveniente recordar al lector que Magallanes nunca concibió, planeó o tuvo encomendada la misión de dar la vuelta al mundo. Un somero análisis de los documentos oficiales que le confían la expedición –las Capitulaciones de Valladolid y las Instrucciones para la conducta de la armada–, así como las declaraciones de los supervivientes, dejan claro que no lo tenía autorizado. Sus cometidos se limitaban a encontrar un paso desde el mar Océano al mar del Sur, alcanzar las islas Molucas y tomar posesión de ellas para la Monarquía Hispánica. Solo llegó a cumplir el primero.

    Haciendo un ejercicio de ucronía podríamos reflexionar sobre qué hubiera podido ocurrir si Magallanes hubiese completado su misión, tal como concebida y encomendada y, sin desviaciones ni retrasos, regresado a España a su finalización, encontrando para ello el tornaviaje a través del Pacífico. Sin duda, su hazaña habría sido destacable en la historia de la exploración, y su nombre habría quedado inscrito en el elenco de los grandes exploradores y navegantes. Pero el impacto a medio y largo plazo hubiera sido menor del que finalmente tuvo la expedición. Por un lado, la dinámica geopolítica, dinástica y comercial del momento hubiera muy posiblemente condicionado el mismo resultado práctico sobre la pertenencia de las Molucas que el que tuvo en realidad, es decir, que las islas habrían acabado transferidas a Portugal y el Imperio español habría perdido su condición asiática; y ni siquiera el descubrimiento del paso entre los océanos hubiera sido de gran ayuda para la expansión española pues, tras la conquista de México en esas mismas fechas, la monarquía hispánica prefirió usar las costas occidentales de Nueva España como punto de partida a nuevas expediciones al Pacífico y extremo oriente; por otro lado, no se habría alcanzado ese hito de la exploración de nuestro mundo como fue el de completar la primera circunnavegación, hecho iniciador de la primera globalización.

    La realidad de la expedición al Maluco nos muestra que, tras la muerte del portugués, se estuvo más cerca de un fracaso total de lo que a primera vista pudiera parecer: desaparecido Magallanes, su sucesor portugués se mostró incapaz del cargo; la Armada estaba reducida a menos de la mitad de barcos y tripulantes; la misión se había desdibujado en su objetivo principal de llegar a las Molucas, y los pilotos se mostraban incapaces de encontrar la ruta hasta ellas en el dédalo de islas y archipiélagos de la zona; y el regreso a España se antojaba cada vez más problemático dadas las condiciones de navegación encontradas durante el viaje de ida. Sin embargo, con el ascenso de Elcano a la cabeza de la expedición, todos estos problemas se solventaron: se encontraron las islas de la Especiería, se acordaron tratados con los líderes locales, se adquirieron y cargaron las codiciadas especias y, punto que cambia completamente la naturaleza de la expedición y su impacto universal, se regresó a Sevilla dando por primera vez la vuelta completa a la Tierra. Es ese hecho, la vuelta al mundo, lo que le da la grandeza a la gesta y a su protagonista español, Elcano, por ser una hazaña única e irrepetible con grandes consecuencias para España y la humanidad.

    Para la monarquía hispánica, el hecho de que la expedición hubiese sido exitosa en sus cometidos principales y fuese culminada con el regreso de Elcano a Sevilla, siguiendo una novedosa derrota alrededor del mundo, abrió el interés por el Pacífico, fomentando que navegantes españoles lo exploraran hasta sus confines más remotos en el periodo que se ha denominado como el de «el lago español». El descubrimiento fortuito de las Filipinas, archipiélago que formó posteriormente parte de las Españas hasta el fin de las posesiones de ultramar, más que la llegada a las Molucas, fue lo que dio un carácter global y duradero al Imperio español que, de otra manera, hubiera sido solamente hispanoamericano. De no haber logrado la nao Victoria regresar a España tras su llegada a la

    Especiería, muy posiblemente nada de esto hubiese ocurrido.

    Para la humanidad, la concepción de la configuración de nuestro mundo cambió radicalmente. Si bien desde la antigüedad clásica la esfericidad de nuestro planeta no estaba en cuestión, sin embargo, este era imaginado como de menor tamaño, con grandes continentes preponderantes sobre pequeños mares cercados por la tierra, mares plagados de peligros conocidos y por conocer; es decir, lugares a evitar. Tras la primera circunnavegación, la Tierra comenzó a ser concebida de modo completamente diferente, como un mundo esencialmente marítimo, con grandes océanos que se comunicaban entre sí, bañaban los continentes, y servían para el contacto libre entre todos los pueblos y países. Así como la Internet de hoy en día, que constituye otro medio libre y gratuito que está reconfigurando nuestro mundo a través de la globalización de la información, esos océanos se convirtieron en el elemento unificador de la humanidad.

    La importancia de dominar la mar para controlar el mundo quedó evidenciada, y no pasó desapercibida para otras potencias emergentes en Europa. La guerra regresó al entorno marítimo, y el dominio de este se mostró como un elemento esencial en la resolución de los conflictos. Las potencias marítimas lo entendieron bien: Inglaterra basó su estrategia naval en la concentración de sus mejores unidades para la interdicción del tráfico marítimo español, el bloqueo de la península ibérica, y los ataques a sus puertos y a los americanos, complementado por corsarios apoyados por escuadrones navales. En poco más de medio siglo, aún con un contingente naval menor en total que el hispano, consiguió desafiar a la monarquía hispánica en la mar, al tiempo que los Países Bajos lo harían con Portugal en extremo oriente.

    Esos cambios en la geopolítica global ocurrieron porque un marino vasco de Guetaria, Juan Sebastián Elcano, español universal, astuto como Ulises y audaz como Jasón, supo salvar la expedición al Maluco y, en un final no previsto ni encomendado, rodeando «toda la redondez de la Tierra», regresó a Sevilla dando cuenta al emperador y al mundo del resultado de su gran gesta. Profundizar en el conocimiento de su figura, sus hechos y las consecuencias de su gesta de ser el primer hombre en circunnavegar nuestro planeta es lo que el profesor Alfredo Alvar hace, al sacar a la luz los trabajos del historiador ilustrado Ceán Bermúdez, que hace más de dos siglos contribuyó a que hoy lo conozcamos un poco mejor.

    El Puerto de Santa María, junio de 2021

    Ignacio Horcada Rubio

    Vicealmirante (Reserva)

    Prefacio

    Es un motivo de enorme satisfacción para la Universidad Francisco de Vitoria coeditar con el Ministerio de Defensa esta obra, Elcano y Cervantes descubiertos por Ceán y los ilustrados, de la que es autor Alfredo Alvar Ezquerra.

    El libro se puede dividir en dos partes: una primera, dedicada a un estudio científico que arropa a la segunda parte, que es la edición del primer texto hecho sobre fuentes de archivo de las expediciones marítimas transoceánicas habidas en tiempos de Carlos V.

    En la primera parte Alvar pone en relación y por primera vez, el proceso de «renacimiento», o de «redescubrimiento» de los personajes que nos ocupan y destaca cómo a lo largo de los años finales del siglo XVIII fueron descubriéndose los documentos que arrojaban luz sobre aquellos héroes, cómo se fueron empezando a escribir biografías sobre esas fuentes documentales y no sólo sobre antiguas obras históricas (redactadas a su vez diacrónicamente con respecto a los hechos que narraban) y en fin, cómo se empezaron a publicar colecciones documentales ya en el siglo XIX hasta nuestros días. Ni que decir tiene que por toda la obra se deja sentir un respeto a la tradición cultural y a la evolución metodológica.

    Resulta de lo más interesante cotejar las fechas de la primera biografía completa de Cervantes, la de Mayans, y la primera de Elcano, la de Gómez Ortega, ambas sin documentos nuevos y escritas con tres décadas de diferencia. A pesar de ese ambiente cultural, entre medias empieza a descubrirse documentos de importancia capital, a la vez que la Monarquía se preocupa, por vía de las comisiones sobre todo de marinos, de ir rebuscando en los grandes archivos de la nación documentos sobre estos dos personajes (y aun otros, naturalmente). Justo antes de la Invasión Francesa, se había constituido la primera comisión para encontrar documentos de Cervantes (1804). Hasta después de la guerra no empezaron a publicarse esos documentos, o aquellos otros que atañían a Elcano. Las primeras décadas del siglo XIX fueron substancialmente importantes, al empezarse a publicar esas magnas Colección de viajes… y Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, detrás de las cuales estuvo Martín Fernández de Navarrete, que, a la sazón, había sido el primer biógrafo con trasfondo documental de Cervantes.

    Así que, desde finales del siglo XVIII hubo una serie de personajes destacados, este Fernández de Navarrete, José Vargas Ponce y Juan Agustín Ceán Bermúdez quienes se enviaron entre ellos documentos, e intercambiaron ideas anhelos, ilusiones e incluso amistades en pos sustentado todo ello sobre los mismos intereses: conocer el pasado verdadero de los españoles.

    Iniciadas las ediciones de documentos, pasado el tiempo, abierto el camino por los pioneros, se subieron al carro de todo este ambiente cultural otros investigadores a los que les fue más sencillo seguir desbrozando el camino porque sabían por dónde había que buscar. Añádase a ello el proceso de apertura de los grandes archivos del Estado a los investigadores, lo cual facilitó, naturalmente, la modernización del quehacer de los historiadores.

    Este proceso de exhumación documental ha llegado a nuestros días, como se pone de manifiesto en esta obra. Y el proceso se ha ido retroalimentando, o ha seguido vidas paralelas tanto para Elcano cuanto para Cervantes y viceversa.

    La segunda parte de la obra es la edición de los manuscritos aludidos antes que se custodian en la Biblioteca Nacional de España y en la Real Academia de la Historia y que fueron escritos por Ceán Bermúdez y que nunca llegaron a publicarse, aunque parece que la segunda versión ya estaba lista para entrar en imprenta. Pero, o bien la Guerra, o bien la muerte de Jovellanos (que instó a Ceán a dedicarle una primera biografía) paralizaron el proceso. Alvar ha transcrito las dos versiones del mismo manuscrito.

    Cierra el libro una cuidada base de datos con registro de todos los documentos que se han ido publicando sobre Elcano señalando las obras en que se pueden leer para que el interesado no se conforme con referencias de oídas, sino que si de verdad quiere saber qué fue lo que ocurrió, cómo o cuándo pueda hacerlo libremente, porque todos los repertorios documentales a los que se hace referencia están en Internet.

    El despliegue gráfico y de ilustraciones repercute aún más en la importancia, cuidado y belleza de esta obra en la que han colaborado instituciones públicas y privadas, civiles y militares de la más alta estima de los españoles. Nuestro agradecimiento al Ministerio de Defensa, a la Biblioteca Nacional de España, y a todos los que nos han permitido engrandecer este texto, y muy especialmente a la Real Academia de la Historia.

    Dr. Clemente López González

    Vicerrector de Innovación y Emprendimiento

    Universidad Francisco de Vitoria

    Al recuerdo de las horas pasadas

    con mi hermano Manolo (1950-2020) hablando de libros de viejo, manuscritos

    y encuadernaciones.

    Presentación

    Estaba a punto de terminar el año de 1804, cuando el ilustrado Juan Agustín Ceán Bermúdez (Gijón, 17 de septiembre de 1749 - Madrid, 3 de diciembre de 1829), sabio historiador del arte español, y por aquel entonces archivero en el Archivo General de Indias en Sevilla, tomó la decisión de ponerse a escribir sobre cosas de América, concretamente sobre la historia de las expediciones de tiempos de Carlos V por el mar del Sur.

    El tema concreto de su interés había nacido como consecuencia de la búsqueda de documentos sobre Colón, Elcano y otros, que venía haciendo a petición de ilustres escritores de aquellos años finales del siglo XVIII y principios del XIX, para sus propias obras y como complemento de sus investigaciones de ellos.

    Sabemos a ciencia cierta la fecha de su decisión porque la comunica en carta (de 14 de diciembre de 1804) a José Vargas Ponce, a renglón seguido de la felicitación por su elección como director de la Real Academia de la Historia.

    Efectivamente: o harto, o despertado su propio interés histórico tras tantas noticias enviadas a los investigadores (que entonces se limitaban a pedir documentos y conformarse con lo que se les remitía), vio la mina que tenía ante sí y decidió redactar sus notas. La carta citada está escrita en un tono amigable, jocoso, mordaz y hasta soez (que hoy serviría para escándalo de algún reenvío de whatsapp)¹:

    Muy señor mío y de mi mayor veneración y respeto: he celebrado mucho la elección que ha hecho nuestra Real

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