Saqueadores del pasado
Robar tesoros arqueológicos ha sido una práctica habitual casi desde el mismo momento en que empezaban a quedar sepultados bajo la arena. Desde siempre, el hombre no ha podido resistirse a apropiarse de las posesiones de sus antepasados por una mezcla de motivos que no sólo tienen que ver con la necesidad de convertirlos en dinero, sino también con el magnetismo innegable que ejerce todo lo relacionado con lo antiguo.
Tan arraigada resulta esta poco recomendable costumbre que el primero en ser señalado públicamente con el dedo por presunto expoliador vivió en una fecha tan lejana como es el siglo XII a.C. Como no podía ser de otra forma, la acusación tuvo lugar en Egipto, la tierra donde más riquezas enterradas iban dejando sus gobernantes para llevarse a la vida futura.
Las dos riberas del Nilo
El acusado se llamaba Pawera y no era un ladronzuelo cualquiera, sino el nomarca (alcalde) de la ribera occidental de Tebas, donde se situaban las tumbas del Valle de los Reyes; y quien le acusó fue su homólogo del otro lado del Nilo, el nomarca de la orilla oriental de Tebas, llamado Paser, al que podríamos considerar “el bueno” de esta historia. Al encontrarse este alto funcionario ante una oleada de robos de tumbas, redactó un informe completo, el primero en su género, donde informaba a las altas instancias –por aquel entonces gobernaba Ramsés IX– de los hechos y añadía los resultados de sus investigaciones, que señalaban a Pawera. El informe sostenía que estaba involucrado o, cuando menos, habría sido negligente en la protección de la necrópolis real.
Se desconoce si la acusación fue probada y conllevó alguna pena, pero el simple hecho de inculpar a un funcionario demuestra la extensión del lucrativo negocio ya por aquel entonces. De hecho, el propio Valle de los Reyes se convirtió en la necrópolis faraónica como consecuencia del despojo al que habían sido sometidas previamente las tumbas situadas en las pirámides, emplazamientos demasiado evidentes que facilitaban sobremanera la tarea de los ladrones. En los siguientes periodos históricos, el robo de antigüedades siguió practicándose con complacencia. Los romanos, durante
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