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Jugando en paz: Propuestas para jugar en paz y sin violencia
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Libro electrónico124 páginas1 hora

Jugando en paz: Propuestas para jugar en paz y sin violencia

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Las autoras ponen el acento en el juego, considerándolo la actividad primordial de la infancia. Para que los juegos de la infancia contribuyan a su desarrollo como personas de paz, significa primero que puedan jugar y que puedan jugar con alegría, encontrándose con sus iguales. En segundo lugar, significa que tengan materiales y referencia 'pacíficos'. En tercer lugar, supone que puedan regular los conflictos que surgen en los juegos de forma no violenta. La argumentación se complementa con ejercicios que invitan a la reflexión a partir de la experiencia propia. El libro pretende ayudar a quienes realizan una labor educativa, a conocer las condiciones que necesita la infancia para que su juego pueda contribuir a una socialización dentro de los valores de una cultura de paz.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 may 2023
ISBN9788427730632
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    Jugando en paz - Amparo Martínez Ten

    1. El sentido del juego

    Hubo un tiempo en el que para nosotras, para nosotros, no existía el juego educativo, ni el juego escrito, existía jugar.

    Jugábamos y el juego nos ocupaba, nos poseía: era la carrera y el salto llenándolo todo, era la emoción, el riesgo, el vértigo. No era difícil, era tan sencillo como meter la mano en la arena, levantarla y sentir cómo va resbalando por los dedos…

    No podemos volver a ser las niñas y los niños que fuimos, pero sí podemos darnos permiso para volver a poseer y ser poseídos por la magia del juego… Quizá nos apetezca imaginar que corremos, que sentimos el aire en la cara… Que nos encontramos piedras, las cogemos, las tocamos…

    ¿Quieres jugar?, coge un objeto y juega. Es una experiencia íntima de juego, tú y el objeto. Puedes hacer lo que quieras, pero no estás obligada, no estás obligado a nada, ni siquiera a jugar. Merece la pena que te des permiso, no tienes que conseguir nada, ni demostrar nada, si quieres puedes compartir tu juego, puedes transformarte en otra persona, puedes ser más tú que nunca y simplemente jugar…

    Tienes un regalo para ti, un objeto con el que puedes jugar como quieras, quizá te apetezca tocarlo con los ojos cerrados o mirarlo bien ,

    ¿Quieres jugar?

    El juego es algo que está siempre presente en nuestras vidas, especialmente en la de las niñas y los niños, para los que jugar es tan importante como respirar.

    Conocer la esencia del juego, es una gimnasia mental que las personas adultas debemos hacer si queremos realmente facilitar que los niños y las niñas jueguen en paz.

    Por eso vamos a empezar haciéndonos la siguiente pregunta:

    ¿Qué es jugar?

    Si se ve a un grupo de niños y niñas haciendo comiditas en la arena, cualquiera sabrá reconocer su actividad como un juego. Podrá describir cómo se lo pasan, qué hacen, con qué juegan… Sin embargo, le será muy complicado decir qué es el juego en sí, ya que es muy difícil precisar el sentido o concepto que encierra esta palabra.

    Para acercarse a su significado, más que hablar de una actividad concreta que se pueda definir, hay que partir, como dice Inmaculada Martín, de que «el juego está relacionado con una actitud que va unida a un cierto grado de elección. Tiene que haber la posibilidad de elegir y de tratar los objetos, los materiales e incluso las ideas de forma diferente a la convencional».

    Basándonos en esta idea, podemos decir que la escoba es un objeto para barrer y que también, dependiendo de la utilidad que elija darle Iván, de cuatro años, podrá ser: un caballito, un gigante con el pelo de punta o…, ¿qué ideará más Iván?

    No lo sabemos; pero sí podemos racionalizar que lo que le permite utilizar la magia del juego para transformar la escoba en lo que él quiera, es la lúdica, ese estado emocional de la persona que en cualquier momento de la vida cotidiana empuja a disfrutar, expresar alegría, espontaneidad y motiva a buscar la incertidumbre.

    Jugar es para las niñas y los niños su forma de estar en el mundo

    El juego para los niños y las niñas es su forma natural de estar en el mundo. Simplemente no tienen el sentido de obligaciones y tareas que se va incorporando a partir de ciertas edades. Su forma natural de estar es eminentemente lúdica y a medida que crecen, van manejando sus necesidades lúdicas y otras formas de estar en el mundo.

    Por eso se relacionan con el entorno jugando, y dependiendo de la necesidad, o del interés o de lo que les atraiga en ese instante, jugarán a una cosa u otra. Y así pasito a pasito, sin habérselo cuestionado lo más mínimo, se van autoeducando, van desarrollando su cuerpo, su afectividad y su compresión intelectual de la realidad. Esta forma de ir evolucionando, se complementa con la educación que reciben de otras fuentes: la familia, las amistades, el vecindario, la comunidad, etc.

    Nicolás, con dos años, cuando juega a dormir a Teddy poniéndole bien cómodo, bien tapadito y le cuenta un cuento sobre los monstruos, está trasladando a una acción lo que ha percibido y se le ha quedado guardado en su cerebro como una información del entorno. Vive con su padre y su madre todas las noches el ritual de ponerse el pijama, de escuchar un cuento, de ser arropado... Esa educación de aprender a relacionarse de forma afectiva con otras personas, de entender que hay una hora de dormirse, de vestirse él mismo, de perder los miedos trasladando su explicación a otros…, lo lleva a su juego. En definitiva Nicolás está jugando con su amigo Teddy a ese juego simbólico porque «se lo pide el cuerpo», su psique, para asimilar su vida cotidiana, y le pide que lo haga jugando que es, como hemos señalado, su forma natural de estar en el mundo.

    De igual forma, si vas al parque con Alicia, de cinco años, ella querrá subirse a un montículo de arena, lo que a cualquier persona adulta le lleva a considerar los riesgos que puede correr y contener su deseo inmediato de protegerla «para que no se parta la crisma». Su pulsión inmediata ha sido jugar a escalar una montaña. Si le dejamos afrontar la situación, medir los riesgos que conlleva, se sentirá feliz. Además, su cuerpo le pide para no caerse, coordinar sus movimientos, apoyar bien sus piernas y sus manos, no hacer movimientos bruscos para mantener el equilibrio, etc. Alicia ha escalado la montaña que era su objetivo lúdico y, sin proponérselo, está desarrollando el control de su cuerpo, lo que técnicamente llamamos psicomotricidad gruesa.

    Por eso, es primordial para quienes queremos facilitar el juego en paz, tener bien presentes las virtudes del juego y no desvirtuarlo con objetivos educativos que no tengan en cuenta que el juego es para las niñas y los niños su forma natural de estar en el mundo y por lo tanto de disfrutar simplemente y a la vez autoeducarse.

    Esto no significa que dejemos de motivarles para jugar en grupo, o de invitarles a conocer juegos, o que nos planteemos otros objetivos; siempre que sepamos que los niños y las niñas lo tienen que vivir como juego y no como una «tarea disfrazada de juego». Además, no olvidemos que el instinto lúdico es tan fuerte que enseguida percibirán «la trampa« y no querrán jugar, o sabrán que eso es otra cosa.

    El juego no es un «medio para», es un fin en sí mismo

    Lo que interesa es jugar y el objetivo que se persigue

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