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La Actitud Creativa: Ejercicios para trabajar en grupo la creatividad
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Libro electrónico308 páginas4 horas

La Actitud Creativa: Ejercicios para trabajar en grupo la creatividad

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Este libro es fruto de la experiencia de muchos años desarrollando procesos formativos de creatividad, aplicada a distintos contenidos, para jóvenes y adultos. Ofrece un modelo sistematizado para reflexionar acerca del aprendizaje de la creatividad y un conjunto de 200 ejercicios. Puede utilizarse, adaptarse o pensarse para que en cualquier situación educativa, en cualquier proceso de intervención, se puedan emplear recursos creativos para facilitar la motivación, la investigación y el aprendizaje. El espacio de aprendizaje es la vida y el valor de la creatividad está en la posibilidad de cambio y transformación que podamos generar a través de ella.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 nov 2017
ISBN9788427723863
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    La Actitud Creativa - Rafael Lamata Cotanda

    Para Iker y para todos los demás viajeros que, como él, jugando y aprendiendo, hacen que fa realidad se transforme.

    PRÓLOGO de Isidoro Valcárcel Medina

    APROXIMACIÓN A LA CREATIVIDAD

    ¿Por qué la creatividad resulta algo necesario?

    El territorio de la creatividad: la Actitud Creativa.

    Dificultades para encontrar y desarrollar el territorio de la creatividad.

    I. LA ACTITUD CREATIVA

    1. Zonas en las que se puede cultivar la Actitud Creativa

    Percepción.

    Elaboración.

    Acción.

    La construcción de sentido.

    Pseudosíntesis de lo dicho hasta el momento.

    2. Cuestiones de Método

    Aprendizaje y desarrollo de la creatividad.

    La configuración de talleres de creatividad.

    Principios actitudinales para el desarrollo de la creatividad.

    Materiales para conseguir la aparición del territorio de la creatividad.

    La naturaleza de los ejercicios.

    Algunas recomendaciones para quien haga de guía en este territorio.

    Lenta introducción final.

    3. Matriz de Experiencias de Creatividad

    ¿Qué es una idea?

    La construcción de itinerarios de creatividad.

    II. EXPERIENCIAS DE CREATIVIDAD

    1. Puertas de Entrada: el material base de las ideas

    Ejercicios sobre presentaciones, expectativas, prejuicios (1-14)

    Ejercicios de análisis y conocimiento del lugar-espacio-contexto (15-28)

    Ejercicios acerca de la identidad (29-41)

    Ejercicios acerca de la capacidad comunicativa (42-56)

    2. Puertas Esenciales: los procesos de generación de ideas

    Ejercicios generales de Investigación (57-71)

    Ejercicios acerca de la Percepción (58-86)

    Ejercicios acerca de la Elaboración (87-104)

    Ejercicios acerca de la Forma de Hacer (105-117)

    3. Puertas de la Expresión: los procesos de materialización de ideas

    Ejercicios alrededor del Relato (118-136)

    Ejercicios alrededor del Sonido (137-146)

    Ejercicios alrededor de la Imagen (147-162)

    Ejercicios de exploración de la Presencia y de los Personajes (163-179)

    4. Una Puerta de Aplicación: como ejemplo

    Ejercicios para trabajar la planificación y elaboración de Proyectos Sociales. Un ejemplo de itinerario (180-189)

    5. Puertas de Salida: los procesos de valoración de ideas

    Ejercicios de Valoración de lo trabajado (190-200)

    Algunas ideas que apuntan más allá

    EPÍLOGO. Vuelta a la vida cotidiana

    BIBLIOGRAFÍA

    Textos específicos acerca de la creatividad.

    Textos literarios referidos en el libro.

    Textos biográficos.

    Textos de filosofía.

    Textos de comunicación.

    Textos acerca del arte.

    El ejercicio de la creatividad, siendo obligación de la especie, entraña en primer lugar una utilidad privada. Es asimismo un ejercicio que no hace sino dar juego a un don exclusivo y en exclusiva.

    El hombre solamente es creativo; lo demás son circunstancias y, como tales, prescindibles o sustituibles. De modo que tampoco es que sea tan meritoria la actitud creativa: es la actitud inexcusable. Esto último puede tanto provocar como desaconsejar que se escriban libros que la tengan como tema; más que otra cosa, si prestamos atención al hecho de que una actitud es un punto de partida sin previsible punto de llegada reconocible.

    Un estudio sobre nuestro posicionamiento creativo obliga a una complejidad expositiva; y éste es ciertamente un libro amplio en lo conceptual, pero también anchuroso en lo pragmático. En este segundo aspecto existen, desde luego, técnicas, estímulos, voluntades en fin, que inducen a poner en marcha la creatividad personal; a permitirle su expresión, preferiblemente. Se dispone, sobre todo, de un surtido, inagotable a lo que parece, de oportunidades para la creatividad. Por ello, opino que el meollo de La actitud creativa está en un paradójicamente corto elenco de nada menos que 200 de esas oportunidades que se nos ofrecen aquí como incitación.

    Según su título, estas páginas tratan sobre esas cosas, sobre la actitud del creador en un ámbito en el que se obstaculiza la creación. Por eso pienso que su logro es desenmascarar la creatividad convenida y establecer la incontinente.

    Pero este libro, más que otra cosa, intenta seducir con la seducción que rezuma la creatividad…; busca convencer sobre la sencillez innata de la creatividad…; aconseja olvidar, gracias a las perspectivas que abre la creatividad.

    Semejante actuación implica no dar nada por supuesto y, a la vez, no hacer nada que no fuera suponible. No ser grandioso ni ser pasivo. No ser mezquino ni ser empalagoso. Importa poco que la idea que nos parece rutilante estuviera ya ahí con toda su potencia; lo que vale es haber dado con ella como consecuencia de un gesto personal.

    Y es exactamente ese gesto el que empavorece a la masa de los integrados, los cuales corren el riesgo de ver sin veladuras ni corazas el panorama de sus propias capacidades.

    Es tan elemental la cuestión creativa que el trabajo requerido para no cumplir con ella agota a quienes descansarían intuyendo que los estresados son los otros, los creativos. Lo malo es que el asunto ha llegado al extremo de que nuestra sociedad cataloga como tal —como creativo— a quien funciona del más integrado de los modos, aquel que tiene por meta que los demás acepten sus propuestas y dejen de crear.

    El mundo de la creatividad (nuestro mundo, repito), precisamente por ser general, no es para expertos; lo peor que podríamos hacer es profesionalizar la creación, cosa que sería rebajar su rango. Fijémonos, por ejemplo, en el sencillo juego de comparar la enorme diferencia entre decir «el espíritu creativo» o «el espíritu del creativo». El problema, como en tantas otras cosas del ámbito de lo originario, surge de sustantivar, de personalizar el concepto.

    Actuar creativamente es hacerlo de acuerdo con la idoneidad que impregna la vida. Por lo demás, la cuestión es obvia: del mismo modo que nadie —ni en sueños— puede imaginar algo al margen de la sustancialidad que constituye nuestro mundo, a nadie le sería posible crear sobre bases ficticias, nadie fabrica algo totalmente al margen de lo conocido.

    La creatividad, que es sensata por conveniencia, resulta cotidiana por comodidad, y aunque aparezca como chocante por su frecuencia, no deja de ser estética por inercia.

    Ser creativo no es ser llamativo. El espectáculo de la creatividad no existe como tal, y esto es muy oportuno señalarlo en un momento en el que parece que la emoción creativa (y aquí vendría bien fijarse en el ejemplo del arte) está siendo sustituida por una zafia estrategia de lo inmediatamente mensurable. Muy al contrario, la emoción que experimenta el hombre creativo se produce merced a unos actos que se justifican por sí mismos y que no aspiran a que sus resultados vayan a controlar ninguna expectativa. La creatividad encuentra su utilidad en lo privado y, todo lo más, presta un testimonio, ciertamente inocultable, a lo público.

    Radica ahí mucha de la peculiaridad y complejidad de su enseñanza, ya que toda enseñanza en sí se ha ido orientando hacia las materias cuyos campos y razones se encuentran en la repercusión y catalogación social. Quiero decir: La enseñanza de la creatividad se reduce a su aprendizaje.

    La ya comentada hostilidad del ámbito social nos avoca a la primacía del «no», que es la palabra clave, la idea creativa por excelencia, porque tras ella el hombre responsable construye un «sí», transitorio por supuesto. Porque es preciso advertir que un «sí» inicial no pasaría de ser una «acción de mantenimiento», como califica Lamata a los comportamientos repetitivos.

    Hablo de una especie de posicionamiento de alerta en el que toda la información que recibamos debería ser considerada como dudosa, si no como directamente sospechosa. Justamente por esta incomodidad de la sospecha, y a pesar del imperativo del mundo exterior, para actuar creativamente tal vez ni siquiera haga falta extender la antena receptora… (y diciendo esto contradigo ahora en parte uno de mis principios). En cuanto a la antena emisora, sólo con estar nos sobrecoge.

    Ahora bien, tampoco la posible certeza que construyamos como opción alternativa ha de cegarnos con su luminosidad; ella no es sino la correspondiente información sospechosa para quien venga después…, que incluso podríamos ser nosotros mismos.

    Una pasajera discrepancia con el autor me ha acometido hacia el final cuando dice que el libro no trata del arte, porque «el arte son obras» y lo que él expone son «procedimientos». Sin embargo, lo cierto es que el arte no presenta más que ejemplos, es decir, relatividades; obras relativas, si se quiere. Por suerte, en el mismo párrafo habla Lamata de un Arte con mayúscula que, por descontado, no es el arte. ¿Y qué pasa cuando escribimos así Creatividad? ¡Pues igual ocurre con el arte! Si dijéramos que el esfuerzo de escribir ha dado por fruto el libro, ¿lo pondríamos con mayúscula —es decir, minimizaríamos— alguno de estos dos conceptos?

    Siguiendo con estas interpretaciones, pienso que «obras» quiere decir «productos», mientras que «procedimientos» viene a ser «acciones». Estoy seguro de que Lamata, en su ejercicio personal de creatividad, era consciente de estar manejándose con el arte…, aunque luego, un tanto sarcásticamente, pretenda evitar suspicacias. (Un breve inciso para aclarar que soy consciente y lamento estar, muy probablemente, extralimitándome de los terrenos asignados a un prologuista).

    La cosa es más sencilla que todo esto: No hay arte sin creatividad; pero, ¿es que hay, acaso, creatividad sin arte? Las opciones creativas están tan cerca (el autor nos habla de un «investigador cotidiano») que por eso Picasso blasonaba de lo que cualquiera puede blasonar: conformarse con aquellas oportunidades con las que tropezaba.

    La acción creativa se cuela inopinadamente hasta donde no se la llama, pero no donde se la rechaza. Un rechazo laborioso, estudiado y costoso, en suma, que se gestiona por funcionarios de la estulticia que, eso sí, cobran los más altos sueldos de la burocracia de la reacción (recordar una vez más que esta palabra significa odiar la acción; principalmente, la creativa, añado para el caso).

    La actitud creativa es encalmada, pero viva y consciente. Se basta haciendo lo justo, aunque, eso sí, haciéndolo siempre. Resulta el más normal de los posicionamientos, a pesar de que se presente como el menos habitual. Los habituales saben para qué hacen las cosas, mientras que los normales se han enterado de por qué las hacen.

    Pero por encima del desvelamiento de la realidad ha de instalarse el esclarecimiento de las ideas. Conseguido lo segundo, lo primero se convierte en evidencia y, de rebote, lo segundo pasa a ser lo que llamamos arte.

    ISIDORO VALCÁRCEL MEDINA

    Acabo de saltar desde esta página, a través de su mirada, hasta el interior de su cabeza. Choco con el hilo de su pensamiento, pero me agarro a él, y aquí seguiré un tiempo estableciendo un diálogo con usted, alrededor de la experiencia creativa. Hasta hace unos segundos no le conocía en absoluto, podría ser joven o viejo, hombre o mujer, empresaria, maestro o educador, cantante, poeta o escritora, zapatero, burócrata o banquera, revolucionario, agricultor, ferroviaria, alternativo o ejecutivo…, me da igual, con todos y con todas vamos a hacer este primer viajecillo.

    Pero sea quien sea, nunca desprecie la palabra viajecillo. Ha habido mucha gente que ha muerto por ello, o se ha quedado impedida mentalmente por no atenderlo. Un viajecillo puede ser una vida en cien páginas, por ejemplo, o puede ser un recorrido de 24 horas, o darse una vuelta por el parque tranquilamente. Allí está todo, lo que nos construye y lo que nos destruye. Un poco de ese todo es de lo que vamos a tratar en este primer viajecillo.

    No olvidemos que, como dijo V. Huidobro, la vida es una cuestión de vida o muerte.

    La experiencia creativa es una apuesta

    Así la llamamos, lo siento, en esta hoja no hay certezas.

    Sólo esa posibilidad, ese sendero, que quizás le conduzca a una buena idea, a una realidad más interesante, a un buen cambio.

    Si quiere la aparente seguridad suya o de sus modelos, repita y copie, copie y repita, y abandone el viajecillo. Aquí la seguridad no está afuera, no es sólida, no es ni una imagen, ni un sofá, ni un arma, ni el título académico, ni siquiera la ley y el orden. Aquí hay una seguridad invisible y frágil, en comparación a las anteriores, que se denomina confianza.

    En general, en función de lo que conocemos a las personas, tenemos o no tenemos confianza en ellas, y algo parecido pasa con nosotros mismos, nos tenemos o no nos tenemos confianza según lo que sabemos acerca de algo.

    Pero este viajecillo no se hace por lo que conocemos, sino para poder conocer, y esa confianza no se sustenta en lo que ya conocemos, sino en que seamos capaces de seguir conociendo. Y es que asomar las narices en el territorio de la Creatividad es eso, un viaje al conocimiento. Por la sencilla razón de que la vida también debería de serlo. Lo que pasa es que el territorio de la creatividad tiene claras diferencias con lo que ocurre en las amplios territorios de los Automatismos...

    Pero nos vamos a ir explicando...

    Nacimos

    Si está leyendo este renglón quiere decir que ha nacido. No entremos en la cuestión de si usted tomó la decisión o no. Todas las criaturas son maravillosas al nacer. En el paritorio no hay más que maravilla, vida saliendo al aire. Hay casos difíciles, y hay muerte de vez en cuando, pero en nuestro contexto sociocultural, un paritorio es una máquina de hacer aparecer vida. Arrugada, ensangrentada y llorando a fuerza de bofetadas, pero pura vida. Genios, asesinos, carne de cañón, tiranos, y miles de personas llamadas normales, asoman diariamente el cogote por la vagina de su madre.

    Lo curioso es que esa maravilla de la vida sólo se percibe con nitidez y emoción, en el punto de partida. Luego ya nos acostumbramos a vivir y a percibir la vida como si fuera lo habitual, hasta que nos tocan las tristes visitas al cementerio donde la experiencia se hace sólo memoria.

    Paritorio y cementerio son los lugares apropiados para la emoción por la vida. Pero, en términos generales, en nuestra cultura, parece ridículo que nos tengamos que sorprender por el resto: seres de 10, 20, 30, 40, 50, 60 años,… son seres normales, sometidos a las valoraciones propias de la cultura del momento y de la cercanía personal, pero sin provocarnos, como hace el recién nacido, esa emocionante conciencia de la vida. (Parir una idea, también produce sorpresa y alegría aunque salga arrugada, ensangrentada y llorando por las bofetadas.)

    Todas las criaturas son maravillosas al nacer. Aprendiendo mientras respiran. Todo es un inmenso campo de investigación. No hay diferencia entre trabajo, juego y aprendizaje, esos tres conceptos que nos hemos empeñado en discriminar para entender mejor, o dejar de entender, este asunto de la vida.

    Poco a poco, se perciben esos primeros rudimentos de pensamiento que van conectando neuronas, fijando relaciones, construyendo minúsculos recuerdos. Y el entorno, que todavía no se vive como algo distinto a uno, dando pautas y más pautas.

    Y el cuerpecito recién hecho, con sus informaciones, ciclos y ritmos propios, desarrollándose… Y las interacciones con objetos, naturaleza y personas, tramando al ser humano.

    Uno acaba por identificarse. Aprende todos los «no» necesarios para sobrevivir, para que te quieran, para evitar meter los dedos en el enchufe, para evitar cortarse con el cuchillo, para evitar caerse de la silla, para ser capaz de cruzar por el paso de cebra.

    Aprende que no se juega con todo, que en estas circunstancias no se puede disfrutar con todo. Aprende el delicado equilibrio de diferenciarse aprendiendo lo mismo que los demás. Uno se hace un yo con sus cuatro paredes, y a partir de ahí, uno ya sólo cambia a la fuerza.

    Identidad

    Sopla una brisa fresca. Usted ve lo que ha visto, lo que ya había visto. La evolución te construye así, a través de una serie de pautas, rutinas, formas de observar, valorar, pensar, hacer, comunicarse, etc., que le identifican.

    Su punto de vista. Una única experiencia, la suya (¡Tan parecida a muchas!). El camino del más listo, el que reacciona casi sin pensar, con todas las respuestas aprendidas, porque uno ya tiene muy claro lo que piensa. El que ordena, clasifica y tiene su tiempo bien distribuido, el automático.

    Pero no seamos dramáticos. Lo primero que habría que apuntar es que esto es lo que hay. Es decir, que todos tenemos una identidad porque así es la naturaleza humana y no tiene nada de malo tener una identidad, y aunque no deja de ser un concepto un poco resbaladizo, como todos los conceptos que pretenden representar realidades, pues, está bien.

    Nuestra manera de apañarnos con el entorno está basada en un conjunto de conocimientos incorporados física y mentalmente que nos permiten leer esta página, andar, no preguntarnos cada mañana por qué estoy rodeado de cuatro paredes, reconocer a tu padre, saber qué son esos aparatos de metal con cuatro ruedas que llenan las calles, etc.

    Pero, (¡casi siempre hay peros!), hay algunas ocasiones donde esas respuestas conocidas nos resultan insuficientes: porque la respuesta conocida ya no funciona sobre la situación actual; porque nos enfrentamos a un problema desconocido; porque no nos entendemos con otra(s) persona(s); porque queremos inventar o hacer algo diferente a lo que conocemos; porque pretendemos mejorar cierta situación; o, simplemente, porque nos aburrimos, etc., etc.

    En cualquiera de estas ocasiones nos vendría muy bien, ser capaces de generar respuestas distintas a las habituales. Ampliar la proyección de nuestra conciencia...

    Atención: después de tres páginas y media de preámbulos-imprescindibles empezamos a llegar a situar el asunto: en primera instancia, a este tipo de respuestas es a las que denominamos respuestas creativas.

    Ya empezamos a saber hacia dónde va nuestro viajecillo.

    El territorio de la Creatividad: la Actitud Creativa

    Pero, ¿cómo podemos esperar salvarnos en lo más frágil que existe?

    I. CALVINO

    Empezar a saber a qué nos referimos no quiere decir que sepamos ni de qué se trata, ni cómo se consigue. Sencillamente nos indica su necesidad. Sin embargo, vemos cosas. Vemos algunos resultados que nos parecen creativos, vemos personas que nos parecen creativas. El propio progreso de la civilización humana, con todas sus inmensas contradicciones, nos da algunas pistas de cómo es ese territorio de la creatividad.

    ¿Y cómo es?

    Lo primero que podemos decir es que resulta muy difícil dar forma a lo que se caracteriza por cambiar. Este territorio puede ser la preparación de una comida, una conversación telefónica, el tratado de paz, la manera de colocar tus zapatos al lado de la cama, o la bolsa de plástico movida por el viento… Un magma continuo, una zona que se reconfigura a cada segundo.

    Lo segundo que decimos entonces es

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