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Expiatio
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Libro electrónico123 páginas1 hora

Expiatio

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Información de este libro electrónico

Bruno y Analúa coinciden habitualmente en un cementerio, él trabaja allí, ella va a visitar el nicho de su marido, fallecido recientemente. Bruno la contempla desde la distancia: su pena, su andar deslavazado, su ausencia llenándolo todo con huellas que parecen no conducir a ninguna parte; Analúa deambula hostigada por la culpa, perdida, hasta que toma una decisión, definitiva, para redimirse…
Expiatio es una novela corta narrada a dos voces, subcutáneas e íntimas, que exploran la psicología de ambos personajes subrepticiamente, a medida que la trama va tejiéndose sobre ellos, a su alrededor, igual que una marea que no se sabe si avanza o retrocede, cercándolos o liberándolos…
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 may 2023
ISBN9788419805096
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    Expiatio - Lourdes Corbera

    Bruno y Analúa coinciden habitualmente en un cementerio, él trabaja allí, ella va a visitar el nicho de su marido, fallecido recientemente. Bruno la contempla desde la distancia: su pena, su andar deslavazado, su ausencia llenándolo todo con huellas que parecen no conducir a ninguna parte; Analúa deambula hostigada por la culpa, perdida, hasta que toma una decisión, definitiva, para redimirse...

    Expiatio es una novela corta narrada a dos voces, subcutáneas e íntimas, que exploran la psicología de ambos personajes subrepticiamente, a medida que la trama va tejiéndose sobre ellos, a su alrededor, igual que una marea que no se sabe si avanza o retrocede, cercándolos o liberándolos...

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    Expiatio

    Lourdes Corbera

    www.edicionesoblicuas.com

    Expiatio

    © 2023, Lourdes Corbera

    © 2023, Ediciones Oblicuas

    EDITORES DEL DESASTRE, S.L.

    c/ Lluís Companys nº 3, 3º 2ª

    08870 Sitges (Barcelona)

    info@edicionesoblicuas.com

    ISBN edición ebook: 978-84-19805-09-6

    ISBN edición papel: 978-84-19805-08-9

    Edición: 2023

    Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales

    Ilustración de cubierta: Héctor Gomila

    Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, así como su almacenamiento, transmisión o tratamiento por ningún medio, sea electrónico, mecánico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito de EDITORES DEL DESASTRE, S.L.

    www.edicionesoblicuas.com

    Contenido

    Apertura

    A (0)

    B (1)

    A (2)

    B (3)

    A (4)

    B (5)

    A (6)

    B (7)

    A (8)

    B (9)

    A (10)

    B (11)

    Allemande y Courante

    A (12)

    B (13)

    Analúa (14)

    Bruno (15)

    Bruno (16)

    Analúa (17)

    Bruno (18)

    Analúa (19)

    Bruno (20)

    Analúa (21)

    Bruno (22)

    Analúa (23)

    Bruno (24)

    Analúa (25)

    Bruno (26)

    Bruno (27)

    Analúa (28)

    Bruno (29)

    Analúa (30)

    Bruno (31)

    Analúa (32)

    Analúa (33)

    Bruno (34)

    Bruno (35)

    Analúa (36)

    Bruno (37)

    Bruno (38)

    Analúa (39)

    Bruno (40)

    Bruno (41)

    Bruno (42)

    Bruno (43)

    Analúa (44)

    Analúa (45)

    Bruno (46)

    Analúa (47)

    Bruno (48)

    Bruno (49)

    Bruno (50)

    Sarabanda

    Bruno (51)

    Bruno (52)

    Bruno (53)

    Bruno (54)

    Bruno (55)

    Analúa (56)

    Bruno (57)

    Analúa (58)

    Bruno (59)

    Analúa (60)

    Analúa (61)

    Analúa (62)

    Analúa (63)

    Giga

    Analúa (64)

    Agradecimientos

    La autora

    Como si mirásemos, medio agazapados, por el ojo de la llave

    de una puerta antigua y descubriéramos el alma y la poesía

    de un violín.

    El ojo de la llave,

    el alma,

    la poesía de un violín.

    A mi padre

    Apertura

    A (0)

    Lloro porque tengo miedo.

    Hoy he recibido la carta. El primer enigma. Empieza mi redención.

    No quiero morir.

    B (1)

    Te observo intrigado.

    Yo no puedo comprender la vida si no entiendo la muerte.

    Por eso estoy aquí.

    Rodeado de muros de piedra con ventanas tapiadas. De cruces. De números. De silencio.

    Rodeado de cuerpos invisibles, sonrientes y fríos, inmóviles, putrefactos o momificados, según les dé el sol. Devorados por los gusanos. Los huesos formando como un escuadrón hasta el final del final, ese segundo final, cuando ceden involuntariamente el paso a otro cuerpo, cuando son desbaratados y encerrados en una bolsa de plástico, blanca, hermética, y arrojados al fondo del agujero. Calaveras oscuras con dos orificios vacíos, ya sin cuerpo.

    No me fijé en ti porque eres joven y atractiva. Me fijé en ti porque era la primera vez que me encomendaban directamente la tarea del entierro, no bajo tierra, sino en el número 481, cuarta fila empezando por abajo, departamento 2, serie 6. Una ventana entre un montón de ventanas, tu ventana.

    Por la mañana habíamos despejado el nicho de… tu familia, me imagino, su familia…, un cuerpo…, más de doscientos huesos desahuciados junto a una caja de lujo podrida.

    Todos estaban a tu alrededor. ¿A quién estaba sepultando? Tan solo un número, el 481. Con vuestros llantos. No sentí emoción. No sentí nada encima de la grúa, en el cuarto piso del muro. Solo el olor a masilla. Al tabaco que fuma mi compañero. A mi propio sudor. La paleta rascando, ras, ras, ras. El sol de octubre intentando calentar mi cabeza sin mucho éxito. Las manos entumecidas dentro de los guantes. Está siendo un octubre frío.

    No nos podemos permitir sentir emoción. ¿Qué otra cosa se puede hacer?

    Y volviste al día siguiente.

    Con talones de aguja y abrigo oscuro, caro. Tu pelo corto, oscuro también, salía por debajo de la boina de lana, ladeada, oscura como el abrigo, como el pelo, como los zapatos de aguja. Los brazos cruzados delante. Los ojos rojos e hinchados.

    Nadie vuelve al día siguiente, ¿sabes?

    Y al otro, y al otro, y al otro.

    Llorando.

    Nadie repite cada día.

    Así que, cuando no apareciste, justamente el día de Todos los Santos, justamente cuando esto parecía un hormiguero, pensé que te había ocurrido algo.

    A (2)

    Estaba en la plaza Real, con el sobre. Dentro del sobre había la fotocopia de mi carné de identidad y mi encargo, dos palabras junto a la promesa de mucho dinero. Ya sabía cómo funcionan estas cosas.

    Hubiese podido ir a la Zona Franca, a la Mina o hundirme en la Dark Net. Pero fui a la plaza Real. Busco sicario. Dos palabras. Que fuera más o menos difícil encontrarlo, no me lo planteaba. Mi determinación era inquebrantable, tenía que ser posible, iba a ser posible.

    Allí, en la plaza Real, a media tarde, apoyada a una pared, en el ángulo norte, debajo de la arcada, sabía que no tendría que esperar mucho tiempo

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