Amnesia
Por Eduardo Baquero
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Amnesia, una trama de amor y muerte que aborda la complejidad del ser humano, la vida cotidiana, las rutinas, la soledad…
Encadenado por la melancolía, Emilio de la Serna, un individuo que ignora y repudia la complejidad del amor, narra desde sus más oscuros sentimientos hasta su más terrible aliento. Busca cumplir sus sueños en compañía o en abrumadora soledad, pero desconoce el deber hacerlo.
¿Qué llevó a Emilio de la Serna a borrar de su mente por completo a aquella mujer que, sin desearlo, entró para triunfar en su vida?
Eduardo Andrés Baquero González nacido en Cabimas, Venezuela, el 2 de marzo del 1999, residente en Madrid, España. Toda su vida la ha dedicado desde pequeño al arte, en especial a la música y ahora a la literatura.
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Amnesia - Eduardo Baquero
Eduardo Baquero
Amnesia
© 2022 Europa Ediciones | Madrid
www.grupoeditorialeuropa.es
ISBN 979-12-201-3201-5
I edición: Enero de 2023
Depósito legal: M-3413-2023
Distribuidor para las librerías: CAL Málaga S.L.
Impreso para Italia por Rotomail Italia S.p.A. - Vignate (MI)
Stampato in Italia presso Rotomail Italia S.p.A. - Vignate (MI)
Amnesia
Introducción
Una noche dormía tranquilamente en mi habitación cuando de repente sentí que alguien me hablaba. Comencé a desesperarme porque no podía encontrar de dónde venía esta voz. Esta voz... una voz tan maligna, tan negra, tan sensible, tan oscura, que a la vez era dulce y sincera.
Ahí, en ese momento, estaba atrapado en un sueño. Un sueño que parecía dictar la exactitud de mi muerte. Un sueño del que nadie puede salir, parecía. Me sentí mal, atrapado en la nada.
Bueno, podría explicar este sueño y las cosas que sentí y espero no ser muy confuso.
Cuando escuché esta voz extraña, sentí algo serio. Tan extraño como cuando no puedes caminar de repente, como cuando no puedes respirar. Una desesperación.
El diablo, creo. Me habló. O... ¿Dios? No sé.
Me dijo que estaba muerto. De repente, apareció una imagen, eran un niño y una niña. Eran muy desconocidos para mí. No sabía nada de ellos.
Un manto lúgubre me había cubierto completamente. No podía ver ni escuchar nada... Solo mi respiración desesperada y el muerto latido de mi corazón.
Ese alguien me seguía hablando y yo dije, este debe ser Dios. Él dijo: No te preocupes, ya estás conmigo. Aun así, fue una voz muy extraña para mí. No puedo decir que fue Dios porque no conozco su voz, pero de igual manera esta voz me dio seguridad.
Era una voz sin rostro. Más bien, esta solo tenía oscuridad. Diría que pude ver sus ojos, unos ojos amarillos que inspiraban gran claridad, pero aun así no tenía rostro.
A la mañana siguiente, me levanté tranquilamente como de costumbre... El diario. Ya sabes, ducharse, cocinar, comer... como dije. El diario.
Llegué al trabajo temprano, llegué a las 6 en punto. La entrada es a las 7 en punto. Se sintió muy extraño, siempre llego a las 7:30, es para mí ya una costumbre.
Sucedió lo mismo de siempre, pero esta vez nadie me había hablado. Era como si no hubiese estado allí ese día.
Cuando llegué a casa, fui a mi habitación y cuando abrí la puerta, mi cuerpo estaba allí. Acostado.
No podía ver mi cara, ni siquiera podía tocarme. Millones de voces me hablaron. Sentí que mi corazón se había detenido, me sentía frío, inútil, podrido.
De repente, hubo un silencio.
Dios, el diablo... no lo sé. Esta voz me dijo: Ahora mismo tienes 30 años, dos hijos. Un niño y una niña llamados Luca y Lucía. Murieron en tus manos. No diré cómo ¿Qué harías para evitar esta muerte?
I.
Habían pasado ya dos días, todavía estaba dormido. Mi cabeza estaba a punto de explotar. Estaba al lado de mi cuerpo y todavía no podía ver mi cara. Apenas podía moverme.
Mi habitación estaba lúgubre, llena de cosas oscuras que mis ojos no podían reconocer. La neblina sombría que me rodeaba era fría y espesa. Estaba literalmente fuera de mi cuerpo, no entendía la razón, era algo fuera de lo común y esperaba que no fuese nada malo, al final todo parecía ser solo una pesadilla. Pero, ¿por qué no podía ver mi rostro?, estaba en el punto en que ya me fastidiaba, no sentía miedo alguno. Me sentía como en un lugar seguro pero a su vez en la nada, perdido entre las sombras del limbo pero miraba alrededor y estaba en mi apartamento, en mi habitación.
Seguían las incógnitas en mi cabeza, a cada rato me preguntaba, ¿Qué pasa?, pero no podía decirlo, no podía abrir mi boca. Me estaba desesperando más de lo normal pero no sentía que mi corazón se acelerase.
Es como si estuviese nulo, aun si fuese un sueño debería estar acelerándome pero estaba despierto viéndome a mí mismo, perdido en el limbo de mi propio apartamento sin poder moverme o hablar.
Sentía que mi piel se empezaba a poner más fría de lo habitual, no me podía levantar a chequear si el aire acondicionado está encendido. Esto era una locura. Si era un juego de Dios o del Diablo necesitaba que me lo hicieran saber, porque me sentía muy vacío.
No podía ni despertar ni volver a dormir, no podía tan siquiera pellizcarme, necesitaba salir de este círculo de niebla que me rodeaba.
De repente empecé a escuchar de nuevo la misma voz, esta vez un poco más calmada, menos oscura, pero había un problema. Parecía no entenderle, era como un susurro, pero muy rápido.
Me comenzaba a desesperar el no poder entenderle, quería hablarle y decirle que dejase de susurrar, pero no podía.
Me intrigaba saber si esto era una fuerza buena o maligna, no sentía nada, quería sentir miedo pero a la vez quería sentirme seguro, me desesperaba no saber en qué tipo de situación estaba, la verdad ya estaba cansado.
De un momento a otro, pude entenderle. Me decía repetidamente la última frase que escuché de él: ¿qué harías para evitar esta muerte?
La escuché una y otra vez, tenía ganas de llorar de desesperación, ¿quiénes eran esos niños? ¿Quién era este señor y porque decía que eran mis hijos?, no tengo hijos. Me ha dicho que habían muerto en mis manos, era algo terrible, pero es que no los conocía. Ni siquiera sabía cómo murieron, no sé qué podría haber hecho para salvarlos.
La voz paró y de pronto caí desmayado.
II.
He despertado de esa terrible pesadilla.
Pienso levantarme a hacer lo mismo de siempre.
Espero llegar al trabajo y que todo esté bien.
He paseado por todo el apartamento y no veo nada. Ya la niebla espesa y oscura que me rodeaba no está, tampoco mi cuerpo atrapado en mi cama. Puedo ver mi rostro. Parece que solo fue una simple pesadilla oscura.
De camino al trabajo me encontré una moneda, parece que hoy tengo suerte. He llegado a la misma hora de siempre 7:30.
Todo el mundo me saludó, como siempre. No lo había dicho pero trabajo como Gerente en una venta de vehículos. El dueño es un buen amigo mío, aquí todos se llevan bien. Hay un buen ambiente de trabajo, no tengo quejas, tan solo tengo 3 años trabajando y ya soy el gerente tampoco me puedo quejar.
Me he dado cuenta de que ha llegado gente nueva a trabajar, me los han presentado. Es un grupo bastante simple la verdad, se ven un poco desgastados a pesar de ser muy jóvenes.
El mayor como máximo tiene unos 30 años, mayor que yo por supuesto.
Han entrado 6 personas, 2 de ellos eran mujeres. Muy lindas tengo que aceptarlo.
Una semana después todo seguía normal. Pero aún seguía rondando él mi cabeza esa semejante pesadilla, no podía trabajar bien de tan solo pensar en ella. Fue un momento muy oscuro. No soy un gran creedor de Dios pero no parecía ser él, había mucha maldad en ese momento. Aunque en muchas teorías se dice que Dios tiene su lado oscuro, de tan solo pensar en el momento me dan nervios pero es extraño que no sienta miedo.
Suelo ser una persona miedosa.
En el trabajo todo va bien, de hecho me han comentado mis amigos que una de las chicas nuevas me mira bastante. Uno de ellos me ha dicho que debería ponerme en frente de ella y hablarle de algo, al fin y al cabo soy el gerente no creo que no quiera hablar conmigo pero soy una persona muy tímida, creo que por ello estoy soltero.
La vi pasar por frente de mi oficina, es una chica bastante guapa. Blanca, escuálida, se le ve muy sencilla a pesar de ser rubia. Siento temor de que rechace hablar conmigo, pero podría inventar cualquier asunto de trabajo, incluso podría pedirle que me ayudase con algo… Veré que puedo hacer.
Ya ha pasado dos veces en lo que va de mañana, es muy atractiva, pero tengo miedo de tan solo acercarme a ella. No lo entiendo.
Llegó la hora del almuerzo, podría aprovechar la oportunidad y sentarme al lado de ella. Aunque se vería muy raro, acostumbro a comer en la oficina, pero tengo que conocerla.
Me acerqué al comedor, – ¿Puedo?, – Pregunté.
– Si. – Respondió.
Me senté a su lado, y me quedé un rato observándola comer, sentí que se incomodó un poco y me miró. Me sonrojé y no pude controlarlo. Noté que se había dado cuenta de mi sonrojo y ahora era yo quien se sentía incómodo.
Terminó la hora del almuerzo, ella solo recogió sus cosas, y se largó. Ni siquiera pudo despedirse, creo que aún no se entera que soy el gerente. Bastante odiosa, no me extraña de una rubia, se rumora que todas son un poco narcisistas, pero eso no me importa ya que yo también soy un poco.
Me quedé un tiempo sentado distraído en la nada, pensando en esa mujer y pensando en mi pesadilla de aquel día. Tenía miedo de que mi distracción fuese a impactar con mi trabajo, no quiero perderlo.
Espero poder hablar con ella en lo que resta del día de trabajo, o no la veré hasta mañana. Hoy apenas es lunes, tengo toda la semana para pensar en cómo llegar a hablarle. Hoy he sido un niñato que no ha podido sacar ni una palabra.
Terminó la jornada, llegué a mi casa y preparé la cena, tomé un café antes de dormir. Sí, es una costumbre muy extraña que tengo pero siento que me ayuda a relajarme.
Una vez acostado en mi cama, chequeo mi teléfono para revisar que todo esté bien. Tenía un mensaje de mi madre dándome las buenas noches pero no respondí porque me moría del sueño ya.
Cuando pensé que podía cerrar los ojos y dormir, pensé en ella.
No pude dormir en toda la noche, se me ha hecho muy pesada.
Como dije, no dormí en absoluto. Pensado en ella, pensando en mi trabajo, pensando en mis padres, pensando en todo. Incluso en mi pesadilla que siempre está ahí en mis pensamientos para molestarme.
Lo que no entiendo es por qué pienso en ella, la acabo de conocer, parece ser una chica común como cualquier otra compañera de trabajo. Pero debe de tener algo en especial.
Al levantarme de la cama tenía cierto dolor de espalda, desayuné y me fui al trabajo. Era un día bastante agitado, teníamos mucho trabajo que hacer. No tuve tiempo para ir a comer al comedor así que comí en la oficina como de costumbre.
Al terminar la jornada, salgo con mi coche del estacionamiento y me doy cuenta de que ella sigue parada afuera, y pensé… Podría ofrecerle el aventón hasta su casa, y así fue.
Abrí la ventana del coche,
Su voz parecía molesta, habrá peleado con alguien, yo qué sé. El punto es que su respuesta fue muy seca. Tenía ganas de irme y dejarla, pero insistí.
Me bajé del coche y abrí la puerta para que se montara. Noté que se sonrojó un poco, o al menos así lo creí.
Al montarme le dije, – Por favor tutéame. No es necesario que me digas señor. – Al decir esto afirmó con su cabeza y un dulce murmuro apenado.
Me dio la dirección a donde iba, quedaba cerca. No mucho más de 10 minutos al volante desde el trabajo. Quiere decir que queda a unos 20 desde mi casa.
De los 10 minutos que estimé de viaje. No hablamos ni uno. Me siento un hombre inservible al no poder establecer ningún tipo de conversación con esta mujer, pero ella misma empezó a sacar temas y eso me alivió.
Me preguntó sobre cuánto tiempo llevaba trabajando para esa empresa y cosas así. Deseaba con ansias que preguntara algo personal pero no. Fue solo un aventón sin más a mi parecer.
La dejé en el sitio indicado. Una casa pequeña, sin más que decir. Sencilla.
No quise preguntarle si vivía allí, no quería parecer entrometido, pero deseaba saberlo.
Al llegar a mi apartamento, me sentía agotado, volví a cenar con un café para dormir y de la misma manera. No pude dormir. ¿Qué pasa?
Esta vez no estaba pensando en nada, mi cabeza no estaba dando vueltas. Simplemente no podía dormir.
Completos dos días sin dormir me levanto de la cama y de nuevo al trabajo, de camino, pensé lo suficiente en ella. Pero había algo mal.
No sé su nombre, tengo que preguntárselo, ya que es muy nueva y aún no me dan su ficha para verle el nombre. Espero tener los huevos de poder preguntarle.
Pasó por frente de mi oficina y me dijo – Buen día – obviamente le dije que pasara sin ningún problema. Le ofrecí sentarse y dijo que solo venía a saludar. Tenía un aroma especial pegado a su ropa, es un perfume bastante placentero pero me parece muy familiar el olor. Es extraño.
Cuando daba la vuelta para irse le pregunté desesperadamente cómo se llamaba.
– Me llamo Julia – Respondió fríamente y se fue.
Me quedé con la incógnita de por qué había sido tan fría al responder una pregunta tan básica, quizás tenga una vida personal bastante armada con problemas en casa. Pensé.
Al salir de mi oficina me encontraba caminando tranquilo hacia donde estaba mi coche, saqué y encendí un cigarrillo antes de montarme.
Sentí unos pasos acercarse a mí, claro. Era ella. Se acercó sin saludar y me pidió un cigarrillo, jamás se lo negaría. Lo acerqué a sus estrechos labios y lo encendí.
Me dio las gracias, luego de terminar su cigarrillo me dijo – ¿Me llevas?, no tengo como llegar a casa. – Obviamente le respondí – Por supuesto, al mismo sitio que ayer. ¿No? –
Encendí el coche, escuché que abrochó su cinturón de seguridad y le dije – Que rico perfume ese que llevas. – Pero, no respondió.
Me parecía muy esplendido su olor a perfume mezclado con el aroma del cigarrillo, en todo lo que iba de camino no miré ni un segundo su rostro, solo podía ver el ondear de su cabello. Ella mantenía una posición muy firme mirando hacia el frente. No me dejaba ver más que su perfil.
Sentí un miedo muy repentino al no poder ver su rostro, sentí una sensación como la de aquella noche en mi habitación. Una sensación oscura, putrefacta, hambrienta. Sentía que mi cuerpo se abarrotaba.
Me detuve en una esquina, puse las luces intermitentes, bajé del coche sin decirle nada y saqué otro cigarrillo. Al momento salió ella del coche y me pidió un cigarrillo. Es una mujer muy seca, un ser muy pálido. Ni siquiera se le veía la intención de preguntarme el porqué me detuve. Volví a mi coche con el cigarrillo en la mano, cabe destacar que no suelo fumar en el coche pero esta vez pasaba algo, no me sentía bien con una mujer tan extraña a mi lado, quería abrir la puerta y sacarla de mi coche de inmediato. Así que, le puse empeño a manejar y le metí velocidad a mi coche. Noté su miedo a la velocidad porque se agarró fuerte de su asiento, en ese