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Luna de fresa: Jacaranda Dunne Mysteries, #3
Luna de fresa: Jacaranda Dunne Mysteries, #3
Luna de fresa: Jacaranda Dunne Mysteries, #3
Libro electrónico371 páginas5 horas

Luna de fresa: Jacaranda Dunne Mysteries, #3

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Descripción del libro:
 

La víspera del Solsticio de verano, los cuerpos de dos jóvenes gitanos son encontrados en un lugar solitario cerca de una playa en Málaga. Parece que la pareja cometió suicidio, un pacto de amantes para terminar con todo, y la policía se apresura a cerrar el caso. Pero Jacaranda Dunne, una investigadora privada que solía trabajar para la Policía Metropolitana, piensa de otro modo.

Cuando el primo de la chica muerta le pide a JD que investigue, le dice que el hombre era gay y la chica estaba embarazada, ambos motivos para provocar la desesperación cuando eres gitano, pero no para cometer suicidio.

La investigación resulta más difícil de lo habitual. Su trabajo se ve impedido por la cultura y costumbres de la comunidad gitana, que cierran filas contra cualquier interferencia exterior, y por un recalcitrante comandante de la Guardia Civil. JD puede esperar poca ayuda de ninguno de ellos, así que ella y su equipo conciben vías alternativas para recabar evidencias.

Al principio, parece no haber motivo para matar a estos dos jóvenes, pero gradualmente, a medida que JD investiga el mundo en el que han vivido, algunas verdades incómodas comienzan a emerger.

Luna de fresa es el tercer libro de los misterios de Jacaranda Dunne escrito por la galardonada autora Joan Fallon. Si te gustan los detectives que no siguen las normas, te encantará JD.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento20 abr 2023
ISBN9781667454955
Luna de fresa: Jacaranda Dunne Mysteries, #3
Autor

Joan Fallon

Dr. Joan Fallon, Founder and CEO of Curemark, is considered a visionary scientist who has dedicated her life’s work to championing the health and wellbeing of children worldwide. Curemark is a biopharmaceutical company focused on the development of novel therapies to treat serious diseases for which there are limited treatment options. The company’s pipeline includes a phase III clinical-stage research program for Autism, as well as programs focused on Parkinson’s Disease, schizophrenia, and addiction. Curemark will commence the filing of a Biological Drug Application for the first novel drug for Autism under the FDA Fast Track Program. Fast Track status is a designation given only to investigational new drugs that are intended to treat serious or life-threatening conditions and that have demonstrated the potential to address unmet medical needs. Joan holds over 300 patents worldwide, has written numerous scholarly articles, and lectured extensively across the globe on pediatric developmental problems. A former adjunct assistant professor at Yeshiva University in the Department of Natural Sciences and Mathematics. She holds appointments as a senior advisor to the Henry Crown Fellows at The Aspen Institute, as well as a Distinguished Fellow at the Athena Center for Leadership Studies at Barnard College. She is also a member of the Board of Trustees of Franklin & Marshall College and The Pratt Institute. She currently serves as a board member at the DREAM Charter School in Harlem, the PitCCh In Foundation started by CC and Amber Sabathia, Springboard Enterprises an internationally known venture catalyst that supports women–led growth companies and Vote Run Lead, a bipartisan not-for-profit that encourages women on both sides of the aisle to run for elected office. She served on the ADA Board of Advisors for the building of the new Yankee Stadium and has testified before Congress on the matters of business and patents and the lack of diverse patent holders. Joan is the recipient of numerous awards including being named one of the top 100 Most Intriguing Entrepreneurs of 2020 by Goldman Sachs, 2017 EY Entrepreneur of the Year NY in Healthcare and received the Creative Entrepreneurship Award from The New York Hall of Science in 2018.

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    Luna de fresa - Joan Fallon

    Luna de fresa

    Un misterio de Jacaranda Dunne

    PRÓLOGO

    Florica sacó sus piernas de la cama y se sentó en silencio. Esperó, escuchando el más ligero sonido que pudiera decirle si alguien más estaba despierto, pero todo lo que pudo oír fue el incesante zumbido de las cigarras. Su casa no era pequeña, pero estaba abarrotada; toda su vida había compartido habitación con uno u otro de sus hermanos. Podía ver a sus dos hermanas menores con toda claridad gracias a los rayos de luna que brillaban traspasando la ventana abierta. Yacían acurrucadas en la cama cercana a la suya. Lala, el bebé de la familia, dormía con la boca abierta y sus tenues y rítmicos ronquidos flotaban suavemente conquistando el húmedo aire. Ninguna de ellas se movió. Cautelosamente, salió de la cama y fue al baño, donde había escondido su ropa en el cesto de la colada.

    Solo le llevó un instante vestirse, y con los zapatos en la mano bajó sigilosamente las escaleras y salió al patio trasero. Ella y Hanzi habían discutido sus planes antes; él no quería dejar nada al azar. Le había dicho que preparara una bolsa y la dejara fuera, en el cobertizo, lista para cuando se marchara. Ahora todo lo que tenía que hacer era recogerla de su escondite y marcharse. Roki, su perro, estaba durmiendo sobre un montón de sacos al lado del cobertizo. Rogó por que no ladrara cuando la vio, pero todo lo que hizo fue mover su cola a modo de saludo.

    ―Buen chico, Roki ―susurró agachándose y frotando sus orejas. Le hubiera gustado haberlo llevado con ella, pero eso era imposible. Él continuó mirándola con sus grandes ojos tristes mientras ella sacaba su bolsa; él sabía que algo no iba bien. Iba a echarlo de menos. Iba a echarlos a todos de menos. Era difícil para ella marcharse de casa, pero no tenía opción; ya no se la quería allí más. Pensó en sus hermanas, que dormían. ¿Qué dirían por la mañana cuando descubrieran que se había ido? Llorarían. Lo sabía; lloraban por todo, gatos perdidos, películas tristes, canciones sentimentales. La echarían de menos, pero ¿lo haría alguien más? ¿Su madre? No. Había pensado que su madre lo entendería cuando supiera lo que le había sucedido, pero debía haber sabido que su madre nunca iría en contra del patriarca. Miró la casa. Todo estaba oscuro. Todos estaban casi dormidos; incluso desde donde estaba podía escuchar los sonoros ronquidos de su padre. Si regresaba ahora, nadie sabría nunca lo que había pretendido hacer. Se secó una lágrima de la mejilla y corrió el cerrojo de la puerta del patio. Era demasiado tarde para cambiar sus planes ahora; Hanzi la estaba esperando.

    Florica atravesó la ciudad en dirección al mar y luego giró en dirección oeste siguiendo la costa. El calor no era tan opresivo ahora, pero continuaba cubriendo como una cálida manta Málaga. Muchos de los bares y restaurantes estaban todavía abiertos, sus luces brillaban, la música estaba alta y la risa de sus clientes mucho más, pero unos pocos estaban empezando a cerrar. Los camareros apenas se fijaron en ella mientras cruzaba el paseo apresuradamente; todos estaban pensando en llegar a casa y el descanso que les esperaba. No vieron a la chica gitana, su sedoso pelo negro rizado en lo alto de su cabeza y sujeto con peinetas de madreperla. No se dieron cuenta de que se paraba de vez en cuando y colocaba su mano en la espalda como si le doliera. No vieron la desesperanza y desesperación que había en sus ojos mientras se colocaba su colorido chal alrededor de su regordeta cintura y lo ataba.

    ¿Ya la había echado en falta alguien, o estaban todavía dormidos ajenos a lo que había hecho? La oscuridad en la distancia le decía que estaba llegando al final del paseo y las últimas luces de la población. Delante de ella se extendía el Parque Natural del Guadalhorce; aún a la luz de la luna era un lugar oscuro y fantasmal. A pesar del calor, tembló. Durante el día era un lugar espléndido, frecuentado por observadores de aves y paseadores de perros, pero por la noche, daba una sensación terrorífica, y todo lo que podía oír era el croar de las ranas y el familiar zumbido de las cigarras. ¿Por qué demonios había escogido Hanzi un lugar desierto como aquel para encontrarse por la noche?  Rogó por que ya estuviera allí esperándola. Justo entonces, la luna apareció de detrás de una nube y ella la miró y sonrió; estaba llena y teñida de rosa aquella noche. Luna de fresa mucha gente la llamaba, otros, luna rosa. Cualquiera que fuera su nombre, sin la luna para guiarla sería muy fácil extraviarse del camino y terminar en los pantanos, pero con ella brillando sobre su cabeza, podía al menos distinguir el puente peatonal y el camino que llevaba a él. Miró delante, a la oscuridad, pero no había rastro de su primo.

    Sacó su móvil del bolsillo y lo miró; eran casi las tres en punto. Las hogueras que habían sido encendidas a lo largo de la playa para celebrar la noche de San Juan estaban apagándose ahora, dejando poco más que un cálido resplandor entre sus cenizas y un olor acre en el aire de la noche. En lo referente a los exhaustos celebrantes, estaban o bien estirados en la playa para dormir o partiendo agotados para casa. Habían metido sus pies en el mar para que les diera suerte, y probablemente más de uno habían saltado la hoguera, arriesgándose a quemarse los pies, con la esperanza de encontrar una futura novia o novio. Todo supersticiones, según su primo, pero Florica creía en esas cosas.

    Hanzi estaría allí pronto; lo esperaría en el puente de madera como le había indicado él. Mientras empezaba a andar por la pista de tierra, una garza cruzó volando delante de ella y se posó a lado de una de las charcas. Las ranas dejaron de croar inmediatamente y las cigarras se callaron. Se detuvo. El repentino silencio infundía una sensación amenazante y podía sentir su corazón comenzando a latir más rápidamente. Respiró profundamente varias veces para calmarse y aspiró el aroma de los eucaliptos que flanqueaban la orilla de la playa. Todo estaba tranquilo. Nada se movió. Luego, de repente, escuchó el sonido de las alas de la garza moverse al volver a tomar vuelo, esta vez con una rana colgando de su pico. Observó su oscura silueta volar sobre la resplandeciente superficie de la charca hasta que estuvo fuera del alcance de su vista. Una vez pasado el peligro, la cigarras y las ranas comenzaron su concierto nocturno; antes irritante, ahora lo encontraba sorprendentemente reconfortante. Era el silencio lo que la asustaba.

    Florica no era una persona aventurera. Toda su vida había tenido a su padre, a sus hermanos, a sus tíos y, sobre todo, a su abuelo para protegerla; su abuelo era el patriarca, la persona más importante en su clan. Era alguien al que siempre había respetado y de quien había pensado que estaría a su lado, pero no había sido así. Su padre le había contado lo que le había sucedido, pero su abuelo se negó a ayudarla. Ahora iba a estar sola, una proscrita del clan familiar. No tendría la seguridad de su familia con ella nunca más. La habían protegido toda su vida, pero también la habían aislado del resto del mundo. Ahora, mientras estaba de pie mirando los rayos rosados de la luna extenderse por la superficie del mar, podía ver lo restringida que había sido su vida; no conocía a nadie fuera de Málaga y a casi nadie más allá de su clan. ¿Cómo demonios iba a sobrevivir?

    Mañana Hanzi la llevaría a Gibraltar con él y ella estaría fuera del alcance de su familia, pero ¿cómo sería allí? ¿La aceptaría la gente? Gibraltar no era parte de España, así que quizás no les gustaran los gitanos. Quizás la ley no la protegería allí. Bueno, había tomado su decisión y ahora no había vuelta atrás. Todo saldría bien, se decía; tenía a Hanzi para ayudarla. Después de todo, su primo se las había arreglado para vivir fuera del clan durante dos años. Si él había podido hacerlo, ella también podría. 

    Tan pronto como se dio cuenta de lo que le estaba pasando, había sabido que Hanzi sería el único al que podría recurrir en busca de ayuda. Sabía que podía confiar en su primo, porque él había sufrido a manos del patriarca también; él no lo apoyaría y se quedaría a mirar que le pasaba lo mismo que a él le había pasado. Florica se detuvo al lado del puente peatonal y miró abajo, a la oscura agua. Si tan solo hubiera podido hablar con la vidente antes de irse de casa. Eso era lo que uno normalmente hacía antes de tomar una decisión importante, pero cuando se lo había mencionado a Hanzi, él le había dicho que no era una buena idea. Le había dicho que la vidente se habría visto obligada a contarle al patriarca lo que sabía, y entonces habrían evitado que Florica se marchara.

    Un ligero movimiento tras ella hizo que se girara a mirar.

    ― ¿Hanzi? ¿Eres tú? Estoy aquí arriba, en el puente. ―Podía ver una figura oscura atravesando el camino en dirección a ella― ¿Hanzi? ―No hubo respuesta― Hanzi. Me estás asustando. Para de jugar. ―Florica empezó a sentirse asustada. Si no era Hanzi, ¿quién era? La oscura silueta de un hombre se acercaba. Ahora podía ver que era más grande y ancho que su primo― ¿Quién eres? ―gritó― ¿Qué quieres? ―Sintió que su piel comenzaba a estremecerse; había algo familiar en la forma en que el hombre se movía. Luego se dio cuenta de quién era. Dejó escapar un grito ahogado, se volvió y corrió.

    CAPÍTULO 1

    JD entró su bicicleta en la oficina intentando evitar las paredes recién pintadas. Con el dinero que la Guardia Civil les había pagado por su último caso, había decidido darle a su cuartel general un retoque, incluidas ventanas dobles con Jacaranda Dunne, Investigadora Privada en relieve sobre el cristal, y una puerta frontal mucho más segura. Nacho estaba ya en su puesto, mirando la pantalla en blanco de su ordenador. No levantó la vista cuando ella entró.

    ―Buenos días, ¿todo bien? ―preguntó tirando unos expedientes al suelo al apoyar su bicicleta contra su mesa. Su asistente técnico no parecía estar tan entusiasta como de costumbre.

    Gruñó a modo de respuesta.

    ― ¿Qué pasa? ―preguntó ella―. ¿Ha sucedido algo? ¿Dónde está tu café? ―Nacho normalmente era incapaz de comenzar el día sin al menos un par de tazas de arábica en su interior, pero hoy el usual aroma del café faltaba y no había vasos de poliestireno vacíos en la papelera.

    Cerró su ordenador y se volvió para mirarla. Su rostro estaba descompuesto y estaba segura de que había estado llorando.

    ― ¿Has escuchado las noticias? ―preguntó.

    ―No. ¿Por qué? ¿Qué ha sucedido?

    ―Han encontrado dos cadáveres esta mañana. La Guardia Civil dice que es un suicidio. Sobredosis.

    ―De verdad. ¿Qué otra cosa han dicho? ―Se sentó y abrió su ordenador― ¿En dónde lo has oído, de todas formas? ¿Crees que puede ser algo que podamos investigar?

    ― ¿Es en eso en todo lo que puedes pensar? ¿No puedes pensar en esos pobres jóvenes?

    ― ¿Qué pasa Nacho? No eres tú. ¿Los conocías, a la pareja muerta? ¿Es eso lo que te está perturbando?

    ―No eran pareja. Y sí, los conocía, pero no muy bien.

    ―Puedo entender que estés afectado, pero desafortunadamente, hay chicos que mueren de sobredosis todo el tiempo. ¿Saben por qué?

    Nacho sacó un pañuelo usado de su bolsillo y se sonó la nariz.

    ―No. Pero no tomaban drogas. Conocía al chico mejor y nunca lo vi tomar drogas. Ni siquiera fumaba y apenas bebía alcohol. Decía que su cuerpo era un templo e intentaba tratarlo con respeto. Ni en un millón de años habría muerto de una sobredosis.

    ― ¿Entonces, no piensas que fuera un suicidio?

    ―No.

    ―Mira, por qué no vamos a por un café a lo de Antonio y me cuentas qué sabes.

    En ese momento, la puerta de la oficina se abrió y Linda entró.

    ―Buenos días a todo el mundo ―dijo en su fuerte acento de Manchester.

    ―Bien. Me alegro de que hayas llegado, Linda. Nacho y yo íbamos a salir unos diez minutos. ¿Puedes guardar el fuerte?

    ―Sin problemas. ¿Tenemos un nuevo caso? ―preguntó recogiendo automáticamente los expedientes del suelo― Ciertamente espero que sea algo interesante. Me estoy aburriendo de buscar perros perdidos.

    ―No estoy segura. Es posible. Te lo hare saber cuando volvamos.

    ―Misteriorisma.

    ―Creo que quieres decir rarisma ―dijo JD, para quien Alicia en el país de las maravillas había sido su libro favorito cuando era una niña.

    ―Lo que sea.

    El bar de Antonio no estaba lejos y tan pronto como estuvieron sentados en una tranquila esquina y Nacho se hubo bebido sus espresso, ella dijo:

    ―Ok, ahora dime cómo conociste al hombre muerto. ¿Cuál es su nombre?

    ―Bueno, ¿me has oído hablar de mi amigo, Juan?

    ―Sí, ¿no es el tipo de tu grupo que toca la batería?

    ―No, ese es Ernesto. Juan es un gitano, y es nuestro cantante masculino. Tiene una voz tremenda.

    ―Ok. ―JD no era una gran fan del flamenco, en parte porque no lo entendía y en parte porque lo encontraba demasiado repetitivo―. ¿Es el que fue encontrado muerto?

    ―No. Él es el que me telefoneó para decirme lo de Hanzi y Florica.

    ― ¿La pareja muerta?

    Nacho asintió con la cabeza y le hizo señas al camarero para que le trajera otro espresso.

    ―Florica era su prima. Pertenecen al mismo clan.

    ― ¿Entonces ella era gitana?

    ―Sí. Ambos lo eran.

    ― ¿Y Hanzi? ¿Cómo lo conociste?

    ―Hace tres años vino a tocar con el grupo. Juan lo invitó porque sabía que era amigo de Florica. Era un buen tipo. Tocaba la guitarra y algunas veces solía cantar, aunque no era la mitad de bueno que Juan. No estuvo con nosotros mucho, un año, quizás menos.

    ― ¿Y por qué paró de tocar en tu banda?

    ―No tuvo elección. Se metió en líos con el patriarca, que lo desterró de la familia. Era gay, sabes, y no aprueban a los gays.

    ― ¿Pueden hacer eso? ¿Prohibirle ver a su familia solo porque sea gay? Eso es discriminación. Homofobia. Va contra la ley.

    ―No en lo que a ellos respecta. ¿Qué podría hacer la policía? ¿Encerrar a toda la familia porque no quieren tener nada que ver con un hombre gay? El patriarca es el líder del clan gitano y todo el mundo hace lo que él dice. Puede hacer lo que quiera. Cuando hay un problema acuden a él para solucionarlo. Si hay una pelea entre dos hombres, por ejemplo, y no pueden o no quieren resolverlo entre ellos, el patriarca hace que uno de ellos se marche. Y quiero decir que se marche. Nunca regresarán al clan. Son desterrados. Es como si nunca hubieran existido. Sus nombres nunca son mencionados y no hay fotos de ellos en la casa.

    ―Pero ¿cómo puede hacer eso? Hay leyes en este país. Tiene que acatarlas como todos los demás. ―Seguramente Nacho estaba exagerando. Sonaba tan medieval.

    Nacho le sonrió tristemente.

    ―Bueno en eso te equivocas; no lo hace. Su palabra es la ley. La mayoría de gitanos vive de acuerdo a su propia cultura. La familia es muy importante para ellos y la peor cosa que les puede ocurrir es ser expulsados. Hay algunos de ellos, claro, que se casan con payos y viven como cualquier otro español.

    ― ¿Payos?

    ―No gitanos. Tú y yo somos payos.

    ―Me suena muy tribal ―dijo ella.

    ―Eso es exactamente lo que es, aunque no se llaman a sí mismos tribu.

    ―Bueno, volvamos a lo del suicidio, o accidente, lo que sea. ¿Estás diciendo que tu amigo Juan no piensa que se quitaran la vida?

    ―Sí. Dice que no hay manera de que cometieran suicidio. Para empezar es pecado mortal, y la mayoría de los gitanos son muy religiosos; un suicidio traería la desgracia a la familia. De todos modos, Juan quiere que investiguemos las muertes. Nos pagará, pero no podemos decirle a nadie de dónde procede el dinero; se metería en líos con el patriarca si descubren que ha ido a la policía.

    ―Pero nosotros no somos la policía.

    ―Lo sé, pero trabajamos con ellos, ¿no? Para el patriarca eso sería igual de malo.

    ― ¿Entonces nunca acuden a la policía, ni por un crimen?

    Nacho sacudió la cabeza.

    ―Nunca voluntariamente.

    ― ¿Qué más sabías de las dos personas muertas? ¿Dónde había estado viviendo Hanzi si fue proscrito de su familia?

    ―Se trasladó a Gibraltar.

    ― ¿Y Florica?

    ―Por lo que sé, todavía estaba aquí en Málaga, viviendo con su familia.

    ― ¿Entonces no había hecho nada malo?

    ―No que yo sepa. ―Volvió a colocar su taza de café vacía sobre la mesa― ¿Qué puedo decirle a Juan? ¿Lo investigaremos?

    ―No le digas nada por el momento. No queremos que se haga ilusiones. Déjame hablar con Federico y ver qué está haciendo la Guardia Civil al respecto. No debemos ofenderlos interfiriendo en sus asuntos o terminaremos proscritos también.

    ―Ok, JD. Tú eres la jefa.

    Le sonrió. Parecía un poco más contento ahora, pero sabía tan bien como ella que sería un caso difícil de investigar. Si los gitanos no querían tener nada que ver con la policía, sería imposible hablar con ellos.

    ―Será mejor que vuelva al trabajo ―dijo él, empujando su silla hacia atrás y levantándose―. Linda se preguntará dónde estamos.

    ―Ok. Me quedaré aquí y veré si puedo ponerme en contacto con Federico.

    ― ¿Todo bien entre vosotros dos? ―preguntó Nacho.

    Lo miró sorprendida. Nacho nunca le preguntaba por su vida personal. Nunca.

    ―Sí, estamos bien ―dijo―. Adelántate. No tardaré. Mira a ver si puedes encontrar algo online sobre los suicidios.

    ―No son suicidios ―musitó mientras se marchaba.

    Ella se quedó sentada mirando su teléfono por unos instantes. El rostro de su amante, el capitán Federico Rodríguez López, le devolvió la sonrisa desde la pantalla. ¿Por qué le había preguntado Nacho si todo iba bien entre ella y el capitán? ¿Sabía algo que ella ignoraba? No es que ella supiera mucho de todas formas; desde que Federico le había propuesto matrimonio hacía unas semanas, se había vuelto más distante. ¿Era porque no le había dado una respuesta directa? Ella no quería terminar su relación; solo era que no estaba lista para el matrimonio. Aún no. Seguramente él lo entendía.

    ― ¿Todo bien, JD? ―preguntó el camarero― ¿Te traigo algo?

    ―No, gracias, Antonio. Solo tengo que hacer una llamada y luego me voy.

    ―No te he visto con el capitán últimamente ―dijo, quitando las tazas de café vacías y pasándole un trapo a la mesa.

    ―Hemos estado muy ocupados. ―Esperó hasta que se hubo ido y luego marcó el número de Federico― Buenos días, cariño. ¿Tienes tiempo para hablar?

    ―Jacaranda. ¿Cómo estás? Hace mucho que no llamas.

    ―Estoy bien. He estado ocupada.

    ― ¿Y cómo puedo ayudarte?

    ―Nacho me ha contado que habéis encontrado los cuerpos de dos jóvenes gitanos. Me preguntaba qué estabais haciendo al respecto.

    ― ¿Nacho te lo ha contado? Los cuerpos fueron descubiertos hace tan solo unas horas. ¿Cómo lo sabía? No hemos hecho pública ninguna información sobre las muertes aún. ―Sonaba irritado.

    ―Conoce a alguien de la familia.

    ―Por supuesto, Juan Ximénez Durán, de la banda. Es primo de la chica muerta, si no recuerdo mal.

    ― ¿Habéis identificado los cuerpos?

    ―Sí, una vez nos dimos cuenta de que eran gitanos, nos pusimos en contacto con todos los patriarcas de los clanes en la zona y pronto fueron identificados. Me parece un trágico suicidio.

    ― ¿Quieres decir algo parecido a Romeo y Julieta?

    ―Posiblemente. Quién sabe por qué cometieron suicidio.

    ― ¿Dónde fueron encontrados los cuerpos?

    ―En el Parque Natural del río Guadalhorce. Yacían juntos en la hierba cerca de la playa. ―Hizo una pausa― Eso son mucha preguntas, Jacaranda. ¿Por qué todo ese interés?

    ―El primo de la chica quiere que investiguemos sus muertes. No cree que ninguno de ellos se quitara la vida.

    ―Juan debería saber tan bien como cualquiera que  no podemos investigar a menos que tengamos evidencias claras de que no fue un suicidio. De todos modos, todo lo que el patriarca tiene que hacer es prohibir a todo su clan que hable con nosotros y todos callarán como tumbas. Será imposible averiguar nada. No te aconsejaría que te encargues del asunto.

    ―Pero ¿y si no fue un suicidio? ¿Y si esos dos jóvenes fueron asesinados sin motivo alguno?

    ―Habría una razón, Jacaranda. Pero puede que no sea una razón que entiendas. Rafael Ximénez impone reglas estrictas a todos los miembros de su clan.

    ―No creo que te esté escuchando bien, Federico. ¿Qué tiene que ver el asesinato de dos jóvenes con reglas anticuadas que ese tipo haya impuesto? Por el amor de Dios, estamos en el siglo XXI, y por lo que sé, las leyes de este país se aplican a todos, gitanos incluidos.

    ―Deduzco por ese arrebato que planeas coger el caso.

    ―Bueno, no voy a rechazarlo de plano como tu pareces estar haciendo.

    ―Te digo lo que haremos. Le diremos al forense que examine los cuerpos para ver si hay indicios de que se trata de un crimen. ¿Qué tal te suena?

    ―Suena como algo que deberías hacer de cualquier modo. Y si la Guardia Civil no va a investigar las muertes, no hay nada que nos impida hacerlo a nosotros.

    ―Está bien, Jacaranda, no me toques los cojones. Te proporcionaré tanta información como pueda, luego tú decides, pero no se me puede ver proporcionándote apoyo como hice en el último caso. Esto no puede ser oficial. ¿Entiendes? En cuanto el comandante supo que los muertos eran gitanos, dejó bien claro que no íbamos a interferir con la forma de resolverlo del patriarca. Ya tengo órdenes de devolver los cuerpos a la familia tan pronto como sea posible.

    ―Bueno encuentra algún motivo para retrasarlo. Tienes que hacer que el equipo forense examine sus ropas y el lugar en donde fueron hallados antes de que se destruya alguna prueba.

    ―No me digas cómo hacer mi trabajo, Jacaranda. Haré lo que pueda, pero ya te he explicado, que sea suicidio o asesinato, el comandante quiere que nos mantengamos al margen. Espero haberlo dejado claro.

    ―Perfectamente. ―Colgó. No sonaba bien. ¿Cómo podía Federico tratar esas muertes con tanta indiferencia? Le pediría a Nacho que contactara con el primo para ver qué tenía que contarles. Tenía que haber una razón por la que Juan no creía que su prima hubiera cometido suicidio. Necesitaba más información antes de tomar la decisión de investigar o no el caso.

    CAPÍTULO 2

    Para cuando JD regresó a la oficina, Nacho ya había puesto al día a Linda sobre lo que sabía.

    ― ¿Entonces crees que este pacto suicida podría ser un doble asesinato? ―le preguntó Linda a JD.

    ―Por el momento no tengo ni idea, pero habiendo escuchado a Nacho, tengo dudas de que sea un suicidio. ―JD abrió su portátil y comprobó la grabación de seguridad de su oficina. Este era su ritual diario desde que había descubierto que alguien se había colado en la agencia para instalar un programa espía en su ordenador.

    ― ¿Un accidente entonces? ―preguntó Linda.

    ―No sirve de nada elucubrar. Tenemos que ver el informe del forense primero.

    ― ¿Quieres que llame a Juan, jefa?

    ―Sí, haz eso, Nacho. Y mira a ver lo que puedes encontrar en línea sobre cualquiera de los gitanos muertos. ―Satisfecha de que no hubiera intrusos la noche anterior, JD cerró su portátil― ¿Cómo va el caso del perro perdido, Linda? ¿Algún rastro de él ya?

    ―No, me he recorrido las perreras y los servicios de rescate animal y nadie ha visto a un San Bernardo macho. De hecho, nadie ha visto a una hembra tampoco. Lo que no es de sorprender con este calor. El pobre perro probablemente se haya desplomado por ahí a causa de golpe de calor. A nadie le gustaría deambular por ahí con un abrigo de piel bajo unas temperaturas de 32 grados.

    ―Probablemente haya sido robado. Llama a la dueña y dile que no hay nada más que podamos hacer. No, antes de eso, envía un email a todos los veterinarios de la zona diciéndoles que el perro está desaparecido y presumiblemente haya sido robado. ¿Tienes una foto de él?

    ―Sí.

    ―Mándame una copia.

    ―Ok, jefa.

    ― ¿Todo bien en casa? ¿Las chicas están bien? ―preguntó JD. La hija mayor de Linda estaba embarazada.

    ―Sí, Jane está bien. No le gusta este calor, sin embargo. Y Laura se ha ido a Manchester para quedarse con sus abuelos un par de semanas. Así que una menos por la que preocuparse.

    ― ¿Y Phil? ―El marido de Linda iba a empezar un nueva sesión de quimioterapia pronto.

    ―Está bien de momento, pero necesitaré tomarme una mañanas libres esta semana, porque tiene un par de citas en el hospital. Pensé que podría venir sobre las doce, ¿te parece bien?

    ―Como te venga bien, Linda.

    ―Juan se va a pasar enseguida ―dijo Nacho, cerrando su teléfono y volviendo a su ordenador―. Veré lo que puedo encontrar sobre ellos antes de que venga.

    JD se sentó a su escritorio. Sería agradable tener otro caso en el que trabajar, y este sonaba interesante. Encendió su ordenador y gogleó gitanos en España. A pesar de ser medio española, JD sabía muy poco de los gitanos y su cultura; lo que Nacho le había contado aquella mañana había sido toda una sorpresa. No tenía idea de que todavía siguieran un sistema patriarcal; pensaba que esa clase de cosas se limitaba a lugares remotos como la selva amazónica. Sin embargo, allí estaba, en la moderna y ajetreada ciudad de Málaga.

    Su teléfono sonó.

    ― ¿Jacaranda? Soy yo. Solo decirte que el equipo forense está en la escena del crimen ahora, y que el forense ejecutará la autopsia de los dos cadáveres. Deberíamos tener los resultados mañana o pasado mañana. Espero que el patriarca no se entere. Oh, y haré que Estrella te los lleve tan

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