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El origen del mundo
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Libro electrónico145 páginas2 horas

El origen del mundo

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El origen del mundo, de Gustave Courbet, figura entre las pinturas más emblemáticas de la historia del arte. Sin embargo, la identidad de la modelo del cuadro permanecía desconocida hasta que Claude Schopp descubrió su nombre por casualidad, al anotar la correspondencia inédita entre George Sand y Alexandre Dumas hijo. Este libro invita al lector a acompañar al investigador en su intento por dar vida a esa bailarina de bellas cejas negras, que había sido amante del diplomático turco que encargó la realización del cuadro. La modelo cuyo sexo encarna a la pintura realista recobra aquí, poco a poco, un rostro y un alma.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 mar 2023
ISBN9788419496720
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    El origen del mundo - Claude Schopp

    Claude Schopp

    con la colaboración de Sylvie Aubenas

    El origen del mundo

    Vida de la modelo

    Traducción: Iair Kon

    Diseño de colección: Enric Jardí Soler

    Diseño de portada: Osvaldo Gallese

    Imagen de la portada: L´origine du monde, Gustave Courbet, 1866 © Musee d’Orsay, Paris, France/Bridgeman Images

    Traducción: Iair Kon

    Título original: L’origine du monde. Vie du modèle

    © 2018. Libella, París

    © 2023. Libros del Zorzal, SL

    España

    978-84-19496-72-0

    Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

    Impreso en España / Printed in Spain

    Índice

    En busca de una famosa desconocida | 6

    Courbet, pintor y comunero, en la picota | 7

    Cuando al releer esta carta se descubre la clave del enigma | 12

    Los coleccionistas | 14

    Tres retratos de Constance,en grupo | 22

    Entrada en escena | 23

    Retrato de Constance bailarina con hermosas cejas negras | 30

    Retrato de Constance Quéniaux como amuleto de la suerte | 47

    Retrato de Constance como mujer de bien | 74

    Una mujer con bienes o los inventarios | 85

    Salida de escena | 93

    Posfacio | 103

    Bibliografía y fuentes impresas sobre El origen del mundo. | 117

    Gracias a Marc Durand, del Minutario central de los notarios de París, que ha provisto las actas notariales concernientes a Constance Quéniaux.

    En busca de una famosa desconocida

    Courbet, pintor y comunero¹,

    en la picota

    Padezco de lo que podría llamarse el delicioso vértigo de la nota. Se darán cuenta por lo siguiente: me apasiona hasta el ridículo intentar rastrear las mínimas alusiones que contiene un texto con el fin de esclarecerlo. Por eso, cuando mi amigo Thierry Bodin, salvación de los investigadores literarios, me envió una transcripción de la correspondencia intercambiada entre George Sand y Alexandre Dumas hijo y me propuso editarla con él comencé a anotarla como una promesa de placer.

    Esas cartas me daban la esperanza de revivir un cuarto de siglo en buena compañía.

    Pasé por la debacle del ejército francés, por la invasión del país y por la proclamación de la Comuna de París, que terminó con la impiadosa masacre de los comuneros.

    Refugiada en Nohant, lejos del París a sangre y fuego, George Sand comparte con su viejo amigo trovador Gustave Flaubert y con su hijo Alexandre Dumas hijo el miedo cargado de odio en el que los han hundido las desgracias de las guerras, primero la extranjera y luego la guerra civil.

    Así leo en la agenda de la señora de Nohant el jueves 1° de junio de 1871:

    "Todo ha terminado en París, se demuelen las barricadas, se entierran los cadáveres, porque se fusila mucho y se detiene en masa; muchos inocentes o al menos medio-culpables pagarán por otros más culpables que escaparán. Alexandre² dice que entrega a muchos basándose en las afirmaciones de la ciencia fisonomista, enseñada por el doctor Favre³. Su carta es extraña y no entiendo cómo se las ingenia para que sus ensayos de aplicación sean escuchados por las cortes marciales. Hugo está totalmente chiflado, publica cosas sin sentido y en Bruselas han hecho manifestaciones en contra de él⁴. Michelet ha entrado en estado de delirio; otros murieron de todo eso. Creo que hay miles de locos, ¡vaya crisis! Y ahora comienzan las recriminaciones, los enojos, la caza de los ministerios, las intrigas. París todavía humea y ya quieren reinar sobre ella. ¡Qué diversión!"

    Y, retomando la pluma el lunes 12:

    "Nada se sabe de aquellos que fueron apresados o fusilados. Me parece que han matado a varios falsos Delescluze⁵ y que han detenido a varios falsos Courbet. ¿Los verdaderos se han fugado? Carta de Alexandre en el diario de Rouen, muy valiosa pero en la que dice demasiado. Poco importa. Se percibe la influencia de Favre y no su bondad, pero ¡qué talento!"

    La carta de Alexandre Dumas hijo que George Sand considera valiosa es una carta abierta, un panfleto titulado Una carta sobre las cosas del día, impreso por Le Nouvelliste de Rouen⁶.

    El panfleto la emprende con violencia contra la pobre República, ese aborto perpetuo de Francia:

    No hay lugar malo, pantano fétido, corriente de fango y lodo en la que no se haya arrastrado y prostituido. Según él, "en 1793 la República mató a sus hijos, en el 48 mató a sus hermanos, en el 71 mató a su madre. […] Pero, en cambio, tiene generaciones espontáneas, eclosiones súbitas de fenómenos imprevistos, inanalizables, efímeros gigantescos, sombras chinescas colosales que gesticulan, gritan y mueren en un minuto sobre un fondo enrojecido por el fuego y la sangre.

    ¿De qué acoplamiento fabuloso entre una babosa y un pavo real, de qué antítesis genesiacas, de qué supuración sebácea pudo haber sido generada, por ejemplo, esta cosa a la que llaman Gustave Courbet? ¿Bajo qué campana, con ayuda de qué estiércol, como consecuencia de qué mezcolanza de vino, cerveza, moco corrosivo y edema flatulento pudo brotar este calabacín sonoro y peludo, este vientre estético encarnación del Yo imbécil e impotente? ¿Acaso no parece una farsa de Dios, si Dios, que el no-ser ha querido destruir, fuera capaz de farsa y de involucrarse en esto?"

    Como para descalificar aún más a Gustave Courbet, Dumas le añade dos grotescos: Pascal Grousset, ese hombrecito convertido en ramera, y esa "arrastrada con cola roja como Pipe-En-Bois", es decir el cabildero⁷ Georges Cavalier, quien tenía la virtud de sabotear las representaciones teatrales.

    George Sand leyó Una carta sobre las cosas del día el 12 de junio. Según el cuaderno de registro de las cartas que envió, tres días más tarde escribe a quien llama mi hijo para darle su parecer —desde luego adulador— acerca de la diatriba. ¿Le reclama, al mismo tiempo, cierta indulgencia con Gustave Courbet, quien sin duda no era de los peores de la manada? Ante la ausencia de la carta de George Sand, podemos suponer su tenor solo a partir de la respuesta de Dumas hijo.

    De hecho, este último siente la necesidad de justificar su severidad:

    "Puys, 17 de junio de 1871

    Usted es la mejor de las mamás. […] No se imagina el éxito de la carta al Nouvelliste, ya he recibido 176 cartas, las cuatro quintas partes son personas que no conozco. Es decir que de vez en cuando este país puede escuchar la verdad incluso dicha un poco rudamente. Courbet no tiene excusa, por eso fui a por él. Cuando se tiene su talento, que sin ser excepcional es destacable e interesante, no hay derecho a ser así de orgulloso, así de insolente y así de cobarde, sin mencionar que no se pinta con el pincel más delicado y más sonoro la entrevista⁸ de la señorita Queniault de la Ópera para el turco que de vez en cuando se hospedaba allí, todo en tamaño natural y en tamaño natural también a dos mujeres que pasan de los hombres. Todo eso es indigno. Le perdonaría antes la demolición de la columna⁹ y la supresión de Dios, que debe estar riéndose de esto como una loca.

    Para colmo, previsor y cobarde, se escondió en un armario y apenas fue encarcelado mandó a buscar al médico porque tiene hemorroides, que según él son grandes como el pulgar y le provocan una protuberancia alrededor del c¹⁰. Esta clase de gente no son artistas, son los pólipos del arte. Son casos patológicos, teratológicos, que no sirven ni para el museo Dupuytren. Es un granuja y un bribón. Piedad para el patán, para el ignorante, para el pobre diablo amargado por la miseria y los malos ejemplos, pero ninguna misericordia para un saltimbanqui de esta especie. Voy a volver a Versalles y os tendré al tanto de Paul Meurice. Lo que más me inquieta es su salud, ha superado sus fuerzas tanto como su objetivo.

    La beso muy afectuosamente. Cariños a los de su mesa.

    A. Dumas"

    Cuando al releer esta carta se descubre la clave del enigma

    Aquel que encuentra sin buscar es aquel que ha buscado largo tiempo sin encontrar. Esta reflexión de Gaston Bachelard se aplica con justeza a eso que tuve la fortuna de experimentar.

    Permanecí mucho tiempo perplejo frente a este pasaje de la carta que acabo citar:

    "No se pinta con el pincel más delicado y más sonoro la entrevista de la señorita Queniault de la Ópera para el turco que de vez en cuando se hospedaba allí, todo en tamaño natural y en tamaño natural también a dos mujeres que pasan de los hombres."

    En las dos mujeres sin hombres se reconoce sin ninguna dificultad el famoso Sueño de Courbet, también llamado Las dos amigas y Pereza y Lujuria, cuadro pintado en 1866 y actualmente conservado en el Petit Palais.

    En cambio, ¿qué sucede con "la entrevista de la señorita Queniault de la Ópera para el turco que de vez en cuando se hospedaba allí"?

    La vinculación con El sueño no dejaba dudas acerca de la identificación del turco: no podía ser otro que Khalil-Bey, gran amante de cortesanas y de la pintura, quien le había encomendado a Courbet la escandalosa tela de las dos mujeres malditas.

    Pero de todas formas la frase se negaba a cobrar sentido: ¿cómo podría una anacrónica entrevista haber hospedado a un turco, aunque estuviera identificado? Supuse que se trataba de un momento de distracción de la persona que transcribió el texto. Leí, releí, siempre tropezando con esa palabra, hasta el momento en que se impuso la hipótesis de interior¹¹. Pero no debía entusiasmarme y era necesario proceder a una verificación. Inmersión rápida en la Biblioteca Nacional, en el folio 295 del manuscrito 24812 en el que se encuentra la carta de Dumas hijo. Fue allí en donde tuve la certeza absoluta de que había escrito el interior de la señorita Queniault (la palabra está bien subrayada) y no "la entrevista"¹² de la señorita Queniault.

    Pero entonces…

    ¿No deberíamos rendirnos ante la evidencia? Ese "interior de la señorita Queniault" no podía ser otro que El origen del mundo, cuadro provocador que el turco Khalil-Bey también había encargado a Gustave Courbet.

    Pasó un tiempo antes de que me convenciera de la verdad de este descubrimiento, porque al proponer una identificación que podría caer pronto por sí sola, como aquellas que la precedieron, temía estar cediendo ante una falsa ilusión.

    Por fin, rendido ante lo innegable, me atreví a pronunciar íntimamente mi "eureka": sin haberlo buscado, podía nombrar

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