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Una Mujer Sin Apellidos
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Libro electrónico597 páginas9 horas

Una Mujer Sin Apellidos

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El concepto de Una mujer Sin Apellidos es basado en la amistad, sinceridad y respeto. Hoy día es difícil encontrar un vecino, que tenga la confianza de darle un consejo, a los hijos de sus vecinos, porque el temor de ser agredido por los hijos de los vecinos abunda en nuestras sociedades, amparados por las débiles leyes que los doctrinan y lo apoyan.

Basado en hechos reales de mi vida, presentándoles en sus páginas a todos mis hermanos, amigos y otros familiares. Usando como ícono el respeto y las verdaderas amistades. Desafiando la maldad con la sinceridad, la honestidad y el respeto; se adquieren en casa, como el ícono de la herencia familiar. Para ser honesto no necesita una universidad, basta con llenarte de sanos y sabios consejos, aplicar la moral, el respeto, ser obedientes con su madre y padre, enseñarles a tus descendientes que aprendiste de tus ancestros, lo que hoy le enseñas a ellos. La escuela no me enseñó mucho, porque mi obligación fue trabajar desde mi uso de razón. La universidad te enseña una educación profesional, pero no te enseña la moral; te enseña cómo sacar ventaja de la inocencia de los demás, pero no te enseña la sinceridad, el respeto ni la honestidad; te enseña a romper vallas y barreras para alcanzar tus propósitos, pero no te enseña como brindarle una sonrisa y una ayuda a tus prójimos. Porque, aunque son pobres mendigos y minusválidos, como tú y como yo, ellos también tienen sueños.

Soy un ser humano como todos, cometo errores, sufro y me canso y como a todos también me dan dolores, sufro el mal ajeno y la injusticia. Se me ablanda el corazón y me derrito en amarguras cuando veo un niño en ayunas clamando por un pedazo de pan y el que puede no lo quiere ayudar, porque les es más beneficioso engordar sus bolsillos, que ayudar a un niño. Pero la única verdad es que por muchos bienes que acumules, cuando mueras nada te llevarás; el respeto, la humildad y la honestidad, son los verdaderos valores de la humanidad.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 nov 2019
ISBN9781643341620
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    Una Mujer Sin Apellidos - Rafael De Jesus

    Página de amor, para el rey del mundo Jehová, mi Dios. El Señor de señores

    Enséñame a depender de ti

    Padre mío, tú que le diste los colores a las rosas, que cambiaste el mal por el bien, que ablandaste mi corazón de piedra y endulzaste el agua para que yo bebiera.

    Tú que embelleciste el amanecer en las mañanas, que despojaste de las espinas al clavel, que al beber de tu amor me llamas, y yo no te ofrezco nada.

    Tú que sin lluvias refrescas los frutos de las montañas, y el rocío desde el río haces nacer, y al mar lo alimentas con las aguas del río, que desde el centro de la tierra haces nacer, para darme de beber y calmar mí sed, al mirar hacia lo alto, en una noche de Luna clara, con cielo azul y estrellado que me alumbra, me pregunto yo eso, quién los creó. Y en un día de verano con un calor activo, viene algo desde arriba que no tiene olor, color ni sabor, y ese Sol que me alumbra día a día, y me da la fantasía de creer en el amor y tener tú bendición. Cuando miro que mi cuerpo lo alimento con lo que yo compro, pero que no lo invento, porque lo que yo consumo, por tus manos ya fue hecho. Tú hiciste los peces del mar y del río, los hiciste alimentos míos, no tengo fuerzas ni el poder para vivir sin ti, enséñame a depender de ti.

    Hoy el mundo se alimenta de tus obras, qué grande es tú gloria, como creaste el aire que respiro, ese que se siente pero que no se ve, como me hiciste pies para correr, y mis ojos que, aunque te buscan en materia, no te pueden ver.

    Pero creo en ti y no te veo, me glorío de tu grandeza y me llenas la razón, cuando cometo un error y te digo Dios mío, perdón. Cuantas veces he caído, pero tú me has levantado, yo te siento y te deseo como el aire que yo no veo, después de buscarte sin querer, entiendo cuán grande es tú poder, y contigo Señor mío quiero estar en el Edén. Y cuando veo el llano y las montañas, el mar y las arenas de las playas, me pregunto quién pudo crear de la nada todo lo que me sirve de alimento, con lo que vivo y me sostengo.

    Dame tú bendición, y te digo que grande eres tú Señor.

    No existe las ciencias sin tú poder y tu presencia, tú espíritu y tú naturaleza, es la verdadera belleza del mundo y de la tierra. Nada se mueve sin ti, enséñame a depender de ti. Porque toda tu gloria es hermosa, para complementar tus obras, me hiciste a mí. Tengo qué creer en ti.

    No me pregunto dónde estás, porque te veo en todo lo que hiciste, no tengo que verte presente, para saber que tú existes, tú eres Jehová mi Dios. Aunque con mis ojos en materia no te ven, siento tu presencia en la naturaleza, cuando oro y te alabo, te siento a mi lado.

    De tú grandeza y tus obras, se olvidaron los grandes hombres de la historia, ignorando tus mandatos, no te promocionaron sus bocas, y sabiendo que tú eres mi verdadero amigo, vuelvo de nuevo a tus caminos, al último encuentro contigo. No tengo fuerzas para depender de mí, enséñame a depender de ti.

    Sueño El Escribano

    Viene ante mí un ángel de luz, iluminando todo como una luz de véngala, dejándose acariciar por todos ojos, avasallando con sus encantos todo a su paso. Cuando la vi por primera vez, me imaginé navegando en el interior de su cuerpo, de inmediato comencé a sembrar en mi mente, un valle de esperanza. Cien montañas de ilusiones, junto a ella, mil cabañas de pasiones.

    La imaginé de tal manera, que el color de la Luna y las estrellas se asemejaban al resplandor glorioso en el tiempo del Edén. El calor que emana de la superficie de su cuerpo, invita al placer del más inocente caballero, dónde ella escoges su posada, nadie se atreve a marcharse, a todos le place quedarse; todos a su riesgo se entregan, porque con tan solemne belleza, los presentes aunque casados ya, dudan de su fidelidad.

    Es tan bella y tan hermosa la elegante princesa, que hasta el Sol se encela de ella, los que quedan afuera, alcanzan a ver como, por las hendijas de la pared de madera, sobresalen los rayos de luz, como los de una fosforescente esfera, y los que están afuera, gritan y maúllan como felinos hambrientos, se amontonan y murmuran entre sí, peleándose por el mejor lugar, de acceso visual.

    Mientras unos dicen, ¿quién está ahí?, ¿quién de tan lejos ha venido?, que sin verla revuelve el pensamiento mío, e inquietas mi corazón impío; yo quedo tan sorprendido y estático, al ver como las muchedumbres se abalanzan por verla. De repente dentro de la multitud, sobresale una atronadora y elocuente voz, diciendo con un altoparlante: —¡Yo le digo a usted, que yo llegue primero, quiero saber quién es ese ángel que me roba la paz y me arroja a los mares, estoy seguro que no pertenece a estos lares! —el alcalde se presenta en el pueblo con un ejército para desplazar a la multitud

    Algunos le piden a gritos diciéndole: —¡Por favor dadme la oportunidad de verle, de sentirle, de tocarle! —el alcalde sin saber de qué se trataba, al verla fue tan grande su sorpresa, que sus piernas se convirtieron en gelatina y cayó de rodillas. El ejército se inclina, para hacerle reverencias a tan elegante princesa, y el alcalde dice:

    —Ahora yo también pelearé por ella.

    Mi corazón con ligero vuelo altivo enamorado, yo trato de remontar mi memoria al pasado tratando de recordar cuándo fui feliz, si es que alguna vez lo era. Mi corazón decide contrastar al Escribano del cielo, para que certifiqué que sin conocer a esa mujer, cuanto la quiero.

    En frágiles y débiles lienzos, el Escribano baja del cielo, y me dice: —Cuidado con lo ajeno.

    Yo le respondo al escribano: —Escribano, tú sabes que yo respeto, que no toco lo ajeno.

    El escribano me dice: —No todo es libertad, porque hay prisión sin rejas. No confíes en Cupido, y recuerda prisión sin rejas, corazón vacío, pero que tienen dueño.

    Yo le pregunto al escribano: —¿Por qué me dices esas palabras?, habla claro Escribano, dime ¿por qué me cortas las alas, para que no despegue el vuelo? Fíjate en mi dolor, Escribano, por favor hazte cargo de mis llantos.

    El Escribano en su frágil y débil lienzo, sin tener piedad ni compasión de mi dolor, me dice: —Piensa bien lo que haces y lo que dices, porque en verdad te auguro, gran dolor y depresión, tormentos y temor; cuanto más sincero seas, mucho más sufrimientos tendrás. Existen muchos caminos que están abiertos para ti, escoge otro y deja el elegido, no cambies tú destino —y en su débil y frágil lienzo, el Escribano sube y baja como magia.

    Yo le pregunto al Escribano: —Por favor, háblame claro Escribano, entiéndeme que yo la amo.

    Pero el escribano en su débil lienzo, partiendo hacia las nubes me dice: —Tú estás debajo de las sombras donde hay claridad, buscas la luz donde hay oscuridad…

    Y de repente abro los ojos, y como por arte de magia, me despierto en mi cama. De inmediato me aseo y me acicalo, tomo mi café y desayuno; saco mi libreta y un lápiz, y comienzo a contarle mi vida y mi historia, al único elemento que no me censura ni me hace preguntas, mi libreta.

    He aquí una de las historias más románticas, e interesantes, de todo el universo, y de la tierra, la famosa historia de Olí.

    En, ¿una mujer sin apellidos?

    Olí, tierna y encantadora niña. Olí dulce y adorada mujer, que las estrellas en las noches, se alumbraban en ella, y la Luna al verla sentía celos, al no poder ser, tan bella como ella. Olí es más hermosa que una rosa, es más bella que un clavel, que ni la reina Isabel, puede ser tan bella como ella. Un Domingo en el mes de abril, la conocí en un local político; me la presentó la madre de un amigo, sin darme detalles de nada con respeto a ella. Inmediatamente por ella amor sentí, y al mismo tiempo descubrí, que las cosas del sentimiento y del corazón, no son cómo yo creía y pensaba, descubrí que en realidad, existe el amor a primera vista.

    Pero al decir verdad, yo jamás había visto un rostro tan bello y angelical, como el rostro de las mujeres más puras entre todas las mujeres, Las Marías. Las mujeres más puras y perfectas, que provocan la oración y adoración al Señor, tú Dios, mi Dios, nuestro Dios.

    Yo estoy totalmente seguro, que esa mujer tan bella, es mi futuro amor. Ella es una mujer bella y hermosa, con unos ojos brujos y hechiceros, como los ojos de la reina más famosa, de todos los tiempos, Cleopatra, la reina de Egipto, la reina más bella de la época.

    En el mundo de hoy, la princesa Diana de Gales, copió las miradas y la elegancia de ella, de Olí, la mujer más bella que haya nacido en estas tierras. Quizás los científicos matemáticos que esculpieron su cuerpo, usaron una ecuación diferente a las de los seres humanos, y lograron con su afición, construir un cuerpo a la perfección.

    Yo siento que ella es como el cúmulo que forma mi sangre, y que sus pensamientos se ponen e interactúan con mi mente, porque quizás ella piense y sienta igual que yo.

    Dios mío, esta mujer es tan bella y tan hermosa, que la monumental escultura de su cuerpo, provocó encono en mis memorias, bloqueando mi mente y mis pensamientos, haciéndome sentir presente la fiebre de amor.

    Yo nunca imaginé despertar del sueño de la inocencia tan temprano, nunca imaginé que la solo presencia de una mujer, me iba a hacer entender, que en muchas ocasiones, el sentimiento uno no lo provoca, que el sentimiento nace por sí solo, y llega sin avisar; que el sentimiento se hace presente voluntariamente, con solo una mirada, sin cruzar una palabra.

    El mejor de mis tiempos. Yo nunca antes había tenido momentos de lucidez, tan buenos y tan claros, como el de ahora; emocionalmente estos son los momentos más perfectos, que yo jamás haya tenido, o vivido. Luego, como el encono de mi mente estaba desapareciendo, con la llegada de la diosa misteriosa, el tiempo me ha brindado, una estabilidad emocional tan y tan buena, que me sentía con una fuerza, superior a mi propia capacidad; me sentía que la estabilidad emocional que ella me brindaba, me ha hecho orbitar alrededor de su cuerpo.

    Me ha hecho ver la vida de otra manera, porque con su llegada, todo lo veo claro, todo lo veo perfecto, ya nada me molesta ni me afecta; la vida es hermosa, todo lo veo color de rosas, nada me extraña ni me empaña, como las arenas de las playas, y las palmas.

    Porque, pese a las buenas amistades que tengo, en algunos momentos de mi vida, yo me sentía desesperado y con pocas emociones. Porque antes de su llegada, todas las ilusiones de mi mente habían desaparecido, todo en mi era oscuro y confuso, nada era claro ni firme. Mis esperanzas ya estaban muertas y perdidas, hasta que llegó a mi vida una estrella, dándole a mi vida, la alegría que yo no tenía; esa estrella solitaria que ni siquiera sé cómo se llama, mientras mi corazón permanece atento a su llamado, pero aun así yo me pregunto, quién será esa mujer que me llena de tanta ansiedad, y al mismo tiempo me hace sentir en libertad.

    Con la llegada de esa santa, las inspiraciones a mi imaginación aparecieron como por arte de magia, como suelen suceder los milagros, muchas veces sin esperarlos. De repente pienso en ella, y sin proponérmelo, escribo una canción, un pensamiento, una poesía para ella. A veces, sin proponérmelo, la miro frente al espejo, creo que la necesidad de un amor me hace alucinar, y vuelvo y me pregunto de nuevo, «¿Por qué tenía yo que fijarme en ese ángel escapado del cielo?, ¿por qué mi mente se niega a separarse de ella?, si solamente la he visto una sola vez». Caramba, el viejo San Pedro, tiene que estar preocupado, buscando el ángel que se le ha escapado.

    Mi mamá doña Elia, en una buena tarde me pregunta: —¿Qué raro y diferente te vez hoy hijo mío?, sinceramente te veo con un semblante diferente, algo positivo brota de tus ojos.

    Filito le responde: —¿Por qué tú dices eso mamá?, ¿qué diferencias tú has notado en mí?.

    Doña Elia le dice: —De verdad que no sé, pero puede que tú estés creciendo más, porque de verdad, que te noto diferente, con un semblante brillante, y hasta tus ojos se ven luminosos.

    Filito le dice: —Acuérdate mami, que nada es eterno en esta vida, y que en la vida todo cambia, porque si no dime tú, cuál es el lujo de crecer si uno no cambia.

    Doña Elia le dice: —Tienes razón hijo, pero dime hijo mío, acaso tú estás enamorado.

    Filito le responde: —No veo por qué me dice eso mamá, yo no veo qué similitud tiene el cambio con el amor, porque hasta donde yo entiendo, para una persona cambiar, necesariamente no tiene que estar enamorada, ¿verdad que no, mamá?

    Pero en ese mismo momento, entra la guayacana de mi hermana Cristina, y también al mismo tiempo, suena el teléfono: —Mamá, ¿vas a levantar el teléfono?

    Filito dice: —¡Uy!, gracias a Dios y al teléfono, que me salvó la campana.

    Y el animal raro de la casa, mi hermana Cristina, pregunta —¿Por qué dices que te salvó la campana?, ahora dime, ¿de qué estaban hablando mamá y tú?

    Filito le responde: —Mira es que mamá me pregunto, que si yo estaba enamorado, porque supuestamente según ella, ha notado que algo en mi ha cambiado.

    Cristina le dice: —Bueno pues mirando bien, mamá tiene razón, porque tú has cambiado bastante últimamente, y precisamente en estos últimos días. Pero ven, díselo a tu hermana, ¿estás o no estás enamorado?, ¿tienes o no tienes novia?

    Filito le dice: —Bueno, mira hermanita, en verdad todavía no hay nada concreto entre ella y yo.

    Cristina rápidamente se llena de júbilos y emoción y dice: —Entonces nosotras tenemos razón. Vamos, cuéntame cómo es ella, dime cómo es my sister in law.

    Filito le dice: —No comas ansias, recuerda que te dije, que todavía no hay nada concreto porque para que haya amor, tienen que estar los dos de acuerdo. Además, estar enamorado no significa tener algo con alguien, acuérdate que todo llega a su tiempo.

    Doña Elia dice: —Hijo, hijo, ven que tu hermana Dilenia quiere hablarte.

    Filito toma el teléfono y le dice: —Gracias mami —luego dice a su hermana—: Ya gordita, dime ¿cómo te sientes hoy?

    Dilenia le responde: —De verdad que quisiera decirte que estoy bien, pero estoy y me siento bastante mal, bajo un trauma descomunal.

    Filito le pregunta: —¿Por qué mi reinita, qué pasa contigo?, ¿por qué estás tan desanimada?, dime, ¿en qué puedo ayudarte?.

    Mientras Dilenia jimiqueaba le dice: —Es que Juan se llevó a mí Judith.

    Filito le pregunta: —¿Pero para dónde?, dime por favor ¿qué pasó?, ¿qué sucede?, ¿dónde está mi sobrina?…

    Dilenia responde diciéndole: —No sé, yo llegué del trabajo, y no encontré la niña, ni a Juan, ni sus ropas. ¡Hay Dios mío!, ¿dónde está mi hija?

    Filito le dice: —Por favor, cálmate, y ve donde doña Juana, la mamá de Juan, porque pueda que ella tenga conocimiento de su paradero; o ve dónde Giovanni Elisabeth Rosario, la esposa de Julito, el hermano de Juan.

    Dilenia, mientras solloza, dice: —Y ahora qué yo voy hacer sin mi hija. Dios mío, dónde está mi bebe, ese desgraciado me robó a mi hija, Judith. ¡Judith!

    Mientras Filito, para consolarla un poco, le dice: —Ya hermana, por fa, no te lamentes más, porque mañana si Dios quiere, iremos al precinto policial más cercano a nuestra área, pondremos una querella, y luego veremos a ver qué pasa. Pero dime, ¿qué te dijo mamá cuando tú le contaste la desaparición de Juan y Judith?

    Dilenia le responde: —Yo aún no le he dicho nada, porque no quiero mortificarla.

    Entonces Filito dice: —Hermanita, tú tranquila, que yo hablaré con mamá y Cristina. Les explicaré lo sucedido con mi sobrina, y no olvides que te queremos y estamos contigo, ¿OK?. Bye, mi reina. Por favor recuerda mantenerme informado de cualquier cambio.

    Filito le dice a su mamá y hermana: —Señora y señorita de esta casa, nuestra hermana tiene un problema, y ella necesita de nosotros, de nuestra atención y nuestra ayuda; así es que pensemos y pongámonos de acuerdo, en cómo podemos ayudarla, qué podemos hacer para ayudarle a resolver ese problema, que ahora también es nuestro problema.

    Doña Elia dice: —¡Dios mío! ¿Y ahora, en qué lio está metida esa niña?

    Cristina dice: —Yo solamente espero, que a mi hermana no la hayan votado del trabajo, porque con la poca ayuda que ella tiene, las cosas se le van a poner mucho más difíciles.

    Filito le dice: —Ojalá fuese eso solamente…

    Doña Elia pega el grito al cielo y dice: —¡Ay, no me asustes hijo, por favor!

    Cristina dice: —Habla rápido, renacuajo con hambre, y dime, ¿qué pasa con mi hermana?

    Filito le responde: —Sucede que Juan desapareció con Judit, recogió sus ropas, y marchó con la niña.

    Doña Elia mostrando un notable descontrol nervioso dice: —Tanto que le advertí a tu hermana, que no me gustaba ese hombre para ella, como para compañero de ella, que no lo quería a él como para su marido; pero como siempre los hijos, nunca se llevan de los consejos de los padres, miren ahora las consecuencias.

    Cristina dice: —Mamá, pero no todo está perdido; además, de nada nos vale ponernos a llorar ahora, lo importante es ponernos a buscar solución, de cómo recuperar a mi sobrina.

    Filito les dice: —Ya es un poco tarde, pero mañana, si Dios quiere, iremos con Dilenia al precinto policial más cercano, y pondremos una querella, porque de todas formas hay que esperar poco más de 24 horas, para que sea reconocido como un secuestro. A ver lo que pasa en lo adelante, pero tengo la confianza y la fe puesta en el Señor Jesucristo.

    Pasaron unos largos meses, y ni la policía ni los familiares de Juan, ni ninguno de nosotros, sabíamos nada de los desaparecidos, Juan y mi Sobrina Judit; pero aun así, la búsqueda de los desaparecidos continuaba sin cesar, y se reactivaron los ánimos de encontrar a mi sobrina con vida, cuándo Julito, el hombre sin hiel, hermano de Juan, se le escapó decir que la nueva mujer de su hermano, era más puerca que la mamá de su sobrina, pero que ella era una verdadera sucia y asquerosa puerca, que no sabía cocinar, y que ella acumulaba todos los trapos sucios en un rincón de la casa, hasta los que estaban sucios de sangre; pero que también, todos los familiares de ellos, tenían conocimiento del paradero de Juan, pero todos se negaban a informar sobre su paradero. Ninguno de ellos eran capaces de decir dónde se encuentra, la guarida donde están ocultos Juan y mi sobrina Judit; bueno pero por lo menos, ya sabíamos que mi sobrina Judit estaba viva y bien, sana y salva, aunque fuese con una madre substituta, pero lo más importante eras saber, que mi sobrina estaba bien, y por eso tenemos que darle gracias al Señor.

    Una semana más tarde, después de una larga jornada de trabajo, llego a mi casa, y me paro frente al espejo, y mientras poso mi mano derecha en el pecho, tocándome el corazón, digo en alta voz: —Dios mío, Señor, tú qué desde arriba todo lo ves, te pido por favor, que si esta mujer apareció en mi vida para bien, yo la acepto Señor; pero si ella ha venido para hacerme daño, o hacerle daño a otras personas, como la trajiste, llévatela. Porque yo, Señor, no conozco mucho de oración, pero te pido que alejes los tormentos de mis caminos.

    Poco después de platicar con Jehová, mi Dios, me doy un baño y me recuesto a descansar; y sin querer, el cansancio me venció y el sueño me dominó, y sin quererlo ni desearlo, allí apareció ella en mis sueños. Yo nunca había soñado con ella, y por primera vez, pude soñar con ella, con Olí, la mujer más bella.

    Sueño La princesa, el príncipe y el leñador

    Ella, Olí, la diosa del bosque; yo un esclavo leñador. Ella corría con desesperación, porque un príncipe la perseguía, en un caballo blanco que relinchaba. El príncipe me dice: —Escuchadme tú esclavo, ¿vos no habéis visto cruzar a mi amada?

    Yo le respondí: —A mi lado solo sentí una brisa, que pasó como un rayo, a mucha prisa; pero, decidme caballero con espada y armaduras, ¿para qué la buscáis?

    El príncipe dice: —No tengo que daros explicaciones a un esclavo, andad dadme aguas, y alimentad mi caballo.

    El príncipe después de bebido y descansado, montó de nuevo en su corcel, y se echó a correr. Yo como esclavo, sigo acumulando leñas en trozos pequeños, para cuando llegue el invierno.

    Unos minutos más tarde, se escuchan los gemidos de una reina, gritando como una sirena. Me detengo de picar las leñas, veo al príncipe que viene con la princesa, arrastrándola por las greñas.

    Yo le digo: —¡Detente!, no seáis payaso, soltad a la princesa, no veis qué os hacéis daño.

    El príncipe montado en su caballo responde: —Ahora las palomas tiráis a las flechas, desde cuándo un esclavo, os da orden a la realeza. Andad, arrodillaos y pediros perdón, si no queréis ser azotados con el látigo del caballo.

    La princesa me ruega diciendo: —Por favor, salvadme de ese animal salvaje, prefiero morirme, y no casarme sin amor, con quien no tiene valor.

    Yo le digo al príncipe: —Un caballero que maltrata a una doncella, es porque de una bestia habéis venido, y no nacido de una reina.

    El príncipe me reclama desenfundando su espada, y diciéndome: —Mostrad ahora que tenéis valor, vais a pagar por vuestro error, pero os daré la oportunidad para que os defendáis. Vos peleareis conmigo, sin armaduras y sin espada. Si vos me vencieres os liberaréis; pero si vos perdéis, Junto a ella seréis mis esclavos, o moriréis en la guillotina, atados y de rodillas.

    Yo miro a la princesa, y sin perder el tiempo, le digo al príncipe: —Acepto el reto.

    El príncipe preparado, con armadura y espada, y yo desarmado, por la princesa comenzamos la batalla. Con un trozo de leña, esquivo la espada que el príncipe me lanza, y dándole un golpe en las piernas, lo derribó con el trozo de leña.

    El príncipe con mucha dificultad, por el peso de la armadura, rodando por el suelo, se agarra del caballo, se para y recoge su espada, y me dice: —Vos seréis rápidos y hábiles, lo entiendo, pero la lucha no termina, hasta que uno de los dos quedéis inmóvil, totalmente muerto.

    Yo le digo: —Retirarte princesa, porque la batalla recién comienzas.

    De nuevo comenzamos la lucha a muerte, y en un descuido, le doy con el leño un golpe en la frente, que cae al instante sin poder moverse.

    La princesa me dice: —Se bueno, no lo matéis.

    Yo le contesto diciendo: —Vos sois libre, nadie es vuestro dueño, y yo cómo vos, también tengo el mismo derecho.

    La princesa se lanza entre mis brazos, me aprieta con fuerzas, y cuando estaba a punto de besarme, mis ojos se abrieron, y me digo «Ay desvelo desgraciado, tan bueno que estaba este sueño, ¿por qué me has despertado?».

    Unos cuantos días más tarde, mientras caminaba por las calles de la ciudad, voy caminando con el nombre de Olí, escrito con tintas rojas en mi brazo izquierdo; la tinta era totalmente artificial. Yo no me esperaba encontrarme con Olí, ni muchos menos estaba pensando en ella. De repente levanto la cabeza, y a media distancia, alcanzo a ver una mujer, que viene caminando frente a mí, con el rostro cubierto con un velo, haciendo unas siluetas extrañas a cada paso, con sus caderas y con su cuerpo.

    Mientras yo, medio sorprendido, sentía mi corazón chiquito, y aunque hacía frío, me sudaban las manos y me temblaban las piernas, y me digo a mí mismo: «Filito, no puede ser, es imposible que pueda existir una coincidencia tan grande. No Filito, tú estás equivocado». Pero queriendo ignorarla, volteo la cabeza, y de nuevo me digo: «No, yo estoy equivocado, esa no puede ser ella. Pero la tentación me molesta y me inquieta; yo no quiero verla, por si no es ella, no traicionar con las miradas el verdadero amor, con una mujer extraña. Dios mío, pero porque trae el rostro cubierto con un velo. Pero, y si no es ella, y luego esa persona se enoja. Mejor no digo nada, ni pregunto nada».

    Unos segundos más, ella pasa por mi lado con el rostro cabizbajo, cubierto con un velo, y me dice: —Hola Filito.

    Pero, pese a las escasas palabras que ella pronunció en el mitin político, para mí, no fue difícil reconocer su voz. Mucho más difícil fue para mí, creer que era ella en cuerpo y alma, creer que era ella en persona. Yo todavía un poco tembloroso por la desafiante inquietud que me rodeaba le digo: —Vaya que es usted una verdadera caja de sorpresas dentro de las sorpresas —pero tal parece, que ese era el momento en el que ella menos esperaba una interrogación, ella con el rostro cubierto con un lienzo de multicolor, y yo le pregunto: —¿A dónde va la princesa más bella que haya nacido en esta tierra?

    Olí me respondió diciéndome: —Ahora no, Filito. Por favor, ahora no.

    Yo inmediatamente entendí qué algo fuera de lo normal estaba pasando con ella, porque, a pesar que era la segunda vez que nos veíamos, pero cada vez, solamente en fracciones de segundos, me di cuenta, que ella era una mujer frágil y fácil de entender y comprender, por eso me extrañó su seca reacción para conmigo.

    Yo no quise cuestionarle acerca del velo que tenía puesto, cubriendo su rostro; más cuando ella me tendió su mano para decirme adiós, yo sin pensarlo quede con su mano agarrada con mi mano, y sin ningún derecho fuertemente le grite adiós. Pero de inmediato sentí que mis ojos sangraban, y mi corazón lloraba. Se desvaneció mi alma, se desintegraron mi paz y mi poder, me abandonaron las fuerzas, me embargo la tristeza. Pero de repente, sin ella quererlo, sin ningún esfuerzo de su parte, se le cayó el velo, con el que cubría su rostro, y el que yo viera a Olí esta vez, con los pomos altamente alterados, me afligí; mi alma se convirtió en una gelatina a medio cocer, y me temblaron hasta los pensamientos.

    Porque aun estando con ella, pensaba que estaba en un sueño, y para que mi poder sea más fuerte, y mi espíritu más valiente, con la misma suavidad y la delicadeza de la brisa, con mucho temor y respeto, toqué sus alterados pomos, y a la par de ella, una lagrima desnudó la flexibilidad de mi alma y corazón. Ella no me dijo nada, y como vino, así mismo se fue.

    Yo, aunque solo, soltero y sin compromiso, vivía sin preocupaciones algunas. Antes de Olí, yo no conocía el amor. La escasa felicidad que me visitaba, era cuando llegaba algún familiar del extranjero; pero desde que se marchaba la visita, volvía la melancolía a flecharme con el ancla de la desesperación. Yo que, como joven, siempre daba consejos a los hombres que veía llorar por una mujer, nunca me imaginé que me llegara a mí el momento de sufrir lo mismo que antes aconsejé. Pero Dios da las yagas, y también da el remedio.

    Mientras iba pasando el tiempo, la imagen de ella, enjuagaba mis sentimientos, como mortal espina en mis pensamientos, aunque solamente la he visto dos veces, pero cada vez se hace más difícil apartarla de mi mente. Ella está tan clavada en mi mente, como un árbol de roble, como un cedro, un olivo, que tiene sus cimientos agarrados entre las más poderosas rocas, que nada lo destruye, nada lo derrota.

    Dios mío, Señor, si por lo menos yo pudiera confiar en alguien, y contarle este secreto que me acompaña por tanto tiempo, obligándome a vivir una doble vida; pero que no me atrevo a decirlo a nadie, ni si quiera a mis propios pensamientos. Mientras continúo engañando a mis semejantes, haciéndoles creer que soy feliz, sonriéndoles a todos, mientras mi corazón se resiste al quebranto, siendo hipócritas conmigo; porque solo a mí mismo me engaño, sabiendo que entre todos los hermanos, Iris, José, mi sobrina Judit y yo, tenemos algo en común, porque nosotros cuatro sufrimos la mismas consecuencias, los cuatro compartimos una misma anécdota. Aunque el caso Judit es un tanto diferente. Pero por otra parte me aterra saber, que alguien puede descubrir mi secreto, y que luego vaya a publicarlo a los cuatro vientos, porque la pena y la vergüenza me matarían. Pero lo peor de todo, es que eso llegue a oídos de mi mamá, y que luego ella se sienta culpable por no protegernos como lo hacen las madres, porque mamá ni siquiera se imagina lo que hizo con nosotros, ese desgraciado que mamá tiene como hermano.

    Iris, José y yo, llevaremos esa marca por siempre, y yo sé que tengo que decirlo a alguien, pero en quien puedo confiar, que no vaya a burlarse; por eso no me atrevo ni siquiera a pensar. Bueno, pero así es la vida, y pese a todo hay que continuar hacia adelante, nunca hacia atrás.

    En torno a Olí, a veces quisiera que todo esto fuera una pesadilla, un mal sueño, y no una mala jugada del destino; porque, aunque al destino yo no le haya hecho nada malo, pero siento que el destino se ha ensañando conmigo. El presente me está cobrando a mí, todo lo que hicieron mis antepasados, poniendo en mi frente una mujer tan bonita, que solo Dios sabe de dónde salió. Yo pienso que tal vez sea una vaga imaginación, porque una mujer tan bella y tan hermosa como esa, no puede ser real; creo que una mujer como Olí, aun si existiera, sería capaz de filtrarse en la mente de cualquiera.

    Como ella se filtró en mi mente, obligándome a pagar algunas de las que hice en mi pasada vida. A veces creo que tal vez ella sea un espejismo y no una mujer; tal vez, ella sea una creación de la imaginación, porque mi mente necesita idealizar algo, y no podía ser otra desconocida, tenía que ser precisamente ella, Olí, la mujer más bella, entre todas las mujeres. Quizás es que mi cuerpo necesita sentir el efervescente calor de una mujer, pero porque tenía que aparecer Olí, como un oasis en mi corazón desierto. Ella en mí es como cuando una persona tiene una sed descomunal, y que no encuentra una gota de agua en un radio de treinta millas alrededor, sintiendo el cuerpo y el alma desfallecer, por el activo calor, y la candente sed.

    Olí es una mujer que, con su presencia, despierta todas las fantasías, ella es el verdadero gozo que mi corazón ansía, como una nave que naufraga inquieta, en medio de la tormenta, en las agitadas aguas de la mar, que gimen, rugen y castigan sin piedad, a los que inquietan su intimidad, y Olí me desespera. Así me sentí yo, cuando estaba cerca de ella, cuando estaba frente a ella, me sentí como un felino manso, como cuando un león alcanza a ver las hienas, el león, maúlla como un inocente gato; y cuando yo estaba frente a Olí, me sentí como una vela encendida, derritiéndome con el calor de su cuerpo. Aparte, que yo entiendo que mi benéfico ascenso, sin duda alguna, se debe a su lucida belleza, mientras siento que ella es pura y dichosa, amable, feliz y placentera.

    Luego de un largo tiempo, la inexperiencia y la timidez, mezcladas con el mayor secreto de mi vida, me impidieron preguntarle a la señora Lourdes por ella, por Olí. Bueno, pero yo tampoco sabía dónde vivía la señora Lourdes, en mucho tiempo, no he visto a doña Lourdes, ya han pasado unos 15 días, y yo no he visto a Olí, tampoco he sabido nada de ella.

    Un viernes en temprana hora, Radhames y yo, tomábamos un café, en el break time, yo le digo a Radhames: —Oye hermano, yo he conocido una mujer, que esa es la mujer más maravillosa y hermosa de este mundo; y de verdad que yo he quedado totalmente encantado y deslumbrado con su belleza y su hermosura. Y para serte más sincero, estoy enamorado de ella.

    Radhames reacciona diciendo: —Tú otra vez con eso, acuérdate que hace unos cuantos días me dijiste locuras soñadas, y todavía tú sigues con las mismas cantaletas. Despierta, Filito, por favor, tú no te enamoras. Mira mi hermano, prácticamente llevamos conociéndonos por toda la vida, y yo nunca te he visto una novia, ni una amiga, ni mucho menos una enamorada; enamorado tú, ¡uy!, hazme el favor y pon los pies en la tierra, y despierta.

    Filito le responde: —Oye, qué te pasa a ti conmigo, ¿por qué yo no me puedo enamorar?, ¿acaso no tengo yo, el mismo derecho que todos los demás?

    Radhames le pregunta: —¿Qué estás loco, estás borracho, o qué? Enamorado tú, ni siquiera tú mismo, que te digas esas mentiras, te lo vas a creer. Por favor, mírate al espejo, tú no te enamoras. El Filito que yo conozco no se enamora.

    Filito le dice: —Cuida tu lengua y tus palabras, y por favor cuidado, mucho cuidado con las sorpresas. Acuérdate que uno sabe de hoy, pero no sabe nada del día de mañana; pero sí te digo, que ella se ha apoderado totalmente, de mi alma y de mi voluntad.

    Radhames le dice: —Bueno, ya, está bien, hablemos de ella. Ahora dime cómo es ella, quiero saber cómo es la mujer de tus desvelos, porque para que una mujer te atrape, ni siquiera con una red de pescar.

    Filito trata de darle una explicación, dándole una descripción poco usual, diciéndole: —Pues mira, hermano mío, de verdad que es difícil poder explicar con palabras, tanta y tanta belleza. La lengua y la mente no pueden definir con exactitud, todos lo que los ojos ven.

    Pero la descripción que Filito le dio, creó más dudas y confusión en la cabeza de Radhames, y Radhames le dice: —Lo siento hermano mío, pero tú necesitas un psiquiatra, tú estás loco. Que en este mundo no puede existir una mujer como la que tu describes. Tú pareces novelista, porque haces un drama de cualquier cosa. Mira, hermano, mejor continuemos con el café, para que luego retornamos al trabajo, porque ya estamos pasados de tiempo, y olvídate de esas estúpidas fantasías imaginarias; y yo creo que no me voy a juntar más contigo, porque la loquera, se pega.

    Entonces Filito le dice: —Radhames, por favor, no te burles, porque todo lo que te he dicho acerca de ella, es totalmente cierto; eso es verdad, ella vive, ella está en mí, yo la amo, y te pido respeto para ella, así mismo cómo yo respeto tu esposa, que por cierto ni siquiera sé cómo es, ni cómo se llama ella.

    Radhames le responde: —Ay hermano, por favor, no quieras cubrir una cosa con la otra. Además, ya tendrás tiempo para que conozcas a mi mujer, cuando hagamos una cena en mi casa y tú seas el invitado de honor. Mientras tú deja de soñar con pajaritos preñados, y deja de fumar esas cosas baratas que te hacen daño, para que después no estés alucinando como ahora, y viendo cosas dónde no hay. De verdad Filito, fuera de bromas te digo esto, porque una mujer como la que tú describes, estoy seguro que solamente existe en tu imaginación. Así es que no sigas idealizando la perfección en tu mente, porque la perfección en una mujer no existe, entendiste eso amigo mío, no existe una mujer perfecta, ni tampoco una mujer de buen corazón.

    Filito le dice: —Oye hermano mío, no es por nada, pero a mí me pareció, que tus palabras tienen un sonido celoso, o de preocupación. ¿Verdad que sí?

    Radhames le responde: —Mira, renacuajo de laboratorio mal fabricado, escucha bien lo que te voy a decir. Quiero un amigo cuerdo y sobrio, no loco y ebrio; aparte te digo, que si esa mujer de verdad existiera, desde hoy mismo yo la nombraría emperatriz del mundo. Yo, Radhames Vizcaíno Asencio, me postraría externamente delante de ella. A ver, preséntamela, ¿por qué no me la presentas?, vamos a ver si te atreves.

    Filito le dice: —Oye, que tú eres mi amigo o mi enemigo, dime por qué te expresas así de la mujer de mi vida y de mis sueños. Dímelo claro, pero dímelo ahora.

    Radhames le responde: —No, hermano mío, tú no te ofendas. Pero es que me causa gracia la forma en que tú te expresas de ella; es porque ella es una verdadera diosa, y tú no te imaginas lo que yo daría por conocerla, para yo también enamorarme de ella —entonces Radhames explota de las risas a carcajadas—. Ja, ja, ja…

    Entonces Filito levantando un poco el tono de voz, le dice: —¡Diablos Radhames!, con eso no se juega.

    Radhames le dice: —Perdona hermano, pero es que de verdad. Yo creo que te estás obsesionando con una visión o una mala ilusión; y si tú quieres que te diga la verdad, desde mi punto de vista, eso me preocupa.

    Después de unas cuantas semanas, mientras caminaba por las calles del barrio, me encuentro con Driza, la hermana menor de Radhames. Ella, desafiando la calma y la serenidad que me acompañaba en ese momento, se me lanza entre los brazos, dándome un beso en la mejilla, y un abrazo quiebra huesos, que todavía me duele; y ella me dice: —Te seguimos esperando en casa, con las puertas abiertas, y mi mente y mis brazos abiertos para ti; pero antes cuéntame, tu mamá y tu hermana Cristi, ¿cómo están ellas?

    Filito con mucha dulzura le dice: —Pero mi reina, se supone que primero tienes que preguntar por mí, verdad, que cómo yo estoy, y luego preguntar por ellas; ¿sí o no?, dime si tengo o no tengo razón.

    Driza le dice: —Hay no seas celosos mi tesoro, porque tú sabes que el hombre más importante del mundo para mí, lo eres tú; pero se supone que primero tengo que conquistar a tu mamá y hermana, para luego conquistarte a ti, ¿cierto o no? Bueno, pero mira mi rey, ahora dime, ¿cómo te encuentras hoy, mi rey?

    Filito le dice: —Pues mira, reina de mi vida, en este momento, yo me encuentro aquí hablando contigo, y encima de eso planificando muchas cosas para el futuro, que yo creo que será un futuro muy cercano, cercano, para mí.

    Driza le pregunta: —Dime, cielo lindo y hermoso de mis anhelos, acaso estoy yo en tus futuros; dime, figuro yo dentro de tus planes, porque ya me veo yo casada contigo, y rodeada de muchos hijos, todos reunidos en la mesa, como siempre lo he soñado; añoro y deseo; ser tu novia, tú amante, o tu esposa.

    Filito le responde: —¡Ay, por Dios!, no seas tonta, eso es solo una broma; pero mi mamá y mi hermana, están bien, gracias a Dios. Pero cuéntame, ¿qué hay de nuevo en ti?, ¿porque tú estás tan bella y elegante? Como siempre, tal parece que el amor está rondando tu casa y tocando tú puerta. Dime si se puede saber, ¿quién es ese afortunado?

    Driza se llena de nostalgia, y con tristeza le dice: —Te juro mi vida, que nada más me gustaría que lo que tú dices fuera cierto, pero ahora tengo que quitarle el valor a tus palabras, porque todavía no tengo nada. Mientras yo sigo esperando a que tú te decidas por mí.

    Pero mientras ella jimiquea, con una melódica y temblorosa voz, Driza va entonando una canción diciendo, —No tengo nada, no tengo nada, sigo esperando por ti…

    Filito le dice: —Oye, mi reina, cantas muy bonito tú; tú tienes una voz melódica, hermosa y encantadora. Creo que con mucha facilidad, tú voz puede ser bastante comercial, si tú lo deseas; mira que nuestra nación está carente de talentos, y tú tienes muchos talentos.

    Driza le responde: —Bueno si tú quieres ser mi representante, orgullosamente yo me dejaría guiar por ti, y en mi cuarto yo pondría una gigantesca foto tuya, del piso al techo, con unas letras claras y gigantes, que diga Filito mi apoderado. Te juro que lo haría de extremo a extremo, y sin arrepentimiento.

    Filito le dice: —Que extraño sentido del humor tienes, pero no me gustan las bromas de ese tipo, porque son peligrosas —mientras se miran fijamente a los ojos, y sintiendo el instinto de besarse, en medio del silencio que los rodea, en la residencia del frente de la calle donde estaban conversando, alguien encendió una radio, donde se escuchabas la voz de una mujer.

    Inmediatamente Driza la identifica cómo la voz de la mujer de su hermano Radhames, y Driza dice: —Escucha, Filito, esa mujer que está hablando en el radio, es la mujer de mi hermano Radhames, porque ella habla igualito que mi cuñada.

    Filito le responde: —Tú dices la mujer de tu hermano Radhames.

    Driza dice: —Sí, es ella.

    Filito le dice: —Tú perdonadme mi reina, pero creo que tú no sabes lo que dices.

    Driza le dice: —Te juro que si se parece a ella; pero dime alma mía, es que acaso todavía tú no conoces la mujer de mi hermano Radhames.

    Filito le responde: —No, todavía no he tenido el placer de conocerla.

    Driza dice: —Bueno mi amor, un día de estos te la presentaré, pero por lo pronto, yo tengo que irme, porque tengo un poco de prisa y muchas cosas que hacer. Por favor, dale recuerdos de mi parte, para tu mami y tu hermana Cristi, muchos besos y abrazos para ellas.

    Filito le responde: —OK, Driza, para ellas todo y, ¿para mi qué?.

    Driza se devuelve, y le da tremendo beso en la boca, y con el abrazo que ella le dio, acabó de quebrar sus ya quebrantados huesos, y le dice: —Bye papi. Cuídate mucho mi rey.

    Filito le dice: —Ay ya, suéltame por favor, porque me estás sacando el aire —entonces ella lo suelta y él le da las gracias.

    Filito le dice: —Lo mejor de mis deseos, para todas tus sangres, perdón quiero decir, para toda tu familia.

    Driza se marcha y Filito se detiene por un rato, y mientras queda pensando en lo que dijo Driza, y en sus pensamientos Filito dice: «Bendito, me da pena con Driza, ella está totalmente loca, porque a mí me parece que esa mujer que sonó en la radio, más bien es la voz de la sirena encantada; esa de aroma natural, que no he podido volver a encontrar. Cuya mujer, yo no sé su nombre, no sé quién es ella, no sé de dónde viene ella; pero lo peor de todo, es que yo ni siquiera me atrevo a preguntarle a la señora Lourdes, por una extraña y desconocida mujer para que me diga cómo se llama ella, y dónde vive ella, cómo puedo encontrarla, o para tener algunos datos de la mujer desconocida; ya que de ella, solo tengo su imagen en mi mente. Porque Olí no es un nombre, eso más bien suena como un apodo, y para el colmo de los males, yo tampoco sé dónde vive la señora Lourdes, sus hijos, mis mejores amigos. Aparte qué, también me daría vergüenza preguntarle a doña Lourdes por aquella muchacha de nombre Olí. Pero de verdad, es qué Olí es bella y atrevida, porque como ella se atrevió a clavarse en mi mente, y sin pedir permiso ni tener derecho ni razón, sembrando con su elegancia y su belleza, negándole la razón a la consciencia.

    Radhames, los muchachos del club y yo, ocasionalmente hacíamos contratos de trabajo, aunque en la mayoría de los contratos eran esfuerzos de Radhames y yo, pero siempre nos repartíamos las ganancias a partes iguales, incluyendo los hermanos de Radhames; ellos son el Mudo y Rafaelito.

    El mudo y yo, casi siempre los domingos, íbamos al cine en domingo de matiné a las diez de la mañana. Los muchachos y yo, trabajábamos bien fuerte de lunes a viernes, para descansar en el día sábado, e irnos a divertir los domingos al cine. Mientras mirábamos alguna película, que estuviera a nuestros gustos. Los domingos en la tarde, ese era un espacio especial para la familia, que no podemos mezclar con nada.

    Viernes por la tarde, después de una larga jornada laboral, mediante señas, el Mudo y yo quedamos de acuerdo en reunirnos el próximo día domingo, para irnos al cine como siempre. Pero cuando llegó el domingo, yo me he levantado con un mortificante dolor de cabeza, me sentía congestionado, pero no estaba lacerando por la nariz, solo un poco aturdido, desesperado, por no poder respirar con libertad. Espero hasta las 9:15 de la mañana, para salir hasta el punto de encuentro, y hacerle entender al Mudo que no podemos ir al cine, porque me encuentro un poco quebrantado. Salgo a caminar hasta el lugar de reunión, pero cuando salgo fuera de la casa veo que el cielo está totalmente nublado, señalando grandes posibilidades de chaparrón; y acompañando al nublado cielo, también una extensa neblina.

    A todo esto, yo haciéndome el valiente, ignorando el estado del tiempo, decido caminar hasta el salón de conferencias, para hacerle saber al Mudo, mediante señas, que no puedo ir al cine, porque me siento un poco mal de salud. Pero ya un poco desesperado mirando el reloj tratando de que el tiempo avance, espero hasta las 10:05 de la mañana, pero el Mudo no se presentó, entonces pienso y digo: «Bueno, posiblemente él le haya tenido miedo al tiempo, y quizás por eso, no se ha presentado». Como el Mudo no se presentó en el lugar de encuentro, yo decido regresarme a mi casa, ya que mi salud no estaba en su mejor momento, debido al malestar que sentía en la cabeza, además de la fiebre que en ese momento comenzaba a sentir. Y con unas ganas enormes de vomitar, pienso: «Cuándo llegue a mi casa, me prepararé un té casero y lo tomaré con unos analgésicos, y me recostaré un rato, para tratar de mejorar mi malestar».

    Cuando giro la cabeza, en medio del nublado cielo, y la poca visibilidad que había debido a la extensa neblina que opacaba la ciudad, alcanzó a ver un rayo de luz que viene avasallando todo a sus pasos, cual luminosa véngala que se lanza en el mar, cuando una nave está en peligro de naufragar, y las véngalas hacen la señal de auxilio.

    Yo pienso y digo: «Es mi hora, es el espectro que viene por mí, yo no tendré tiempo de despedirme de mi madre, y de todos mis familiares, voy a poner una moneda debajo de mi lengua, para pagar la nave donde el espectro me lleve». Como las calles estaban desoladas, más frío y miedo me daba. Cierro los ojos un momento y me digo: «Descanso en paz, Señor, sea en mi tú voluntad, y llévame al lugar donde merezco estar».

    Trato de no pensar, poniendo mi mente en blanco, cuando de repente una voz suave, dulce y serena me dice: —Hola Filito, ¿te acuerdas de mí?

    Yo aún con los ojos cerrados, digo dentro de mí: «Qué extraño, este espectro tiene la voz como la sirena de la radio».

    De momento ella posa su mano en mi hombro, pero en vez de sentir frío y temor, yo siento paz y amor, y de repente abro los ojos frente a ella, y el nudo que se hizo en mi garganta, era más grande que mi cabeza.

    Ella me dice: —¿Qué te pasa Filito?, estás temblando, ¿te sientes bien?

    Como yo no podía hablar, por el inmenso nudo que se formó en mi garganta. Haciéndole siluetas de confusas señas con mis manos, le hago entender que todo está bien, que no se preocupe por nada. La miro, le sonrió y la desvisto con mis ojos, y la acariciaba sin tocarla.

    Olí me dice: —Filito voy a la farmacia, pregunto yo si acaso existiera algún caballero que quiera acompañarme, porque una dama caminando sola, por estas calles desoladas, frías y tenebrosas por la combinación de las neblinas y las nublazón del cielo. No es por nada pero, yo supongo, que eso debe de ser un tanto peligroso para una mujer sola, o de mala educación, ¿verdad?. O quizás estoy equivocada, si no es así, sácame del error.

    Filito le pregunta: —¿Y qué tal si yo te acompaño?

    Olí le responde diciéndole: —Hoy es mi día, porque definitivamente esto será un honor para mí. Sentirme acompañada,

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