Cómo orar: Reflexiones y ensayos
Por C. S. Lewis
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Las ideas de C. S. Lewis sobre el cristianismo y sus reflexiones sobre la vida cristiana continúan guiándonos aún más de cincuenta años después de su muerte. Cómo orar muestra la sabiduría perdurable de Lewis sobre la oración y su lugar en nuestra vida diaria.
Cultivado a partir de sus numerosos ensayos, artículos y cartas, así como de sus obras clásicas, Cómo orar, proporciona sabiduría práctica e instrucción para ayudar a los lectores a nutrir sus creencias espirituales y abrazar la oración en todas sus formas. Si bien a muchas personas les gustaría hablar con Dios, a menudo no saben cómo empezar. Lewis las guía a través de la práctica, iluminando el significado de la oración y por qué es fundamental para la fe.
How to Pray
The revered teacher and bestselling author of such classic Christian works as Mere Christianity and The Screwtape Letters, C. S. Lewis here offers wisdom and lessons that illuminate our private dialogue with God—prayer—in this collection drawn from the breadth of his writings.
Cultivated from his many essays, articles, and letters, as well as his classic works, How to Pray provides practical wisdom and instruction to help readers nurture their spiritual beliefs and embrace prayer in all its forms. While many people would like to speak to God, they often don’t know how to begin. Lewis guides them through the practice, illuminating the significance of prayer and why it is central to faith.
C. S. Lewis
Clive Staples Lewis (1898-1963) was one of the intellectual giants of the twentieth century and arguably one of the most influential writers of his day. He was a fellow and tutor in English Literature at Oxford University until 1954 when he was unanimously elected to the Chair of Medieval and Renaissance English at Cambridge University, a position he held until his retirement.
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Cómo orar - C. S. Lewis
PREFACIO
C. S. LEWIS es ampliamente reconocido como uno de los principales defensores y divulgadores de la fe cristiana en el siglo XX, sobre todo a través de sus obras clásicas Mero cristianismo, Cartas del diablo a su sobrino, Milagros, El problema del dolor, entre otras. Lo irónico es que, en privado, Lewis solía manifestar que sus momentos de mayor debilidad venían justo después de haber defendido con éxito una idea o doctrina cristiana. Sin embargo, lo que lo sostenía era su compromiso de vivir las que él consideraba sus prácticas cristianas comunes: asistir a la iglesia, practicar la caridad y la hospitalidad, examinar sus motivos y acciones para combatir sus debilidades, confesar sus pecados y fortalecer aquello que lo necesitase. Y oraba.
No es de extrañar que un maestro de la fe cristiana orase con regularidad, y es fácil pasar por alto las habituales menciones a la oración en las numerosas cartas de Lewis a lo largo de los años. «Oraré por usted» suena a tópico, aunque frases como esta aparecen con frecuencia y regularidad en su correspondencia. Tomadas en conjunto, estas abundantes referencias revelan algo importante: que Lewis se tomaba en serio su práctica de la oración. Si prestamos atención, pronto se hace evidente que Lewis tenía el compromiso de orar regularmente por otras personas, que tenía listas con dichas peticiones, dándoles seguimiento y actualizándolas a lo largo del tiempo, que tenía su propia lista de peticiones, que a menudo decía las plegarias tradicionales del libro de oraciones anglicano, y que practicaba muchas otras formas de oración además de las peticiones, y que solía dar consejos sobre cuestiones relacionadas con la oración. En su obra publicada, el tema de la oración aparece con regularidad. En otras palabras, Lewis pasó mucho tiempo practicando, pensando y escribiendo sobre la oración.
También está claro que a Lewis nada de esto le parecía algo digno de especial mención. En una carta breve de agosto de 1949, Lewis le decía a un amigo: «No siento que pueda escribir un libro sobre la oración: Creo que sería bastante descarado
por mi parte». Evidentemente, cambió de opinión al comenzar a escribir dicho libro, aunque se publicó póstumamente como Si Dios no escuchase. Cartas a Malcolm. Pero, incluso en él, el énfasis está más en explicar cómo pensar en la oración que en proporcionar un manual sobre cómo orar (aunque algo de eso se filtra).
Con la publicación de este nuevo volumen titulado Cómo orar, sostenemos que lo que Lewis veía como algo sin importancia sigue siendo notablemente importante. Al leer los fragmentos incluidos aquí, queda claro que el compromiso duradero de Lewis con la práctica de la oración es lo que ayuda a explicar por qué sus enseñanzas tienen tanta profundidad y vitalidad incluso después de muchas décadas. Lewis nunca reduce la fe a meros problemas intelectuales o filosóficos. Al contrario, su labor apologética no era más que una dimensión de lo que él experimentaba como una realidad mucho más amplia, una realidad basada en una relación con el Dios vivo. Incluso las cuestiones relativas a la oración se presentan en el marco más amplio de este fundamento relacional.
En Cómo orar hemos tratado de recoger la sabiduría de Lewis acerca de la oración que salpica sus libros, ensayos, cartas y poemas, de todos los cuales hay constancia en este volumen. Dado que Lewis escribió como practicante vitalicio de la oración, sus palabras son a menudo sabias, sorprendentes y profundas, lo cual no sorprenderá a nadie que haya considerado antes a Lewis como guía y mentor cristiano. En aras de la coherencia y la cohesión, hemos retitulado los textos con preguntas sobre la oración a las que se podría decir que estos responden. Los títulos originales y las fuentes de los fragmentos se presentan en la página inicial de cada capítulo y al final del libro. En cada uno de los capítulos, encontrarán también extractos más breves sobre el tema expuestos en columnas destacadas. Estamos en deuda con Zachary Kincaid, que ha investigado y seleccionado estas piezas, y le agradecemos su minucioso trabajo. Al presentar este volumen esperamos que la gente no solo celebre a Lewis por lo que dijo sobre el cristianismo, sino también por cómo vivió como cristiano. Espero que al final del libro puedan decir amén a eso.
MICHAEL G. MAUDLIN
Vicepresidente sénior y editor ejecutivo de HarperOne
¿SE PUEDE DEMOSTRAR QUE LA ORACIÓN FUNCIONA?
HACE ALGUNOS AÑOS me levanté una mañana con la intención de cortarme el cabello para preparar una visita a Londres, y la primera carta que abrí me dejó claro que no tenía que ir a esa ciudad. Así que decidí aplazar también el corte de cabello. Pero entonces comenzó a sonar el más inexplicable regaño en mi mente, casi como una voz que decía: «Córtatelo igualmente. Ve a que te lo corten». Al final no pude aguantar más. Fui. Ahora bien, mi barbero de entonces era un colega cristiano y un hombre con muchos problemas al que mi hermano y yo habíamos podido ayudar en ocasiones. En cuanto abrí la puerta de su tienda me dijo: «Oh, estaba orando para que vinieras hoy». De hecho, si hubiera ido un día más tarde, no le habría servido de nada.
Eso me maravilló; me sigue maravillando. Pero, por supuesto, no se puede demostrar con rigor una conexión causal entre las oraciones del barbero y mi visita. Podría ser telepatía. Podría ser casualidad.
He estado junto a la cama de una mujer que tenía el fémur carcomido por el cáncer y con metástasis en muchos otros huesos. Hacían falta tres personas para moverla en la cama. Los médicos le pronosticaron unos meses de vida; las enfermeras (que a menudo saben más), unas semanas. Un buen hombre le impuso las manos y oró. Un año más tarde, la paciente estaba caminando (cuesta arriba, además, a través de un bosque tupido) y el hombre que tomó las últimas radiografías decía: «Estos huesos son tan sólidos como la roca. Es un milagro».
Pero, una vez más, en rigor, no hay pruebas concluyentes. La medicina, como admiten todos los verdaderos médicos, no es una ciencia exacta. No es necesario invocar lo sobrenatural para explicar el error de sus pronósticos. No es necesario, a menos que lo elijas, que creas en una conexión causal entre las oraciones y la recuperación.
Entonces surge la pregunta: «¿Qué tipo de pruebas demostrarían la eficacia de la oración?». Lo que pedimos en oración puede suceder, pero ¿cómo se puede saber que no iba a suceder de todos modos? Aunque el asunto fuera indiscutiblemente milagroso, no se deduce que el milagro hubiera ocurrido por sus oraciones. La respuesta es, sin duda, que nunca se podrá alcanzar una prueba empírica firme como la que tenemos en las ciencias.
Algunas cosas se demuestran por la sólida coherencia de nuestras experiencias. La ley de la gravedad se establece por el hecho de que, en nuestra experiencia, todos los cuerpos sin excepción la obedecen. Ahora bien, incluso si sucedieran todas las cosas por las que la gente oraba, lo cual no sucede, esto no probaría lo que los cristianos quieren decir con la eficacia de la oración. Porque la oración es un ruego. La esencia del ruego, a diferencia de la coacción, es que puede o no concederse. Y si un Ser infinitamente sabio escucha los ruegos de criaturas finitas y necias, por supuesto que unas veces las concederá y otras las rechazará. El invariable «éxito» en la oración no probaría en absoluto la doctrina cristiana. Demostraría algo mucho más parecido a la magia: un poder en ciertos seres humanos para controlar, u orientar, el curso de la naturaleza.
Sin duda, hay pasajes en el Nuevo Testamento que, a primera vista, aparentan prometer que se nos concederán siempre nuestras oraciones. Pero eso no puede ser lo que realmente quieren decir. Porque en la esencia misma del relato encontramos un ejemplo evidente de lo contrario. En Getsemaní, el más santo de todos los suplicantes rogó tres veces para que de él pasara cierta copa. No ocurrió. Así que podemos descartar aquella idea de que se nos recomienda la oración como una especie de truco infalible.
Otras cosas no se demuestran simplemente por la experiencia, sino por esas experiencias artificialmente elaboradas que llamamos experimentos. ¿Podría hacerse algo así con la oración? Pasaré por alto la objeción de que ningún