La Búsqueda De Dios
Por A. W. Tozer
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Información de este libro electrónico
A. W. Tozer
Chicago
16 de Junio de 1948
A. W. Tozer
The late Dr. A. W. Tozer was well known in evangelical circles both for his long and fruitful editorship of the Alliance Witness as well as his pastorate of one of the largest Alliance churches in the Chicago area. He came to be known as the Prophet of Today because of his penetrating books on the deeper spiritual life.
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Comentarios para La Búsqueda De Dios
7 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Excelente libro espiritual,debe ser leído para crecer en la fe y gracia de Dios
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La Búsqueda De Dios - A. W. Tozer
vida
Introducción
Nos encontramos aquí ante un estudio magistral de la vida interior escrito por un corazón sediento de Dios, deseoso de alcanzar al menos los alrededores de Sus caminos, el abismo de Su amor por los pecadores y la altura de Su inalcanzable Majestad ¡El escritor fue nada más y nada menos que un pastor ocupado de Chicago!
¿Quién puede imaginar a David escribiendo el salmo veintitrés en una calle atestada como la Halsted o a un místico medieval en busca de inspiración en el pequeño estudio en el segundo piso de alguna casa en cualquier ciudad llena de edificios y actividad?
Allí donde se encuentran los caminos concurridos de la vida,
Donde se escucha el llanto de toda raza y clan,
En sitios de desdicha y necesidad,
En umbrales entenebrecidos por el miedo,
Y senderos en los que se esconden los señuelos de la codicia.
Tozer coincide con este poema del Dr. Frank Mason North y lo expresa de la siguiente manera:
Por encima del ruido de los conflictos egoístas
Escuchamos Tu voz, oh, Hijo del Hombre.
Mi cercanía con el autor se limita a breves visitas a su congregación en las que pude disfrutar de un precioso compañerismo. En esas oportunidades pude conocer a un erudito autodidacta, un ávido lector dueño de una librería extraordinaria de libros de teología y devocionales; vi a una persona que seguramente permanecía despierto hasta altas horas de la noche buscando la Presencia de Dios. Su libro es el resultado de mucho tiempo de reflexión y oración. No se trata de una recopilación de sermones. No habla sobre los bancos de la iglesia ni sobre el púlpito sino acerca del alma sedienta por Dios. Sus capítulos podrían resumirse en la oración de Moisés: «Muéstrame tu gloria», o en la exclamación de Pablo: «¡Oh, profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!». Es de teología del corazón, no de la mente.
Se trata de una mirada profunda y universal con un estilo sobrio que resulta renovador. El autor usa pocas citas bibliográficas pero conoce a santos y místicos de siglos: Agustín, Nicolás de Cusa, Tomás de Kempis, von Hügel, Finney, Wesley y muchos más. Los diez capítulos escudriñan el corazón y las oraciones de cierre de cada uno de ellos son para el lugar secreto de comunión con Dios, no para el púlpito. Al leerlos, sentí la cercanía de Dios
Este es un libro para todo pastor, misionero y cristiano consagrado. Expone sobre las profundidades de Dios y las riquezas de Su gracia. Por sobre todas las cosas, tiene la clave de la sinceridad y la humildad.
Samuel M. Zwemer
Nueva York
Prefacio
En este tiempo de oscuridad aparece un rayo de esperanza; en el seno del cristianismo conservador hay un número cada vez mayor de personas con un hambre creciente por Dios. Ansían experimentar realidades en lo espiritual y no se conformarán con palabras ni con interpretaciones correctas de la verdad. Están sedientos de Dios, y no estarán satisfechos hasta beber en profundidad de la Fuente de Agua Viva.
Este es el único indicador de avivamiento que he podido detectar en el horizonte religioso. Puede ser una nube como del tamaño de la mano de un hombre que unos pocos santos de distintos lugares han estado buscando. Puede producir la resurrección de muchas almas y la recuperación de aquel maravilloso esplendor que debería acompañar la fe en Cristo y que está ausente en la iglesia de Dios de nuestros días.
El punto es que los líderes religiosos deberían reconocer esta necesidad. El cristianismo actual (para cambiar la figura) ha preparado el altar y trozado el sacrificio, pero nos hemos conformado con acomodar las piedras y los tozos sin prestar atención a la falta de fuego en el monte Carmelo. Aun así, gracias a Dios que a algunos sí se han percatado de esto y les importa. Se trata de aquellos que, aunque les encanta el altar y el sacrificio, no aceptan la falta permanente del fuego. Anhelan a Dios por sobre todas las cosas. Tienen una ardiente sed por probar por sí mismos la dulzura del amor de Cristo que todo lo penetra, sobre la cual escribieron los santos profetas y sobre la que los salmistas cantaron.
No estamos ante la ausencia de maestros de la Biblia que instruyan de manera correcta los principios doctrinales de Cristo, pero lo que sí sucede es que muchos de ellos se conforman con enseñar los puntos básicos de la fe año tras año sin detectar, extrañamente, que no hay manifestación de la Presencia de Dios en su ministerio ni nada sobrenatural en sus vidas personales. Ministran de continuo a creyentes que sienten en su pecho un deseo ferviente que la enseñanza que reciben no puede saciar.
Lo digo con amor, pero esta ausencia en los púlpitos es real. La tremenda declaración de Milton es tan vigente hoy como en su época: «Las ovejas hambrientas levantan la mirada y no encuentran alimento». Se trata de algo serio, y que no pasa desapercibido en el Reino; es ver a los hijos de Dios sentados a la mesa del Padre muertos de hambre. La verdad que reside en las palabras de Wesley se encuentra ante nuestros ojos: «La ortodoxia, o la opinión correcta, es, en el mejor de los casos, una parte poco segura de la religión. Si bien las personas con un temperamento correcto tienen opiniones correctas, no siempre las opiniones correctas provienen de personas temperamento correcto. Puede existir una buena opinión sin el debido amor ni carácter hacia Dios. Una prueba de esto es el mismo satanás».
Gracias a nuestras maravillosas sociedades bíblicas y otras agencias eficaces para la distribución de la Palabra de Dios, hoy hay en día millones de personas que tienen opiniones correctas, probablemente como nunca antes en la historia de la iglesia. Aun así, me pregunto si existió alguna época en la que la verdadera adoración espiritual haya tenido un nivel menor que el actual. Para muchos sectores de la iglesia el arte de la adoración se ha perdido por completo, y en su lugar apareció eso tan extraño y ajeno llamado programa. Esta palabra proviene del teatro y se usa con una triste falta de sabiduría para referirse a la clase de servicio que hoy se hace pasar por adoración.
La exposición sólida de la Biblia es una necesidad impostergable en la iglesia del Dios Vivo. Sin ella ninguna iglesia puede ser una iglesia neotestamentaria en el verdadero sentido de la palabra. Sin embargo, este tipo de exposición se puede llevar a cabo de manera tal que los oyentes no reciban ningún tipo de alimento espiritual. No se trata de simples palabras que nutran el alma, sino de Dios mismo, y hasta que quienes escuchan la Palabra no experimenten a Dios de manera personal, no sacarán provecho tan sólo por escuchar la verdad. La Biblia no es un fin en sí mismo, sino un medio para acercar a los hombres a un conocimiento íntimo y satisfactorio de Dios que los ayude a entrar en Su Presencia y deleitarse en ella, que prueben y conozcan la dulzura interior de Dios mismo en el centro de sus corazones.
Este libro es un humilde intento de ayudar a los hijos sedientos de Dios a encontrarlo. Nada de lo que se dice aquí es nuevo salvo en el sentido de que es un hallazgo de las realidades espirituales más cautivantes y maravillosas que mi propio corazón experimentó. Otras personas que me precedieron han ahondado mucho más que yo en estos santos misterios, pero si mi fuego no es grande, al menos es real, y muchos podrán encender sus velas con su llama.
A. W. Tozer
Chicago
16 de Junio de 1948
1. La búsqueda ferviente de Dios
«Está mi alma apegada a ti;
Tu diestra me ha sostenido.»
Salmo 63:8
La teología cristiana enseña la doctrina de la gracia preveniente, que en pocas palabras dice que antes de que un hombre busque a Dios, Dios lo busca a él.
Antes de que un pecador pueda producir un pensamiento correcto sobre Dios, Dios lleva a cabo un trabajo de revelación interior en esta persona. Esta iluminación puede ser imperfecta, pero es real y verdadera, y también es la causa secreta de todo el deseo, búsqueda y oración que pueden ocurrir a continuación.
Buscamos a Dios porque, y sólo porque, antes Él nos dotó de un impulso profundo que nos urge a buscarle. «Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere», dijo el Señor, y es por medio de este patrón preveniente que Dios quita de nosotros todo vestigio de crédito en el hecho de buscarle. El impulso de ir tras Dios nace de Dios, pero la concreción de ese impulso es nuestra parte de la búsqueda. Mientras lo buscamos, ya estamos en Su mano: «Tu diestra me ha sostenido».
En este sustento divino y seguimiento humano no hay contradicción. Todo viene de