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Sabiduría y poder: Una exposición bíblica de los dones espirituales
Sabiduría y poder: Una exposición bíblica de los dones espirituales
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Libro electrónico235 páginas3 horas

Sabiduría y poder: Una exposición bíblica de los dones espirituales

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En este libro, el autor muestra la importancia de la sabiduría bíblica y el poder espiritual que se encuentra en los dones espirituales. Desde una perspectiva pastoral y práctica, Sabiduría y poder llevará a sus lectores a comprender los dones espirituales tal como se describen en la Palabra de Dios y a aprender a experimentarlos plenamente, de una manera que honre a Dios y a la iglesia. 

In this work, the author shows the importance of biblical wisdom and spiritual power that is found in the spiritual gifts. From a pastoral and practical perspective, Sabiduría y poder will lead its readers to understand the spiritual gifts as they are described in the Word of God and learn how to experience them fully, in a way that honors God and the Church. 

 
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2021
ISBN9781087722719
Sabiduría y poder: Una exposición bíblica de los dones espirituales

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    Uno de los mejores libros que he leído, sin lugar a dudas.

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Sabiduría y poder - Joselo Mercado

Índice

Introducción

1. Continuista sin hogar

2. El Espíritu Santo

3. Mostrar a Cristo

4. Argumentos sobre por qué soy continuista

5. Todos somos continuistas y todos somos cesacionistas

6. Unidad dentro de la diferencia

7. Estableciendo las bases del continuismo

8. Aclarar las definiciones

9. El amplio trabajo del Espíritu

10. Para el beneficio del cuerpo de Cristo

11. No apagues el Espíritu: La columna de fuego

12. Parámetros bíblicos para la práctica de los dones

13. Consejos y recordatorios esenciales para los continuistas

14. El uso de los dones y la preeminencia de la predicación sujeta al Espíritu Santo

Conclusión

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Sabiduría y poder: Una exposición bíblica de los dones espirituales

Copyright © 2021 por Joselo Mercado

Todos los derechos reservados.

Derechos internacionales registrados.

B&H Publishing Group

Nashville, TN 37234

Diseño de portada e ilustración por B&H Publishing group.

Elementos gráficos de la portada por LoopAll/Shutterstock.

Director editorial: Giancarlo Montemayor

Coordinadora de proyectos: Cristina O’Shee

Clasificación Decimal Dewey: 234.13

Clasifíquese: DONES ESPIRITUALES/VIDA ESPIRITUAL/VIDA CRISTIANA

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida ni distribuida de manera alguna ni por ningún medio electrónico o mecánico, incluidos el fotocopiado, la grabación y cualquier otro sistema de archivo y recuperación de datos, sin el consentimiento escrito del autor.

Las citas bíblicas marcadas LBLA se tomaron de LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS, © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso.

El énfasis en los versículos bíblicos ha sido añadido por el autor.

ISBN: 978-1-0877-2266-5

Impreso en EE. UU.

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Introducción

Aquellos que me conocen saben que mi pasión es poder gozar de la gloria de Dios y contemplarla por medio de Cristo. Como señaló el apóstol Pablo: «Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo» (2 Cor. 4:6). Estoy convencido de que nada debe ser más importante en la vida del creyente que ver la gloria de Jesús en Su obra redentora. Tengo la certeza de que seremos transformados de gloria en gloria mientras nuestros afectos son cautivados por nuestro Salvador (2 Cor. 3:18). Por esta razón, me apasionan los dones espirituales. La Palabra de Dios me enseña que son regalos de Dios para la Iglesia, para que por medio de ellos podamos ver con más claridad la obra redentora de Cristo. Mi deseo en este libro no es añadir desorden o mayor confusión, sino apuntar a la profunda bendición inmerecida que los dones llegan a ser cuando son practicados de una forma bíblica y para la gloria de Dios y bendición de Su pueblo. Cuando son usados dentro de los parámetros que la Palabra de Dios establece, conducen a contemplar a Cristo y Su gloria. Por esto estoy convencido de que los dones son un carisma de parte de Dios llenos de profunda gracia para la Iglesia.

Sé que escribir un libro sobre los dones espirituales podría ser muy controversial. Es un tema que muchos prefieren mantener al margen debido a los aparentes problemas que han suscitado dentro del pueblo cristiano. Sin embargo, Pablo exhorta a la iglesia de Corinto y, por ende, a todos nosotros, a que no seamos «ignorantes» con respecto al tema de los dones espirituales (1 Cor. 12:1). Por esta razón he pasado estudiando el tema por años y por este motivo pienso que es importante que la Iglesia lo considere con sinceridad y profundidad. Sé que algunos llegarán a sentirse identificados con mi posición, pero también soy consciente de que otros me podrían llegar a llamar hereje. La verdad es que no es mi deseo polemizar y menos sembrar dudas doctrinales. Lo que realmente deseo es compartir, con buena conciencia, lo que considero que la Biblia habla sobre el tema. Es mi oración que este libro ayude a fomentar un diálogo que glorifique a Dios y que no aumente el sectarismo que el manejo del tema ha traído en el tiempo.

Quisiera dedicar unas pocas palabras para mis amigos continuistas y también para mis amigos cesacionistas. Para los que no estén familiarizados con estos nombres, los continuistas son aquellos que creen que todos los dones espirituales mencionados en la Biblia todavía continúan en operación para el beneficio del cuerpo de Cristo. Mientras que los cesacionistas son aquellos que creen que ciertos dones sobrenaturales (profecía, lengua, milagros y otros más) han cesado y ya no están disponibles para el cuerpo de Cristo.

Quisiera animar a los continuistas para que no lean el libro como una herramienta para defenderse de ataques teológicos o doctrinales. Por el contrario, quisiera que lo vean como una invitación a continuar estudiando este tema y como una invitación a buscar ardientemente los dones para servir a la Iglesia y glorificar el nombre de nuestro Dios.

A mis amados hermanos cesacionistas, sé que en algunos puntos no estarán de acuerdo conmigo, en otros es muy probable que solo nos diferenciemos en cómo definimos los términos o las prácticas. Mi deseo para ustedes es que al leer el libro puedan apreciarlo como el intento genuino de un hermano en la fe que ama al Señor y Su Palabra y solo desea ser fiel a las Escrituras. Espero que este libro te ayude a ver que tenemos más en común de lo que quizás pensabas, ya que ambos amamos la Palabra de Dios y deseamos honrarla al

interpretarla con precisión (2 Tim. 2:15). Pero más que nada espero que veas que tenemos algo más importante en común: nuestra fe. Tenemos a Cristo, quien murió por nuestros pecados y nos hace hermanos en la fe salvadora. Esa unidad es más importante que nuestras posiciones con respecto a cualquier otra definición doctrinal.

Por último, deseo que en estas páginas descubramos que podemos tener unidad aun teniendo posturas diferentes en este tema. Espero que no pienses que soy ecuménico en el sentido negativo del término. Sin embargo, sí estoy realmente convencido de que podemos crear divisiones innecesarias y dolorosas en el cuerpo de Cristo por aspectos que son realmente secundarios. Soy consciente de los temores que han surgido al ver a algunos que han abusado de temas que han terminado separándonos de otros que son verdaderos hermanos. Pensar que algunos están fuera de control en este tema hace que no nos relacionemos con verdaderos hermanos que aman la Palabra y desean someterse a ella. Pero también pensar que algunos han rechazado por completo el tema de los dones y no creen en el obrar completo del Espíritu, nos ha hecho que cerremos nuestros corazones y no nos beneficiemos de la comunión con verdaderos creyentes que aman al Señor tanto o más que nosotros mismos. Te animo a que cuando no estés de acuerdo hagas un esfuerzo y continúes leyendo, entendiendo que mi deseo principal no es probar mi punto, sino mostrar que la Palabra de Dios gobierna mi vida y que es nuestro Señor Jesucristo, predicado en el evangelio, lo que nos une.

Por tanto, os hago saber que nadie hablando por el Espíritu de Dios, dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir: Jesús es el Señor, excepto por el Espíritu Santo. Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo […]. Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común (1 Cor. 12:3-4,7).

Joselo Mercado Maryland, 2020

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Continuista sin hogar

En Puerto Rico se denomina «perro sato» a aquel perro que ya no es de una raza definida. Son los que después de tres o cuatro generaciones de mezclas con diferentes razas ya no se puede distinguir de qué raza específica eran sus antepasados. Bueno, en mi caso, mientras pasan los años, más y más me considero como un «sato» teológico. Te explicaré la razón de mi falta de pedigrí teológico.

Puerto Rico es un país donde el mestizaje fue uno de los más grandes de América Latina. Yo soy una mezcla de tres grupos étnicos, y puedes observar en mi físico algunas características de cada uno de ellos. Además, tanto política como culturalmente, los boricuas no sabemos con exactitud lo que somos. Por ejemplo, no nos sentimos estadounidenses, sino más bien, nos consideramos latinos. A la vez, en ocasiones he experimentado rechazo de otros latinoamericanos porque me ven como un ciudadano de Estados Unidos. No es fácil identificar de manera sencilla a un boricua.

Pero es en mi teología donde soy verdaderamente un «sato». Soy una mezcla de diferentes acercamientos doctrinales, los cuales he estudiado con profundidad y en algunos de ellos he llegado a convicciones variadas. En determinadas líneas doctrinales, soy altamente reformado, en otras tengo influencias del movimiento carismático. Es probable que esto que acabo de decir sea interpretado de diversas formas en diversos lugares, por lo que te pido que sigas leyendo para que puedas entender lo que estoy tratando de decir y no me tildes de hereje.

En cuanto a soteriología, la doctrina de la salvación, soy altamente calvinista. Creo en las doctrinas de la gracia que definen mi salvación como una obra completa de Cristo. En cuanto a la doctrina de la Iglesia, creo en la pluralidad de ancianos dentro de un marco presbiteriano. Aunque tengo absoluta claridad en mi teología bíblica como seguidor de la teología del Pacto, no practico el bautismo de niños, sino el bautismo de creyentes. Por consiguiente, me adhiero a la Confesión de Londres de 1689. Hasta aquí, sé que la mayoría de mis amigos reformados estarán bastante de acuerdo conmigo.

En cuanto a mi pneumatología, la doctrina del Espíritu Santo y los dones, soy continuista. Aunque me considero un continuista moderado, mi exégesis de los textos bíblicos me lleva a creer que todos los dones identificados en el Nuevo Testamento siguen vigentes y accesibles para los creyentes. También creo que soy moderado porque entiendo que todos los dones de revelación tienen que estar sujetos a la Palabra de Dios y no debe haber ninguna revelación nueva que sea normativa a la par de la Palabra de Dios (comp. 1 Cor. 14; 1 Tes. 5). En muchas ocasiones he estudiado el argumento cesacionista con la intención de moverme a ese campo. He leído la obra inicial de este argumento por parte de B. B. Warfield en Counterfeit Miracles [Milagros falsificados]. Durante mi tiempo en el seminario tomé un curso sobre el Espíritu Santo enseñado por un profesor cesacionista. Pero nuevamente tengo que decirles que mi estudio exegético del tema no me permite llegar a esa conclusión.

Tengo que reconocer que mi vida sería más fácil si fuera cesacionista. La verdad es que en ambos lados del espectro no tendría problemas porque, por un lado, no creo que mis convicciones pneumatológicas asusten a ningún cesacionista. Por el otro, la forma en que practico el continuismo tampoco asustaría para nada a los cesacionistas. Es más, hay varios miembros de la congregación donde sirvo que son cesacionistas.

Lo que les acabo de exponer es lo que me hace un continuista sin hogar o un reformado sin morada. Soy una combinación extraña

de convicciones teológicas. Llevo años aprendiendo de las verdades asociadas con el evangelio de la gracia y también tengo cierta cercanía al pentecostalismo teológico. Aunque no me asocio con las prácticas y doctrinas del movimiento pentecostal y neopentecostal (por ejemplo, su doctrina del bautismo del Espíritu Santo manifestado en la necesidad de hablar en lenguas), mi convicción con respecto a la doctrina del Espíritu Santo de alguna forma particular me une a ellos. También tengo que reconocer que, aunque he sido altamente influenciado por Calvino, Bavink, Vantil y Frame, igualmente he sido influenciado por Piper, Grudem, Mahaney y Purswell.

Lo más importante que he aprendido desde la posición teológica en la que me encuentro hoy es que lo que me une a Michelén, Washer, y MacArthur, no son mis argumentos reformados, sino la obra de Jesús, Su salvación por mis pecados y mi teología imperfecta. Estos hermanos cesacionistas tienen una pasión real por el Dios de la Biblia y un anhelo por conocerlo más y por darlo a conocer aun más en toda Su gloria y majestad. Por otro lado, lo que me une a Mahaney, Piper, Núñez o Carson no son los argumentos sobre la continuidad de los dones, sino aquel que es mayor que todos los dones: el Dador de esos dones. Es evidente que no todos los continuistas somos locos emocionalistas, ni todos los cesacionistas fríos y legalistas.

Durante esta reflexión debemos recordar la actitud de Pablo para con la iglesia de Corinto. Más allá de si piensas que los dones continúan o no, la realidad es que la iglesia de Corinto no estaba usando de forma adecuada los dones espirituales. Podemos decir lo mismo de muchas iglesias contemporáneas. Hay quienes creen firmemente que los dones continúan, pero observamos abusos en su empleo o un uso inadecuado en su aplicación. En muchos casos, lo que algunos llaman dones no tienen ni la forma ni el fondo de los dones tal como se los define en la Escritura. Pero lo que aprendemos de Pablo es que trató a los corintios como creyentes y de seguro que trataría de la misma manera a los hermanos que siguen trastocando los dones espirituales el día de hoy. Pablo los corrigió en amor porque no estaban unidos por tener todo tema teológico perfectamente entendido y resuelto, sino que estaban unidos por el evangelio que proclama la gloriosa salvación por gracia en Jesucristo. Debemos considerar también que Pablo no trató a la iglesia en Galacia con el mismo amor. Ellos tenían apariencia de perfección, pero fueron altamente reprendidos por Pablo porque estaban haciendo algo que era inmensamente importante y fundamental: estaban perdiendo el evangelio.

Con todo esto no estoy haciendo, de ninguna manera, un llamado al ecumenismo o a tener una actitud liviana con la defensa de la verdad. Sin embargo, debemos ser conscientes de que aun dentro del movimiento protestante tendremos diferencias. Hay diferencias que rayan en la herejía y por eso las defenderemos a morir. Pero también hay otras doctrinas que son de suma importancia para la iglesia local y sobre las que tenemos convicciones y prácticas muy fuertes, pero que no son doctrinas de primer nivel. Por eso debemos cuidarnos de cómo comunicamos las diferencias de estas doctrinas con verdaderos creyentes. Atacamos la teología de la prosperidad, la palabra de fe, la salvación por obras, pero no arremetemos en contra de hermanos en la fe con los que estamos en desacuerdo sobre temas de segunda importancia. ¡Que nuestra pasión por defender la doctrina nunca sea mayor que la pasión por el evangelio!

El ánimo y la intención personal que quisiera compartir con todos mis hermanos es que si bien hay verdaderas doctrinas que nos separan, consideren que antes de tirar a alguien en un saco y rechazarlo por esas diferencias, debemos seguir el ejemplo de Pablo, quien aplicó el verdadero evangelio en todas las áreas de su vida y ministerio. Antes de generalizar o dar veredictos apresurados, busquemos entender si hay verdaderos creyentes en medio de esa generalización.

Escribí al principio de este capítulo que era un continuista sin hogar. Sin embargo, el problema radica en que no debería definir mi hogar con otros creyentes solo por mi convicción pneumatológica. La realidad es que nunca he dejado de ser un creyente con hogar. La Iglesia es mi hogar, aquella por la que Cristo dio Su sangre (Hech. 20:28), y en la que todos nosotros los creyentes, por gracia de Dios y solo por la fe, hemos puesto nuestra confianza en Cristo, para Su gloria.

Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén (2 Cor. 3:20-21).

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El Espíritu Santo

No sé si tienes algún amigo que sea muy chistoso. Uno de esos que siempre está haciendo comentarios graciosos en los momentos precisos y que tiene muchas ocurrencias inesperadas. El problema es que la gente solo tiende a conocer ese aspecto de su personalidad y terminan encajonándolo en ese estereotipo. Es posible que ese amigo chistoso sea un pensador profundo, alguien que planifica bien su vida y sea muy organizado, pero como es el chistoso del grupo, nadie piensa que él pueda ser así. Quizás sea un esposo y padre responsable, pero todos piensan que no es así porque, al ser chistoso, la gente considera que su personalidad no calza con la de una persona responsable. Muchas veces, permitimos que tan solo una de las características de una persona nos informe sobre toda su personalidad. Tomamos una sola área que es predominante y dejamos que eso moldee toda nuestra opinión de ella.

Guardando las proporciones, pienso que la Iglesia ha hecho algo similar con Dios. Dejamos que tan solo un atributo de Dios sea el que nos informe sobre todo lo que Él es. Para algunos, Dios es «amor» y por eso concluimos que Dios debe aceptar sin distinciones a todos los seres humanos en el cielo. Debido a que enfatizamos el amor de Dios, algunos terminan con una doctrina universalista de la salvación. Para otros, Dios es solo «fuego consumidor». Estas son personas que, al tener esa sola idea de Dios que han generalizado por completo, constantemente están enviando a todos al infierno y solo ven a un Dios justiciero que es incapaz de actuar de otra manera. Sin embargo, Dios no solo es amor o fuego consumidor, nuestro Señor es amor y es fuego consumidor; esto debe informar nuestra forma de ver a Dios. No podemos

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