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La historia trata de la búsqueda de Gustav por independencia económica. Subestimará los riesgos de las ilegalidades en su proceder, rodeado de un grupo de compañeros y amigos de nadie. Sorteará situaciones que lo harán vivir experiencias inexplicables y revivir historias ligadas a sentimientos del pasado. En el camino por encontrar la tan ansiada libertad financiera que le asegure la felicidad, encontrará el amor y obstáculos con los que no contaba.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 dic 2022
ISBN9788411445429
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    Mentes en blanco - Elsa Dicón

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Elsa Dicón

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1144-542-9

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    «El que no lleva la carga, le parece que no pesa».

    .

    ANÉCDOTAS

    Cuando tenía doce años recuerdo hablar con mis amigos de la escuela y pensábamos lo lejos que estaba cumplir veintiséis años, ahora he pasado los treinta años y me doy cuenta de que nadie nos enseñó a no desperdiciar los segundos, no sé cuántos me quedan en cada abrir y cerrar de ojos.

    CONFLICTO PRINCIPAL

    Las situaciones que acarrea un proyecto clandestino donde la droga está en cualquier frente.

    CONFLICTO SECUNDARIO

    Las relaciones románticas que se entrelazan generando desbordes y situaciones complicadas.

    PRÓLOGO

    «No soy una alcohólica, es fácil tildar a las personas, si fuera alcohólica o tuviera problemas con la bebida, ¿habría tenido la lucidez de cambiar mi licorera de bolsillo con tapa hermética y personalizada? ¡No!, ¿verdad? Pues así fue, y me arrepiento solo un poco porque era un obsequio, no porque me haga falta, en ese momento valía más la cocaína que me dieron».

    Los puntos de vista de cada personaje contemplan su manera de ver la vida, la presencia de determinada personalidad en cada juicio y/o decisión, los subespacios en las mentes no siempre proyectan el origen de sus acciones y el entorno de sus subespacios incide en los caracteres de nuestros pensamientos y la manera de ver el mundo. Las influencias de las decisiones en diferentes grados se verán esquematizados por el patrón de pensamientos, performance y proceder marcado para distinguir diferentes situaciones.

    La percepción de la realidad irá de acuerdo al cóctel que circule por el plasma de cada personaje que en su mente dibujara alucinaciones o hechos ficticios que pasan a formar parte de sus pensamientos y, por ende, de su realidad.

    Cada personalidad va ligada por un vínculo que va más allá de los esquemas de origen y de los sentimientos básicos de la vida, los errores y, sobre todo, la ceguera mental.

    Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.

    AGRADECIMIENTO

    La vida es un espiral de ruleta rusa; por todo el control que quieras o desees ejercer sobre ella, te puede llevar a lugares y situaciones inesperadas, buenas o malas. En el pasado viví etapas desafortunadas que me llevaron a desear una historia mejor, la fuerza que le hice a mi mente terminó con un obsequio de la vida, encontré el apoyo a muchas decisiones erradas que me hicieron ver la línea recta del camino, dejando las fallas y dándome cuenta de que el mundo gira de distintas formas y hay que ver siempre lo bueno de todo, cuando me di cuenta, la abundancia de su amor había desbordado mi corazón, al punto de ver el final de mi vida, más allá del tiempo que me falte cumplir en este plano, doy gracias a la vida y al universo por tal obra de arte, sobre todo por haberla cruzado con mi vida, más allá de la eternidad, gracias por todo, mi amor, gracias mi Evita Linda.

    CAPÍTULO I

    Arrecia la lluvia, la luna no se presentó dejando la noche embarcada en oscuridad, frío y chubascos que golpean en la panorámica de la sala, parece una pared oscura, ya que los reflectores exteriores encandilan hasta la piscina, no dejando ver detrás del cristal… Adentro, los corazones acelerados no calientan, como se creería, los cuerpos fríos y vivos se divierten en un musical de vientos y realidades alternas.

    Toda la casa es como una botella de leche, blanca, con un toque simple de nácar y plateado, la mesa del centro de la sala, de bases nacaradas, cristal templado, cuadrada y grande, no tan cerca de los muebles, reposa sobre una gran alfombra de lana blanca, Moldabela, que se extiende debajo de toda la sala, el cristal impecable, la mitad de la mesa con la humedad de los vasos de Whisky en las rocas, la otra mitad con un espejo grande de marco metalizado, con billetes de baja denominación, cajetillas de cigarrillos suaves, con filtros extras, fuertes y también sin filtros, se ven a los lados las torres blancas y las líneas finamente elaboradas con tarjetas de crédito y débito, parecen como una cantera de sal miniatura, dos pitillos a un costado, para los que prefieren la simpleza ya que a otros les gusta enrollar billetes para degustar con mayor precisión sin pérdidas.

    Las paredes blancas, desnudas, recorren la sala desde la cocina hasta llegar a la panorámica de vidrio templado, que durante el día dibuja el jardín, como un cuadro, verde y con arbustos frondosos, un poco alejados de la alta verja de madera de Ipe, con picos en el tope, apenas se visualiza una pequeña parte de la piscina desde el fondo de la cocina, también una parrillera rústica de ladrillos, con todas sus comodidades, sin uso reciente y a un lado una parrillera moderna metalizada, con tapa, chimenea y controlador de temperatura.

    Adentro de la casa se escucha Obertura 1383 a volumen moderado, Alexa sentada en una esquina del esponjoso y cómodo mueble blanco (muebles que forman un cuadrado con salida en dos de sus puntas, vistos desde una pequeña pero potente lámpara plateada en el techo de la sala), Alexa viste pantalón casual color verde militar (dos bolsillos) y camisa blanca con escote en las clavículas, reloj de cuerda, uñas pintadas con brillo, sin maquillaje, apenas un brillo en sus esponjosos labios, sus mejillas rosas ligeramente rellenas, hermosa sin que se noten facciones de haber dejado una infancia regordeta, pasado de una lejana vida precaria y con los recuerdos de un padrastro esmerado y un padre que nunca disfrutó… Sus ojos color miel y su cabello castaño claro natural, de piel blanca, delicada y tersa como princesa de cuentos, casi tan alta como Valerie (Vale), es de la misma estatura de Isabela, un tanto flexible en sus puntos de vista, noble de pensamiento… Su mente recorre las formas de ir y venir sin líos, sin aspavientos, sin errores… Piensa: «No importa de qué manera hayas vivido, de qué manera has afrontado la vida hasta el mismo momento que te detienes a pensarlo, siempre y cuando no entren los lamentos y decepciones de lo que hubiere sido y lo que no fue»… Levanta la mirada y ve a Jonás, él bebe un escocés straight, coloca el vaso en la mesa, no tan cerca de los otros vasos húmedos, él también mira a Alexa y le sonríe amablemente y remonta la conversación con Valerie… En ese momento Isabela le hace señas a Alexa desde la cocina para que se acerque, mientras termina de fumar un cigarrillo.

    Isabela, de cabello suelto rizado (ondulado), castaño claro, ojos amarillos que bajo diferentes condiciones de luz se tornan verdes o pardos, 1,78 metros de estatura, mirada angelical que no refleja lo extrovertida y ocurrente que suele ser, piel blanca con pecas claras en los hombros que bajan hasta sus firmes pechos y a su espalda , nariz perfilada, delgada; le cuelga una cadena de plata con un hermoso dije de la Virgen de La Coromoto, viste un pantalón jean que alguna vez fue azul intenso, tan desteñido que casi es blanco y con una blusa blanca que deja ver sus hombros y un escote provocativo que contornea sus senos, usa zapatillas plateadas.

    En la habitación contigua a la sala y la cocina, compuesta solo con una cama individual, una mesa de trabajo y dos sillas, con alfombra felpuda blanca, está Gustav con Liv (invitada de Isabela), hermosa y divertida, ojos marrones y achinados, cabello largo y negro como el azabache, piel como el azúcar morena, estatura media, labios bien gruesos, contorneados, hechos para no quitarle la vista, deseados hasta por las monjas, mirada sensual, extrovertida, viste de blanco y negro, creando un hermoso contraste entre su piel y el vestido que se desplaza desde sus delicados hombros, ciñéndose a través de su cintura hasta llegar casi cerca de las rodillas…, se siente con las armas en su poder, segura de sí misma, por otro lado, Gustav, poco demuestra su interés pero le interesa, es alto, contextura gruesa, cabello oscuro, ojos pardos, labios gruesos, nariz en perfecta armonía con su rostro, perfilada, grandes y suaves manos, de buena articulación al hablar, hombre de elocuencia natural, habla pausadamente pensando bien lo que va a decir, viste una hermosa camisa blanca, de puños impecables, lleva reloj europeo, llamativo, espectacular blue jeans y zapatos casuales, ni una huella que indiquen rastros de sus más ocultos deseos..., le pasa por la mente llegar más allá de un simple encuentro juguetón de dos desconocidos, la quiere para sí, poseerla, como un cazador a su presa, escondido entre la maleza, espera y se mueve en círculos, lentamente, no en un instante, que sea ella la que gradualmente, según su encanto, lo seduzca, se acerque sin darse cuenta de que será cena en un instante, placentero para el cazador y agobiante, volátil y fulminante para la presa; es la manera que le gusta, que sola caiga en la trampa sin mayor esfuerzo…

    Gustav:

    «Cuando no estoy divirtiéndome en casa, como hoy, trabajo en esta mesa» (la mesa organizada, limpia sin materiales de trabajo).

    Gustav está lejos de ser un fiestero, pero se ve a sí mismo como cree que le quiere ver Liv.

    Ella le pregunta sobre su profesión (sin quitar la vista a su encañonada barba que rodea sus labios), quiere saber qué hace él, cuando Gustav abre la boca para responder, ella rápidamente le pregunta que, si es arquitecto, él sonríe y responde:

    «¡Jummm! Solo soy un artista con un arte mencionado entre pocos…». Ella saca de su pequeño bolso una porción de hierbas y comenta con una leve sonrisa, menos de lo que ella quiere demostrar: «Estoy a punto de convertirme en artista en pocos minutos». Calmadamente Gustav le dice: «Guárdalo para otra ocasión, A los chicos no les va a gustar» … Ella, un poco confundida, en tono sarcástico le pregunta: «¿Solo Blanca Nieves y su corte de enanos fueron los únicos invitados?». Y él le responde: «Solo guárdala, la noche apenas comienza, más tarde puede ser… ¿te parece?». Ella asiente de manera cortada y él, con una sonrisa le dice: «Vamos a la sala con los chicos, después te muestro lo demás…».

    Isabela en la cocina ve cómo Alexa se levanta de su cómoda posición en el sofá, toma su copa de vino tinto, bordea la mesa entre Jonás y Valerie, cuando Alexa pasa cerca de Jonás sus ojos lo miran como si fueran faros que estuvieran titilando preguntas, él le cruza mirada, la lee y sigue su conversación con Valerie, como si no prestara atención a las metrallas de palabras que dispara ella y que lo aturden, siendo rauda en sus gestos para que Valerie e Isabela no lo notaran.

    Isabela le completa la copa a Alexa con un exquisito Merlot al llegar al mesón de mármol blanco de la cocina, Alexa se sienta de frente a ella.

    Isabela: «¿En qué estás pensando muerta parada?»

    Alexa, mirándole la nariz a Isabela, le responde: «En nada, pero tú estás enchavada».

    Isabela se pasa los dedos por la nariz muy rápido y se mira los dedos, donde no encuentra nada. Alexa solo sonríe por la pifiada de Isabela.

    Mientras Gustav sale del cuarto con Liv, se escucha a Jonás decir: «El polvo más rápido de la historia», pasando al mismo tiempo el vaso a Gustav, ya con el hielo derretido y sin el gustoso sabor del escocés dieciocho años en las rocas, como le apetece a Gustav.

    Liv se acerca a Alexa y a Isabela diciéndoles que el lugar es muy bonito… sin recibir respuesta, solo un gesto de ambas asintiendo.

    En la sala se escuchan las inhalaciones de Jonás convirtiéndolas en invitación para una nueva ronda, cada quien aparta su porción y libremente sin tapujos comienzan los sniff a recorrer el lugar, Isabela y Alexa desde la cocina aportan sus compases y complementan el estimulante sonido que se produce al desaparecer las rayas del mesón y antes de saborear y catar con la lengua la principal invitada de la noche.

    Gustav rocía una torre en la batea que se forma en la muñeca de su mano derecha, mientras Michael usa de cuchara la uña del meñique de la mano izquierda, parece uña de arpista, la cual sirve a los dos conductos nasales y suelta un «ahhh» de satisfacción.

    Valerie, por su parte, solo le da un pellizco y lo conduce por su fosa derecha, ella en su mente quiere reservar un conducto intacto por si algún día le llega a fallar el que siempre usa y tener el otro nuevo de paquete, de repuesto, listo para estrenar… Ya todos los rostros están con bótox instantáneo, rechinando los dientes…

    Un día antes, Jonás, alto, de cabello negro, ojos pardos, labios delgados y cara lampiña, de apariencia seria, inteligente, parece poco amigable pero cuando lo conoces bien, suele ser muy agradable, el que escucha a todos y el que levanta la fiesta cuando se va a pique, casi siempre viste de negro, de pies a cabeza. Va en su camioneta (Toyota Hilux doble cabina) con Michael, amigo de la adolescencia, moreno, robusto, de baja estatura, ojos grandes y afilados hacia los lados, de ascendencia india, metrosexual llevado por su incontrolable y sudoroso cuerpo, perfumado hasta los dientes y cubierto de bellos como un disfraz de Chewbacca, habla de todo, «todo lo sabe» y lo que no sabe lo inventa, es mitómano hasta las raíces de sus bellos, su sonrisa es uno de sus mayores orgullos, la exhibe como si de un anzuelo se tratara.

    Se dirigen a una nueva parada, ya que en la última había mezclas que degradaban a la dueña de la respiración profunda, con un fuerte olor a acetona… Van hacia el norte de la ciudad, dejando atrás el centro y de a poco convirtiéndose en subida, las calles se van estrechando hasta el punto que hay que detenerse para que pasen los vehículos de frente, pasan minutos antes de volver a avanzar, ya la inclinación de la ruta es de cuarenta y cinco grados, quedó atrás el asfalto para convertirse en concreto rayado de extremo a extremo, se nota que las rayas en su momento fueron hechas con cabillas de una pulgada, los lados de la vía están dibujados de ladrillos mal pegados, rotos y con agujeros de balas, aunque resistentes, que forman de una a una cada rancho sombrío y desdeñadas casuchas, mal pintadas como si de zonas rurales remotas de la civilización se tratara, alternadas con precipicios inesperados y en otros espacios visualizando desde lo alto, casi toda la ciudad, la mejor parte, desde la peor, en infraestructura y calidad de vida se refiere.

    Michael llama por teléfono y en pocos segundos sale de un callejón un hombre moreno de cabello corto, ojos saltones, alto, delgado y encorvado, viste jean negro, zapatos deportivos de marca y guardacamisa blanca (como nueva), detrás de él, en la boca del callejón, una mirada lo escolta, observa a ambos lados, todo luce como casi siempre en el sector, en calma, saluda a Michael con alegría de hermandad y saluda a Gustav con la cabeza en señal de aprobación, introduce ambas manos dentro de la camioneta, de sus dedos casi quemados en las puntas por el efecto que dejan los «cachos»… deja caer entre las piernas de Michael una «cebolla» grande, amarrada desde arriba con hilos, puro bouquet, entra al vehículo y en la despedida de las manos se van los verdes… No importa el lugar de donde salga si la calidad es excelente, dan la vuelta y se alejan lo más pronto posible… Michael la abre, saca su tarjeta de débito y la toquetea suavemente buscando grumos, pero está perfecta, totalmente suelta, libre y liviana, el bouquet comienza a volar por primera vez en su última y rápida travesía que la convertirá en el deseo desesperado de muchos, el recuerdo y la desdicha de unos y las ganas de correr al baño de otros… Jonás le pregunta: «¡¿Qué tal?! ¡¿Cómo va?!», sintiendo ansiedad instantánea. A lo que Michel le dice, aguantado como si de abrir la boca se escapara: «Espera que baje, tiene buen gusto». Michael ya siente la mejoría, aceleración instantánea del corazón, manos frías, dilatación de las pupilas, comienza a hablar sin parar y el rostro le cambia, pálido, está prensado, los dientes casi se doblan de la presión, se friccionan y rechinan… Jonás esboza una sonrisa y prefiere aguantar hasta conseguir un baño.

    Llegan a casa de Jonás, un departamento ubicado en una zona de clase media, aún con el mobiliario de los años 90, muebles de madera, en sala y comedor, rústicos, que no invitan a quedarse mucho tiempo en ellos, mientras Michael espera en la sala, Jonás entra al baño para solo probar la calidad de la bolsa y no se escucha el sniff afuera del baño porque Jonás le mete el silenciador a la aspirada, ya que su madre está en el cuarto contiguo. Jonás piensa para sí mismo que es de buena calidad, desde su asiento en la poceta y con los pantalones abajo ve por las rejillas de la puerta del baño cómo su madre pasa por el pasillo hacia la sala y escucha cuando saluda a Michael, y le pregunta si van a beber hoy.

    Michael le responde:

    —No, señora Keith, hoy no, mañana creo que sí…

    Jonás, mientras tanto, coloca entre sus piernas el espejo del baño y comienza a dividir dos porciones pequeñas pero sustanciales de la «cebolla», su seguro para después de que se termine la otra… Amarra y guarda, sale del baño, entra a su cuarto y esconde la principal y otra pieza en lo más alto y profundo del closet, se guarda otra en el bolsillo, sale, saluda rápidamente a su madre y se van… Ella le pide le traiga una hamburguesa cuando regrese….

    Después de diez minutos, llegan al departamento de los padres de Michael, en la zona industrial más apartada de la ciudad, donde vive con cuatro hermanos menores que él, pero todos mayores de edad, todos amontonados, de manera precaria pero la costumbre lo hace normal… Jonás saluda cordialmente a sus padres, mientras Michael busca una chaqueta en su cuarto y le dice a Jonás que aproveche a usar el baño antes de irse, Jonás pasa al baño y se choca nuevamente, limpiándose las comisuras de la nariz mirándose al espejo, simultáneamente lo hace Michael en su cuarto, se van de juerga y pasan la noche con una porción que Michael tenía en su cuarto y que comparte con Jonás. Jonás llama a Gustav para invitarlo a salir, pero Gustav le dice que no puede porque tiene un pendiente que debe terminar y este le pregunta si ya tiene listos los «juguetes» para el día siguiente, Jonás le responde tranquilo que la mermelada está segura…, enseguida de colgar, Jonás llama por teléfono a Isabela y le dice que lleve a Alexa y a otra amiga para casa de Gustav al día siguiente, que él va a llevar a un amigo y que ya tienen lo demás…

    De vuelta a la fiesta en casa de Gustav, Isabela le pregunta a Alexa qué sabe de Michael, Alexa le comenta que es amigo de la adolescencia de Jonás, que tienen más cuentos que Jaimito juntos, tiene poco tiempo de haber regresado del Ecuador, adonde se fue buscando nuevos rumbos y aventuras pero que se había regresado ya que las «libertades» no eran las mismas… Jonás le había comentado a Alexa vagamente sobre el éxodo de Michael y que básicamente no era malo para vivir en ese país pero que «aquí hacemos lo que nos da la gana porque no hay ley y allá sí se respetan las leyes…». Isabela le dice en tono de zorra motolita: «¡Me encanta!». Tiene una hermosa sonrisa, aunque el baño como que está más divertido que aquí, tiene rato que no sale.

    Entretanto, Michael, quien había llegado más temprano con Jonás, estaba en el baño (el baño del pasillo, el de la visita) hablando por teléfono con una vecina de su edificio con la que estaba pendiente de conquistar, muestra sus dotes de poeta, copiados de otros, suficientes para enamorar hasta a la más cuadrada de las mujeres. El celular casi se le cae de las manos en la poceta haciendo maromas para recuperarlo, después de que le retumbaron la puerta del baño con tres fuertes golpes, escuchándose: «Coño, pana vienes a cagar en casa ajena ¿no te da pena?», dice Jonás en tono jocoso. Michael se despide de la llamada y sale, le responde a Jonás: «Coño, marico, estaba terminando de cuadrar a la vecina…».

    Cuando Michael llega a la sala, lo comienzan a joder y a echar broma: que si tiene diarrea, si dejó papel en el baño, dice Valerie riendo, y continúa:

    —¿Hay que prender velas, una fogata o entrar con bomba lacrimógena? Ja, ja, ja.

    Todos ríen y el un tanto apenado responde:

    —No vale, estaba hablando por teléfono y, como no escuchaba bien, me fui para el baño y yo hablo más que radio fiado cuando estoy engorilao, ¡ja, ja, ja!

    Alexa le dice:

    —Más que Jonás no creo, a Jonás le dicen el Pastor porque casi que congrega a la gente cuando habla, el único que habla es él, je, je, je. Todavía no sabemos cómo es que Valerie lo tiene dominado en la conversación.

    Valerie, que es casi tan nueva en el grupo como Liv, de cabello rubio homogéneo, ojos grises, toda una muñeca de pestañas largas y uñas bien adornadas, es jocosa, extrovertida y sin medición de las líneas que van del humor a lo vergonzoso, disfruta de sus ocurrencias tanto más que sus oyentes, le dice a Alexa:

    —Cuando me prense más, ni la música la van a escuchar.

    Valerie lleva pantalón strech blanco, blusa color salmón abierta adelante donde cae una hermosa cadena con un dije de corazón, lleva sandalias de diseñador que hacen juego con la blusa.

    Todos se reúnen a los muebles de la sala, quedando en proporción casi perfecta el uno del otro y Gustav le dice a Jonás:

    —Cuenta lo que te pasó hace unos años atrás cuando buscabas al amigo tuyo en casa de un jíbaro, lo que me contaste la semana pasada.

    Jonás comienza:

    —Bueno, primero, gracias a Dios que Emerick no es amigo de nadie, por más que él lo profese, no lo es…, me dijo un día que lo acompañara a la urbanización de al lado de donde yo vivía alquilado antes de mudarme nuevamente con mi madre, Villas del Rosario, caminamos desde la entrada de esa urbanización hasta la tercera o cuarta avenida, no recuerdo bien cuál era y de allí como dos o tres cuadras hasta la casa de ese tal Charles. —Charles vive en una cómoda quinta de clase media, patio, jardín, estacionamiento y parrillera a la vista—. Cuando llegamos a la casa, Emerick toca el timbre que está en el marco del mural abierto de concreto y rejas, antes del jardín, era un arco alto en la puerta de la calle, de columnas en obra gris entre rejas que permiten visualizar la quinta prefabricada y, de igual manera, la puerta del garaje, como para tres vehículos ajustados. Ese día, veo que sale un chamo un tanto barrigón para lo joven que se ve, tez morena clara, ojos oscuros, no sé si marrones o negros, cabello negro corto, pero no tanto, en bermuda de botón con correa, sin camisa, medias blancas en cholas, creo que eran como unas lighting ball», ¿se acuerdan? Bueno, entramos a comprar cinco gramos y el hombre sacó una porción que ya estaba abierta para que probáramos, Emerick le dijo que yo era alto amigo suyo y de mucha confianza, que me podía atender si iba solo…, la mercancía estaba buena, bastante buena para lo que la han degradado los vendedores que han perdido el respeto que solían tener para sus clientes, de hecho, que nos diera a probar me hizo recordar tiempos anteriores donde podías probar antes de comprar y decidías sin problemas si la llevabas o no. En ese momento recordé que siete a diez años atrás, más o menos, fui con un amigo de una amiga a comprar desde una fiesta a la que ella me invitó y donde no conocía a más nadie, ella me presentó a ese pana, Rodrigo, inmediatamente me di cuenta de que el chamo jugaba y le hablé de una, mi amiga no sabía que yo consumía, no sé si sabía de su amigo…, el pana y yo salimos de la fiesta a reconocer el lugar y ubicamos un sitio donde vendían, cuando llegamos al lugar, desconocido para los dos, eso creo, él pidió probar la mercancía antes de comprar la porción, el jíbaro de ese lugar no quiso y no la compramos, ellos se molestaron pero inmediatamente nos fuimos y quedamos como novia de pueblo, vestidas y alborotadas, ja, ja, ja… Bueno, volviendo al otro cuento, nos fuimos de la casa de Charles, cargados, Emerick y yo pasamos por la licorería, compramos un par de botellas de ron y nos reunimos con los del grupo de la urbanización, ninguno de ellos consumía y nunca lo hicimos delante de ellos, creo que sabían de Emerick pero no decían nada, en una esquina bebimos, reímos, hablamos con todo el grupo, chicos y chicas. De cuando en cuando Emerick y yo nos escapábamos ocasionalmente para darnos unos coñazos… Después de esa noche, no recuerdo bien si al día siguiente o a los pocos días, Emerick me había dicho que iba a estar en casa de Charles…, como no sabía a qué hora, lo busqué en su casa y no estaba, lo busqué en donde los otros amigos que más frecuentaba y, como no lo encontré, pensé que de seguro estaría donde Charles, me fui caminando porque era la urbanización de al lado, como ya les había dicho, era la primera vez que iba solo después de la vez que fui con él, toqué el timbre y tal cual como la primera vez, salió Charles, lo saludé y le pregunté por Emerick, me dijo que no lo había visto.

    » Yo me quedé callado pensando, guao, pero si estaba casi seguro de que estaría allí, bueno, le dije: «Ah, ok, si viene, por favor, le dices que lo estoy buscando, ¡gracias!».

    » Enseguida me regreso, al llegar a la tercera cuadra, casi para salir de la urbanización, noté que venía un taxi, creo era Fiat siena color blanco con los cuadros amarillos y negros que recorren las puertas, lo típico de los taxis, aunque no estoy muy seguro si era la placa amarilla o el casco amarillo de taxi, no estoy muy seguro, no le presté mayor importancia y me fui. Al otro día veo en las noticias que en la entrada de esa urbanización, del lado de afuera encontraron dos cadáveres, el de un hombre (un taxista) y el de una mujer, muertos de disparos en la cabeza, fue lo que alcancé ver en las noticias, ninguno de ellos era de la zona, vi la noticia y me causó cierto impacto por lo cerca de donde vivia, pero listo, no le presté mayor atención, no lo asocié con el taxi que había visto, no lo asocié a nada…, pasé semanas sin ver a Emerick y, cuando por fin lo veo, estaba nervioso y me dice: «Te voy a contar algo pero no se lo digas a nadie, ¿ok?», yo asentí con la cabeza y él me cuenta: «¿Te acuerdas cuando me fuiste a buscar donde Charles?». Yo recordé el momento rápidamente y le dije «sí, claro». A lo que Emerick me dice: «Yo estaba adentro y le dije a Charles que te dijera que no estaba, porque sinceramente me estaba drogando y no quería que te metieras en esa casa y vaina…». Lo cierto es que Emerick, con su descontrol con la droga, él quería todo para él y no compartir…, solo por eso negaron que estuviera allí y por eso es que digo que menos mal que no es amigo de nadie… Continúa Emerick diciéndome:

    «Después de que tú te fuiste, inmediatamente llagaron Gerónimo y el Chino —dos conocidos asesinos y delincuentes del pueblo vecino, vasta familia de delincuentes, él solo era una octava parte de ellos, pero la peor parte—, no sé cómo no se encontraron en la puerta, llegaron buscando drogas, conocían a Charles y los invitó a pasar igual que a mí, ya venían hasta los teque teques de droga cuando llegaron y estaban paranoicos, en eso que acababan de entrar, suena el timbre y, cuando se asoma Charles por la cortina de la ventana, ve un taxi parado enfrente de la casa, una mujer y un hombre a la puerta, Charles los reconoce como clientes y les va a abrir la puerta del jardín. Mientras tanto, en la casa los dos socios del crimen estaban paranoicos con los nuevos visitantes.

    Gerónimo sacó una pistola y estaba apuntando hacia la puerta, y cuando van entrando a la casa, Charles empuja la puerta de primero y al mismo tiempo se escuchó un cañón y Charles cayó casi al compás del eco, la pareja que venía entrando se asustó y el Chino y el Gerónimo los sometieron dentro de la casa a punta de pistola amenazándolos, luego de eso el Chino le reclama a Gerónimo por haber matado a Charles y este le dice que se le escapó el tiro, que no lo quería matar, resolviendo Gerónimo de una vez que había que matar a todos los que estaban allí, que éramos testigos—, para suerte de Emerick, él ya había reconocido al Chino y recordaba que habían estudiado primaria juntos y se lo recordó suplicando por su vida, que no iba a decir nada—, el Chino le dijo a Gerónimo que sí lo reconocía, y que Emerick no iba a decir nada y Gerónimo lo vio con esa mirada de ojos de tiburón y le dijo: Si dices algo te encuentro y te mato. Le abrieron la puerta para que se fuera… y él se fue corriendo, luego lo demás fue de suponerse, mataron a la pareja y se llevaron toda la droga que había en la casa».

    » Cuando Emerick terminó de contarme eso le di gracias a Dios por no haber entrado a esa casa….

    Michael:

    —Eso es verdad, la rata de Emerick es más falso que billete de 13 y ¼.

    Alexa comenta que ella vio la noticia pero que decían que los asesinaron para robarles el carro…

    Jonás comenta:

    —¡Claro! Eso es lo que cree la Policía en un principio y la prensa pero, como Emerick estaba allí, él pudo ver lo que realmente pasó; y otra cosa que no les dije y no recordaba, Emerick me dice que el cadáver de Charles lo encuentra su esposa, quien estaba en un cuarto encerrada, drogada y dormida, parece que se había metido unas pastillas horas antes, ella nunca escuchó nada, cuando por fin se levantó se encontró con esa escena… Puede ser también que ellos se llevaron a la pareja con vida en el taxi y, apenas salieron de la urbanización, los quebraron, escaparon y dejaron el taxi en algún lado.

    Valerie, le dice a Jonás:

    —¡Qué suerte la tuya! ¡Un trago por eso! —Levantando el vaso de escocés y llevándolo a sus labios. Los demás la siguieron.

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