Rosas Rotas
Por Eri Palafox
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El suspenso brota en estallido unido a los conflictos internos, personales, psicológicos de los personajes en un marco de cultura, historia e historias contadas y sin contar, en donde explotan sus emociones, se tocan los extremos insospechados o las apaga la duda.
Eri Palafox nos lleva de la mano y a veces nos suelta a nuestro arbitrio, con destreza, por las vidas entrelazadas para encontrar la salida, nos incita a dar rienda suelta a la imaginación, a la conjetura. Hasta encontrarnos con la sorpresa, con el asombro bien manejado.
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Rosas Rotas - Eri Palafox
ROSAS ROTAS
Primera edición: noviembre 2022
ISBN: 978-607-8773-44-2
© Eri Palafox
© Gilda Consuelo Salinas Quiñones
(Trópico de Escorpio)
Empresa 34 B-203, Col. San Juan
CDMX, 03730
www.gildasalinasescritora.com
facebook Trópico de Escorpio
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Distribución: Trópico de Escorpio
www.tropicodeescorpio.com.mx
facebook Trópico de Escorpio
Diseño editorial: Karina Flores
HECHO EN MÉXICO
Gracias…
A mi mami, Rocío Palafox, por enseñarme a luchar por mis sueños. Por creer siempre en mí. Por ser mi roca e impulso en cada paso. Por apoyarme en mis locuras y volvernos locas juntas. Porque por ella existo, y por sobre todas las cosas, por ser y estar.
A mi maestra, amiga y editora, Gilda Salinas, por sembrar en mí la semilla de escribir novelas. Rosas Rotas no existiría sin ella. Por ser la Pepe grillo
de mis escritos, cuando en duda, un simple ¿qué me diría Gilda?, lo resuelve. Por confiar en mis letras y por hacerme mejor escritora, a través de sus enseñanzas.
A Dios, por su guía, amor y consejo.
A Simeón, por nunca soltar mi mano.
A mi abuelo, Jorge Palafox del Río, por contagiarme el amor por la escritura.
A mis amigos, Alice, Amri, Jan, Mich y Robert, por dejarme ser, hacer y deshacer. Por su apoyo, escucha y consejo en mis proyectos. Por jamás desalentarme y aceptarme tal cual soy.
A Letróleum, taller de creatividad literaria de Pemex, por animarme a escribir de nuevo.
A Rosas Rotas, por permitirme escribir su historia, y a cada uno de los personajes por acompañarme en esta gran aventura.
prólogo
Confieso que la novela no es mi género literario favorito, sin embargo, Rosas Rotas…
Atrapó mi interés desde la primera línea hasta la última debido a su claridad, sencillez, excelencia en sus letras, en su desarrollo, en el propio relato.
Multifacética, te envuelve en su trama, en el romance, juega con tus sentimientos y pensamientos; muestra y oculta, aviva la curiosidad, surge la incógnita, la inquietud.
El suspenso brota en estallido unido a los conflictos internos, personales, psicológicos de los personajes en un marco de cultura, historia e historias contadas y sin contar, en donde explotan sus emociones, se tocan los extremos insospechados o las apaga la duda.
Eri Palafox nos lleva de la mano y a veces nos suelta a nuestro arbitrio, con destreza, por las vidas entrelazadas para encontrar la salida, nos incita a dar rienda suelta a la imaginación, a la conjetura. Hasta encontrarnos con la sorpresa, con el asombro bien manejado.
Rocío Palafox
Septiembre 2022
1. en el silencio
Recuerdos, recuerdos, recuerdos. Si tan sólo pudiera olvidar los míos
, pensaba Nickie mientras veía la fecha en el celular.
Era 28 de junio de 2018, el verano comenzaba en Inglaterra, una época de gran júbilo para la mayoría de los ingleses: Nickie observaba desde la ventana como salían a borbotones a buscar algo de pasto que les permitiera acostarse a tomar el sol. Algunos leían, hacían picnics o platicaban con sus amigos. Otros, desde el balcón, lo disfrutaban. Para ella eso no tenía sentido, le parecía una pérdida de tiempo, en especial en una ciudad tan histórica como Exeter, en donde había tanto por hacer y descubrir.
Ella era milenial, sin embargo, era diferente a los demás. Sus padres le habían enseñado a apreciar las cosas. Cenaban en familia donde conversaban sobre su día. No estaba ajena a la tecnología, aunque nada más podía usarla en casa, en horarios establecidos. Utilizaba la laptop para hacer la tarea, el móvil era para después de terminarla, el cual no debía llevar a la escuela ni acostarse con él a un lado.
En las noches, antes de dormir, su papá la maravillaba con leyendas de caballeros y dragones como las del rey Jorge y del rey Arturo, improvisaba castillos, vestuarios y modificaba las voces que daban vida a cada uno de los personajes que interpretaba.
Su mamá se unía a las representaciones que incluían reinas, princesas, damiselas, brujas o hadas, así se convirtió en Dulcinea del Toboso, en Julieta, en Irene Adler, en Elizabeth i, en Maléfica, en Aurora. También, viajaban juntos a mundos fantásticos desde la Tierra Media, Hogwarts, hasta el país de Nunca Jamás y el Reino de Fantasía. En ocasiones, ambos se transformaban en súper héroes y la hacían volar por toda la habitación, sosteniéndola de brazos y piernas.
Cada año, en verano, asistían a un sitio histórico diferente los fines de semana, como la catedral de Exeter, el castillo Rougemont, el puente medieval Exe y la casa que se movió. Esta última siempre le pareció simpática, no solo porque sí fue movida en 1961 de su ubicación original, sino también por la forma tan divertida en que se lo contó su padre. Así aprendió de historia y de literatura.
No pudo evitar sonreír cuando volvieron a su memoria los bellos momentos que pasó con ellos, mismos que ahora se mezclaban con unos más perturbadores, que deseaba, de una vez por todas, eliminar por completo. Apretó los ojos con tanta fuerza que las pupilas se inundaron de lágrimas. Olvidó sus recuerdos por un instante, aunque en el fondo, estaba segura de que regresarían a atormentarla.
Decidió dejar de pensar en el pasado y vio la hora en su smartwatch, marcaba las cuatro de la tarde; se apresuró a tomar su mochila, desencadenó la bicicleta y salió hacia la plaza de la catedral de Exeter. Fue un viaje corto, de tres minutos, encadenó la bicicleta y recorrió la plaza buscando el mejor sitio para dibujar. Eligió sentarse al final de la plazoleta, en medio, justo enfrente de la catedral.
Desde ahí, podía observarla en todo su esplendor. Esta vez sola, sin la compañía de sus padres, como la última vez. Sacó lápiz y papel, luego delineó con cuidado la imponente estructura gótica. Definió las dos torres normandas erigidas en cada extremo. Comenzaba la gran roseta cuando unos turistas la distrajeron, eran de esos que tomaban fotos estuve aquí sin tener el cuidado de informarse o de siquiera conocerla.
—¡Vaya! ¡Qué falta de respeto! —vociferó enojada acomodándose en el pavimento.
Sin darle más importancia, continuó el dibujo. Terminó la gran roseta y las espectaculares esculturas de los siglos xiv y xv que engalanan la fachada. Destacó las sombras. Firmó la hoja con una n, la arrancó de un tirón, la dobló en cuatro partes y guardó en el bolsillo trasero derecho del pantalón.
Suspiró hondo y retomó su camino. En esta oportunidad iría más lejos, pedaleó diez minutos por las impecables calles de la ciudad deteniéndose frente a un letrero que decía: Cementerio de Exwick.