Nube negra
Por Juliet Escoria
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Nube negra - Juliet Escoria
Primera edición en inglés: civil coping mechanisms, usa, 2014
Primera edición en español: los libros de la mujer rota, noviembre, 2015
Título en inglés: black cloud
© juliet escoria
© los libros de la mujer rota
MAQUETACIÓN Y DISEÑO:
María Cristina Adasme
EDICIÓN: Francisco Molina
TRADUCCIÓN: Matías Fleischmann
COORDINACIÓN EDITORIAL: Claudia Apablaza
DIAGRAMACIÓN DIGITAL:
ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
info@ebookspatagonia.com
ISBN EDICIÓN IMPRESA: 978-956-9648-03-8
ISBN EDICIÓN DIGITAL: 978-956-9648-26-7
www.loslibrosdelamujerrota.com
twitter: @LLdelamujerrota
email:info@loslibrosdelamujerrota.com
Quirihue 49, Ñuñoa, Santiago, Chile
teléfono: 0056-9-63509424
Este libro puede ser fotocopiado parcial o totalmente, reproducido por medios como escáner, fotografías, audios, visuales u otros, para uso personal o colectivo, pero sin fines comerciales, sino que para fines educativos, formativos, lectura cotidiana, recreativos u otro similar.
Los libros de la Mujer Rota busca que todos tengamos acceso a la lectura.
Para John A. Jackson
ÍNDICE
RESENTIMIENTO A LA MIERDA CALIFORNIA
CONFUSIÓN EL OTRO TIPO DE MAGIA
APATÍA REDUCCIÓN
CULPA HISTORIA DE HEROÍNA
ASCO SU PARTE MÁS FILOSA
MALICIA COPA, DESTILADA
VENGANZA TEMPORADA DE HURACANES
MIEDO ENFERMEDAD MENTAL UN DÍA DE SEMANA
IMPOTENCIA NO LO CUESTIONO
DESPRECIO A SÍ MISMO CORRIDA DE GRUÑONES
ENVIDIA ACÁ HAY UN CUENTO DE FANTASMAS
VERGÜENZA PROBLEMA Y PROBLEMÁTICA
Para ver los videos de cada historia,
ir al canal de Vimeo de black cloud
http://vimeo.com/channels/blackcloud
RESENTIMIENTO
A LA MIERDA
CALIFORNIA
Ese fue el verano en que el agua de la laguna se hinchó, y los moscos y los mosquitos flotaban en nubes negras. Nos sentábamos en la playa en sus sillas de jardín oxidadas, los hilos de nylon poniéndose blancos antes de cortarse. Tomábamos cervezas de un cajón, primero frías y luego no frías y luego tibias, de latas escondidas en bolsas de papel, y las mordidas enrojecidas de bichos se hinchaban en nuestros talones. El día se transformó en noche, y rodamos de las sillas a la arena, sin importarnos de verdad los bichos, y le susurré, te amo,
por la primera primera vez, y lo dije en serio.
Creí decirlo en serio.
Los días se acortaron y las picadas de mosquito sanaron. Ese fue el invierno en que las algas se desraizaron solas, desparramándose en la arena en rumas oxidadas, podridas, haciendo que la playa apestara a muerte. Bajamos una noche, con esperanza, pero no pude soportarlo por más de diez minutos. Justo antes de que nos fuéramos –él no quería que nos fuéramos– le dije: Es que parece como si el mar nos estuviera provocando
, y me sonrió como si yo fuera una niñita mórbida y tonta. Él era uno de los que vinieron de otro lado, y veían todo como si fuera genial, y se despertaba todos los días para decir que eran mañanas bonitas. A la mierda California, dije despacito. Y también: a la mierda tú.
Devolvimos sus sillas de jardín al lugar de donde vinieron, a la terraza de su casa, donde podíamos ver un poquito del centro y de la bahía que estaba contaminada, pero principalmente mirábamos el aeropuerto.
Este también era el invierno en el que no me podía entibiar. El aire del mar parecía escarbar mis huesos, y no se salía nunca. No había otra explicación. Tenía la piel más delgada, más transparente que antes, y mis venas parecían mucho más azules. Tenía los brazos y pecho como mapas, mapas con un montón de ríos. Tomaba para derretir los escalofríos. No te podría decir por qué él tomaba, solo sé que también lo hacía.
En la cocina antes de comer una noche, aparentemente había tomado mucho y me desmayé. Un momento tenía los codos en el mesón y el siguiente era una poza desparramada en el piso. Me había pegado con la cerámica del suelo en el hueso de mi mejilla. En la mañana tenía un ojo morado. Parece que le respondiste a alguien
, bromeó. Pretendí reír, pero en verdad