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Sexualidades: imperativos y atmósferas: Reflexiones desde la antropología del comportamiento
Sexualidades: imperativos y atmósferas: Reflexiones desde la antropología del comportamiento
Sexualidades: imperativos y atmósferas: Reflexiones desde la antropología del comportamiento
Libro electrónico453 páginas5 horas

Sexualidades: imperativos y atmósferas: Reflexiones desde la antropología del comportamiento

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En este libro, se intenta aportar ideas, reflexiones y concepciones que ayuden a esclarecer unos cuantos ingredientes de la siempre compleja y dinámica sexualidad del animal humano. Las ilimitadas posibilidades y realidades de la sexualidad suponen una infinidad de caminos que se requiere descubrir y, en más de un sentido, explorar y transitar para
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 oct 2022
ISBN9786075396910
Sexualidades: imperativos y atmósferas: Reflexiones desde la antropología del comportamiento

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    Sexualidades - Xabier Lizarraga Cruchaga 1

    Preludio

    ———•———

    Después de leer el presente texto, como en tropel, acudieron a mi mente los recuerdos de otros textos, artículos o conferencias, sí, de conferencias, porque Xabier Lizarraga Cruchaga acostumbra a redactarlas para luego leerlas y dejar constancia, lo más exacta posible de sus ideas. De nuevo constaté que su lectura no resulta fácil, por el contrario, exige concentración y el uso de otros recursos, como pueden ser lexicones, pero por encima de todo pensar y atreverse a cuestionar lo establecido.

    El título del libro puede dar la idea de una disertación más sobre un concepto mencionado con singular alegría desde hace decenios, pero que de tanto tratarse y definirse se ha vuelto vacuo e indescriptible. Pluralizar el sustantivo es el primer acierto, aunque abundarán quienes se opongan, sin embargo, la lectura dejará clara la necesidad de hacerlo. Y si piensan que sólo hablará sobre sexualidades, se equivocan; el autor se empeñará en revisar las veredas que conforman ese camino, largo y sinuoso, pero a la vez vigorizante.

    Cumpliendo con el viejo refrán: De bien nacido es ser agradecido, antes de entrar a la obra reconoce a quienes, de una u otra forma, colaboraron en la creación de la misma.

    Tan pronto comencé a leer el texto me sentí como cuando uno abre la caja de un rompecabezas inmenso y como en la portada se lee Sexualidades tiene la falsa (muy falsa) impresión de que se armará en un dos por tres, porque ese tópico cualquiera lo domina y lo sabe, pues se ha escuchado y practicado ad nauseam.

    Su manto de antropólogo (uno de tantos: sexólogo, artista, escritor, activista) se aprecia desde el inicio al plantear que la sexualidad es un imperativo, no sólo restringido a lo biológico, sino que incluye otros elementos, como los consabidos psicológicos y socioculturales, pero le atribuye una gran importancia al vínculo, y a partir de ahí la empresa se torna más compleja y enriquecedora.

    Siguiendo con la metáfora del rompecabezas, quienes tengan rasgos obsesivos seleccionarán las piezas más conocidas para toparse con una abundancia de ellas, empero se les dificultará ubicarlas, pues a veces encajarán a la perfección, no sólo con una, sino con muchas otras y entonces se advertirá que se trata de una obra que exige gran concentración, imaginación y visitas a diccionarios. Con la duda cual Virgilio para guiarnos en esa aventura, a veces corroboraremos pensamientos que alguna vez cruzaron por nuestra mente, pero carecimos de argumentos para sustentarlos. Asimismo, nos enfrentaremos con ideas osadas, atrevidas, increíbles pero necesarias. Para allanar algo nuestro andar podremos acudir al glosario que el autor creó con tal fin.

    De múltiples maneras, Xabier Lizarraga nos incitará a enfrentar nuestros miedos, entre ellos el de fallar, puesto que de ese modo nos aproximaremos, aunque sea muy poco, a la verdad, la cual suele ser veleidosa, temporal y cambiante. De la misma manera, nos advierte que nuestra verdad sustentada en creencias no es más cierta que la de otros, pero que la de ellos también está puesta a prueba en un mundo que se transforma a cada instante.

    Lo que pintaba tan sencillo dejó de serlo, pues la forma en la que Xabier vierte sus conceptos nos orilla a pensar y a dudar de términos o conceptos antaño admitidos sin chistar; en ese momento, el rompecabezas se nos revela como tridimensional, tornándose más intrincado y profundo, dificultando el ensamblado de las piezas, no obstante, eso le confiere una mayor riqueza conceptual, pues no sólo habrá enlaces académicos, por decirlo de algún modo, sino que también apelará al ámbito de las emociones, de los sentimientos y aquello que piensa y considera el ciudadano de a pie.

    Xabier tiene la habilidad de incursionar y movilizarse en diversos ámbitos para obtener la información, por ejemplo, el académico, el cibernético, el del arte y también el del activismo, es por todo eso que sustenta y defiende sus ideas con objetividad, sin que ello signifique carencia de pasión. Por cierto, aunque vierte opiniones, la mayor parte de las veces emite argumentos y comparte con el lector sus fuentes: libros clásicos, artículos e incluso películas que probablemente habíamos archivado en algún cofre abandonado en la memoria, y que ahora, tal vez, se antoje volver a ver, por supuesto, con otra mirada.

    Regresando al rompecabezas, las piezas ya no embonarán de forma tan sencilla, se requiere de un considerable esfuerzo para lograrlo, pero una vez conseguido adquieren una gran solidez. No obstante, el autor nos advierte a lo largo de la obra que todo está sujeto a cambios, o como le agrada decir, que puede evolucionar.

    La lectura me mostró la dificultad de adoptar una postura neutra, indudablemente recibimos infinidad de influencias que motivan y matizan nuestro comportamiento. El análisis del libro me llevó a imaginar viajando en un tren (nada que ver con el Maya) con numerosas estaciones que van de lo simple a lo complejo e igual con numerosas conexiones. Cuando pensábamos que habíamos pasado lo más complicado del viaje, nos topamos con el análisis del concepto de sexo, el cual una gran cantidad de personas suponía bien establecido. Sin embargo, el autor, de nueva cuenta, nos pone a dudar sobre la validez de las antiguas definiciones y sugiere —adecuadamente— que la definición no se restrinja sólo a los seres humanos. Y aunque pueda decepcionar a algunos la sentencia: "la última palabra sobre lo que es el sexo aún no está dicha […] Y lo más probable es que nunca se pronuncie".

    La influencia de infinidad de pensadores, pero sobre todo de Edgar Morin, es manifiesta a lo largo de su escrito. La bibliografía remite a obras clásicas de varias disciplinas, pero también a testimonios personales rescatados de diferentes ámbitos, entre ellos el ciberespacio.

    Como era de esperarse, incursiona por el ámbito de las identidades y menciona, como se nota a lo largo de éste y otros textos, la importancia que concede al lenguaje; con justa razón afirma que las palabras son nuestra arma más poderosa y nuestro espejo más fiel. Los conceptos no escapan a su lupa, antes bien, los coloca en el centro de infinidad de análisis y reflexiones permitiendo, en realidad obligando, al individuo a verse a sí mismo, a los demás y a la constante interacción resultante. De manera gradual, su generoso (abundante) análisis nos conduce a considerar, como él dice, que las identidades son realidades subjetivas, con una gran cantidad de partes entre las que destacan las emociones, la ideología y las reglas de conducta, entre otras; nos deja claro que lejos de ser estáticas, tienen historia y se transforman de manera constante, de tal modo que a veces me doy cuenta de que de aquello que pensaba que era mi esencia, en realidad ya tengo muy poco, sólo una ligera huella, pero que sin duda resulta fundamental.

    Xabier Lizarraga nos concientiza que, si bien vemos a los otros como muy distantes, la realidad es que tenemos parte de ellos y viceversa, en consecuencia me puede conflictuar si resulta que eso no es de mi agrado. Igual nos restriega en la cara que reiteradamente algunas personas viven como si interpretaran una melodía escrita por quién sabe quién, desde tiempos inmemoriales sin atreverse a cuestionar lo que se espera de ellas, a semejanza del prisionero de Kafka que nunca se atrevió a empujar la puerta de su celda y ahí permaneció hasta su muerte, pese a que estaba abierta. Es más fácil, dirán algunos, actuar como se espera que uno lo haga, que osar pensar o soñar algo diferente.

    El autor se manifiesta en contra de la nueva denominación de la Asociación Mundial de Sexología, ahora Asociación Mundial para la Salud Sexual, coincido con él y me parece muy adecuado, pues luce como si de nueva cuenta el gremio médico quisiera llevar las riendas y marcar la pauta en torno a las cuestiones académicas de la sexualidad, eso más tarde que temprano producirá roces y fragmentaciones.

    Su incursión por el concepto de transgénero permite observar que, pese a su amplitud, difiere del transexual y de igual forma evidencia que esa pasión por clasificar, a veces necesaria e indispensable, no llega a los cisexuales. A las categorías no las considera como algo estático, al contrario, las revisa para adecuarlas a los cambios causados por el tiempo, y hace un ejercicio interesante con las realidades trans. Respecto de transgénero, que para mí es una especie de cajón de sastre, él lo denomina concepto paraguas. No satisfecho con lo anterior, propone una nueva categoría: "Transandroginia: ‘mujeres con pene’ y ‘hombres con vagina’, porque reivindican y defienden sus capacidades reproductivas: madres inseminadoras y padres gestantes", pero dicho acto no sólo se hace para crear un neologismo, sino para visibilizar a personas que existen pese a ser negadas por el orden hegemónico, y a veces (opinión personal) por parte de quienes integran la diversidad sexual.

    Su particular manera de escribir, difícil o más bien compleja, proporciona una especie de alivio cuando comparte en un cuadro el Continuo de realidades sexo-genéricas, ya que gráficamente es más sencillo ubicar y entender a esas personas que se atreven a decir qué, cómo se sienten y quiénes dicen ser.

    Su concepto de sexualidad bisagra sirve para entender cómo, al igual que una gran cantidad de personas, optamos por esconder algunos de nuestros prejuicios detrás de un biombo imaginario pero efectivo, que también servirá para adornar el mismo objeto. Tal estructura permite conectar o mostrar la desconexión de algunas instancias, en fin, entender el porqué de tantas dicotomías, en el terreno de las sexualidades.

    Al disertar sobre preferencia u orientación sexual, advierte cómo, desde hace mucho tiempo y aún en la actualidad, se ha invisibilizado la bisexualidad. Posteriormente, con argumentos sustentados en una muy variada bibliografía que incluye investigaciones, discusiones académicas e incluso encuestas en la red y otros espacios variopintos, expone por qué usa el concepto de preferencia sexo-erótica. A no dudar, este capítulo, lejos de cerrar la puerta, la abrirá a un sinfín de discusiones, que valdría la pena que fueran avaladas por estudios e investigaciones realizadas sin sesgos, tendientes a sustentar una postura.

    A lo largo de la obra, el autor reseña la plasticidad comportamental del ser humano; las sexualidades obviamente no escapan a esto, por el contrario, con gran detalle nos muestra que la riqueza conductual es inmensa y crece día con día; a veces con más frecuencia de lo deseado. Quizá por tal motivo nos falten palabras o conceptos para describir aquello que hemos sentido, ya sea que lo hayamos practicado o no.

    Su escrito evidencia que ha bebido en infinidad de fuentes documentales provenientes de diversos países, materias y épocas, que van desde los clásicos de cada disciplina hasta los más novedosos, sin soslayar las aportaciones de las redes sociales. Su manejo de la información es tan hábil y natural que da la impresión de haber charlado tête à tête con los creadores de ésta y que fueron ellos quienes se la compartieron de primera mano. Pero también conviene tener en cuenta que gran parte de lo aquí escrito se basa en propuestas realizadas por él desde hace años en diversos escenarios académicos, por citar unas cuantas: las modificaciones al continuo de Kinsey, lo relacionado con las expresiones comportamentales de la sexualidad (con el equipo de imesex), el continuo sociodistonia Lizarraga-Juárez y el concepto de sexualidad bisagra, entre otras.

    Pese a lo anterior y por absurdo que parezca, Xabier no está del todo satisfecho con sus logros, posiblemente porque los considera en continuo crecimiento o evolución. Llama la atención que es capaz de revisar sus propuestas para modificarlas/actualizarlas o, en caso necesario, desecharlas.

    Al abordar el desarrollo del animal humano, como le gusta decir, no habla de etapas, sino de épocas. La infancia no la describe de modo romántico, es decir, como una etapa maravillosa donde todo es juego y placer, por el contrario, la considera como una prisión con vigilantes que no cesan de imponer prohibiciones, por cierto, no siempre obedecidas, pues la gente menuda suele refugiarse en la clandestinidad para no herir susceptibilidades y para que los mayores no adulteren sus actividades, en el supuesto de ser sorprendidos. Adolescencia y adultez las describe como épocas no siempre amables y es que, como él señala, "parece que en eso consiste vivir: no hacemos lo que queremos, pero nos fatigamos haciendo muchas cosas que no queremos". Habrá quien considere que es brutal o muy cruda la mirada que tiene sobre la vejez, y es en este punto cuando me surge una pregunta ¿se refiere a la vejez de la impronunciable y cada vez mayor comunidad lgbti… o generaliza e incluye al resto de las personas? Porque lo ahí descrito igual acontece entre los heterosexuales con ciertas particularidades, por ejemplo, no hay tanta mención a los descendientes.

    Denuncia que la represión se ha ejercido sobre los seres humanos a lo largo de su vida y, aunque a veces no se nota, ahí sigue; sin embargo, la sobrellevamos o enfrentamos: Porque en realidad somos indomables. Su relato permite identificarnos, pues habla de las estrategias que la mayoría de las personas puso en práctica, para no ofender y eludir a los censores, muchas de ellas basadas en la clandestinidad y, por supuesto, en el secreto.

    Es un libro de corte académico, pero también para que las personas sean conscientes de los avatares de la sexualidad y las estrategias usadas para intentar disfrutarla. No me deja un sabor amargo, antes bien considero que ilustra las infinitas aristas del comportamiento humano y de los vínculos emanados de ellas.

    Explorar de nueva cuenta caminos ya transitados con su guía nos muestra otros panoramas que animan a seguir dudando, investigando, cuestionando, modificando y hasta derribando paradigmas.

    Percibo un espíritu revolucionario que invita a las personas a responsabilizarse de sus actos, en esa búsqueda incansable del placer. Una de las virtudes principales del texto, a mi juicio, es esa invitación a poner en marcha nuestras neuronas y a pensar, aunque no se coincida con el autor, lo importante es pensar, ahora que si se actúa…

    Francisco Delfín Lara

    Otoño de 2019

    Agradecimientos

    ———•———

    Resulta difícil no dejar de mencionar a muchos a los que, de alguna manera, uno tiene mucho que agradecer, porque en no poco apoyaron e hicieron posible una investigación, un texto, una reflexión; son tantas las personas con las que, como amigo, compañero de trabajo, profesor, académico o simple conocido, uno intercambia palabras y más aún ideas, que siempre se quedará en deuda con más de los que reciben reconocimiento en un libro.

    Sin embargo, no puedo dejar de mencionar a algunos con los que me siento particularmente agradecido por las muchas horas de conversación e intercambio de ideas, que me han hecho pensar y de los que he aprendido escuchándolos y leyéndolos, aquellos colegas a los que veo con más frecuencia y con quienes comparto inquietudes académicas o incluso mi activismo social y sexo-político, a veces acompañados de una comida o un vodka o whisky, tequila o cerveza, otras veces compartiendo aulas o sesiones académicas en congresos y otras reuniones, en otras muchas ocasiones a través de la distancia gracias a Internet o a sus artículos o libros… Com­pañeros de ideas y de aventuras antropológicas, sexológicas, incluso filosóficas y políticas; amigos, cómplices y colegas como Florence Rosemberg, Josefina Mansilla, Francisco Delfín, Alonso Hernández, Óscar Chávez Lanz, Estela Troya (q. e. p. d.), José Luis Vera, Luis Guillermo Juárez, Juan Jacobo Hernández, Pilar Chiappa, Juan Manuel Argüelles, Luis González de Alba (q. e. p. d.), Paco Anguiano, Marta Lamas, José Antonio Frías, Leopold Estapé, Siobhan F. Guerrero McManus, Juan Luis Álvarez-Gayou (q. e. p. d.), Jordi Petit, Bernardo Robles, Alfonso Macías, Alma Aldana, Joan Vendrell, César Estrada, Tito Vasconcelos, Iñigo Bilbao Sagastiberri, Guillermo Núñez Noriega, Diana-Alejandra Rodríguez Durán, Rafael Mazín, Alberto Mira, José Ignacio Sánchez, Víctor Báez… y tantos otros. Además, otro agradecimiento muy especial a Florence Rosemberg y Francisco Delfín por haber leído el manuscrito, hecho observaciones y comentarios, y a este último por el prólogo maravilloso que me escribió.

    Asimismo, estoy agradecido con todos aquellos que, a lo largo de más de cuatro décadas, siendo mis alumnos, llegaron más allá del aula para intercambiar ideas e inquietudes (incluso en ocasiones bastante personales) en encuentros menos formales, pero más sinceros, transformando el almidonado título de alumno en el más amable de amigo.

    Por último, es necesario reconocer que también estoy en deuda con muchos de mis contactos en redes sociales como Facebook, pues aunque a veces no nos conocemos personalmente, han permitido diálogos, compartido reflexiones y se han prestado a responder algunas preguntas lanzadas a la nada-todo del mundo cibernético, cuyas respuestas y comentarios, en este libro más que en cualquier otro texto mío, han sido más que un material importante de trabajo, me han servido para hacerme nuevas preguntas, replantearme algunos temas y reconsiderar no pocas de mis ideas sobre las sexualidades del animal inquisitivo y paradójico que somos.

    A todos aquellos que, de una u otra manera han mediado en estas páginas, muchas gracias.

    Xabier Lizarraga Cruchaga

    La sexualidad: caleidoscopio de posibilidades

    ———•———

    … la voluntad de seducción privilegia el vínculo más que la separación, la atracción apasionada más que el mutismo hostil, el discurso oblicuo sobre la simplicidad; supone por último que la desdicha de ser tratado como objeto sexual no es nada comparada con la desdicha de no ser deseado en absoluto.

    Pascal Bruckner, La tentación de la inocencia.

    La sexualidad cabe concebirla y definirla de numerosas maneras, pero las emociones, las sensaciones y las pasiones, los sentimientos y los contextos históricos, los marcos teóricos e ideológicos nos obligan a reconocer que ninguna de tales maneras puede contenerla en forma total y, mucho menos, definitiva, por lo que siempre serán tentativas y aproximadas las maneras de concebirla y definirla. La sexualidad, en cada uno de nosotros y a cada instante, se manifiesta como una emergencia experiencial/comportamental cambiante, una emergencia no pocas veces sorprendente, porque resulta ser un auténtico caleidoscopio de posibilidades no sólo biológicas ni únicamente socioculturales, una realidad plurívoca y compleja que escapa a rígidas fórmulas, porque es parte constitutiva de nuestro estar-siendo/sentir-haciendo por el hecho de tener un sexo (el que fuere y como éste fuere) y que actuamos en consecuencia. No obstante, es posible pensar, sin temor a equivocarnos, que la sexualidad es un imperativo comportamental porque genera una necesidad/requerimiento de establecer vínculos, incluso más allá de los meramente reproductivos; toda especie gregaria —y el animal humano no es excepción— es tal, en función de ser sexuada, lo que podemos sintetizar en una sencilla relación directa: sexo→vínculo→se­xualidad→agregación... Finalmente, también la bioquímica juega un importante papel en ello, la oxitocina y la vasopresina son ingredientes fundamentales en la regulación de los vínculos que la existencia de los sexos introduce en los comportamientos animales. Al respecto, Leonard Mlodinow apunta:

    en los humanos la oxitocina y la vasopresina también regulan los vínculos afectivos. […] tanto en el hombre como en la mujer la oxitocina y la vasopresina que se liberan en el cerebro después del sexo promueven la atracción y el amor. La oxitocina se libera incluso durante los abrazos, especialmente en las mujeres, y ésta es la razón de que el mero contacto físico pueda conducir a la cercanía emocional aun en ausencia de una conexión consciente e intelectual entre los participantes.

    En un entorno social más amplio, la oxitocina también promueve la confianza, y se produce cuando las personas tienen contacto social positivo con otras.¹

    Para vivir y permanecer como especie y como grupos nos es imprescindible una biología que se preste a ello, y resultan imprescindibles aquellos factores que terminan configurando cualquier sexualidad; los numerosos y los variados movimientos vinculantes hunden sus raíces en una realidad biológica, que deviene cualidad en clave del sexo y sus derivados.

    La sexualidad humana, por lo menos a partir del siglo xix y en el contexto histórico que hemos dado en llamar de Occidente,² ha provocado mucha ansiedad y una incesante cascada de preguntas, y de cada respuesta que se da, derivan nociones, términos y conceptos, definiciones, categorías e incluso diagnósticos que dan pie a un muy amplio espectro de miradas, de reconocimientos o rechazos culturales y sociales. La sexualidad detona reacciones emocionales y discursos, sentimientos, situaciones y paisajes que devienen coyunturales, que estimulan a más y nuevas preguntas y reflexiones; por lo mismo, hace posible una pluralidad de encuentros (vínculos) y desencuentros (rotura de vínculos), ingredientes importantes en las dinámicas del vivir. Por otra parte, pensar la sexualidad no sólo estimula al conocimiento, también provoca percepciones subjetivas y significaciones que promueven disímbolos textos, tanto acuerdos como disensos y tomas de posición, siempre emocionales e ideológicas; por más objetivos que pretendamos ser, lo que es y lo que podemos pensar que es la sexualidad permea, media y trastoca la interacción entre individuos. Consecuentemente, no podemos menos que pensar la sexualidad en términos de encuentros y acompañamientos, de desencuentros y distanciamientos, de interacciones en clave de hacer/dejar hacer, de apropiación/entrega, de poder/sumisión, de vínculos positivos y negativos —incluso la masturbación supone un vínculo entre el yo-sujeto y el cuerpo material de ese yo.

    Los vínculos son evidencia de interacciones que, no pocas veces, generan planteamientos contradictorios, intercambios conceptuales que trasminan, impregnan, texturizan el ámbito plural de las disciplinas de corte académico abocadas al estudio y la comprensión del sexo y sus derivados, de la sexualidad y sus resonancias. Como señala Michel Foucault al inicio de su primer tomo sobre la historia de la sexualidad:

    se trata de determinar, en su funcionamiento y razones de ser, el régimen de poder-saber-placer que sostiene en nosotros al discurso sobre la sexualidad humana. […] el punto importante será saber en qué formas, a través de qué canales, deslizándose a lo largo de qué discursos llega el poder hasta las conductas más tenues y más individuales, qué caminos le permiten alcanzar las formas infrecuentes o apenas perceptibles del deseo, cómo infiltra y controla el placer cotidiano —todo ello con efectos que pueden ser de rechazo, de bloqueo, de descalificación, pero también de incitación, de intensificación, en suma: las técnicas polimorfas del poder. De ahí, por último, que el punto importante no será determinar si esas producciones discursivas y esos efectos de poder conducen a formular la verdad del sexo o, por el contrario, mentiras destinadas a ocultarla [...].³

    No sólo importa reconocer esas polimórficas técnicas del poder, también es necesario reflexionar y descubrir sobre qué, cómo y para qué/quién actúan las verdades que se formulan, y cómo afectan/alteran tanto al individuo biológico y emocional como al sujeto social y cultural, así como al ser sentimental; cómo alteran, promueven u obstaculizan ciertas dinámicas vinculares entre los cuerpos y cómo delinean, construyen, destruyen o significan a los individuos, a sus órganos y funciones, ya que la biología nunca dejará de estar y manifestarse, de hacerse presente… Imposible escapar de ella, todo lo más, podemos manipularla a través de ingeniosos y a veces arriesgados artificios, las más de las veces mediante imposiciones disciplinarias de corte ideológico o clínico, legal o político, cuando no de todo ello simultáneamente.

    En la década de los sesenta, en una obra que devino casi icónica en el campo sexológico, el etólogo Frank A. Beach y el antropólogo Clellan S. Ford nos ofrecían una brevísima definición de sexualidad que estaba más que generalizada en el pensar/sentir de la gente: aquella conducta que involucra la estimulación y la excitación de los órganos sexuales.⁴ Sin embargo, incluso en aquellos años tal concepción resultaba no sólo estrecha sino limitante, porque no es razonable pensar la sexualidad sin aquellos entramados y entrelazamientos que la hacen mucho más compleja: las células, la bioquímica y la fisiología son tan sustanciales a la sexualidad del animal humano como las expectativas sociales y las mediaciones culturales, y no menos que las experiencias y las subjetividades individuales; sin células y bioquímica, sin fisiologías no existen sexos ni comportamientos ni sociedades ni cultura, y sin todo ello, no existen humanos. Si bien nadie puede negar que los órganos sexuales, tanto internos como externos, son componentes imprescindibles para que podamos pensar y hablar de una sexualidad, también es evidente que ésta desborda lo meramente orgánico, que va más allá de lo reproductivo y, en términos del comportamiento, incluso mucho más allá de las conductas meramente sexuales: la política, la economía, la ideología e incluso las artes y las ciencias están impregnadas de sexualidad, así como la sexualidad lo está del artificio propio del fenómeno humano. No cabe restringir la sexualidad, como plantean ciertos discursos, a la finalidad reproductiva —que sin duda juega un importante papel, tanto a nivel de los grupos sociales como de la especie, incluso a nivel de algunos individuos— y tampoco resulta coherente pretender que en todo lo que hacemos, decimos o pensamos siempre subyacen intenciones, deseos, necesidades o emociones de tipo sexual, se piensen o no como expresiones inconscientes o manifestaciones reprimidas; lo sexual siempre está presente pero no es el único tema argumental en las dramaturgias y coreografías de la vida.

    SEXUALIDAD Y ATMÓSFERAS

    Limitar/centrar la noción de sexualidad a la genitalidad, confinarla a estereotipos dicotómicos y reducirla a lo gonadal y genésico supone desconocer las muchas resonancias que derivan del hecho de ser una especie sexuada; es una manera cómoda, pero lamentable, porque deja fuera gran parte de lo que el sexo implica y significa, en tanto que característica/rasgo e incluso como función biológica, y supone olvidar la importancia de la evolución en el largo recorrido desde las primeras células —que eran prácticamente sólo fisiología— hasta los cuerpos sociales —que somos un conglomerado de múltiples procesos y fenómenos—. En el caso concreto del animal humano, tal perspectiva obliga a desatender o minimizar el largo y complejo proceso de humanización, que al entrelazarse con el de hominización dio pie a la historia (no sólo como devenir temporal) y al fenómeno humano;⁵ esa historia/devenir de creaciones sociales y culturales del homínido sapiens, que derivó en la producción de por lo menos tres atmósferas comportamentales, que median, condicionan, texturizan y contextualizan todo nuestro ser y nuestro sentir/hacer como individuos, como grupos y como sociedades:

    a) Noosfera, que genera ambientes y escenarios diversos, a través de conceptos, nociones, ideas, teorías, hipótesis, categorías, creencias, costumbres, rituales y liturgias, una pluralidad de políticas e ideologías que dan cuerpo al vivir cotidiano y hacen posibles las disciplinas académicas, las corrientes de pensamiento, que a su vez hacen que nos planteemos infinidad de preguntas de investigación para darnos auténticos abanicos de respuestas. Es una atmósfera que da lugar a diferentes tradiciones culturales, porque finalmente no hay una única noosfera para toda la especie sino una meganoosfera compuesta por singulares noosferas en constante reelaboración y que, hoy por hoy, tienden a mezclarse entre sí y, muchas de ellas, a globalizarse. Toda noosfera nutre de ideas, nociones y aspiraciones a los individuos y grupos, permite posibilidades de diálogo y conversación no sólo en una dirección o sentido, porque las ideas, los conceptos y las creencias no necesariamente responden a un juicio o a una razón, sino que generan espacios ambiguos entre lo vivido y lo pensado, lo asumido y lo sentido, entre lo consentido y lo perseguido, al producir conceptos, categorías, definiciones, códigos, regulaciones, ceremonias y creencias que permiten aproximaciones y distanciamientos, que trazan perspectivas y posibilitan la comunicación/interacción y las múltiples posibilidades de comprensión e incomprensión, diversidad de acciones y emociones que promueven rivalidades y alianzas, conversaciones, diagnósticos, sentencias y poesía, incluso numerosas alegorías y metáforas. Una atmósfera que hace posible las disciplinas, las preguntas de investigación, las teorías y las propuestas, las corrientes de pensamiento, los estilos del arte, las particularidades de las escuelas filosóficas; de ahí que también la noosfera incida en y medie la generación, transformación y expresión de otras atmósferas.

    b) Psicosfera: que ambienta el entorno inmediato o mediato (el afuera: la exogenia), a través de emociones, sensaciones, sentimientos y pasiones, percepciones y sentires que definen, matizan, texturizan y modulan las interacciones entre individuos —incluyendo en el hacer académico tanto al observador como a lo observado—, y que median los intercambios entre los individuos y las cosas, entre los individuos y los grupos, que delinean y caracterizan momentos, contextualizan anímicamente los lugares, los objetos y los momentos. Una atmósfera que impregna el día a día, los víncu­los y los desencuentros, la satisfacción de necesidades y los objeti­vos de investigación, porque impregna a los objetos/sujetos mismos; atmósfera que también da pie al surgimiento de intereses y deseos, de intenciones, porque genera motivaciones y subyace tanto en los prejuicios como en los compromisos académicos, interpersonales y sociales. Atmósfera que no sólo nos envuelve, sino que nos impregna y transforma, que deviene también en fuerza metabólica al afectar nuestra fisiología, nuestro metabolismo, y que al retroactuar con y en la exogenia nos proyecta y enfrenta con el afuera, y nos posibilita ser algo, incluso más allá del organismo (del adentro: la endogenia); atmósfera que participa, a veces sutil o silenciosamente, pero en ocasiones en forma arrebatada, en la construcción de identidades, ideologías, fobias y filias compartidas o confrontadas, lo que estimula a generar nuevas nociones y, consecuentemente, revoluciona otra atmósfera inevitable y necesaria para el animal humano.

    c) Tecnosfera: la atmósfera del artificio material y a la postre también inmaterial, que modifica y ambienta tanto a la endogenia como la exogenia, vía la creación y el uso de utensilios, instrumentos y herramientas, máquinas, artefactos, etc. La atmósfera que hace posible una pluralidad de tecnologías para la exploración, el análisis y la resolución de problemas; atmósfera que incluso deviene casi fisiológica, en la medida en que sus componentes son parte de los estilos de vida y de los paisajes, de las ecologías de la acción y de los sujetos mismos. Atmósfera de instrumentos, herramientas y máquinas, implantes, prótesis y adornos que se significan como extensiones tanto de los creadores como de los usuarios. Una tecnosfera que tiende a planetizarse y a revolucionar, en una dinámica de interacciones multidireccionales, también a la noosfera y la psicosfera, sin que nunca se cierre el círculo porque, como eco, como olas en las playas, como corrientes de aire y de mar, las retroacciones se suceden y provocan. Ahora bien, como atinadamente nos recuerda Jorge Wagensberg: Un salto tecnológico [tecnosfera] requiere una evolución del lenguaje [noosfera];⁷ y podríamos agregar que también supone una revolución/tormenta emocional [psicosfera] que la mantenga activa.⁸

    Hoy por hoy, en un mundo casi globalizado, porque gran parte de él y a escala planetaria funciona casi como una unidad, que responde a tiempos establecidos —cuando no mediado por la inmediatez y la obsolescencia—, las atmósferas comportamentales promueven, generan y trastocan estilos de vida, amplían diferencias entre individuos, entre grupos y sociedades, por lo que multiplican los contrastes. De hecho, son las diversas atmósferas las que hacen claras las distancias entre los diversos grupos y el conjunto de la sociedad, entre sociedades e incluso entre generaciones en una misma sociedad o grupo. Todo ello, imposible negarlo, se proyecta y media las expresiones biológicas de los sexos y las expresiones sociales, culturales y emocionales de la sexualidad: hoy hay realidades que no existían hace cien años, como hace un siglo existían realidades insospechadas para las personas de la Ilustración, del Renacimiento, de la Edad Media, de la Edad del Bronce y del Paleolítico.

    La sexualidad del primate sapiens está siempre en expansión y, hoy por hoy, en el mundo/universo occidental, no sólo va más allá de los individuos mismos, deviene multicultural e intercultural, y se ve atrapada y con­dicionada por las dinámicas económicas transnacionales, por políticas incluso internacionales y por las miradas clínicas, también plurales. La sexualidad de cada uno de nosotros, noológica, psicológica y tecnológicamente, para bien y para mal, en el siglo xxi está interconectada con las sexualidades de los otros y, sin dejar de ser expresiones únicas e irrepetibles, son modeladas y se encuentran en permanente comunicación y reelaboración, así como son vigiladas, y no únicamente por quienes nos rodean, sino por un universo de personas increíblemente amplio, vía Facebook y Twitter —producto y materia de las tres atmósferas comportamentales—. Las atmósferas no sólo ambientan el entorno, también a los individuos y a los grupos-sociedad-especie, median, matizan y texturizan la interacción entre las personas, entre éstas y las cosas, entre los individuos/grupos y los acontecimientos, así como la interacción con los azares y con otras muchas formas de vida. Hoy por hoy, casi todo el mundo es parte del entorno de cada uno de nosotros, todos somos vecinos de todos, con diferentes miradas y emociones.

    Con la planetización de sapiens y la globalización de las políticas

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