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Nuevas aristas en el estudio de la paternidad.: Ausencia, presencia y salud paternas en diferentes grupos de varones
Nuevas aristas en el estudio de la paternidad.: Ausencia, presencia y salud paternas en diferentes grupos de varones
Nuevas aristas en el estudio de la paternidad.: Ausencia, presencia y salud paternas en diferentes grupos de varones
Libro electrónico637 páginas46 horas

Nuevas aristas en el estudio de la paternidad.: Ausencia, presencia y salud paternas en diferentes grupos de varones

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El presente libro invita a reflexionar sobre algunas aristas de la paternidad que la intersectan y de las que poco se habla, que quizá se encuentran en el límite o al margen del orden social de género, pero que permiten una mirada integral sobre la misma. Para esta reflexión, se convocó a autores de diferentes disciplinas, quienes se han propuesto
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 feb 2021
ISBN9786075642284
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    Nuevas aristas en el estudio de la paternidad. - Juan Guillermo Figueroa

    Primera edición impresa, abril de 2020

    Primera edición electrónica, diciembre 2020

    D.R. © El Colegio de México, A. C.

    Carretera Picacho Ajusco, núm. 20

    Ampliación Fuentes del Pedregal

    Alcaldía Tlalpan

    14110, Ciudad de México, México

    www.colmex.mx

    ISBN impreso: 978-607-564-178-2

    ISBN electrónico: 978-607-564-228-4

    Conversión gestionada por:

    Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2020.

    +52 (55) 52 54 38 52

    contacto@ink-it.ink

    www.ink-it.ink

    Índice

    Introducción

    Juan Guillermo Figueroa Perea

    Alejandra Salguero y Adriana Ramírez

    I. Entre la presencia y ausencia paternas

    1. Un acercamiento al carácter relacional

    de la presencia y ausencia paterna

    María Alejandra Salguero Velázquez

    II. Padres migrantes

    2. Paternidad transfronteriza: la experiencia

    de los trabajadores guatemaltecos en Chiapas

    Jéssica N. Nájera Aguirre

    3. La paternidad transnacional en el contexto

    de retorno de varones con experiencia de migración

    Ericka Ivonne Cervantes Pacheco

    4. Resignificar la paternidad: afectividad,

    pérdidas y malestares en padres separados

    de sus hijos después de la deportación

    Eduardo Torre Cantalapiedra y

    Maritza Rodríguez Gutiérrez

    III. Padres solteros, separados, divorciados y abandonados

    5. El ejercicio de la paternidad en hombres que poseen

    o no la custodia de sus hijos. Un estudio comparativo

    en la Ciudad de México y Querétaro

    Margarita Estrada Iguíniz y Paulina Mena Méndez

    6. Experiencias de monoparentalidad masculina:

    más allá de los estereotipos sobre ser padre soltero

    Anni Marcela Garzón Segura

    7. La paternidad como relación

    negociada después de una separación

    Emilia Perujo

    IV. Padres de diferentes generaciones

    8. Los abuelos: experiencias y perspectivas de la paternidad

    Laura Evelia Torres Velázquez

    9. Papás urbanos en el parto en casa:

    una comparación de experiencias entre padres

    de más de 80 y menos de 40 años

    Georgina Sánchez Ramírez y Juan Carlos Velasco Santos

    10. El ejercicio de la paternidad en tres generaciones

    de varones: abuelos-padres-nietos de México y Colombia

    Angélica Rodríguez Abad y Luz Marina Ibarra Uribe

    V. Padres en la experiencia de parto

    11. Participación de hombres

    de la Ciudad de México en torno al parto

    José Salvador Sapién López y Diana Isela Córdoba Basulto

    12. Paternidades en espacios no hospitalarios.

    Experiencias sobre la presencia paterna

    en el parto de sus parejas en Tepoztlán, Morelos

    Karina Xóchitl Atayde Manríquez y

    Angélica Rodríguez Abad

    13. En busca de un marco legal sobre la paternidad

    en Brasil: siete décadas de preguntas y desafíos

    Ricardo Castro, Jorge Lyra, Benedito Medrado,

    Mariana Azevedo, Patricia Caetano, Marcelly Alpiano,

    Laís Barros y Rodrigo Lira

    VI. Paternidad y el proceso de salud y enfermedad

    14. Salud, enfermedad y muerte de los progenitores

    desde el lente de algunos profesionales de la salud

    Yeimi Alejandra Colín Paz

    Introducción

    Juan Guillermo Figueroa Perea*

    Alejandra Salguero**

    Adriana Ramírez***

    Contexto del libro: apuntes iniciales

    Parece arriesgado aludir a nuevas aristas para abordar el estudio de una práctica ancestral de las relaciones humanas como la paternidad. No obstante, los reacomodos en las formas de convivencia, así como las transformaciones en el ejercicio de los derechos de los sujetos que interactúan en los espacios familiares, invitan a reflexionar, por ejemplo, si las categorías con las que interpretamos estos procesos bastan para dar cuenta de las relaciones que se generan a partir de la progenitura. A ello se añade las reflexiones que buscan alimentar acciones sociales con el propósito de democratizar los intercambios familiares y a la par proponer acciones de política pública que faciliten el desarrollo integral de los miembros de una familia, sea que convivan de manera cotidiana o que lo hagan en diferentes momentos. En este proyecto seleccionamos algunas aristas de la paternidad menos abordadas en la literatura sociodemográfica e incluso de otras disciplinas. Nuestra inquietud es aportar elementos para construir lecturas más integrales de la paternidad.

    Nos interesa hablar de los padres que viven la experiencia de convivencia y acompañamiento a sus hijos sin la convivencia cotidiana con la persona coautora de éstos, explorar las estrategias que siguen para asegurar dicha convivencia, en especial cuando los apoyos institucionales y las redes sociales tienden a privilegiar a la madre como el sujeto de atención, dada la asignación cultural que se ha hecho de las mujeres como cuidadoras.

    Nos resulta obligatorio explorar qué significa la ausencia paterna, ya que muchas interpretaciones que conocemos especulan sobre las razones de ello, sin confrontarlo necesariamente con la versión de quienes están ausentes, identificando, en ocasiones, que se está presente aun en la ausencia.

    Nos resulta relevante observar la experiencia de los hombres migrantes, ya que la distancia con sus hijos llega a ser interpretada de múltiples formas, fluctuando entre el abandono, la ausencia y la paternidad a distancia, pero con significados heterogéneos entre progenitores, hijos y coautores de éstos, además de narrativas ambivalentes sobre las experiencias paternas no vividas, pero muchas veces enunciadas y reconocidas a posteriori.

    Nos importa estudiar la experiencia de varones que tienen hijos que a su vez son padres, con el fin de reflexionar sobre su experiencia como abuelos y explorar procesos de resignificación de la paternidad, a partir de que sus propios hijos son progenitores y sus experiencias pueden constituir un diálogo con su experiencia como hijos, cuestionando, matizando y potencialmente construyendo nuevas modalidades de prácticas paternas.

    Nos atrae la posibilidad de monitorear qué viven los varones ante la presencia o ausencia del parto de sus hijos, en especial cuando hay países donde se restringe su acceso a ese acontecimiento, mientras que en otros es una práctica obligada en el proceso de resignificar a los varones como sujetos que se reproducen y, además, con la lectura que sugiere que la presencia permite establecer vínculos emocionales relevantes entre progenitores e hijos. Esto repercute en intercambios más cercanos e, incluso, reduce la probabilidad del abandono y la violencia.

    De manera paralela, nos parece importante explorar las condiciones de salud que se pueden asociar a la experiencia de la paternidad en términos positivos y negativos, ya que se ha generado conocimiento sobre la salud y mortalidad maternas, enfocado de manera especial en el embarazo y el parto; sin embargo, se ha investigado poco sobre cómo viven los sujetos masculinos sus experiencias paternas al imaginarlas desde un paradigma de salud como búsqueda de equilibrio y bienestar fisiológico, emocional y social en sus experiencias reproductivas.

    Con estos referentes, convocamos a varios colegas con el fin de organizar resultados de sus investigaciones y generar diálogos reflexivos a partir de éstas. Este volumen da cuenta de dichos procesos de intercambio con progenitores del sexo masculino, destacando elementos de índole metodológica al generar información, pero también alertando sobre elementos epistemológicos y lingüísticos que se asumen al construir los temas de investigación. Esto trae asociado un conjunto de supuestos culturales y disciplinarios sobre la forma de visibilizar los espacios reproductivos, con algunas especializaciones de género detrás de dichos supuestos. Vale la pena reflexionar al respecto.

    Nos referimos a la feminización de los espacios reproductivos, en parte derivado de la experiencia fisiológica del embarazo en los cuerpos de las mujeres, pero también (y asociado a lo anterior) de la asignación cultural del cuidado de los hijos a dicha población. Esto ha generado que múltiples expresiones alusivas a la gestación se refieran a las mujeres como si ellas se reprodujeran de manera aislada. La expresión de dar vida se usa para referirse a la madre, así como el hecho de tener hijos se nombra y se investiga como parte de la vida reproductiva de las mujeres. El proceso fisiológico del embarazo se atribuye a la mujer a partir de que inicia la experiencia de dicho proceso, pero esto no nombra una experiencia del coautor de dicho proceso, a diferencia de lo que resultaría, por ejemplo, si se describiera una persona que está viviendo un embarazo como proceso social, además de fisiológico.

    A lo anterior se añade el uso coloquial de la palabra paternidad como sinónimo de poder unilateral (porque soy tu padre) y como parte de una jerarquía en intercambios que van más allá de las relaciones de parentesco. Múltiples estudios docu­mentan lo que es descrito como ausencia paterna, incorporando al sujeto que nunca le dio seguimiento a un embarazo del que es coautor, quien se desentendió de un hijo o hija después de que éste nació, o bien, en alguna etapa de su vida. No obstante, también se usa para dar cuenta de quien está ausente por algunas temporadas debido a la modalidad de sus estrategias laborales, quizá en carácter de migrante o por trabajos temporales lejos de su domicilio habitual, o incluso porque pasa muchas horas del día fuera de casa, con diferentes actividades ligadas a su trabajo. Es decir, engloba a quien lo hace porque está buscando cumplir con procesos de proveeduría económica para su familia, hasta quien se desentiende de dicho núcleo, pero sigue habitando en el mismo espacio. Por lo anterior, resulta relevante problematizar los tipos de ausencia e, incluso, si semánticamente se sostiene dicha categoría en algunas situaciones, cuando se usa para demandar y descalificar a un sujeto al contrastarlo, en muchos casos, con la figura materna.

    En este momento es relevante incorporar a la reflexión las discusiones sobre el trabajo doméstico no remunerado y lo que se argumenta sobre el extradoméstico, el cual explícitamente se asume como la búsqueda de la remuneración económica necesaria para obtener los insumos que posibilitan la sobrevivencia de un grupo doméstico. Suele afirmarse que lo doméstico es rutinario, repetitivo y no reconocido, incluso por no visibilizarse, pero cabe recordar que muchas personas le reconocen un valor a la madre (sin querer generalizar que es la única persona que realiza labores domésticas) por estar siempre presente en lo cotidiano, lo cual, de alguna forma, atribuye una forma de reconocimiento simbólico. No se pretende igualar lo económico con lo simbólico, pero sí considerarlo para problematizar la noción de ausencia de la persona que realiza labores de proveeduría económica, razón por la cual pasa menos tiempo en los espacios domésticos. Es factible que las labores que realiza también se naturalicen y que no necesariamente se vean desde una lógica de elementos de convivencia que incluso se pierde dicha persona, junto con las pérdidas y no retribuciones simbólicas por no poder hacerlo, a pesar de que quisiera o le interesara.

    Otra experiencia a considerar es el proceso de gestación de una persona, en tanto que el embarazo ocurre en el cuerpo de la mujer, ella es quien experimenta de manera directa las sensaciones físicas asociadas al desarrollo de un nuevo proceso vital, algo que el sujeto masculino sólo podría hacer de manera indirecta y temporal, a partir de interactuar con el cuerpo de la mujer. A ello se añade que la atención al proceso del embarazo difícilmente considera al padre en sus particularidades; además, en muchos contextos, tampoco se le permite acceder al entorno institucionalizado del parto, al margen de que con ello disminuye la posibilidad de establecer vínculos con su hijo o hija, los cuales después de algún tiempo del nacimiento, se tratan de alimentar y construir dichos vínculos, a pesar de las especializaciones de género incorporadas por diferentes personas.

    Otra dimensión analítica y política a ser considerada como antecedente de este libro es la forma en que se han puesto en práctica acciones dentro del paradigma de las categorías de salud reproductiva y de derechos reproductivos, la primera más cercana a intervenciones de instituciones gubernamentales y la segunda desde espacios feministas de reivindicación de la autodeterminación reproductiva. En ambos casos, emerge de manera directa la interpretación feminizada de los espacios reproductivos, ya que se proponen acciones para que el binomio madre e hijo no se exponga a riesgos que pongan en peligro su vida o bien que deterioren su salud, mientras que en el segundo caso se trata de asegurar que las mujeres accedan a los recursos para decidir sobre sus trayectorias reproductivas, para lo cual se alude a servicios de salud, métodos anticonceptivos y a la toma de decisiones de acuerdo con sus preferencias. Ello también se asocia a que se les sigue sobrerresponsabilizando del cuidado de los hijos y que, en casos de separación conyugal, se les privilegie para quedarse con su custodia, en buena medida porque se asume que cuentan con una experiencia acumulada para cuidar de ellos, al margen de que muchas veces dicha capacidad de cuidadoras se deriva de una imposición cultural, no necesariamente negociada.

    Contenido del libro por secciones y textos

    Este volumen está organizado en seis secciones, la primera y la última incluyen un capítulo en el que se explora y reflexiona, respectivamente, sobre dos binomios centrales en este libro: las categorías de ausencia y presencia paterna, y la salud y enfermedad en la experiencia de la paternidad. Entre la segunda y la quinta sección se incorporan tres capítulos en cada una de éstas que abordan los temas de padres migrantes, padres sin pareja conviviente, padres de varias generaciones y padres en la experiencia del parto. Aquí presentamos una síntesis de los contenidos de los catorce capítulos y, a continuación, un esbozo de algunas propuestas de investigación y diálogo, paralelas a algunas reflexiones desde la ética y la política sobre el uso del conocimiento generado.

    I. Entre la presencia y ausencia paternas

    El trabajo de María Alejandra Salguero Velázquez, Un acercamiento al carácter relacional de la presencia y ausencia paterna, nos invita a reflexionar sobre la ausencia, no como un problema psicopatológico o de hombres irresponsables que nunca están con sus hijos, porque les es más fácil ausentarse y abandonar, sino como un proceso sociocultural que se construye en el entramado relacional y donde resulta un planteamiento y una valoración potencialmente injusta, al no considerar los posibles factores que han llevado a construir dicha ausencia, entre los que puede estar el trabajo; dado que el estereotipo y requerimiento potencialmente valorado es la proveeduría. Se ausentan porque no están físicamente presentes dada la necesidad del ingreso económico derivado de su trabajo, lo cual para muchos ha sido la forma en que han aprendido a ser hombres y padres. Pueden estar físicamente ausentes, pero siempre están ahí, trabajando, dando, proveyendo.

    Es necesario acercarnos a la complejidad y diversidad de formas de ser y actuar de los hombres en su papel de padres como sujetos de género masculino. Si bien se nombra la presencia o ausencia de los hombres en la paternidad, poco se ha reflexionado y documentado críticamente sobre sus múltiples significados. Desde la perspectiva de género, es necesario incorporar el carácter relacional para conceptualizar a los varones como actores sociales situados en un mundo estructurado con base en los géneros, donde en muchas ocasiones están presentes en sus hogares, pero ausentes en las interacciones con los integrantes de la familia, pareja, hijos e hijas. Por el contrario, en situaciones de divorcio o separación, físicamente ausentes en el hogar, pero presentes en el imaginario de los hijos.

    En ese sentido, la presencia o ausencia paterna deja de ser un problema estrictamente individual para convertirse en un proceso de construcción sociocultural. Acercarnos a su estudio y comprensión requiere de un abordaje no en términos dicotómicos de presencia-ausencia, sino de categorías relacionales, que cuestionen la esencialización y naturalización que se ha hecho de los hombres, que por ser hombres se van y abandonan a los hijos y las familias. En términos socioculturales implica situarlos relacionalmente con la pareja, los hijos, las familias de origen, los ámbitos y condiciones laborales, entre otros factores que tendrán influencia en la presencia o ausencia.

    Conceptualmente se recurre al planteamiento de Martin Heidegger sobre el ser y el tiempo para dar cuenta de la presencia, del tiempo y de la ausencia. Incorporar la dialéctica para abordar la ausencia en tanto presencia del hacer, de lo que la persona hace o ha realizado, pues no sólo la presencia física se puede concebir como presencia, sino las acciones, las formas de relación, el afecto y los significados construidos con ese otro(s) es lo que estará presente aun en la ausencia física.

    Se pueden identificar diversas formas de relación entre la presencia y ausencia de un padre con sus hijos, desde las más placenteras y disfrutables hasta las que han generado preocupación, incertidumbre, conflicto, tristeza, desesperación, ansiedad y depresión. No obstante, sigue habiendo muchas aristas poco documentadas sobre las diversas formas de implicación de los hombres en su ejercicio como padres, donde el impacto de la ausencia genera vacíos, inconsistencias, pérdidas y desequilibrios emocionales, esto por las formas de relación construidas a partir del hacer en la interacción social entre el padre y sus hijos. En situaciones donde la ausencia se hace presente, se puede construir presencia en la ausencia mediante la representación simbólica de ese otro que no está físicamente. Por ende, hablar de la afectación de la ausencia que pueda tener para quienes la viven, sufren o padecen es un compromiso social.

    Se presenta el relato compartido por un joven ante la ausencia de su padre, y a su vez, la implicación del padre ante la ausencia, generando un enorme dolor, difícil de superar y que requiere un largo proceso de reelaboración. Se integra a su vez un caso que ha convocado a la reflexión y acción social: el de los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, cuyos padres, madres y sociedad civil piden justicia. Recuperar la voz de los padres ha sido difícil pues ante su ausencia, el dolor está presente y sigue pendiente que se haga justicia por su desaparición. Más que como activistas políticos, los padres viven la tristeza y el dolor, sin saber cómo sobrellevar el duelo ante la ausencia de sus hijos, donde el recuerdo está más vivo que nunca. Desde la voz de un padre …es como morir uno, lo único que queda es vivir en la reconstrucción de su memoria.

    En la relación construida entre un padre y su hijo se crean expectativas y se construyen vínculos emocionales a partir del acompañamiento, y a partir de otros se generan ausencias que gritan su presencia. Desde la voz de algunos padres, se hace explícita una sensación de dolor, pérdida y extrañamiento, conjugándose el recuerdo y la memoria de lo que vivieron, soñaron y construyeron hasta llegar a la ausencia.

    II. Padres migrantes

    El trabajo de Jéssica N. Nájera Aguirre, Paternidad transfronteriza: la experiencia de los trabajadores guatemaltecos en Chiapas, abre la posibilidad de pensar a los padres como sujetos sociales y no como individuos aislados, lo cual permite comprender las acciones, responsabilidades y sentires de mujeres y hombres en los ámbitos de la familia, el trabajo y los grupos sociales a los que pertenecen; los arreglos y las negociaciones para poder dar continuidad a la vida, la familia, así como lo que significa ser hombre y ser padre. El propósito de su investigación es conocer la experiencia de paternidad de varones guatemaltecos, que de manera cotidiana y fronteriza se trasladan a trabajar a México como un recurso para cumplir el papel de la proveeduría y, así, el de ser padre en la dinámica familiar.

    La autora incorpora la perspectiva relacional de género, en la que no sólo son relevantes las acciones y sentires de los varones-padres, sino también las de sus hijos y cónyuge, actores que en su conjunto conforman el ámbito familiar. En ese sentido, la experiencia de paternidad comprende el nexo relacional entre padre e hijo(s), y la relación con la cónyuge, refiriéndose a una paternidad enmarcada en el ámbito familiar.

    La región fronteriza en la que transitan los padres entrevistados está enmarcada por la región chiapaneca del Soconusco en México y la región del suroccidente de Guatemala, la cual históricamente ha dado cuenta del flujo de trabajadores agrícolas, de la construcción o vendedores ambulantes hacia México, manteniendo su lugar de residencia en Guatemala. Por ello, Nájera Aguirre busca identificar las prácticas y estrategias que emplean estos trabajadores para mantener el vínculo familiar y seguir siendo padres.

    Con base en una metodología cualitativa, la autora entrevistó a trabajadores guatemaltecos que laboran de manera cotidiana en la región del Soconusco, Chiapas, para construir los relatos de paternidad en voz de los propios padres. Nájera Aguirre integra cuatro dimensiones de paternidad: la proveeduría, el cuidado y la crianza de los hijos, la autoridad y el ser educador, y la afectividad y los encuentros lúdicos (que incluyen la compañía, los juegos y las relaciones amorosas con los hijos).

    La autora encuentra que, para estos hombres, el objetivo principal es mantener económicamente a su familia, pero también sostener una vida familiar cercana. En su constante movilidad fronteriza, las experiencias de paternidad transfronteriza se modelan por el tiempo y espacio en que ocurren dichas experiencias, es decir, por la presencia intermitente entre los espacios de residencia (Guatemala), de cruce fronterizo (Guatemala-México) y de trabajo (México), en movilidades diarias o de commuting, en las que cruzan por la mañana y regresan por la noche, o temporales, por semana, quincena y casi permanentes. El regreso a casa es motivado por visitar a la familia, llevar dinero o simplemente por el deseo de mantener la casa, la familia y el lugar de residencia habitual en el país de origen, de manera que el papel de padre y madre se lleva a donde se vaya.

    Los tres relatos muestran la relevancia de pensar la interrelación de las cuatro dimensiones de paternidad: la proveeduría con la autoridad, y la participación doméstica y de cuidados con lo afectivo. Los relatos permiten reconocer una vida familiar con una relación de pareja tradicional en la que la división sexual del trabajo intrafamiliar integra a la cónyuge como responsable del trabajo doméstico y cuidado de los hijos, mientras que los padres varones reconocen como su principal responsabilidad la proveeduría del hogar y, por lo tanto, la búsqueda de un trabajo remunerado para solventar las necesidades económicas.

    Para los padres, ser el único proveedor vuelve más pesada la responsabilidad familiar, y ésta es más intensa cuando los hijos son pequeños o la proveeduría se extiende a otros familiares cercanos como padres o suegros. Contribuir a la manutención de familiares significa no sólo apoyar a los progenitores de los padres, sino acceder y asegurar un apoyo económico, afectivo y para la resolución de problemas cotidianos durante la ausencia del padre.

    En los relatos, el trabajo es una actividad de gran importancia; los padres trabajan lo más que pueden cuando lo tienen, porque no hay certeza de trabajos permanentes y jubilaciones que aseguren la manutención de las familias. Esto significa tomar acciones importantes como ampliar el horario de trabajo o tener más de uno y trabajar en las vacaciones de su empleo formal, lo cual significa descansar y cuidarse poco a lo largo de la vida. Ahorrar lo más posible, lo que significa comer poco o incluso aguantar el hambre hasta llegar en la noche a Guatemala; no hacer gastos extras o disminuirlos lo más posible compartiendo la renta de un cuarto entre varios trabajadores, o buscar trabajo en lugares en los que puedan recibir alimentación y hospedaje gratis, como en los trabajos de construcción o en una finca de café, donde, desde la perspectiva de ellos, todo es gratis. Si bien dichos esfuerzos impactan a los padres durante su estancia en México, hay otros esfuerzos como disminuir los viajes cotidianos a Guatemala o restringir las llamadas telefónicas a casa sólo en caso de emergencias, lo cual influye en la forma de relación paterno-filial y conyugal.

    Para los padres, la oportunidad de encontrar un trabajo del otro lado de la frontera y dar cuenta de su responsabilidad por proveer se vive como una posibilidad de mantenerse cerca de los hijos y la familia, la casa y el país de pertenencia. No incrementar el tiempo de ausencia en la familia permite mantener cierta normalidad en el hogar, en tanto que los hijos y la cónyuge están acostumbrados, por ver normal, natural o esperado que el padre esté ausente por razones de trabajo al ser el proveedor del hogar, incluso a pesar de que dicha ausencia se viva con tristeza, distancia o extrañamiento, especialmente cuando se ausentan semanas o meses.

    La vivencia del vínculo entre trabajo y familia en esta investigación expone claramente que los padres deben agregar al tiempo de ausencia familiar por jornada de trabajo, el tiempo que les toma desplazarse o permanecer en el país vecino. A pesar del soporte económico, la compañía, los juegos y el tiempo dedicado a los hijos, es una dimensión que se ve afectada en el contexto de estos padres. En cuanto a la relación conyugal, el matrimonio se vive como un compromiso y responsabilidad familiar.

    Como se verá en los tres relatos, para los padres decidir llegar todos los días a casa, visitar a la familia el fin de semana o al final del periodo de cosecha, en la mayoría de los casos es motivo de alegría y un momento de encuentro familiar privilegiado entre las restringidas posibilidades de vida fronteriza. Volver a casa en cualquier momento que se necesite para llevar dinero, ver a los hijos y a la cónyuge, a la tierra sembrada o a los amigos forma parte del entorno que moldea las experiencias de la paternidad, particularmente cuando su situación de estar en permanente movilidad los ubica como padres ausentes/presentes de manera constante.

    Estos padres muestran las experiencias de paternidad en interacción distante, debido al alejamiento cotidiano, emocional y de cuidados, pero cercano en la proveeduría y figura de autoridad; en estas experiencias la paternidad puede vivirse incluso con nostalgia y soledad. Para las familias de referencia en este trabajo tiene mayor peso la categoría de ser padre que la de ser migrante o trabajador fronterizo, aunque esta última defina las prácticas y el significado de la paternidad en términos de una interacción cercana, intermedia o lejana con los hijos, en la que la relación conyugal se presenta como variable intermedia de la relación paternofilial.

    Surgen nuevos cuestionamientos e intereses temáticos para futuras investigaciones, como el enorme valor y significado de la proveeduría, que históricamente se considera un referente de la paternidad, de los padres buenos y responsables. Sin embargo, con las dificultades que representa el ámbito laboral, resulta cada vez más complicado para muchos padres ser el único proveedor, lo cual significa que la responsabilidad familiar es algo muy pesado, y más cuando se extiende a otros familiares cercanos. Se sugiere investigar sobre el trabajo en el imaginario social e individual de los varones como una actividad de gran importancia, pero aún más cuando son padres, trabajando lo más que pueden cuando lo tienen porque no hay certeza de trabajos permanentes y jubilaciones que aseguren la manutención de las familias.

    Es recomendable monitorear los costos que esto representa al ampliar el horario de trabajo, tener más de un empleo o incluso trabajar en vacaciones sin descansar. Esto podría significar una desigualdad de género, pues afecta la salud física, mental y emocional de los hombres que son padres preocupados por proveer económicamente. A su vez, la autora propone investigar los efectos del alcoholismo y la religión en el ejercicio de la paternidad; las semejanzas y diferencias entre experiencias de paternidad transfronteriza de aquellas paternidades transnacionales, y la importancia de eventos que marcan la vida familiar como enfermedades, muertes u otros en las formas de paternidad particulares.

    El capítulo de Ericka Ivonne Cervantes Pacheco La paternidad transnacional en el contexto de retorno de varones con experiencia de migración, presenta los resultados de una investigación cualitativa cuyo objetivo es conocer la manera en que se constituyen en sujetos de género los hombres michoacanos por medio de su experiencia migratoria. Cervantes Pacheco identifica que el trabajo, la proveeduría económica, la conformación de la pareja y la paternidad son elementos que forman parte de la representación de la masculinidad y que se suscriben a través de la experiencia migratoria, práctica reconocida como propia de los hombres. La pregunta sobre cómo se constituyen los varones en sujetos de género no es obvia; invita a la reflexión, ya que la normatividad de género impone límites y vigila la actuación de los individuos. En Michoacán, los varones que participaron en la investigación incorporan los mandatos de masculinidad por medio de la experiencia migratoria sin demasiados cuestionamientos, sobre todo sin hacer conscientes los costos emocionales que implica para todas y todos los involucrados. Ser un hombre trabajador, proveedor económico principal y conformar relaciones de pareja y paternidad por medio de la experiencia migratoria son prácticas que les han permitido tener un sentido de pertenencia, una legitimidad e identidad masculina; no involucrarse pondría en tela de juicio su masculinidad. Así, la migración de estos varones michoacanos es en sí misma una práctica reiterativa y ritualizada que se perpetúa por medio del tiempo, de generación en generación, a modo de una tecnología de género para producir sujetos masculinos. Para el caso de las mujeres su responsabilidad se circunscribe a la crianza y el cuidado de los hijos e hijas, por ello es más factible que se queden en la comunidad a esperar a sus esposos, sus padres o sus propios hijos.

    La paternidad como construcción cultural responde al contexto histórico y social, por lo que se ve influenciada por procesos como la migración. Si bien la relación entre el padre, la pareja y los hijos es dinámica —mediante las interacciones afectivas, de cuidado y el soporte material a lo largo de la vida—, en el caso de la experiencia migratoria, cada hombre-padre pondrá a prueba el vínculo paternofilial por medio de las constantes separaciones y reunificaciones con su descendencia.

    La autora sitúa la paternidad en el contexto de retorno mediante la revisión retrospectiva realizada por cada participante e identifica el dolor emocional que los padres y sus hijos vivieron en las constantes separaciones y reunificaciones durante toda su experiencia migratoria. Para reflexionar sobre las diversas expresiones de la paternidad en el contexto transnacional México-Estados Unidos, Cervantes Pacheco presenta las trayectorias de vida de tres varones michoacanos.

    Uno de sus participantes comenta que su segunda salida fue motivada por un proyecto económico familiar de mejoría y construcción de una casa para él y su familia. No obstante, en el norte, se sentía solo y extrañaba a su esposa e hijo, a quienes les hablaba por teléfono frecuentemente y enviaba dinero. Después de cumplir con sus metas materiales, decidió regresar con su familia, lo conflictuó mucho que su hijo no lo reconociera a su regreso, por lo cual decidió establecer una relación cotidiana y de confianza para recuperar el tiempo durante su ausencia.

    Comprender que la ausencia es por necesidad, porque allá hay más posibilidades de crecimiento económico, lo cual les permite cumplir con la representación de la masculinidad, los enfrenta a una disyuntiva compleja: quedarse en su comunidad, ganar menos dinero y buscar incluso dos empleos los coloca en un nivel menor como proveedores, pero a cambio les ­permite cumplir no sólo con otros mandatos de dicha masculinidad, como ser padre y esposo, sino disfrutar la presencia con los hijos.

    Otro de sus entrevistados lamentó su ausencia física y distancia emocional con sus hijos. A su retorno no tenía pareja, ni trabajo, no estaba ganando dinero, no tenía ahorros, casa ni contacto con sus hijos ya que estaban con su madre en Estados Unidos, y aunque estaba viviendo con sus padres se sentía mal, deprimido, con insomnio, estresado, con mucho enojo, sin saber lo que iba a pasar con él. A pesar de experimentar malestar, incluso depresión, no buscó ayuda para salir de la situación.

    Su tercer entrevistado representa a quienes se sienten satisfechos y afortunados con su experiencia de migración, porque cuentan con el apoyo familiar para cumplir con su objetivo de enviar dinero, terminar de construir su casa y proporcionar estudios a sus hijos; aunque la migración significa un sacrificio porque implica estar lejos de la familia y perderse del contacto con sus hijos, una vez concluidas sus metas inician el retorno voluntariamente porque su familia es lo más importante.

    La migración es un suceso estresante que pone a prueba las capacidades de la familia para responder a los retos y cambios que trae consigo. Las separaciones y reunificaciones son las situaciones que mayor confusión y ambigüedad producen en sus integrantes. En el contexto de retorno, los hombres presentaron mayores dificultades para alcanzar un bienestar subjetivo por los procesos de readaptación; ellos reflexionan sobre los beneficios materiales y los costos emocionales de la migración. Los recursos materiales y económicos en muchos casos son efímeros y temporales, su regreso implica la evaluación sobre lo que han perdido e, invariablemente, aparece en desventaja la relación afectiva con sus hijos más que la relación de pareja.

    En tanto el ejercicio de la paternidad esté confinado y justificado exclusivamente en el trabajo y la proveeduría económica, que en estos casos se gana en la distancia física, se verá disminuido el bienestar subjetivo de los hombres, las mujeres y los niños involucrados en el proceso migratorio. Los casos aquí expuestos resaltan sentimientos de culpa, abandono, añoranza, soledad y desesperanza cuando la paternidad es distante o físicamente ausente a causa de la migración, lo cual ha significado un sacrificio por la lejanía física con sus hijos.

    A manera de propuesta para futuras investigaciones, sería necesario retomar metodológicamente las trayectorias de vida de los hombres en su papel de padres, ya que permiten visibilizar la subjetividad a partir de las representaciones y los estereotipos de masculinidad, paternidad, conformación de pareja, el trabajo y la proveeduría económica. Sería relevante indagar sobre los malestares subjetivos que presentan los varones respecto a la paternidad y la manera como se expresa en el vínculo paternofilial; cuestionar los supuestos de que los hombres no experimentan sentimientos de culpa, abandono, tristeza y añoranza hacia sus hijos e hijas en los procesos migratorios, pues las realidades expuestas en el capítulo de Cervantes Pacheco dan cuenta de un profundo dolor, añoranza, tristeza e impotencia ante la imposibilidad de ver y estar cerca de su familia e hijos.

    Asimismo, se recomienda construir líneas de investigación para generar estrategias de promoción del bienestar subjetivo de hombres migrantes en la ausencia por la distancia física. En el contexto de retorno podrían constituirse metas para una futura investigación-acción de corte cualitativo, donde se resignifiquen los aprendizajes de género masculinos, se reconozcan las propias emociones, se coadyuve a la escucha activa y empática de los hijos con padres migrantes y, en general, se atienda la salud emocional de los varones. Al continuar en estas líneas de investigación y tomar acciones encaminadas a fortalecer subjetivamente al varón con experiencia de migración, se propiciaría la influencia de académicos y académicas en el desarrollo de políticas públicas y de modelos de atención para los migrantes retornados —voluntariamente o no— a México, sobre todo bajo las políticas antiinmigrantes cada vez más restrictivas y dañinas que se están produciendo.

    El capítulo de Eduardo Torre Cantalapiedra y Maritza Rodríguez Gutiérrez, Resignificar la paternidad: afectividad, pérdidas y malestares en padres separados de sus hijos después de la deportación, tiene como objetivo analizar la experiencia afectiva y de comunicación de los padres con sus hijos al quedar separados tras la deportación. Los autores consideran que, desde mediados de la década de 1990, el incremento de deportaciones formales llevadas a cabo por autoridades estadounidenses ha provocado un aumento en las separaciones de familias latinoamericanas. En este sentido, el contexto actual de la migración hacia Estados Unidos podría calificarse como la era de las deportaciones y de la separación familiar, ya que las relaciones entre padres e hijos se ven afectadas por la fragmentación de las familias. De esta manera, la paternidad se ve trastocada cuando el distanciamiento físico se produce por una deportación, lo cual resignifica la paternidad y sus prácticas.

    El capítulo integra cuatro secciones: primero, la contex­tualización y el análisis del establecimiento del vínculo afectivo- emocional entre padres e hijos como un valor y referente de la paternidad en tanto práctica social, incluyendo, a su vez, una revisión de la literatura sobre paternidad a distancia posterior a una migración voluntaria; segundo, las pérdidas y malestares en los procesos de separación familiar por deportación y las paternidades a distancia; tercero, el abordaje metodológico desde la aproximación cualitativa mediante entrevistas a profundidad con varones mexicanos deportados de Estados Unidos a la ciudad de Tijuana, y, cuarto, el análisis sobre el mantenimiento del vínculo afectivo-emocional y la comunicación entre padres e hijos, las pérdidas y malestares por separación en relación con el vínculo afectivo-emocional.

    Los autores consideran que si bien la literatura en Latinoamérica sobre los procesos y las prácticas de paternidad muestran algunos cambios y continuidades, esto no impide que los padres, dada su capacidad de agencia, hayan elaborado diversas maneras de entender y vivir su paternidad en las que incorporan algunos valores tradicionales y modernos (o una mezcla de ambos) en prácticas de cuidado, afecto y cercanía a los hijos. Para algunos autores, estos cambios están entrelazados con las transformaciones en las identidades masculinas y los papeles asignados a hombres y mujeres. De manera que en la actualidad la parte emocional, históricamente confinada a las mujeres y silenciada en los varones, en algunos casos está presente en ambos. Un caso que se muestra en ese capítulo, a pesar de la distancia física, es la continuidad a los vínculos paternofiliales después del proceso migratorio en la proveeduría, mediante las remesas económicas, o de la presencia en el ejercicio de la autoridad y guía a través de las tecnologías de la información como es el internet, las videollamadas y el celular.

    Ante la idea estereotipada de que la distancia física conduce al distanciamiento emocional, la literatura y los datos de la investigación muestran que se pueden producir tanto acercamientos como distanciamientos afectivos en los procesos relacionales. En muchas ocasiones, aun cuando la migración supone una pérdida, quienes asumen el cuidado se encargan de hacer presente al migrante y de conservar su imagen como progenitor o progenitora, recordando los motivos de la migración y protegiendo la confianza que hijos e hijas, padres y madres construyen. La presencia o la ausencia son conceptos relativos, pues son las familias quienes hacen presente incluso al ausente por medio del recuerdo, las llamadas, los contactos, la comunicación en la distancia; de tal manera, el padre se encuentra ausente físicamente, pero presente psicológicamente y viceversa.

    En su capítulo, los autores consideran que las pérdidas producidas por la migración pueden entenderse mejor al retomar el binomio presencia/ausencia, ya que ambos conceptos están presentes en las separaciones familiares producidas por la migración internacional, forzada o voluntaria. La experiencia paterna se complejiza debido a las diversas maneras por las que los migrantes hacen presencia simbólica, presencia imaginada o presencias virtuales por medio del uso de las nuevas tecnologías de la comunicación que permiten el envío de fotografías, las videoconferencias, etcétera.

    A pesar del uso de dichas estrategias hay cosas que se pierden con la distancia, como la posibilidad de establecer contacto físico cotidiano: el contacto piel con piel, las caricias, los besos y los abrazos; el apoyo directo y personal en las tareas del hogar y en la crianza de los hijos, por lo que la paternidad a distancia después de una deportación supone pérdidas con respecto a la paternidad cercana, lo cual puede provocar malestares que irán manejando de acuerdo con el momento de la trayectoria de vida en la que se encuentren, pues el ser padre cambia y se transforma durante la vida de los varones. En ese sentido, se presta especial atención a cómo el momento por el que transitan estos padres y sus hijos durante la deportación repercute en su experiencia y significación de la paternidad, en el vínculo afectivo-emocional entre padres e hijos. Como podrá apreciarse, los entrevistados seleccionados cubren diversas etapas en la vida de los varones respecto a sus hijos. El menor de ellos apenas iniciaba su paternidad cuando fue deportado y el mayor de ellos era padre de dos hijas y un hijo que ya eran madres y padre al momento de la deportación.

    Para la mayoría, la prohibición de regresar a Estados Unidos de por vida puede hacerles considerar que hay aspectos de la paternidad que se perdieron para siempre. Las experiencias de paternidad a distancia de los padres mexicanos entrevistados muestran resignificaciones y cambios en las prácticas de paternidad; la comunicación por teléfono o mediante las nuevas tecnologías y las visitas que la pareja y los hijos hacen a Tijuana resultan fundamentales para mantener el vínculo afectivo-emocional. Sin embargo, cuando hay una mala relación con las parejas o exparejas, son ellas quienes deciden en qué lugar residirán los hijos, así como la relación que establecerán con el padre, lo cual resulta problemático en caso de disolución conyugal, porque irremediablemente quedan separados los padres de sus hijos, lo cual genera dolor, sensación de pérdida y molestia. La posibilidad de recuperar la cercanía está latente, aunque en muchos casos saben que es imposible.

    El tema resulta interesante y deja líneas abiertas para futuras investigaciones, donde se podrá indagar sobre las pérdidas que conllevan las deportaciones en las relaciones afectivo-emocionales entre padres e hijos, y otros familiares, la capacidad de adaptación y fortaleza o los profundos malestares. A su vez, resulta pertinente investigar y documentar sobre los hombres, la paternidad, pérdidas, afectaciones y malestares en relación con las prácticas históricamente centradas en la proveeduría, las dificultades que representan para algunos, hasta llevarlos a buscar el sustento económico a costa de perder la cercanía con la familia y los hijos.

    III. Padres solteros, separados, divorciados y abandonados

    El capítulo de Margarita Estrada Iguíniz y Paulina Mena Méndez, El ejercicio de la paternidad en hombres que poseen o no la custodia de sus hijos. Un estudio comparativo en la Ciudad de México y Querétaro, aborda las experiencias de padres que tienen la custodia de sus hijos y padres que no la tienen. Su interés es visibilizar la paternidad tras el divorcio, pues poco se ha investigado y lo que se documenta es que asume características particulares. Algunos padres dan gran importancia a su presencia en la vida de sus hijos y tratan de establecer acuerdos con la pareja para mantener el contacto; cuando ambos logran interactuar de manera positiva, establecen relaciones de cooperación, apoyo, confianza y se construye la coparentalidad; aun cuando el divorcio disuelve los lazos conyugales, los vínculos filiales permanecen.

    No obstante, en muchos casos la ruptura disocia las relaciones entre los progenitores y modifica la relación con los hijos, de ahí la importancia de analizar cómo influye la custodia en los cambios de relación entre los padres y sus hijos. En México, la legislación otorga la guarda y custodia de los menores a las madres antes que a los padres, bajo una idea influenciada por los estereotipos de género: las madres son mejores cuidadoras que los varones y los hijos estarán mejor con ellas. Sin embargo, hay padres que hubieran preferido quedarse a cargo de sus hijos y viven la pérdida de la custodia como un evento que los afecta.

    Tener o no la custodia obliga a crear nuevas formas de organización familiar, como el cambio de residencia, puesto que uno de los progenitores, la mayoría de las veces el padre, ya no comparte la vivienda ni todo lo que está asociado a vivir bajo un mismo techo. La ausencia de uno de los progenitores implicará una nueva forma de organización doméstica, la reasignación de responsabilidades, modificación de horarios, ajustes en el presupuesto familiar y la inclusión de otras personas en la vida diaria. Muchas veces, tras la separación conyugal, el centro de disputa para tener acceso a los hijos es la proveeduría. Si el padre no cumple con su papel de proveedor, pierde el derecho a la convivencia y la relación con sus hijos.

    Tratando de dar respuesta a la pregunta: ¿cómo (re)definen los padres su paternidad tras el divorcio?, las autoras, mediante una metodología cualitativa, llevaron a cabo entrevistas abiertas y semidirigidas con dos grupos de padres. El primero estaba integrado por padres de la Ciudad de México que no tenían la custodia de sus hijos; el segundo, por diez padres divorciados o separados a quienes denominan como padres solteros o padres custodios, poseían la custodia y residían en el estado de Querétaro. A su vez, las autoras integraron conversaciones informales con hombres y mujeres divorciados, con su descendencia y con sus redes apoyo, además de observación en visitas que hicieron a los hogares.

    Las interacciones y relaciones de los padres no custodios mostraban situaciones distintas de acuerdo con las características de la convivencia y el cumplimiento de responsabilidades, principalmente el pago de pensión y visitas periódicas. La manera como estos varones cumplían o no se plasmaba en diferentes formas de relación, las autoras las denominan como: i) padres presentes, aquellos que habían acompañado de manera permanente a sus hijos después de la separación, habían logrado un acuerdo con la madre en relación a los bienes, pensión, periodicidad, características del régimen de visitas y periodos vacacionales, encontrando que el establecimiento de acuerdos era la base de una relación de copaternidad y seguridad en los hijos; ii) los padres intermitentes, para quienes el incumplimiento de los acuerdos respecto a la convivencia con los hijos y entrega de pensión se traducía en ausencias que podían ser de una o dos semanas o más tiempo, lo cual generaba conflictos con la madre e incertidumbre en los hijos. Un padre argumentaba dificultades económicas para cumplir con el pago de la pensión por lo que la madre le impedía ver a sus hijos. Al no entregar el dinero se convertía en padre ausente, lo que generaba incertidumbre y el sentimiento de culpabilidad en los hijos por el comportamiento del padre; iii) los padres ausentes, quienes no tenían ningún tipo de comunicación ni contacto con sus hijos ante la negativa de la madre de aceptar sus demandas; en dos casos prácti­camente no habían tenido relación desde el divorcio, el cual fue caracterizado por una gran conflictividad, sin poder llegar a ningún acuerdo, de manera que poco después de la ruptura conyugal suspendieron todo tipo de contacto y se perdió la relación con los hijos. Los datos muestran que la ausencia paterna no fue resultado de una acción unilateral, sino que se construyó en un contexto en el que predominó el conflicto conyugal y el vínculo paternofilial quedó subordinado a la pelea de los progenitores, y finalmente iv) los padres expulsados, aquellos que no podían convivir ni visitar a sus hijos debido al impedimento de las madres. En muchos casos hablaban mal y señalaban los errores para desacreditar al padre, de manera que los hijos construían un referente negativo y al no tener la convivencia cotidiana no podían matizar los discursos maternos, la expulsión del padre termina siendo también por parte de los hijos.

    A diferencia de los padres que no tenían la custodia, la experiencia de los padres solteros o custodios es opuesta. Ellos habitaban con sus hijos e hijas, compartían los alimentos y tareas domésticas, logros y contratiempos de la vida diaria. En esas familias eran las madres quienes vivían situaciones similares a las de los padres que no tenían la custodia. Había madres que estaban involucradas en la vida de sus hijos, convivían los fines de semana, acudían a sus cumpleaños, vacacionaban juntos y mantenían una relación afectiva estrecha. Pero también hubo madres que una vez que sus hijos pasaban la infancia y dada la relación deteriorada con el padre, decidieron terminar la relación conyugal y dejar a los hijos con el padre, fueron espaciando las visitas a sus hijos y se convirtieron en madres de presencia intermitente. En otros casos, fueron expulsadas de la vida familiar por los padres o sus hijos, lo cual provocó el rompimiento del vínculo.

    Algunos padres solteros manifestaron que habían tenido desacuerdos y discusiones constantes con sus exparejas sobre las visitas, su participación en la crianza y educación. Ante la imposibilidad de ver a sus hijos, algunas madres renunciaban a sus esfuerzos y se retiraban. Con el paso del tiempo, los padres y sus hijos ignoraban su paradero o tenían muy poca información sobre ella. Los padres explicaban que una de las razones de este distanciamiento era su temor a que la madre se llevara a los hijos y no los volvieran a ver. Si las madres no tenían contacto cotidiano con sus hijos, los varones se esforzaban en estrechar las relaciones compartiendo actividades que nunca antes habían hecho como: llevarlos a

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