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Egregious Supplicium
Egregious Supplicium
Egregious Supplicium
Libro electrónico137 páginas1 hora

Egregious Supplicium

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Información de este libro electrónico

Oh, Pandora, la immortal!
Del Olimpo embajadora,
Destapaste sin demora,
La caja llena de mal.
Fuiste designio fatal,
Para los seres mortales,
Que vivían nacionales,
Sin ninguna disensión,
Hasta que tu maldición,
Les arruinó los umbrales.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento29 sept 2022
ISBN9781506548562
Egregious Supplicium
Autor

Isidro Duarte Oteron

Nacido en Cruces, Cuba, el 2 de Enero de 1967. Actualmente reside en USA , y desconoce totalmente cual futuro le depara su destino.

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    Egregious Supplicium - Isidro Duarte Oteron

    Copyright © 2022 por Isidro Duarte Oteron.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Fecha de revisión: 02/09/2022

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    846619

    CONTENTS

    EXORDIO

    CAPITULO I

    CAPITULO II

    CAPITULO III

    CAPITULO IV

    CAPITULO V

    CAPITULO VI

    CAPITULO VII

    CAPITULO VIII

    Grecia,

    6000 a.n.e.

    EXORDIO

    ¡Oh Zeus, Dios omnipotente sobre todos los demas dioses del infinito universo! Augusto hacedor de todo lo animado y desanimado que brota sobre la faz terraquia de este esferico planeta. Teócrata largo vidente que puedes de una manera sencilla con absoluta solercia, dilucidar la nequicia displicente de los metecos titanes, y a la misma vez develar la nesciencia inexpiable de la pobre raza humana.

    ¿Cómo es posible pues, sabiendo todas estas cosas que tu’ sabes, y que por ignorancia inmanente, nosotros no logramos cavilar; te hayas internado en los azares eclecticos de un perentorio dictamen, al amordazar con cadenas diamantinas al munificiente Prometeo, hombre probo, misericordioso, digno de auxiliar la desgraciada raza humana?

    Sinceramente, no encomio tu manera de ser; de hecho, tienes una forma de proceder demasiado violenta para ser un Dios misericordioso. Y no solo te vasto’ cometer ese latrocinio aborrecible contra el pobre Prometeo; sino que tambien para colmo de los males insufribles, creaste a la mujer perfecta para castigo de los miseros mortales. ¿Hasta donde llega tu recrudescente avilantez?

    Pero, si es asi como dicen los eruditos en la materia, de que a toda accion corresponde una reaccion de igual, mayor, o menor magnitud, ya te vere’ pues algun día padecer las exactas vicisitudes que ahora experimentan los desdichados humanos.

    CAPITULO I

    Alla’ en la cumbre nevada del monte Olimpo, en la acicalada mansión de la diosa Gea, cuya arquitectura se componia de 13 marmoreas habitaciones, y 9 baños intercalados para el aseo personal, allí donde los fulgurantes rayos de Helios incidian con mas esplendor que en otras partes del mundo; ya que el resto del globo terraqueo permanecia aun en absoluta oscuridad, tanto los hombres como los animales vivian en cuevas sombrias.

    Todos ellos habian sido castigados por Zeus, por haberle creido al titán Prometeo, que era su divino salvador, que los haria inmortales, prometiendoles una vida eterna en el mas alla’. Tal nequicia el largo vidente no podía tolerarla; por lo que les habia retirado la candela para que comieran la carne cruda como las fieras, y sufrieran ingente frio en las heladas noches de invierno.

    Allí mismo en aquel monte sagrado, los pajarillos volantones saltaban de rama en rama en los verdegueantes laureles que rodeaban la amplia y suntuosa arquitectura de la diosa Gea, trinando sus mas armoniosas melodías que ni el mismo Orfeo podía superarlos.

    Allí tambien, las laboriosas abejas volaban de flor en rosa, para libar el dulce nectar que lo convertian en la sabrosa miel para endulzar el alma. Entre esas rosas, habia una en especial que todo el tiempo le cautivaba la atención a Zeus, y era nada mas y nada menos que El Principe Negro.

    Cada vez que contemplaba este capullo de un rojo marron oscuro, recordaba a su ex amante Maya, la madre de Hermes, el mensajero de los dioses, aquel que calzaba sandalias aladas, y un sombrerillo de paja que lo hacia extravagante.

    Se murmuraba por doquier que esta tal Maya, utilizaba esta flor para hacerle brujería a Zeus. Y no se puede negar que las amantes todo el tiempo están realizando guerras secretas e invisibles con sus rivales para quitarles sus maridos.

    Hele ahí que, allí en aquella cúspide sagrada, se hallaba el largo vidente Zeus sentado comodamente en su mullido butacón enchapado en oro macizo, en casa de su abuela Gea, cenando deliciosa ambrosia circundado por deificados circunstantes que integraban el Panteón griego.

    En medio de aquel agasajo, el bello Ganímedes, escanciaba algente y sabroso vino en las copas doradas de los inmortales. Una tarea subjetiva, la cual ejercia con diletante orgullo.

    Cada una de estas deidades, habitaban en distintos planetas que giraban perpetuamente alrededor del sol debido a una tremenda potencia centrifuga que el astro mas luminoso ejercia sobre ellos; sin embargo, estos dioses, abandonaban esporádicamente sus respectivas residencias, y visitaban esporádicamente el castillo de Gea para mantener en vivo la estructura de la familia.

    Vervi gratia, en el primer astro de la primera orbita del sistema solar, se alojaba Hefestos, zambo de 2 pies, en el segundo circulo, Afrodita, la diosa del amor, en el tercero Gea, en el cuarto Rea, en el quinto Ares, en el sexto Zeus, en el septimo Hera, en el octavo Poseidón, en el noveno Palas Atenea, en el decimo Apolo, en el undecimo Artemisa, en el duodecimo Hermes, y por ultimo en el decimotercero cuerpo celestial, se albergaba Hades, el Dios de los muertos.

    Asi las cosas, el omnipotente Zeus lucia evidentemente ataviado de color blanco, muy bien afeitado, perfumado, su cutis terso, siempre limpio, y su cabello corto, peinado a la usanza de la epoca. Ojos serenos de color gris para el que mira lejos.

    Como era Dios, no dejaba de ser lo suficiente apuesto para seducir a las mortales mujeres. De hecho era un autentico mujeriego. Le fascinaba el olor a marisco que emanaba de las vulvas ardientes y humectadas de las diosas, y las ninfas.

    Sus criticos atestiguaban que con todas estas aulicas caracteristicas que lo hacian omnipotente, no era completamente satisfecho en su interior, deseaba a ultranza, imitar al titán Prometeo, el hijo de Yapeto, en su apariencia personal y deleitable facundia; y tal vez fuera eso verdad, porque odiaba tanto al hermano de Atlas, que probablemente era cierto que en secreto lo envidiara.

    He aquí que eran 13 dioses en total contando a Zeus, los que rodeaban la mesa rectangular en la casa de la abuela del magnate olimpico.

    No se podía negar que todos ellos vivian una vida privilegiada, exenta de sinsabores, algo significativamente digno de admirar.

    Dado a que eran inmortales, no padecian de ningun tipo de enfermedad ni penuria que les hiciera la vida elegiaca; no conocian el dolor propio, ni tampoco les interesaba el ajeno.

    Esta era la unica manera de conservarse puros; puesto que sabian muy bien que el contacto con los demas inmortales de otros planetas, se contagiaba el mal.

    Todo el tiempo pasaban la imperecedera existencia de fiesta en fiesta, y paseando de un planeta a otro en la constelación de la Via Lactea; mas el lugar mas apetecido por ellos, era sin lugar a dudas, La Tierra, propiedad de la abuela Gea; puesto que sus valles y montanas, sus ríos y mares, le concedian un aspecto hermoso, romantico, y bastante hospitalario.

    Se sentian ufanos de haber vencido a los terribles titanes en aquella celebre guerra de los 10 años, los cuales de un modo equivoco se habian sublevado contra Zeus, y se habian trasladado al bando de Cronos para luchar y derrotar a los dioses olimpicos.

    Pero desafortunadamente se habian pasado para el bando equivocado, y heles ahí que habian perdido la batalla final por el gobierno del universo. Una muy mala eleccion por parte de los vencidos.

    Un error garrafal.

    La rabia de Zeus no conocia limites, era tal la irascibilidad que lo caracterizaba que una vez indignado, habia castrado a su propio padre, y posterior haber vencido a los subversivos titanes en una larguisima guerra que duro’ 10 años, habia los enterrado en las sombrias cavernas del Erebo, alla donde gobernaba Hades, en el ultimo planeta del sistema solar, y el mas algente de todos los astros, allí donde los rayos solares no podían incidir.

    Se cuenta por doquier que allí tambien reside cautivo el taimado Sísifo, prolifero en urdimbres especiosas, inventor de inumerbles mohatras; hombre astuto de abundante solercia, desleal a las reglas de la hospitalidad divina.

    Otros duchos en la materia cuentan que allí de igual modo pena inconsolablemente el ladron Tantalo, hombre ladino de execrable prosapia, y condenado a perpetuo castigo por haber hurtado la ambrosia de la mesa de los dioses olimpicos.

    Muchos eruditos del conocimiento universal, plantean en las academias seculares que allí habita el osado Ixion, hombre atrevido que basandose en detestables nequicias, quiso violentar a Hera, la esposa del largo vidente Zeus.

    Este fue sin lugar a dudas el escandalo mas sonado en el ambiente deificado del Olimpo; ya que al tratarse de cierto adulterio por parte de la reina de las diosas, quien siendo casada con el magnate supremo del Olimpo, y meterse en cama con un mortal de baja estirpe, la repercusión iba a generar asaz alboroto.

    Por ello, este abominable caso se llevo’ ante las honorables autoridades del tribunal olimpico; no simplemente para castigar a Ixion; sino mas bien para desenmascarar a Hera, la cual todo el tiempo disimulaba ser una diosa ejemplar.

    Para celebrar este pernicioso litigio a Ixion, presidido por el propio Hades actuando como juez de corte, por acoso sexual a la reina de las diosas, se selecciono’ como fiscal general al propio Hermes, embajador de los asuntos politicos, y mensajero leal de los dioses.

    Como el delito del cual se le tildaba al acusado de acoso sexual ocurrió solamente entre 2 personas, no habia testigos oculares para comparecer ante el tribunal supremo, y exponer sus opiniones ostensibles que pudieran

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