La Desventura
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Es unicamente yendo de un lado a otro, que se pudiera apreciar mejor la diferencia; a la cual se le pudiera nominar "Vilo ".
Es aqui indudablemente donde el hombre prudente debe arribar para estar más seguro.
Porque en una parte asecha la maldad, y en la otra la agonía.
Isidro Duarte Oteron
Nacido en Cruces, Cuba, el 2 de Enero de 1967. Actualmente reside en USA , y desconoce totalmente cual futuro le depara su destino.
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La Desventura - Isidro Duarte Oteron
LA DESVENTURA
ISIDRO DUARTE OTERON
Copyright © 2020 por Isidro Duarte Oteron.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2020910305
ISBN: Tapa Dura 978-1-5065-3276-9
Tapa Blanda 978-1-5065-3275-2
Libro Electrónico 978-1-5065-3274-5
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Fecha de revisión: 03/06/2020
Palibrio
1663 Liberty Drive
Suite 200
Bloomington, IN 47403
814533
ÍNDICE
EXORDIO
CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
CAPITULO VII
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
CAPITULO X
Grecia
3000 A. E.
EXORDIO
¡Oh, eximio Epimeteo, hacedor de bestias salvajes y animales domesticos que moran la fecunda tierra, y se multiplican por doquier con acelerado ritmo! No en balde, por algunos seres humanos que se jactan de ser duchos en la materia de antropología, eres considerado y encomiado en alto grado, por haber tenido esa perentoria munificencia de diferenciar la raza humana de esos brutos de oracion articulada.
¿Cómo pudiste pues, crear a un ser viviente mitad caballo, y mitad hombre? ¿Acaso estabas delirando, o, eras presa a la sazon de esa vorágine universal que los poetas denominan amor?
¿Acaso ya no tenemos bastante con aquel semi chivo proscrito de las altas esferas del Olimpo? Dios desforme que no le interesa las guerras, ni los asesinatos, ni mucho menos las fatigosas labores de la productiva agricultura; sino que se dedica mullidamente a dormir las siestas todos los medio dias, y soplar su siringa por entre los intrincados senderos de los espesos bosques.
De ‘el se cuenta tambien, que ha violado mas ninfas que el propio Zeus.
Como quiera, por ti la raza humana se lamenta de lastimosisimo duelo. En verdad, te importa un bledo el sufrir ajeno. ¿Seras un dios o, un demonio?
CAPITULO I
Mas he aquí que, cuando el radiante sol se elevaba a lo mas alto del cenit, a esa hora de la canícula, en que el calor se manifiesta en la epoca de verano con la mayor intensidad que otros días del calendario, 13 impetuosos centauros se banaban alborozados en una laguna limpida de agua fresca, al pie del monte Pelion.
En efecto, tenian suficiente razon para estar jubilosos; pues habian sido invitados a los esponsales de su hermanastro Piritoo con la bella Hipodamia, alla’ en el suntuoso castillo de Butes, el padre de la novia. Un hombre debil de carácter, subyugado por su exigente mujer que lo evaluaba tal si fuera un esclavo.
Estas criaturas mitad caballo y mitad hombre, pocas veces eran convidados a los eventos sociales que ocurrian en la comarca; pues carecian por completo, de costumbres domesticas, y esa comedida educación les obstaculizaba comportarse correctamente en los actos civiles.
Todo lo destruian con aquellos pesados cascos, y aquellos salvajes modales que no resultaban nada agradable para la sociedad civilizada. Rehusaban completamente asistir a la herreria de Biro para que fueran calzados con herraduras de puro hierro.
Entre estos 13 centauros mencionados, habian 2 especificamente, que sobresalian por sus naturales caracteristicas peculiares, dotados de excelente ingenio, y nada tenian que admirar de los hombres normales.
Uno de ellos llamado Quirón, el mas inteligente de todos, se dedicaba por entero a la docencia educacional en la alta categoría de las artes, las ciencias, y las letras; impartia profesionalmente, las basicas doctrinas que pudieran necesitar cualquier ser humano, para desarrollar su intelecto.
Habia fundado su propia escuela, y solamente aceptaba aplicaciones de jóvenes interesados en tales materias, y sobre todo descendientes de familias ilustres. Resultaba increíble que siendo un salvaje, admiraba la buena vida en la alta esfera de la sociedad.
Este tal Quirón, se jactaba de haber disciplinado al mismisimo Heracles, y al heroe Jason, lider supremo de los argonautas. En verdad era demasiado erudito para ser mitad animal y mitad humano. Nadie podía creerlo. Tambien gozaba de la alta fama de haber sido profesor personal del intrepido Peleo, y lo iba a ser muy pronto del vehemente Aquiles.
El otro centauro nombrado Neso, era mas proclive al arte de los hechizos, trabajaba con gran facilidad la brujería, y se ufanaba de patentizar el mismo su propio veneno. El no era hijo de Urano y Filira como su hermano Quirón; sino del atrevido Ixion, y la nube Nefele; por consiguiente, no podía negar su indigna ralea.
Se comentaba por doquier, que habia heredado las malas costumbres de su padre. El cual, sufria nada envidiable condena en las hundosas cavernas del sombrio Tártaro, por pretender poseer a Hera, la reina de las diosas. Un pecado terrible que debia pagar en creces.
Aunque si bien, se habian filtrado ciertos rumores en el populacho que, ella quiso tener algunos amorios clandestinos con el delincuente Ixion; pero que al haber sido descubierta por Zeus, el Dios de dioses, culpo’ al titán de tal insulto, y el largo vidente para proteger la honra de su amada esposa, no quiso llevar el caso ante los tribunales del Olimpo, y el desgraciado Ixion fue hallado convicto de tal execrable delito, y sentenciado, sin derecho apelación, a sufrir cadena perpetua en los abismos insondables del Erebo. Un caso doloroso de ver, y mas aun deplorable de escuchar.
Neso, mas que los demas centauros, ansiaba enormemente participar en ese banquete nupcial que lo invitaban, pues se habia enterado por boca de otras gentes, que allí iba a estar la hermosa Deyanira, su imposible amor, la mujer que le robaba sus suenos, y en verdad, la ansiaba enormemente. Estaba decidido a poseerla por encima de cualquier cosa. No le importaba que Zeus lo enviara tambien al penumbroso abismo del Erebo.
Su palpitante corazon transverberado por un fuego ineluctable imposible de describir, insuperable a su propia comprensión, no cesaba de latir dentro de su yermo pecho por ella. Ya su cerebro se habia trastornado, y las ideas no acababan de cuajar correctamente. En otras palabras, procurando resumir lo que estamos diciendo, se habia vuelto loco por la bella Deyanira.
Pero desafortunadamente, la tal Deyanira era casada, era nada mas y nada menos, que la querida esposa de Heracles, el mas fuerte de los hombres, y vastago de Zeus, su gran adversario; porque habia enviado a su padre Ixion, abominable castigo. Neso no le temia, ni a Zeus, ni a su prole.
Su pasion por aquella hembra era tan ingente, que podía arriesgar fácilmente su propia existencia en una batalla contra ‘el. Y de hecho, estaba listo para enfrentarlo en cualquier momento, y en cualquier lugar. Jamas iba a perdonar ni a los dioses, ni a la muchedumbre que sentian aquel pernicioso ludibrio hacia ‘el.
Este instinto subversivo y de depredador sexual que lo caracterizaba, lo habia adquirido de su padre Ixion, heredo’ todo lo vil de su ancestro, quien en esos precisos momentos se hallaba cautivo en las oscuras mazmorras del sombrio Tártaro, sufriendo deprimente penitencia por aquel indecente estupro.
Según cuentan las malas lenguas, hacia mucho tiempo que velaba a Hera, la conyugue de Zeus, el largo vidente, el que amontona las nubes, y dispensa el flamante rayo.
Mas he aqui que después de que aquellos seres deformes, hubieron lavado sus partes verendas en aquella cristalinas aguas de la citada laguna, partieron muy contentos trotando hacia el castillo de Butes entonando algun estribillo del famoso Orfeo. La intensa calor, iba secando sus cueros velludos paulatinamente a medida que se desplazaban por aquella verdegueante llanura.
Cualquiera que hubiera visto aquella manada de cuadrupedos, hubiera sentido cierto temor’ al divisarlos, pues la tierra misma tremolaba por el sonido de aquel pesado trote. Una gigantesca estela de polvo, quedaba redro a su desplazamiento y los conejos campestres huían transidos de espanto al verlos pasar.
No usaban ropas aquellos semi animales, ningun traje les servia. De hecho, no la necesitaban; ya que sus cueros velludos, cubrian sus vergüenzas y no sentian ningun tipo de pena al realizar sus necesidades fisiologicas donde quiera que se les antojara, ya dijimos que eran seres salvajes.
Al arribar al palacio de Butes, fueron recibidos cordialmente por su hermanastro