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Horizonte Rojo (n.º 7): Proyecto Prometeo
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Horizonte Rojo (n.º 7): Proyecto Prometeo
Libro electrónico227 páginas2 horas

Horizonte Rojo (n.º 7): Proyecto Prometeo

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Aunque el pasado no puede cambiarse, siempre es posible luchar por el presente. Al menos, eso es lo que Kerr ha decidido creer. Ha llegado el momento de pagar las deudas.

Horizonte Rojo se prepara para la misión más importante de su historia: reparar el daño que causó su creador. La clave para destruir a Primus Filius y sus obras se encuentra en un laboratorio escondido en un planeta lejano. Para obtenerla, Kerr tendrá que mantener una alianza que nunca creyó posible... y enfrentarse al horror del proyecto Prometeo.

Horizonte Rojo 7: Proyecto Prometeo cierra el segundo arco de la serie de Horizonte Rojo, lleno de revelaciones y conflictos, al tiempo que revela todo el potencial de su protagonista.
IdiomaEspañol
EditorialXinXii
Fecha de lanzamiento1 jun 2018
ISBN9788494755491
Horizonte Rojo (n.º 7): Proyecto Prometeo

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    Horizonte Rojo (n.º 7) - Rocío Vega

    Índice

    Si lees esto...

    1

    2

    3

    4

    5

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    7

    8

    9

    10

    11

    12

    13

    14

    15

    Epílogo

    Agradecimientos

    Créditos

    Horizonte Rojo

    (n.º 7)

    PROYECTO PROMETEO

    Rocío Vega

     Si lees esto... 

    Este libro es el resultado de mucho trabajo y cariño por parte de la editorial y de su autor. No lo piratees, cómpralo y valóralo para que podamos hacer otros aún mejores.

    FB: Café con Leche

    Twitter: @edcafeleche

    café espresso

     1

    Dormía cuando Ariadne la llamó y la intensa vibración del holo bajo su almohada la despejó de inmediato. Echó un vistazo al reloj del dispositivo mientras sacaba las piernas de la cama con cuidado de no revolver demasiado las sábanas; aunque se había acostado hacía dos horas, estaba tan despierta que parecía que acabase de cerrar los ojos. Suspiró, se frotó la cara con las manos y palpó el suelo en busca de ropa. Halló la camiseta, pero ni rastro de las bragas, y se la puso de camino al baño mientras el holo vibraba sin parar. 

    Entrecerró los ojos antes de encender la luz para no deslumbrarse. Bajó la tapa del retrete, se sentó con un escalofrío y aceptó la llamada entrante. En la ventana holográfica del holo, una Ariadne semitransparente la observaba con la cara apretada contra la almohada. El pelo oscuro se esparcía sobre su cuello y su mejilla. Cuando se miraron a los ojos, las dos sonrieron, soñolientas.

    ¿Te he despertado?

    preguntó Ariadne en voz baja.

    No.

    Kerr se frotó la barbilla, pegajosa por las babas

    . Bueno, sí.

    Lo siento. No sabía si llamarte…

    No importa. ¿Ha pasado algo?

    No, nada. Me cuesta dormir a bordo de una nave, sobre todo si no tengo claro adónde me llevan.

    Kerr recordó la noche en la que había secuestrado a Ariadne, coaccionada por Bahuer y Primus Filius, y tuvo un ramalazo de vértigo. Hacía casi un año de aquello y las cosas habían cambiado muchísimo, pero los viejos remordimientos le cosquillearon en el estómago. Murmuró un arrullo apenado.

    Háblame para que me duerma

    pidió Ariadne con un ojo cerrado.

    Te echo de menos.

    Alzó la mano y la detuvo antes de tocar el holograma. Trató de evocar el tacto suave de su mejilla, el calor que latía en su cuello. Deseaba poder teletransportarse hasta allí para tumbarse a su lado, entrelazar las piernas con las suyas y besarle la nariz y la frente hasta que se durmiera

    . Creo que estaba soñando contigo.

    ¿Ah, sí? ¿Qué?

    No lo sé. No lo recuerdo, pero sé que estabas ahí.

    Ariadne sonrió.

    ¿Qué tal tu misión?

    No hemos llegado todavía. Intentaré contactar contigo mientras estemos allí, pero no sé si podré.

    Kerr apoyó la sien en la pared metálica

    . Si no recibes ningún mensaje, no te preocupes, ¿vale?

    Me voy a preocupar de todas formas, ¿sabes?

    Sí, lo sé.

    Sonrió

    . Pero voy a volver contigo, como la última vez. Para entonces, ya habréis llegado y hasta habréis tenido tiempo para buscar dónde vivir. Será un sitio bonito y seguro y ya no tendréis que huir nunca más, y Charlotte podrá crecer tranquila.

    El planeta estaría lleno de rae’loc, por supuesto. ¿Adónde irían a llevarlas los aliados de su madre si no? Por suerte, Ariadne ya había vivido antes en una colonia así y estaba marcada como pariente, si es que había entendido las implicaciones del lazo shi’eon. Además, desde que había tenido la ocasión de ponerse al día con su madre, la animosidad que sentía hacia los alienígenas había disminuido un poco. Una parte de su cerebro no dejaba de advertirle sobre los peligros de confiar en alienígenas, pero creía que podía controlarlo. Estaba más que dispuesta a hacer de tripas corazón y trasladarse a un planeta rae’loc si con ello aseguraba las vidas de su novia y su hija.

    Hablaron un rato sobre la rutina a bordo de la nave, los planes de futuro y los vids que Ariadne le había mandado porque pensaba que podrían hacerle reír. Kerr hablaba con claridad, pero a Ariadne se le cerraba el ojo por momentos. La inundó un ramalazo de ternura. La distancia que las separaba se había vuelto insoportable, como el dolor de una amputación. Notó el escozor que precedía a las lágrimas y parpadeó rápido para evitarlas.

    Te quiero muchísimo

    dijo Kerr, con la garganta casi cerrada.

    Yo también a ti…

    La voz de Ariadne sonaba casi imperceptible. Tenía los ojos cerrados.

    Me crees cuando te lo digo, ¿no? No piensas que te lo diga de coña.

    Sí te creo.

    Para mí es importante.

    Tragó saliva

    . Me ha costado aprender a decirlo, pero me gusta hacerlo. Os quiero a ti y a Charlotte, ¿vale?

    Aun medio dormida, Ariadne sonrió como si le hubiera contado un chiste.

    Vale.

    Dale un beso de mi parte mañana. Dile que tengo ganas de verla.

    Sí. Voy a apagar esto.

    Buenas noches, cielo.

    Esperó a que apareciera el mensaje de que la llamada había terminado antes de plegar el holo. Se le vino encima una ola de tristeza, de las que golpeaban fuerte y dejaban sin respiración. Quiso clavarse las uñas en los muslos desnudos hasta sangrar o sentirse algo mejor, lo que ocurriera antes, pero recordó que no debía hacerlo. Se estaba quedando helada, tenía sed y era hora de acostarse. Cuando sonase el despertador tendría la cabeza llena de otro tipo de preocupaciones y todo sería un poco mejor. Orinó, bebió agua a morro del grifo del lavabo y se miró al espejo sin tener muy claro si se odiaba.

    Bajo la penumbra azul de las luces de emergencia, volvió a la cama. El cambio de temperatura la hizo estremecer. Un cuerpo se pegó a su espalda y una mano le subió por el vientre, bajo la camiseta.

    Tienes las tetas frías

    murmuró Kirsten con la voz enturbiada por el sueño

    . Has tardado un montón…

    Pero ya estoy aquí.

    La otra mano de Kirsten se coló bajo la almohada y le rodeó el torso por debajo de la axila. Kerr le besó los nudillos y se acomodó contra ella.

    Se te ha congelado el culo. Estás helada…

    Dame calorcito.

    Kirsten le pasó una pierna sobre la cadera y la estrechó contra ella como un koala. Su respiración se acompasó enseguida contra su espalda. Kerr entrelazó los dedos con los suyos y se los llevó a los labios, besándolos suavemente. La piel le hormigueaba a medida que entraba en calor, pero aún no se sentía del todo bien. Giró sobre sí misma con cuidado de no aplastarle el brazo a Kirsten y la rodeó con el suyo. La ingeniera se ovilló contra su pecho y siguió durmiendo.

    Kerr no logró pegar ojo.

     2

    Desde que habían entrado en órbita para hacer el primer barrido de reconocimiento, le carcomía un murmullo entre las sienes. Se había intensificado mientras inspeccionaba los mapas y las simulaciones que llegaron de la Penstagann y ahora, a escasos minutos de tomar tierra, era tan fuerte que casi podía oírlo. No lo encontraba incómodo; de hecho, la ayudaba a concentrarse. En cierto modo, encapsulaba sus pensamientos acerca de la misión y los separaba del resto de preocupaciones prescindibles. Viendo la impecabilidad con la que sus compañeros se preparaban para la misión, habría jurado que ellos también lo escuchaban.

    Dejó a Vaswani colocándose el último módulo de su armadura y, de camino a la cabina del piloto, echó un vistazo rápido a la armería, donde Rurik seleccionaba el armamento pesado que llevaría consigo. Cerca de las escaleras que conducían a la cubierta inferior, Nutty permanecía inmóvil, completamente equipado y en silencio, como si rezara. Pasó de largo sin importunarle, menos inquieta por su comportamiento de lo que habría estado meses antes, y se sujetó en el marco de la puerta antes de entrar en la cabina. Palamo, enfundado en una armadura de combate sin apenas arañazos, observaba a Kirsten por encima del asiento con una mezcla de inquietud y asombro mientras esta manipulaba varias pantallas holográficas al mismo tiempo.

    Capitana

    dijo Palamo, que tensó tanto la espalda que se aplastó el moño abultado contra la pared.

    Kerr contuvo las ganas de reír y le indicó por gestos que se relajara. Desde que habían vuelto de la misión en el espacio svadik, tanto él como Vaswani se dirigían a ella con un respeto inusitado, como si hubiesen descubierto al fin que se trataba de su superior y no de una mercenaria cualquiera. Era lo que Kerr llevaba esperando toda la vida... pero ahora no sabía bien cómo tomárselo. Cuando no esperaban de ella nada en particular y podía permitirse fracasar hasta cierto punto, se había sentido libre. Ahora, aunque no lo habría confesado jamás, la aterraba la idea de fallarles… sobre todo porque sabía que ocurriría antes o después.

    Se agarró al reposacabezas del asiento de Kirsten y miró a las pantallas como si fuese a comprender algo.

    ¿Alguna novedad?

    El pelo de Kirsten olía al champú brisa marina que había comprado para la ducha de su camarote. Le apoyó la mano en el hombro con suavidad, intentando no hacerle daño con el guantelete y que Palamo no lo viera.

    La doctora Lichtenberg quería hablar contigo

    dijo Kirsten sin volverse.

    Llámala

    ordenó mientras se recogía el pelo en una coleta corta a la altura de la nuca.

    Kirsten toqueteó una de las pantallas, que se iluminó con un aviso de llamada saliente. Hizo un movimiento brusco y la ventana se agrandó por encima de su cabeza, a la altura de Kerr. Parpadeó antes de que apareciese su madre frente a un panel retroiluminado sobre el que se que recortaba su figura en amarillo. Casi todo rastro de tinte negro había desaparecido de su pelo, largo hasta por debajo de las orejas y de un tono gris blanquecino. Sus arrugas, acentuadas por las sombras, la hacían parecer mayor que nunca. Sin embargo, en sus ojos brillaba una energía contagiosa que causaba el efecto contrario.

    ¡Rea! Esperaba poder hablar contigo antes de iniciar el asalto

    saludó en tono alegre

    . Sé que no la necesitas, pero mucha suerte.

    Gracias.

    Levantó la barbilla, orgullosa

    . ¿Todo bien por ahí?

    Sí, sí. El capitán Farei de la Talossian me ha enviado un mensaje hace una hora. Te alegrará saber que todo sigue según lo previsto y que tomarán tierra dentro de poco.

    No pudo contener una sonrisa de satisfacción.

    Claro que me alegra. Gracias por mantenerme informada.

    Había pedido ayuda a su madre para poner a salvo a Ariadne y Charlotte, que viajaban a bordo

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