El día que empezó el invierno

Por Marta R. Casanueva

El día que empezó el invierno es un proceso de sanación y de aceptación, pero también un canto a la vida, a pesar del dolor. Sus versos son la empatía y el consuelo que todos necesitamos mientras transitamos por las diferentes estaciones de un duelo. En tus manos, este poemario se convertirá en una suerte de abrazo y un apoyo incondicional en formato escrito.

• Idioma: Español
• Editorial: Editorial Libros.com
• Fecha de lanzamiento: 29 jun 2022
• ISBN: 9788419174512

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Primera edición: junio 2022

Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com

Ilustraciones de cubierta e interiores: Marta R. Casanueva

Maquetación: Patricia Escolar

Corrección: Míriam Villares

Revisión: Maite Lecue

Versión digital realizada por Libros.com

© 2022 Marta R. Casanueva

© 2022 Libros.com

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ISBN-e: 978-84-19174-51-2

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El día que empezó el invierno

Marta R. Casanueva

A todos los que me arroparon el día que llegó el invierno,

y a los que me acompañan durante el frío.

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Septiembre

Llegará septiembre,

derrotado y con impulso asesino.

Llegará y será el día en que tus ojos índigos

se vacíen de océanos.

Barrerá de tu rostro

todo atisbo de mediocridad

y sufriremos en el pecho

una hecatombe que nos sacuda.

Llegará septiembre, desmadejado,

y el lino, la sal y la clavija

serán los cadáveres en tonos panizo

del estío que se marcha con el desahogo cumplido.

Y una mañana dejarán de asfixiarnos,

cesará el espigar creciente del sueño esquivo

que me acompaña verso a verso,

lanzado y en caída libre.

Una mañana la niebla será cielo en París,

me mirarás a los ojos

y verás solo la belleza

del firmamento nublado.

Y entonces habrá llegado septiembre.

Entonces seré abrigo en las mañanas de rocío.

Seré el canto siseante del aire

entre los famélicos abedules.

Seré el frío en los pies y las mejillas sonrojadas.

Seré todo lo que un día escribiste que fuese

y no te atreviste a recitar al alba,

en esta mañana de septiembre.

Melancolía, arrebol y baile

Vísteme con túnicas los ojos,

tápame la mirada triste de este caos inminente,

que aguarda.

Asómame de la mano al precipicio,

llórame en la espalda el raudal