Retazos del natural
Por Charo Alonso
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Retazos del natural - Charo Alonso
Retazos del natural
Copyright © 2018, 2023 Charo Alonso and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728396032
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
www.sagaegmont.com
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Para Fernando...
y para Charo García Diego
A la manera de Monterroso
Cuando me desperté, tú seguías sin estar ahí.
Lección de Lengua
Repasando la morfología del amor
reparo en su falta de género,
en el número plural de los que amamos,
en que siempre supe ser un verso suelto.
Por eso la sintaxis de mi amor
concuerda contigo en género y en número,
en persona y hasta en modo subjuntivo,
porque fuera o fuese el más puro deseo.
Por eso, antes de adecuar el texto a su contexto,
mi mano a lo cóncavo y mi sexo a lo convexo,
me dejo rimar la coherencia y cohesión
y conjugo, sin analizar, todos los nexos,
deseando que contigo sean un tratado
de gramática sexual todos los verbos.
CONTRA LOS FEMINICIDIOS DE CIUDAD JUÁREZ
-Estancias del horror I-
-Estancias del horror II-
-Estancias del horror III-
Estancias del horror I
Una voz clama en el desierto: Preparad el camino a la Bestia. Que crujan los huesos pelados con el estrépito de la tormenta y que se levante la tolvanera.
No cosáis la cicatriz que no cierra los más de tres mil kilómetros de frontera, no sequéis el Río Bravo que supura toda la cobardía ni calléis el escándalo atroz de las maquiladoras de mano de obra sedientas.
La Bestia no se sacia con la carne de la balacera, no se emborracha de sangre del narco ni de corridos reventados de crónica negra. A la Bestia le gusta mancillar la inocencia, esa que guardan las mujeres entre las piernas y lucen, ignorantes, las niñas como la tuya y la mía, quienes tuvieron la fortuna de nacer lejos de la frontera y de aquellos que cubren el cuerpo con el sudario que nunca quiso el Profeta.
Esa es la voz que le gusta a la Bestia, aquella que convierte en matadero a la heroica Ciudad de Juárez, estercolero de sueños y apeadero de trenes. No la de los cronistas del dolor ni la de los poetas, no la de los periodistas ni la de las mujeres de negro que claman por las que no volvieron de la calle de la Bestia... esa que acecha en los rincones de la violencia, en las esquinas y en los descampados, en los tráficos de los hombres y de los coyotes que te dejan morir en medio de todas las esperas.
Una voz clama aquí y ahora: que se levanten aquellos a los que callaron de la peor manera. Que el Verbo se haga carne y habite entre las letras. Que llueva en el desierto y vayan las niñas a todas las escuelas y los trenes recorran el pespunte cosido del cuerpo resucitado con las vísceras enteras.
Y que la Bestia se ahogue cruzando todas las fronteras, destripada y maldita, y que de nada le valgan lanchas, ni muros, ni vallas, ni pateras.
Estancias del horror II
Mi niña, mi amor, que la tierra te sea leve. Que estés donde estés te cubra como la sábana tersa, sudario de novia virgen. Que estés donde estés no pases frío en la noche yerta del desierto, ni calor esperando el trasporte que te lleva otra vez a la maquila donde compartirás con tus vestales el miedo a la salida del último turno. Ese temor a los coyotes, a las serpientes, a la mayor de las bestias. A esa que arranca la carne a mordiscos y horada lo más sagrado, esa que escupe hostias y ensucia las imágenes de la virgencita. Aquella guadalupana a la que rezábamos las madres para que nos diera fuerzas y pudiéramos mataros nosotras con la mayor de las dulzuras, carne de nuestra carne, sin dolor ni ultraje. Todo menos expulsaros otra vez a la vida cruel de la frontera, hija mía, muerta mía, allá donde estés. Porque yo que soy tu madre lo habría hecho con suavidad, sin que te doliera pasar de uno a otro sueño, te habría cavado una cuna de tierra donde ir a llorarte. Pero no hemos tenido el valor de esconderos en lo más profundo de nuestros