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Soñar y decir también es hacer: Apuntes de todos los días
Soñar y decir también es hacer: Apuntes de todos los días
Soñar y decir también es hacer: Apuntes de todos los días
Libro electrónico250 páginas2 horas

Soñar y decir también es hacer: Apuntes de todos los días

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El proverbio "del dicho al hecho hay mucho trecho" trasmite que es mucho más difícil hacer que decir, a través del significado de "trecho", que connota la idea de dificultad utilizando la metáfora de una distancia. Luego de haber aceptado que hacer (materializar) es más difícil que decir (concebir), cabe volver sobre la idea para poder rescatar otros aspectos.
Solemos pensar que la materia, por ser "palpable", es más "concreta y duradera" que la idea, pero no es verdad. Dado que concreto (por su origen, "crecer unido") también significa "preciso, detallado o bien delimitado", no cabe duda de que los productos mentales que configuran lo dicho pueden muy bien ser concretos. Además, tal como señalaba Heráclito hace más de dos mil años, lo que permanece del río es su forma, el agua circula. Las ideas no solo pueden ser muy concretas, sino también duraderas, ya que el reconocimiento mismo de ese "crecer unidas", en cuanto constituye un volver a encontrarse con algo conocido, es un testimonio de su perduración. Una vez destacado el valor del hacer, debemos admitir que el decir nos es tan vano como solemos creer cuando, enamorados del supuesto de que solo la materia está "hecha" (o es "un hecho"), no lo pensamos mejor. Toda la historia de la civilización nos certifica, sin embargo, que las ideas son "hechos", y que idealizar es crear.
Pero, además, lo que es cierto frente al mundo que constituye nuestra circunstancia también vale para un ego que, lejos de ser alguien especial, del cual hablamos arrogantemente en "primera" persona del singular, es un tejido de otros seres que testimonia lo que expresa Porchia cuando afirma: "Nadie está hecho de sí mismo".
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jun 2022
ISBN9789875998803
Soñar y decir también es hacer: Apuntes de todos los días

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    Soñar y decir también es hacer - Luis Chiozza

    Luis Chiozza

    Soñar y decir

    también es hacer

    Apuntes de todos los días

    Diseño de tapa: Silvana Chiozza.

    © 2022. Libros del Zorzal

    Buenos Aires, Argentina

    Comentarios y sugerencias: info@delzorzal.com.ar

    Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

    Impreso en Argentina / Printed in Argentina

    Hecho el depósito que marca la ley 11723

    Y si no puedo decirte nada sin lo que yo me digo;

    lo que yo te digo,

    ¿es lo que yo te digo o lo que yo me digo?

    Antonio Porchia, Voces

    Índice

    Prólogo

    El trecho del dicho al hecho | 9

    1. Los cuentos infantiles | 11

    2. Hablando… | 13

    3. Entre el cansancio y la náusea | 15

    4. Donde mueren las palabras | 17

    5. Un camino propio | 19

    6. Dos maneras de señalar un defecto | 21

    7. Chicanas | 23

    8. Ser y creer | 25

    9. La anormalidad de lo normal | 27

    10. Intervencionismo | 29

    11. Cuatro faltas | 31

    12. La prodigalidad | 33

    13. Un recíproco engaño | 35

    14. ¿Repetición o novedad? | 37

    15. La emergencia de lo que urge | 39

    16. La esencia de la dificultad | 41

    17. Las víctimas de la prodigalidad | 43

    18. Las cualidades del carácter | 45

    19. Separar y juntar, bien o mal | 47

    20. Lo que nos enseña el lenguaje | 49

    21. Ideas y creencias | 51

    22. El médico y el enfermo | 53

    23. Demonio rojo | 55

    24. Tres maneras de la vida | 57

    25. El silencio | 59

    26. Acerca de la venganza | 61

    27. Los tres mundos en los que vivimos | 63

    28. Hacer falta | 65

    29. Civilización e hipocresía | 67

    30. Soledades rivales | 69

    31. Escrúpulos | 71

    32. Hoy siento, madre, que me faltas tú | 73

    33. La colección de ofensas | 75

    34. Desatino y oratoria | 77

    35. Lo que se pierde sin querer | 79

    36. Prosperidad e inmoralidad | 81

    37. En la piel de todos | 83

    38. Yo soy aquel… | 85

    39. Desnudez… | 87

    40. Reconocer | 89

    41. Idea y materia | 91

    42. Volver… | 93

    43. El corazón deducido | 95

    44. Entre la necesidad y el vicio | 97

    45. Crueldad… | 99

    46. Si nada me faltara… no sabría qué hacer | 101

    47. Querer, poder y deber | 103

    48. Promesas incumplidas | 105

    49. Lo que no fue | 107

    50. Habría que… | 109

    51. Defender lo indefendible | 111

    52. Bluf | 113

    53. La identificación enajenante | 115

    54. Muerte y agonía | 117

    55. Bueno... | 119

    56. Marginalidad | 121

    57. Entre cierto y acierto | 123

    58. Cada mañana | 125

    59. Lo que me importa | 127

    60. El inquilino | 129

    61. La subsistencia semántica | 131

    62. Prófugo | 133

    63. Soledad y compañía | 135

    64. Médicos y médicos | 137

    65. Esperanza | 139

    66. Cumpleaños | 142

    67. ¿Cómo decir? | 144

    68. El color del cristal | 146

    69. Disentir y consentir | 148

    70. Y los sueños… sueños son | 150

    71. Bustos parlantes | 152

    72. El tipo | 154

    73. El cuerpo cacofónico | 156

    74. La demanda extorsiva | 158

    75. Ideas y afectos | 160

    76. Imprescindible | 162

    77. Qué hubiera sido si… | 164

    78. Cuando los padres o los hijos duelen | 166

    79. Qué locura | 168

    80. Acompañado y solo | 170

    81. Semillas | 172

    82. Con espíritu navideño | 174

    83. Bueno, bello y verdadero | 176

    84. Entre lo difícil y lo fácil | 178

    85. Un solo enemigo | 180

    86. Donde fueres, haz lo que vieres | 182

    87. La caída del telón | 184

    88. La primera criatura que educamos | 186

    89. Con la razón no alcanza | 188

    90. Las vicisitudes de las iniciativas | 190

    91. Esperando | 192

    92. El dibujo | 194

    93. Determinado y libre | 196

    94. Los tiempos | 198

    95. Lo imaginario | 200

    96. Porchia y yo | 202

    97. Mi queja y mi ego | 204

    98. El efecto Titanic | 206

    99. Tentación | 208

    100. Los distintos significados de una cópula sexual | 210

    101. Susceptibilidad | 212

    102. Libertad y acto creativo | 214

    103. Un cuento… | 215

    104. Inseguridad | 217

    105. Opiniones divididas | 219

    106. En tiempos de egolatría | 221

    107. Pensar senti-mental | 223

    108. Lo que la vida me da | 225

    109. En tiempos de pandemia | 227

    110. El libro | 229

    111. Los padres de la patria | 231

    112. Entre mujeres y hombres | 233

    113. El tiempo de la esperanza | 235

    114. La intención como pretexto | 237

    115. Las relaciones exclusivas | 239

    116. Físico y psíquico | 241

    117. De la noche a la mañana | 243

    118. Hasta dónde | 245

    Epílogo. El castillo de arena y el palacio soñado | 247

    Prólogo

    El trecho del dicho al hecho

    El proverbio del dicho al hecho hay mucho trecho trasmite que es mucho más difícil hacer que decir, a través del significado de trecho (derivado de tractus, como traer, abstraer, arrastrar, trasladar, retracción), que connota la idea de dificultad utilizando la metáfora de una distancia, sin especificar lo que ese trayecto contiene. No sucede lo mismo con su equivalente italiano, tra il dire e il fare c’è di messo il mare. El mar, además de ser grande, está lleno de contenido. Luego de haber aceptado que hacer (materializar) es más difícil que decir (concebir), cabe volver sobre la idea para poder rescatar otros aspectos.

    Siempre partimos de que la materia, por ser palpable, es más concreta y duradera que la idea, pero no es verdad. Dado que concreto (por su origen, crecer unido) también significa preciso, detallado o bien delimitado, no cabe duda de que los productos mentales que configuran lo dicho pueden, muy bien, ser concretos. Además, tal como señalaba Heráclito hace más de dos mil años, lo que permanece del río es su forma; el agua circula. No vale argumentar que la forma del río está dada por la materia que constituye su lecho, porque ese lecho es también una forma que los átomos que la configuran atraviesan mientras son sustituidos por otros.

    Cabe subrayar, entonces, que las ideas no solo pueden ser muy concretas, sino también duraderas, ya que el reconocimiento mismo de ese crecer unidas, en cuanto constituye un volver a encontrarse con algo conocido, es un testimonio de su perduración. Precisamente aquí, en este punto, surge aquello que deseamos rescatar. Una vez destacado el valor del hacer, debemos admitir que el decir nos es tan vano como solemos creer cuando, enamorados del supuesto de que solo la materia está hecha (o es un hecho), no lo pensamos mejor. Toda la historia de la civilización nos certifica, sin embargo, que las ideas son hechos y que, a pesar del descrédito que suele acompañar a la palabra que en primer término usaremos, idealizar es crear.

    1.

    Los cuentos infantiles

    En el prólogo de Mi cuerpo, los otros y yo (un libro para niños que fue una de los mejores entre aquellos que, por esas cosas que tiene la vida, me dediqué a escribir), me refería a los cuentos que los padres de niños infantiles relatan a sus hijos, menospreciando la inteligencia que los impregna antes que la poda neuronal de los seis años los convierta en normales.

    No me refiero a los relatos clásicos, decantados a través de los años. Tampoco pretendo omitir obras inmortales, como los cuentos de Andersen, las canciones poéticas de María Elena Walsh, o El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Me refiero, especialmente, a las espontáneas creaciones que todo niño ha recibido de sus progenitores, no solo para inducirlos al sueño, sino también, y sobre todo, cada vez que solicitan la respuesta a una pregunta que sus padres ignoran.

    Cuentan que, cierta vez, un automovilista desesperado porque se le han caído los tornillos en una alcantarilla mientras cambia una rueda del vehículo, detenido al borde del muro que limita un manicomio, recibe de un recluso el consejo de que quite uno de cada una de las otras ruedas para fijar la que necesita remplazar. Cuando, extrañado, expresa su asombro frente a la sensatez del consejo, recibe como respuesta: Es que yo soy loco, pero no soy tonto. El ejemplo permite señalar que, frente a un inconsciente loco, la consciencia es tonta. Vale la pena recordarlo cuando nos encontramos frente a la supuesta tontería de una mente infantil.

    Me encuentro ahora frente al hecho, infausto, de comprender, de pronto, el desatino en el cual hemos incurrido, insistiendo en la ingenua actitud de psicoanalizar a niños que hablan, mediante intrincadas y subjetivas interpretaciones de juegos y dibujos, sofisticadamente reglados.

    Son procedimientos a los cuales, para poder psicoanalizarlos, los sometemos reiteradamente.

    Mientras tanto, sucede que no solo pueden comprender sin grandes mermas todo lo que hablamos, sino que además, en el ejercicio de su vida cotidiana, utilizan con toda naturalidad el lenguaje verbal que nuestra técnica, con frecuencia, menosprecia.

    2.

    Hablando…

    Muchas veces, escuchamos decir que hablando uno llega, por fin, a disipar el equívoco. Pero también es necesario reconocer las infortunadas situaciones en que hemos llegado a pensar que no hay más un qué hablar. Sucede entre padres e hijos, en los matrimonios y, también, por inconmensurable desgracia (dado que la política es la disciplina que se dedica a estudiar las formas de gobernar la polis, es decir, la ciudad), en los abundantes avatares de una lucha política, que además de incesante es cada vez más aguda.

    Cada uno de nosotros adopta una posición personal frente a la magnitud de esa angustiante contienda, y la cuestión, transformada en un callejón sin salida, no merecería un mayor comentario si no fuera por la creciente presencia de un factor patológico que es imprescindible aclarar y que reside en la innegable malicia con la cual se argumenta. En otras palabras: sé que no tengo razón, que lo que digo no es cierto, y tampoco me importa que mis conclusiones surjan de razonamientos espurios, porque también sé que puedo maniobrar de un modo en que será difícil, para una inmensa mayoría que ignora los detalles del asunto tratado, darse cuenta del engaño que mi charlatanería sustenta.

    No está mal decir que lo que sucede es loco. La cuestión adquiere firmeza si tenemos en cuenta que loco proviene de locuaz, y que la locuacidad sin apoyo real, y peor aún si es malintencionada, se expresa en toda su riqueza simbólica en la bíblica torre de Babel, una confusión de lenguas que fue infligida a la humanidad como castigo por la inmoderada soberbia contenida en su pretensión de levantar una construcción que les permitiera alcanzar el cielo.

    La malicia, pues, es lo que necesitamos detectar para comprobar que el que nos miente a sabiendas niega que, inevitablemente, y en parte, se está mintiendo a sí mismo. Pues mientras incurre en el desatino de querer arrastrarnos a que nos hundamos acompañándolo en el proceso de obstruir su destino, sucumbe a la creencia de que, para seguir su propia vida, necesita succionar la nuestra.

    3.

    Entre el cansancio y la náusea

    Nunca como hoy, frente a tantas promesas ostentosas que son, por sus contornos difusos, sencillamente increíbles, nos encontramos apresados entre un desmoralizado cansancio, que no se disipa descansando, y un entorno vertiginoso, que nos mueve el piso de tal forma que orientar nuestros esfuerzos en alguna dirección se ha convertido en un intento, muy difícil, que suele llegar al punto en que nos descorazona.

    Me refiero, sí, a lo que nos trasmite el periodismo y la política, pero más allá de sus banderas y de los países en los cuales opera.

    Si nos damos cuenta de que la simpleza de esperar solo desemboca en un desesperante pantano, nos queda todavía

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