¿ALCANZAREMOS EL CONOCIMIENTO SOBRE TODAS LAS COSAS?
14 de febrero de 2003 una oveja fue sacrificada en Escocia. Era una hembra blanca, de setenta kilos, que nació seis años antes y a la que, como a muchos animales domésticos, le habían puesto nombre: Dolly, el diminutivo de Dorothy y el genérico en inglés para designar una muñeca, un juguete, un objeto con el que los niños juegan y desarrollan sus capacidades. Dolly fue una de las más recientes cumbres del conocimiento, el de Beethoven es mucho más que un conjunto de sonidos dispuestos según leyes de armonía o de contrapunto. Imaginemos un loro que al entrar en la cocina pronuncia con claridad: “Hola, Pepito, buenos días”. Conoce las palabras, las sabe ordenar y forma una unidad de sentido. Es un logro, pero ¿qué sabe el loro de lo que es lenguaje?, ¿qué sabe de lo que está diciendo, del porqué lo dice, del sentido que tiene? Y más aún: ¿conseguirá comprender lo que es el lenguaje si aprende en lugar de cuatro palabras diez o cien o mil? No, el lenguaje está fuera de la comprensión del loro por mucho que sepa imitar su procedimiento. El fracaso de Dolly no es que tuviera que ser sacrificada o que envejeciera prematuramente, nuestra imposibilidad de conocimiento radica en no poder entender qué es y por qué esa gesta de darse a la existencia.
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