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Silencio
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Libro electrónico250 páginas4 horas

Silencio

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Información de este libro electrónico

El interés por el silencio ha crecido en nuestra estresada sociedad como fuente de relajación y autoconocimiento, pero ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de silencio? Teresa Guardans nos invita a abrir los ojos y los oídos y a bajar el volumen de nuestro monólogo interior a partir de la experiencia y las palabras de quienes han explorado hondamente el silencio y sus beneficios desde las distintas tradiciones. Nos ofrece, pues, un sencillo manual para poner en práctica el silencio, sin complicarnos con metodologías rebuscadas, sino dando una visión necesaria para entender qué es lo que estamos haciendo cuando practicamos el silencio: dejar al descubierto la realidad, el fondo infinito que nos habita y somos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 ene 2021
ISBN9788428560627
Silencio

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    Vista previa del libro

    Silencio - Teresa Guardans Cambó

    Índice

    Portada

    Portadilla

    Créditos

    Introducción

    Pensar el silencio

    El silencio y la gestión del ego

    La atención como eje

    La mente al servicio del silencio

    Cuando la acción es silencio

    El ejercicio del sentir silencioso

    Recopilando

    Post data

    Biografía de la autora

    Notas

    portadilla

    Colección dirigida por Luis López González

    © SAN PABLO 2021 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

    Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723

    E-mail: secretaria.edit@sanpablo.es - www.sanpablo.es

    © Teresa Guardans Cambó 2021

    Distribución: SAN PABLO. División Comercial

    Resina, 1. 28021 Madrid

    Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050

    E-mail: ventas@sanpablo.es

    ISBN: 9788428560627

    Depósito legal: M. 2.227-2021

    Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)

    Printed in Spain. Impreso en España

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor, salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.conlicencia.com).

    A Chelo Miró Sempere,

    una vida anclada en el silencio

    INTRODUCCIÓN

    El interés por el silencio –y por las distintas formas de practicarlo– se va extendiendo y, en general, va ganando «buena prensa»; se relaciona con una serie de beneficios como pueden ser la calma frente al estrés, una mayor capacidad de atención, mayor claridad mental y creatividad, como vía de autoconocimiento y apertura hacia la realidad... Mientras que para algunos parece ser la panacea a todos los males también hay voces críticas que lo ven como una huida, como una búsqueda egoísta del propio bienestar que olvida a los demás. Pero ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de silencio?

    Ya hace unos años, antes de que estuviera tan en boga ese amplio abanico de propuestas silenciosas, o que se planteara, por ejemplo, su introducción en el ámbito educativo, ya me llamaba la atención la importancia que se daba al silencio desde la poesía, el arte, la filosofía, la creatividad científica, desde tantos campos de la actividad humana, apelando –de una manera u otra– a «conocer desde el silencio». Empecé a preguntarme a qué se referían, qué podía implicar eso... Y siguiendo ese rastro, fue inevitable ir a parar a las distintas tradiciones espirituales de la humanidad y descubrir ahí verdaderas «escuelas del silencio». Encontré ayuda y orientación para no quedar ahogada entre tantos textos «raros», tan alejados de las lecturas a las que mi mente racional estaba acostumbrada. Y, poco a poco, el concepto de silencio fue creciendo, enriqueciéndose, y las voces de todos esos maestros y maestras del silencio fueron entrando en diálogo con las aportaciones de la lingüística y de las ciencias del conocimiento, mostrando una honda sintonía entre ellas.

    Me gustaría poder compartir en estas páginas toda esa riqueza, en la medida en que pueda y sepa; y quizás sirva para ayudar a separar el grano de la paja. Duele oír o leer opiniones tan beligerantes con las prácticas del silencio hechas en nombre de una espiritualidad solidaria, metiendo en el mismo saco realidades muy distintas. Desearía poner mi granito de arena para que, quien así lo ve, pueda descubrir la profunda generosidad que ha impulsado e impulsa a ese andar por las vías del silencio, y su aportación a la sociedad contemporánea.

    Por otra parte, quienes puedan pensar que la nuestra es una época en la que la humanidad presenta una sensibilidad o unos niveles de conciencia superiores o más evolucionados que los de las generaciones pasadas, espero que puedan darse cuenta de que tenemos mucho, muchísimo, que aprender del pasado. Que cada época ha vivido sus particulares retos y ha procurado responder a ellos de la mejor manera posible; y gracias a ello disponemos de un valioso legado de sabiduría, muy plural, que nos llega desde todos los rincones del planeta. Sería una pena desaprovecharlo, aunque pueda costarnos algún esfuerzo «traducirlo» e interpretarlo desde las coordenadas culturales contemporáneas.

    Y con todas esas personas con las que compartimos el andar «en búsqueda», y especialmente con quienes no disponen del tiempo que yo he tenido para explorar textos, escuelas y propuestas, espero poder ofrecer algo de lo que voy aprendiendo y responder quizás a algunas de las preguntas que se puedan estar haciendo.

    «El yoga me ha cambiado», me decía una sobrina que ha descubierto el yoga y lo practica desde hace más de un año con asiduidad. Me comentaba que no le faltan recursos y grupos con los que practicar, que no deja de mejorar a nivel técnico; pero le gustaría saber algo más sobre sus bases teóricas. Sentía que sin conocer los fundamentos, no podía ir más allá de la repetición de una serie de posturas o ejercicios. ¿Por dónde empezar?

    Era solo un comentario al paso, en plena celebración familiar; no me estaba pidiendo nada pero entendí bien a qué se refería. Es la inquietud que puede aparecer cuando alguien se toma una práctica en serio durante un tiempo. En la fase inicial nos basta con prestar atención a la respiración o al movimiento corporal, nos basta con el bienestar y pacificación que esa atención genera. Pero pronto empieza a notarse el cambio que ella mencionaba, se intuye que hay más, que estamos como en la antesala... ¿antesala de qué? Surgen las preguntas, no se trata solo de la condición física, ni de ganar en calma interior; el cambio es más hondo, es otra cosa, se percibe. Como si alguien fuera a clases de pintura para relajarse y poco a poco empezara a cogerle el gusto a ese esfuerzo de la mirada que procura «ver» y penetrar en la realidad, y cada vez se olvida más de si se relaja o no, porque hay otra cosa que está atrapando su interés, ¿qué es? Algo así ocurre con cualquier estilo de práctica silenciosa cuando se va ahondando en ella. A medida que se le dedica tiempo y energía se huele que hay gato encerrado, que ahí hay algo más; y que ese «más», sea lo que sea, vale la pena. Aparecen entonces las preguntas. ¿De dónde nació esa práctica? ¿Por qué?, ¿para qué?, ¿hacia dónde me lleva?... Crece el deseo de saber más. Leer alguna buena introducción teórica a esa práctica y a su mundo cultural ayuda, seguro. Pero, en el fondo, comprender las bases de cualquier vía de cultivo del silencio nos lleva a explorar las bases del silencio mismo. El yoga, en todo su riquísimo despliegue de formas y escuelas, nació al servicio del conocimiento silencioso de la realidad. No podemos pues hablar de lo uno sin referirnos a lo otro.

    Este abanico de inquietudes y de deseos son el punto de partida de las siguientes páginas. Y no se me ocurre mejor manera de ahondar en lo que pueda ser y ofrecer el silencio que «cabalgar» sobre la experiencia y las palabras de quienes lo han explorado hondamente: escucharlas, dejarnos interpelar por ellas, ver hacia dónde nos conducen.

    PENSAR EL SILENCIO

    El «manual» de yoga más antiguo, los Yogasutra de Patáñjali, un sabio que probablemente vivió en la India hacia el siglo II a.C., es una compilación de un conocimiento previamente transmitido de viva voz a lo largo de los siglos, hasta tomar forma en una síntesis de 195 aforismos (o sutra) . Condensa pues una larga historia de reflexión y práctica. ¿Cuándo o cómo arrancó esa cadena de transmisión, ahondando, experimentando, afinando, generación tras generación, antes y después de Patáñjali? ¿Con qué objetivo?

    Se me ocurre que podríamos compararlo con el nacimiento del fuego. Imaginemos qué es lo que pudo haber sucedido hasta que un grupo humano se puso a frotar conscientemente piedras o ramitas, y a desarrollar las mejores maneras de encender un fuego. ¿Qué pasó? Fue un proceso largo, seguro. Quizás un chispazo un día, mientras alguien intentaba dar forma a una piedra golpeando piedra contra piedra. Y otro día otro chispazo, y otro, y otro; chispazos que encienden fuegos que desprenden calor... y de ahí a golpear las piedras con el objetivo de encender un fuego, y desarrollar estrategias para controlarlo y mantenerlo encendido. Es decir: suceso natural primero, seguido de observación, imitación, repetición; mejorando poco a poco...

    Pues quizás algo así con el ámbito del silencio: suceso natural, observación, imitación, repetición, mejora... ¿En qué sentido podemos hablar de un «suceso natural» en relación al silencio?

    No disponemos de datos que nos permitan asomarnos a esos «chispazos» naturales silenciosos de hace miles de años. Pero algunos relatos autobiográficos más recientes sí que pueden ofrecernos pistas en esa dirección. Me refiero a descripciones de personas que, por algún motivo, se dan de bruces con un momento de profundo silencio en el que la existencia queda como en suspenso. Generalmente se trata de experiencias muy breves pero, cuando se vuelve a la «normalidad», se sabe que se ha vivido algo valioso, como una sacudida desde lo hondo que ha hecho posible una vivencia de la realidad, también de la propia vida, desde una plenitud desconocida hasta entonces. Una experiencia o comprensión que tiene sabor de profunda comunión, de unidad con todo y con todos; de formar parte de una realidad mayúscula, misteriosa, infinitamente valiosa. Y ese «chispazo» no previsto da lugar a analizar lo que se ha vivido y a buscar la forma de tener acceso nuevamente a ese «modo silencioso», desde la convicción de haber vislumbrado, como por casualidad, una posibilidad humana realmente valiosa, un «tesoro escondido» desconocido hasta entonces. Escribe Geneviève Lanfranchi (1912-1988) en su diario:

    Me parece que si un animal que se moviera en un plano de dos dimensiones adquiriera de pronto la captación de la tercera, sentiría el vértigo que yo siento. Querría explorar esa nueva dimensión sin saber cómo hacerlo; y también desearía recuperar la seguridad de su universo plano de la misma manera que yo vuelvo a las ideas o a los sentimientos. Y, cada vez, se daría cuenta de que retornaba a un mundo superficial del que había sido arrancado por alguna gracia¹.

    Son ejemplos y palabras como estas las que nos van dando pistas. Podríamos aportar otra voz, la de Rabindranath Tagore en un atardecer entre tantos, desde su terraza de Joraranko; pero ese día en concreto algo sucedió y la escena le dejó maravillado. «¿Qué factor había desencadenado un efecto tan especial aquella tarde?», se preguntó el poeta.

    ¿Era aquel levantarse del manto de la trivialidad de encima del mundo cotidiano debido a alguna magia de la luz del anochecer? No. Yo vi en el acto que era el efecto del anochecer que se había adentrado en mí; sus sombras habían borrado mi ego. Mientras mi yo estaba rampante durante el relumbrón del día, todo lo que yo percibía estaba mezclado y escondido por él. Ahora que el ego estaba relegado a último término, podía yo ver al mundo en su verdadero aspecto. Y ese aspecto no tenía nada de trivialidad, estaba lleno de belleza y alegría infinitas.

    Desde que tuve esta experiencia probé el efecto de suprimir mi ego a toda conciencia y de mirar al mundo como mero espectador, e invariablemente me sentía recompensado con un sentimiento especialísimo. Una mañana, el sol estaba levantándose por las copas frondosas de los árboles. Mientras continuaba mirando, un velo pareció haberse caído de mis ojos, y encontré súbitamente al mundo bañado en una maravillosa irradiación, con olas de belleza y alegría hinchándose por todas partes. Esta irradiación traspasó en un momento las dobleces de tristeza y abatimiento que se habían acumulado sobre mi corazón, y lo inundaron como con una luz universal indecible.

    En aquellos días escribí los siguientes versos: No sé cómo, de repente, mi corazón abrió sus puertas de par en par, y dejó que las multitudes de los mundos se precipitaran dentro, saludándose. Y no fue exageración poética. Más bien no tenía yo el suficiente poder para expresar todo lo que sentía².

    Tagore está apuntando a que si se deja caer el velo de ocupaciones y preocupaciones, si se le abren las puertas de par en par a «eso que hay ahí», «eso» puede mostrarse en su esplendor, pues se ha retirado lo único que lo limitaba.

    «Cuando la cognición contiene su aliento, nuestro sentido del ser se hace anfitrión de la belleza», escribía George Steiner³. Contener el aliento de lo que se sabe, de lo que se supone, «contener el aliento»... qué imagen más acertada. Anfitriones de la belleza... No parecen referirse a una belleza condicionada a unos cánones o a unos determinados rasgos externos; todo existir, pura belleza, sin más... Tagore comprendió que la diferencia no estaba fuera, sino en él, en el mirar: como si el anochecer o el amanecer hubieran podido adentrarse en él

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